Supervulnerables VI: Falcon Brothers - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

14 abr 2022

Supervulnerables VI: Falcon Brothers


Escrito por: FabiƔn Urbina

 Mi cumpleaƱos nĆŗmero treinta debĆ­a distinguirse de cualquier festejo anterior. Y he tenido cumpleaƱos memorables; sin embargo, querĆ­a algo especial para mi entrada en el tercer escalĆ³n... pero no sabĆ­a quĆ©.

En lo que me llegaba la inspiraciĆ³n, mi mejor amigo MartĆ­n y yo fuimos a IKEA para comprar bancos individuales para los invitados. Eran de madera con acabados artesanales. Una monada. Mientras esperĆ”bamos en mi auto que nos los trajeran, veĆ­a una pĆ”gina de fiestas gays, pero no me convencĆ­a. En eso, escuchĆ© una profunda voz varonil detrĆ”s de mĆ­.

—¿Alfredo Perelman? Le traemos sus bancos.

Cuando alcĆ© la vista, supe que habĆ­a encontrado lo que buscaba: dos empleados en overol, jĆ³venes, altos, atlĆ©ticos, fuertes y guapos. ¡Dios! ¿Por quĆ© esos chicos cargaban muebles en vez de estar desfilando por una pasarela de modas?

—S-sĆ­... —dije titubeando—. Soy yo.

—¿DĆ³nde quiere que se los metamos? —preguntĆ³ el de la voz majestuosa.

—¿Eh? A-aquĆ­, en la cajuela —respondiĆ³ MartĆ­n embobado.

Sus movimientos eran firmes, varoniles, pero cuidadosos y elegantes. Rara combinaciĆ³n en hombres con brazos musculosos y piernas como de roble.

MartĆ­n me leyĆ³ el pensamiento y no lo pensĆ³ dos veces:

—Amigos, ¿les gustarĆ­a un trabajo para este fin de semana? —les propuso—. SerĆ” divertido y perfectamente remunerado. ¿QuĆ© dicen?

Cuando les dijo que deseaba contratarlos para que bailaran en una fiesta, se sonrojaron; pero al mencionarles el pago, no lo pensaron dos veces.

AsĆ­ que tres dĆ­as despuĆ©s, un magnĆ­fico sĆ”bado por la noche, Urizen y ElĆ­as se preparaban en la cocina de mi departamento para el momento mĆ”s especial de la noche. Ah, pero no sĆ³lo bailarĆ­an sensualmente. TambiĆ©n representarĆ­an una de mis mĆ”s ardientes fantasĆ­as: los luchadores enmascarados. De niƱo, los veĆ­a en la televisiĆ³n y me parecĆ­an como superhĆ©roes. Conforme fui creciendo, mi admiraciĆ³n se convirtiĆ³ en excitaciĆ³n y en un permanente deseo por gozar cerca de mĆ­ de sus cuerpos rudos y fuertes.

MartĆ­n se habĆ­a encargado de vestirlos: pantalones de lycra de colores negro y blanco y mĆ”scaras. Eran iguales a mis Ć­dolos de la infancia: los Falcon Brothers, unos gemelos actores que un dĆ­a entraron a los cuadrilĆ”teros para probar su suerte como luchadores. Nunca ganaron una pelea, pero no hacĆ­a falta: sus cuerpos a merced de los rudos era todo el espectĆ”culo que necesitaban brindar a su pĆŗblico fiel.

—¿Nerviosos? —les preguntĆ³ MartĆ­n.

—Un poco, la verdad —respondiĆ³ Urizen, el mĆ”s alto y el de la voz profunda.

—Es que nunca habĆ­amos hecho esto —dijo ElĆ­as, con una pinta mĆ”s ruda.

MartĆ­n les pasĆ³ les puso los abrazĆ³ por los hombros y aprovechĆ³ para toquetear las espaldas musculosas.

—¡Descuiden! Somos diez amigos muy respetuosos. AdemĆ”s, cada uno  cuenta con un montĆ³n de billetes que terminarĆ”n en sus pantalones si nos gusta su show.

Urizen y ElĆ­as sonrieron emocionados. MartĆ­n les pasĆ³ una botella de tequila azul para que bebieran y se animaran. Por mi parte, no esperaba un gran baile debido a que estos chicos eran novatos; pero sĆ³lo con verlos moverse vestidos de luchadores ya era para mĆ­ suficiente diversiĆ³n. Sin embargo, estaba muy equivocado.

Con las luces apagadas, MartĆ­n los anunciĆ³:

—Ahora, amigos, la hora mĆ”s esperada de esta fiesta: ¡el show de los luchadores mĆ”s ardientes de la ciudad! ¡Los Falcon Brothers!

Urizen y ElĆ­as entraron tĆ­midamente mientras las luces se encendĆ­an, pero conforme avanzĆ³ la primera canciĆ³n comenzaron a desenvolverse de tal forma que, para la segunda canciĆ³n, ya bailaban como profesionales. Fue como si toda su sensualidad y gracia la hubieran mantenido guardada como un palpitante secreto.

Al tercer tema, yo y mis invitados estĆ”bamos hipnotizados con esos fogosos cuerpos. Con lascivia, vi que todos mis amigos mostraban duros bultos ansiosos por explotar. Era lĆ³gico: Urizen y ElĆ­as contoneaban sus cuerpos lujuriosamente, con las piernas abiertas, cada uno tocando suavemente sus nalgas y sus enormes zonas genitales e invitando al pĆŗblico a disfrutar de la firmeza de sus mĆŗsculos.

Cuando terminĆ³ la quinta canciĆ³n, con todos mis amigos babeantes y los Falcon Brothers impregnados de sudor en espalda y pecho, MartĆ­n propuso un juego.

—Ahora, para que los luchadores descansen un poco, ¡vamos a mojarlos! El juego consiste en tratar de abrir una botella de champaƱa sin ningĆŗn instrumento. El que primero lo consiga ¡podrĆ” derramar la rica espuma sobre los Falcon Brothers!

Gritos alocados se oyeron cuando MartĆ­n me entregĆ³ la botella, pero tras duros esfuerzos, me fue imposible abrirla. Cinco amigos mĆ”s lo intentaron sin Ć©xito, hasta que Urizen aflojĆ³ un poco el tapĆ³n. Luego me la entregĆ³ cortĆ©smente.

—Creo que estĆ” lista para que el festejado la derrame —dijo con la misma voz que me habĆ­a encandilado desde el principio.

—Por favor, Falcon Brothers, colĆ³quense frente a Alfredito y prepĆ”rense para un buen baƱo —ordenĆ³ MartĆ­n.

Con Urizen y ElĆ­as frente a mĆ­, aplaudiendo para animarme, deslicĆ© el tapĆ³n de la botella. ImaginĆ© sus prendas ajustadas mojadas con la champaƱa, lo que resaltarĆ­a sus enormes protuberancias masculinas. Pero calculĆ© mal: el tapĆ³n saliĆ³ disparado como una bala, ¡pero se estampĆ³ directamente en las gĆ³nadas de Urizen! El pobre chico sensual se cubriĆ³ su zona genital, emitiĆ³ un gemido profundo, cerrĆ³ sus ojos color miel y se hincĆ³ en el piso con un notorio gesto de dolor.

Ni siquiera vi dĆ³nde se derramĆ³ la champaƱa. De inmediato me levantĆ© de mi silla para auxiliarlo, pero ElĆ­as me lo impidiĆ³ cortĆ©smente.

—Por favor, amigo festejado, no te preocupes —dijo en un tono divertido—. Estos golpes son el pan de cada dĆ­a en el trabajo. ¿No es cierto, mi buen Urizen?

El macho afectado sĆ³lo asintiĆ³ con los labios apretados. ElĆ­as le palmeĆ³ la espalda, lo ayudĆ³ a levantarse y lo llevĆ³ a la cocina. Y mientras esto ocurrĆ­a, mi amigo Jorge se me acercĆ³ para susurrarme:

—Alfredito, tienes un conejo en el pantalĆ³n o estĆ”s excitadĆ­simo.

MirĆ© hacia abajo y, en efecto, mi pene estaba durĆ­simo. ¿Por quĆ©? Acababa de lastimar a un apuesto semental bailarĆ­n. ¿Por quĆ© me habĆ­a excitado?

Fui directo a la cocina para disculparme, pero antes de entrar, vi por la ventanita de la puerta que los chicos charlaban.

—Vamos, Urizen, no fue nada —dijo ElĆ­as—. SĆ­ te doliĆ³, pero, ¿quĆ© van a decir de nosotros? Somos los invencibles Falcon Brothers, los hermanos que no se tiran a la lona por un golpe en los huevos. Los chicos pensarĆ”n que somos unos delicados.

—¡Entonces debiste recibir el golpe tĆŗ mismo! —reprochĆ³ Urizen mientras se ponĆ­a una botella helada de cerveza en su entrepierna.

ToquƩ la puerta de la cocina y entrƩ.

—Por favor, Urizen, discĆŗlpame. Fue un accidente. EntenderĆ­a si quieren suspender el show. Y, por favor, acepten este dinero extra por las molestias...

—Para nada, Alfredo —asegurĆ³ ElĆ­as—. Estos son gajes del oficio... Es mĆ”s, seguiremos con la funciĆ³n con un juego mĆ”s. Te divertirĆ”s mucho.

ElĆ­as susurrĆ³ algo a Urizen e hizo que se levantara con mĆ”s Ć”nimo. Juntos salieron de la cocina como si hubieran ganado el cinturĆ³n de oro de un combate. Todos mis amigos les aplaudieron cuando aparecieron en la sala.

—¡El show sigue, amigos! —exclamĆ³ ElĆ­as emocionado—. Los Falcon Brothers no se rinden tan fĆ”cilmente... Y para que vean lo fuertes que somos, ponemos a nuestra disposiciĆ³n nuestras joyas —dijo sosteniendo su poderoso paquete genital.

Nadie entendiĆ³ la invitaciĆ³n, asĆ­ que Urizen intervino:

—Queremos demostrarles que somos invencibles. Por eso, aunque ese tapĆ³n de champaƱa me tomĆ³ desprevenido, les demostrarĆ© que mis huevos son de acero.

—¡Claro, hermano! —dijo ElĆ­as abriendo las piernas y poniendo la pelvis adelante—. Los que quieran pueden probar la resistencia de nuestros huevos como quieran. Ah, eso sĆ­, por cada intento de vencer nuestra hombrĆ­a, deberĆ”n pagar diez dĆ³lares. ¿QuiĆ©n se anima?

Entonces, cada uno de mis amigos sacĆ³ una buena cantidad de billetes. Los ojos de ElĆ­as y Urizen brillaron emocionados.

—Bien, fĆ³rmense delante del luchador al que quieran deshuevar —indicĆ³ Urizen.

A partir de ahĆ­, la fiesta se convirtiĆ³ en un bufet de omelettes. Cada amigo quiso probar la resistencia de las gĆ³nadas de estos dos machos. Urizen recibiĆ³ un rodillazo, tres apretones, una patada leve y otra un poco mĆ”s fuerte, un puƱetazo, cinco palmadas y dos mordidas. Sus gemidos y gestos de dolor eran estĆ­mulos para mi apetito sexual, que crecĆ­a con cada golpe que el macho recibĆ­a.

ElĆ­as no se quedĆ³ atrĆ”s. Como era mĆ”s juguetĆ³n, Ć©l mismo propuso los golpes: abrazĆ³ por atrĆ”s a un amigo quien le dio un golpe con la suela de su zapato; se dejĆ³ aplastar las bolas con una botella de tequila; permitiĆ³ que un amigo lo pateara de frente y otro por detrĆ”s; dejĆ³ que otro amigo le aplastara las bolas con unas pinzas de pan; uno mĆ”s puso sus bolas en medio de un libro abierto y luego lo cerrĆ³. Y el golpe definitivo:

—Ahora, Alfredo —me dijo ElĆ­as un poco adolorido—, lĆ”nzame otro tapĆ³n de champaƱa como hiciste con Urizen. Te demostrarĆ© que no me dolerĆ”.

AsĆ­ lo hice luego de que me ayudaran a aflojar el tapĆ³n, que aplastĆ³ las bolas de ElĆ­as sin que el macho se quejara. Todos aplaudimos su resistencia y le metimos en el pantalĆ³n mĆ”s billetes. Ver a este semental adolorido casi me hizo eyacular. AhĆ­ descubrĆ­ que ver a un macho deshuevado serĆ­a mi fuente de excitaciĆ³n en adelante.

Al final, cada uno contaba con unos doscientos dĆ³lares por el jueguito. Cansados, pero satisfechos, los chicos agradecieron y se dirigieron a la cocina, pero MartĆ­n los detuvo.

—¡Por favor, Falcon Brothers! No se vayan. Si ya nos prestaron sus megabolas para jugar, es justo que les demos un poco de cariƱo. ¿No creen, amigos?

Urizen puso cara de susto, pero ElĆ­as comenzĆ³ a reĆ­rse.

—Somos materia dispuesta —dijo ElĆ­as—. Dennos el alivio que tanto necesitan nuestros huevos.

Y a partir de ese momento, la fiesta se convirtiĆ³ en un coctel de abundante leche fresca viril. Fue la cereza del pastel de un cumpleaƱos que serĆ­a el mĆ”s memorable de mi vida.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages