TranscurriĆ³ una semana desde el Ćŗltimo encuentro entre Emilio y Daniel, finalmente el director de marketing sentĆa mucha tranquilidad. Le dolĆa en el alma no poder compartir su vida junto a Emilio, pero sabĆa que era lo mejor. Sin embargo, las Ćŗltimas palabras de Emilio antes de despedirse aquel dĆa siempre se repetĆan en su mente. Luchar junto a Ć©l. Quiso comunicarse con Acero y aceptar, pero no, Ć©l no era un hombre malo o un asesino.
Sin embargo a pocas horas de emprender un viaje que planificĆ³ hacia la playa, alguien tocĆ³ a la puerta de Daniel, cuando acudiĆ³ a abrir se encontrĆ³ con dos individuos bien vestidos, presentĆ”ndose como policĆas.
A los oficiales Orellana y Hamilton se les habĆa asignado investigar el asesinato de dos de sus compaƱeros de la mano de Emilio Acero y con la orden de conseguirlo vivo o muerto. Hamilton y Orellana hacĆan un buen equipo. Hamilton era hĆ”bil para interpretar todas las seƱales sutiles de un hombre que mentĆa, y se centraba en leer al sospechoso mientras Orellana ocupaba el centro de una entrevista con su tamaƱo intimidatorio y sus maneras rudas. Les habĆa llevado mĆ”s de un mes de intensa investigaciĆ³n, pero finalmente habĆan conseguido rastrear la ubicaciĆ³n de Emilio la noche anterior a la muerte de los dos policĆas en un pequeƱo bar de mala muerte, justo al lado de la habitaciĆ³n de aquel hotel. Cuando habĆan entrevistado al camarero, Ć©ste habĆa dicho que un hombre, Daniel Romero, habĆa salido del bar con alguien que coincidĆa con la descripciĆ³n de Emilio Acero.
—SeƱor Romero, le vieron salir del bar Belum hace cinco semanas en compaƱĆa de este hombre. ¿Puede decirme quiĆ©n es y cĆ³mo encontrarlo? —el oficial Orellana le mostrĆ³ una foto de Emilio Acero.
Desde el acontecimiento del hotel, Daniel se preparĆ³ para ese dĆa, una posible entrevista policial y ya que estaba en ella no sabĆa si su preparaciĆ³n tendrĆa efecto. Puso cara de desconcierto. Todo un experto en marketing debe saber como manipular a la gente.
Se rĆo con incredulidad.
—Maldita sea. SabĆa que liarse con hombres al azar en un bar de mierda no es una gran idea, pero creo que es la primera vez que acabo con la intervenciĆ³n de la policĆa —se hizo el avergonzado y sonriĆ³ tĆmidamente a los oficiales—. SĆ© que el tipo se llama Emilio. Le gustĆ³ mucho oĆrme decir su nombre… Mierda. Me gustarĆa poder ayudarles, caballeros, pero despuĆ©s de nuestra… escapada, volvĆ a casa.
El agente Orellana mirĆ³ a Hamilton. Su colega levantĆ³ la mano y se rascĆ³ la nariz. No recibĆa esa seƱal muy a menudo. Significaba que Hamilton no estaba seguro de si Romero estaba siendo sincero con ellos o no. Por lo tanto era el momento de sacar la artillerĆa pesada. Los altos cargos querĆan a Emilio, y se esperaba que Ć©l y Hamilton produjeran resultados.
Orellana continuĆ³:
—SeƱor Romero, las inclinaciones de Emilio son bien conocidas por nosotros —le mirĆ³ con una ligera expresiĆ³n de disgusto—. Para ser sincero, cualquier pequeƱo juego enfermizo que te guste jugar con criminales para excitarte no es asunto mĆo. Atrapar a Emilio sĆ es asunto mĆo. Vayamos al grano. Encontramos dos policĆas muertos en su habitaciĆ³n de hotel al dĆa siguiente de que te vieran salir del bar con Ć©l. Si nos ayudas a atrapar al bastardo, olvidaremos ese interesante detalle, el de que te fuiste del bar con Ć©l. Si no nos ayudas a atrapar al cabrĆ³n, te encontrarĆ”s entre rejas en la cĆ”rcel como cĆ³mplice de asesinato, y no hablo del tipo de cĆ”rcel para cuello blanco, sino de una donde los tipos como tĆŗ acaban con el culo abierto. ¿Por quĆ© no te tomas un tiempo para considerar tus opciones? Estaremos en contacto. Buen dĆa, seƱor Romero —Orellana se dio la vuelta para irse seguido por Hamilton. MĆ”s tarde obtendrĆa la evaluaciĆ³n de Hamilton sobre Romero. Era una posibilidad remota, podĆa ser que Daniel no tuviera ninguna forma de ayudarles a atrapar a Emilio. Por supuesto, si todo salĆa mal y Daniel realmente no tenĆa forma de contactar con Emilio, todo ese asunto podrĆa costarles a Ć©l y a Hamilton sus carreras.
—Es hora de hacer sudar a Daniel —comentĆ³ Orellana, le importaba una mierda si Daniel era inocente o no, o si podĆa ayudarles. El maldito habĆa tenido algĆŗn contacto enfermizo con Emilio, y eso era suficiente para ponerlo en la lista negra.
En el interior de su residencia y preocupado por la situaciĆ³n, Daniel buscĆ³ el telĆ©fono desechable que habĆa comprado con dinero en efectivo y que activĆ³ en un lugar a una hora de distancia de su estado. Era un dispositivo sin conexiĆ³n hacia Ć©l, nunca lo habĆa encendido. El telĆ©fono y la baterĆa se mantenĆan separados, pensaba que era paranoia, pero le estaba funcionando. Lo guardĆ³ en su equipaje y saliĆ³ de casa en su automĆ³vil.
Condujo a una casa que habĆa alquilado en la playa. Instalado en la cĆ³moda instancia de descanso, utilizĆ³ el celular para marcar al Ćŗnico contacto almacenado, simplemente anotado como "E". Una voz conocida le respondiĆ³ y Ć©l saludĆ³ luego de sonreĆr.
—Hola, Emilio Acero.
—Daniel, ¿cĆ³mo estĆ”s, hombre?
—Estoy bien. Solo paso un fin de semana fuera de casa para despejar mi cabeza. Voy a tomar un buen baƱo en el mar en un rato —informĆ³ esperando que su interlocutor lo imaginase semidesnudo dentro del agua—, pero te he llamado porque tengo un problema. A casa fueron un par de trajeados preguntando por lo que ha pasado. Les dije que habĆamos follado y luego me fui. Creo que sus nombres eran Orellana y Hamilton… Un par de imbĆ©ciles con demasiada testosterona. ¿QuĆ© debo hacer? Apenas estoy empezando a sentirme de nuevo yo mismo, gracias a ti, y ahora esto —dio un suspiro.
—EstĆ”n tratando de asustarte, Daniel. Son muy buenos adivinadores, pero no tienen nada concreto sobre ti. Pero —tambiĆ©n emitiĆ³ un suspiro—... Daniel, estos tipos son de la Agencia Central de Inteligencia, ya he tenido encontronazos con ellos. La Agencia Central de Inteligencia no sigue el libro de reglas, y no les importa el debido proceso. Y, bueno, Orellana y yo tenemos un poco de pasado. Resulta que tiene opiniones extremas sobre los hombres que disfrutan de la compaƱĆa de otros hombres. Es una de las razones por las que me odia, y apuesto a que sus sentimientos te incluyen a ti tambiĆ©n. Eso significa que estĆ”s en serio peligro. Si no les dices lo que quieren oĆr, te harĆ”n desaparecer. Entonces intentarĆ”n…… persuadirte para que les ayudes. Sus mĆ©todos de persuasiĆ³n no son agradables……… Daniel, ya te dije una vez lo valiente y cabrĆ³n que eres, y me lo acabas de volver a demostrar. Muy bien, ahora, vamos a discutir las opciones. Pero antes, quiero darte un momento para que asimiles lo que te he dicho. Estos hombres son peligrosos, te la tienen jurada y son capaces de hacerte desaparecer del radar, donde no hay abogados, dinero o amigos que puedan ayudarte. Pero te juro, Daniel, que no voy a dejar que esos hijos de puta te toquen un pelo.
—Eso es lo que me gusta oĆr, grandullĆ³n —respondiĆ³ Daniel sintiendo como su guapo villano querĆa defenderlo, deseaba poder sacarlo del telĆ©fono y besarlo—. Entonces, ¿quĆ© puedo hacer? ¿QuĆ© podemos hacer? SĆ³lo quiero que esta mierda se acabe. ¿DeberĆa huir? ¿Desaparecer en algĆŗn lugar con nueva identidad? Suena novelesco, ja, ja, ja.
—Daniel… —Emilio adoptĆ³ un tono serio—. Para ser sincero, esa es la mejor manera de mantenerte a salvo. Tengo el dinero para que esa opciĆ³n sea una posibilidad. Hay otras manera que podrĆamos considerar, pero va a ser extremadamente difĆcil que la ACI te quite los ojos de encima a largo plazo. Decidas lo que decidas finalmente, te ayudarĆ©……… Daniel, hay una forma segura de acabar con todo esto, una forma de asegurarnos de que esos cabrones de la ACI no te vuelvan a joder nunca mĆ”s —respirĆ³ profundamente—. PodrĆa entregarme. Lo harĆa, por ti. PodrĆa darle a la ACI lo que estĆ” buscando. Di la palabra, y estĆ” hecho —¿por quĆ© lo dijo? PensĆ³, ¿Por quĆ© le importaba tanto Daniel? ¿Por quĆ© estaba dispuesto a recibir una bala en el crĆ”neo por Ć©l?
—Absolutamente no. Ni siquiera considerarĆ© la idea de que te entregues…… Emilio, ¿por quĆ© estĆ”s dispuesto a sacrificarte por mĆ? No nos conocemos desde hace unas semanas y apenas nos tratamos. No voy a negar que siento algo por ti. Algo nos pasĆ³ aquella noche que nos conocimos. Pero, ¿estĆ”s realmente seguro de que merece la pena renunciar a tu vida por mĆ?
—Daniel, soy un luchador, un guerrero. Es lo que soy. ¿Pero quĆ© es un luchador sin algo por lo que luchar? Al principio, como mercenario, luchĆ© por el desafĆo, luchĆ© para mejorar, para esforzarme mĆ”s. LuchĆ© contra los mejores, las fuerzas especiales, la ACI, las fuerzas del orden. Pero… en los Ćŗltimos aƱos, el entusiasmo, el desafĆo se desvaneciĆ³. Ya no era suficiente. Entonces te conocĆ……… Daniel, me mostraste algo que nunca habĆa experimentado antes. Estar contigo me abriĆ³ los ojos a una forma totalmente nueva de ver el mundo. Lo que compartimos……… por lo que vale la pena luchar, incluso morir. Lo sĆ©, en lo mĆ”s profundo de mis entraƱas. No tengo miedo a la muerte, en cada misiĆ³n que emprendo acepto que puede ser la Ćŗltima…………. No importa si estamos juntos, o separados. Con saber que estĆ”s a salvo es suficiente —de pronto se echĆ³ a reĆr—. ¡Carajo! Eso probablemente suene a locura, Daniel. Pero es cierto. Estoy en un negocio peligroso, Daniel, soy un hombre peligroso que se arriesga a morir a diario. ¿Por quĆ© no arriesgarse por algo que valga la pena? ¿Por quĆ© no arriesgarme por alguien que cambiĆ³ mi forma de ver el mundo? Y no estĆ” de mĆ”s que tengas un culo delicioso y lo haga por ti.
—Ja, ja, ja. Tu culo tambiĆ©n estĆ” muy bien……… Emilio… No quiero huir. No quiero dejar atrĆ”s toda mi vida. Pero no voy a dejar que te entregues. ParecerĆa muy sospechoso que los dos murieran despuĆ©s de hablar conmigo. ¿Alguno de ellos tiene hijos que puedas secuestrar? ¿Negociar su liberaciĆ³n a cambio de que me dejen en paz y te dejen escapar? ¡No! No hagas eso. Estaba bromeando… Emilio, eres el malvado villano de una oscura organizaciĆ³n. ¿Se te ocurre algo Ćŗtil?
—Hmmmmmm……… No estĆ”s pidiendo mucho, ¿verdad? Ja, ja, ja. Supongo que los ejecutivos de alto nivel como tĆŗ estĆ”n acostumbrados a conseguir lo que quieren. ¿QuiĆ©n soy yo para decir que no? Te tienen el ojo puesto y no te dejarĆ”n en paz… al menos que mueras… y yo… te matarĆ©… El plan consiste en que tĆŗ fueras con los agentes de la ACI a un lugar donde te citarĆ©. Yo prepararĆa el sitio de encuentro con mucha antelaciĆ³n, ingresarĆ”s al lugar y te esconderĆ”s en un sitio estratĆ©gico. Ya luego harĆ© estallar el lugar con explosivos previamente colocados. Ya sĆ© que edificio puede ser, hay una conveniente escotilla de escape que te permitirĆ” escapar del edificio sin ser detectado, y me asegurarĆ© de plantar un cuerpo del tamaƱo y la forma adecuados para que sea como tĆŗ. Si funciona, te creerĆ”n muerto y serĆ”s libre.
—Emilio… Esa idea es absurda.
—El plan tiene unas vacilaciones que necesito mejorar. SĆ³lo unos dĆas. ¿Puedes esperar un tiempo?
—EstĆ” bien. Puedo esperar unos dĆas. Estoy lejos de casa. Me estoy regalando un fin de semana. Decidido a relajarme un poco a pesar de esa mierda. Eso ya nos da un par de dĆas. Si llaman, les dirĆ© que no sĆ© mucho, pero que quiero ayudarles y que puedo quedar con ellos el martes por la maƱana. Llego a la reuniĆ³n, claramente conmocionado. Les digo que anoche se pusieron en contacto conmigo a Ćŗltima hora. El pervertido enfermo quiere reunirse conmigo para volver a hacer de las suyas. Esas palabras deberĆan gustarles. Les explico que accedĆ a la reuniĆ³n para que puedan seguirte y detenerte. SĆ³lo tengo que saber quĆ© dĆa debe ser.
—¡Excelente Daniel, eres demasiado bueno en esto! TendrĆ© todos los detalles listos para el martes por la maƱana, no temas.
—Gracias, Emilio. Por todo.
Al finalizar la llamada Daniel se sintiĆ³ ansioso. Hacerse pasar por muerto, esconderse en un edificio que iba a estallar.
Los siguientes dĆas Emilio los pasĆ³ ocupado. La perspectiva de libertad para Daniel lo inspiraron a nuevas alturas de creatividad. Se reuniĆ³ con algunos socios para conseguir un conjunto de explosivos para colocarlos en el edificio donde supuestamente iba a reunirse con Ć©l.
Estuvo cuidadosamente la maƱana del lunes cableando el edificio con los C4, tomando precauciones adicionales para asegurarse de que no serĆa detectado por los oficiales de la ACI cuando barriesen el lugar. Seguramente lo harĆan despuĆ©s de enterarse de que el sitio iba a ser el punto de reuniĆ³n. DĆas previos se las ingeniĆ³ para asaltar la morgue y encontrar el cuerpo de un hombre lo suficientemente parecido a Daniel.
GuardĆ³ el cuerpo en el edificio, ocultĆ”ndolo con cuidado. La clave de todo era moverse rĆ”pido, no dar tiempo a la ACI a revisar el edificio, no darles tiempo a cablear el edificio con equipos de vigilancia. Lo mejor era que Daniel informase por la maƱana a las autoridades que se iba a reunir con Ć©l a pocas horas de la tarde para que asĆ realizaran unas inspecciĆ³n artificial de la edificaciĆ³n.
Todo estaba en su sitio. MarcĆ³ al nĆŗmero privado de Daniel esperando que contestase su llamada.
—Hola, guapo —fue la respuesta que recibiĆ³ del jĆ³ven—. Espero que las cosas hayan ido bien por tu parte porque por la mĆa van bastante excelente. Los policĆas me llamaron como era de esperar. ParecĆan enfadados porque no estaba en casa, pero se alegraron cuando les contestĆ© el telĆ©fono. AcordĆ© reunirme con ellos el martes por la maƱana. AsĆ que, si todo va bien por tu parte, mi plan es ir maƱana por la maƱana, decirles que me has llamado para que me reĆŗna contigo de nuevo.
—Todo estĆ” listo y dispuesto, he preparado el edificio. Fijemos la reuniĆ³n para maƱana a las dos de la tarde, asĆ no tendrĆ”n tiempo de explorar el edificio. No es que vayan a encontrar mis pequeƱas sorpresas si lo intentan, pero mĆ”s vale prevenir que lamentar……… Una vez dije que eras un bastardo valiente y de grandes proporciones. Definitivamente no has hecho nada que me haga pensar que mi valoraciĆ³n inicial era errĆ³nea. De acuerdo, este deberĆa ser nuestro Ćŗltimo contacto, a no ser que algo se tuerza, nos veremos en el otro lado……… Daniel… ten cuidado. Estos bastardos son peligrosos. Yo… te… sabes lo mucho que significas para mĆ.
—Pase lo que pase… estoy contigo.
Emilio tragĆ³ saliva, luego le dio la direcciĆ³n del edificio que habĆa preparado para el gran fuga, y despuĆ©s colgĆ³. Al mirar su mano, la habitual calma y frĆa objetividad que lo caracterizaba tambaleĆ³ un poco. Estaba nervioso.
Al dĆa siguiente por la maƱana los oficiales Orellana y Hamilton esperaban a Daniel en el lugar de encuentro. Los dos estaban hablando, cuando Orellana dijo con desprecio:
—SabĆa que ese pedazo de mierda, que habla con suavidad, se derrumbarĆa una vez que le apretĆ”ramos las bolas. Los pervertidos como Ć©l son todos iguales, se hacen los duros y hablan con valentĆa, pero cuando los rodeas no pueden soportar la rudeza. Nos llevarĆ” directo a Acero y finalmente tendremos a ese bastardo. Tal vez podamos organizar un pequeƱo accidente cuando lo arrestemos… los de arriba estarĆ”n igual de contentos con un cadĆ”ver.
Hamilton afirmĆ³, con los ojos entrecerrados, el silencioso y taciturno agente tenĆa tantas ganas de meter a ese pedazo de mierda de Acero tras las rejas o a un fĆ©retro. Ninguno de los dos agentes se dieron cuenta que tras la puerta Daniel los habĆa escuchado.
GuardĆ”ndose la ira que sintiĆ³, el joven tocĆ³, entrĆ³ y tomĆ³ asiento. EvitĆ³ el contacto visual, tratando de sentirse pequeƱo y avergonzado.
—Me ha llamado —dijo despuĆ©s de aclararse la garganta—. Quiere que me reĆŗna con Ć©l. AdoptĆ³ un tono amenazador cuando le dije que la policĆa me estaba investigando.
—SeƱor Romero, ha hecho lo correcto. Es un criminal peligroso, retorcido, enfermo y una amenaza para todo hombre, mujer y niƱo con el que entra en contacto. Pero no tiene nada de quĆ© preocuparse, Hamilton y yo nos aseguraremos de que no pueda amenazarle mĆ”s. Todo lo que tiene que hacer es decirnos dĆ³nde y cuĆ”ndo quiere reunirse contigo. TĆŗ vas a tu reuniĆ³n como estĆ” previsto, te aseguras de que no sospeche nada, y Hamilton y yo nos encargaremos de que no vuelva a molestar a… nadie. ¿Puedes hacer eso por nosotros?
Daniel afirmĆ³ con la cabeza. Con la voz temblorosa hablĆ³ sobre el lugar y la hora donde se iba a reunir con Emilio Acero, haciendo Ć©nfasis en que si no se presentaba le iba a ir muy mal.
—Fue una amenaza —dijo al concluir.
Orellana miro a Hamilton, este frunciĆ³ el ceƱo y se rascĆ³ la cara. Era su seƱal de que parecĆa decir la verdad.
—¿Esta tarde? —preguntĆ³ Orellana nervioso—. ¿EstĆ” seguros? ¿Por quĆ© no nos lo has dicho antes? —dio un golpe en la mesa, como muestra de enfado—. ¡¡¡Mierda!!! Eso no nos da tiempo a barrer el edificio. ¿Por quĆ© demonios quiere reunirse en ese viejo almacĆ©n? No me lo digas. Probablemente piensa que es… excelente… o algĆŗn tipo de mierda retorcida como esa para golpearte y follarte en un almacĆ©n abandonado. Eso encaja en su modus operandi —miro a Hamilton y afirmĆ³—. Si vamos, tendremos unas horas para prepararlo todo para la captura, te vamos a indicar lo que tienes que hacer exactamente. ¿EstĆ”s seguro de que ha dicho que estarĆ” allĆ cuando llegues? Eso significa que va a llegar temprano. CARAJO. ¿QuĆ© tan temprano? Vamos, Daniel, no tenemos tiempo que perder. Vas a venir con nosotros, ahora.
—SĆ, seƱor —afirmĆ³ Daniel saliendo con los oficiales. Que el plan se viniera abajo le estaba provocando autĆ©ntico miedo.
Cuando llegaron al edificio obedeciĆ³ a todas las indicaciones dichas por los policĆas.
En horas de la tarde Orellana y Hamilton llegaron puntuales al lugar, un almacƩn abandonado en las afueras de la ciudad. Emilio los observo desde la distancia, oculto con unos prismƔticos, a 800 metros. Usaba su habitual ropa negra.
«Bien hecho, Daniel» pensĆ³, sonriendo. «Es hora de atacar, antes de que tengan tiempo de prepararse» guardĆ³ los prismĆ”ticos y se subiĆ³ a una moto poniĆ©ndola en marcha. «Es hora del espectĆ”culo».
Daniel abriĆ³ la puerta del almacĆ©n, sintiendo que sus nervios se agudizaban para el gran espectĆ”culo. BajĆ³ rĆ”pidamente hasta una trampilla en el suelo, y la abriĆ³ de un tirĆ³n, descendiĆ³ las escaleras hasta el pasillo subterrĆ”neo que conducĆa a un almacĆ©n contiguo.
En otro lado de la ciudad Emilio Acero hacĆa el conteo a cero.
5… 4… 3… 2… 1…
KABOOOOOOOMMMMMMMMMMM
El C4 estallĆ³ en respuesta al detonador manipulado por Emilio. Todo el edificio se derrumbĆ³ en forma de gotas de hormigĆ³n, lĆ”minas de metal, madera y llamas. Orellana y Hamilton quedaron aturdidos. La onda expansiva se extendiĆ³ por toda la zona ensordeciendo a todo el mundo, rompiendo ventanas a cientos de metros en todas las direcciones, la fuerza hizo que todos cayeran de espaldas.
Cuando toda la confusiĆ³n y el shock pasĆ³ Orellana utilizĆ³ el telĆ©fono, para hablar con su superior.
—SĆ, seƱor… no, seƱor…… SĆ, necesito un equipo forense aquĆ lo antes posible… ¿MaƱana?… Bueno, si usted lo dice, seƱor… ¿EstĆ” muerto? SĆ, es imposible que haya alguien vivo ahĆ dentro. No hubo tiempo para que Daniel saliera del edificio antes de la detonaciĆ³n… SĆ, mantendrĆ© alejados a la policĆa y a los bomberos hasta que llegue el equipo forense, si pudiera llamar al jefe de policĆa y ponerlo en marcha... SĆ, gracias, seƱor… ¿QuĆ© es lo que pienso? Creo que Emilio Acero prefiriĆ³ matar a Daniel antes de que abriera la boca —colgĆ³. A los pocos minutos subiĆ³ a su vehĆculo y se marchĆ³ con su colega.
Luego de varios minutos Daniel despertĆ³. HabĆan trozos de pavimento y hormigĆ³n a su alrededor. El viejo tĆŗnel no pudo soportar el impacto del C4 al explotar. La luz del dĆa estaba por encima de su cabeza, con un agujero en el pavimento, otros trozos de asfalto y tierra lo estaban medio enterrando. Hizo un esfuerzo, intentando mover la viga de madera, pero casi se desmayaba de dolor. MirĆ³ hacia abajo y se dio cuenta de que tenĆa el brazo roto. Al menos, su brazo izquierdo estaba bien, pero no podĆa mover la viga con una sola mano. RespirĆ³ profundamente y comprobĆ³ que su cuerpo estaba bien. La suerte no lo habĆa abandonado del todo. No tenĆa nada mĆ”s roto, sĆ³lo un fuerte golpe. ¿QuĆ© iba a hacer? En cualquier momento el lugar se iba a llenar de policĆas, camiones de bomberos y de la ACI. Entre los escombros revisĆ³ su bolsillo, extrayendo su telĆ©fono con nĆŗmero desconocido.
—Emilio… No creo que tengamos mucho tiempo. Si las autoridades me encuentran aquĆ… El tĆŗnel que estaba usando para escapar se derrumbĆ³, y estoy atrapado. Necesito tu ayuda.
—Estoy en camino. Eso sĆ, no te mueras…
Emilio saliĆ³ de su escondite intentando desesperadamente no ser visto. TomĆ³ el camino mĆ”s largo y llegĆ³ a los restos diezmados del almacĆ©n en el lado opuesto. A travĆ©s de los restos, puedo ver a los agentes de la ACI hablando con un policĆa. Al parecer, su jefe no fue lo suficientemente rĆ”pido para evitar que las autoridades interfirieran.
Se mantuvo agachado para que no lo vieran y escudriĆ±Ć³ el pavimento circundante. Agujeros… agujeros… tenĆa que encontrar un agujero. Sin perder de vista a los agentes y a la policĆa, explorĆ³ la zona en busca del agujero en el pavimento. Lo encontrĆ³ cuando casi caĆa por Ć©l.
—¿Daniel?
—Emilio… ¡Mierda! Nunca me habĆa alegrado tanto de ver tu fea cara.
Lo encontrĆ³ medio enterrado entre los escombros, golpeado, raspado y sangrando, su brazo derecho estaba roto.
—Tenemos que salir de aquĆ. JurarĆa que he oĆdo voces hace un rato. ¿Crees que puedes hacerlo? AyudarĆa... pero... Mi situaciĆ³n actual no me deja.
—DĆ©jamelo a mĆ, idiota —dijo Emilio con una sonrisa. Con su fuerza apartĆ³ la viga sobre Daniel. Una vez libre, lo cogiĆ³ del brazo bueno y lo ayudĆ³ a salir del agujero. Caminaron unos cuantos pasos hasta conducirse a un edificio abandonado.
—TendrĆ”s que esperarme aquĆ mientras busco mi moto —dijo Emilio—. Te llevarĆ© con un mĆ©dico de confianza. Recuerda que no puedes ir al hospital porque estĆ”s muerto —sonriĆ³—. Ya me he encargado de que te fabriquen una identidad falsa. Deja que las cosas se calmen, que la ACI complete su investigaciĆ³n. QuizĆ”s vuelvas a casa en un tiempo.
Daniel afirmĆ³ tenĆa suficiente dinero guardado. Emilio lo abrazĆ³ con suficiente cuidado de no maltratar su brazo roto.
—PasarĆ”s unas cĆ³modas vacaciones en un gĆ©lido paĆs de Europa —indicĆ³ Emilio—. No te muevas de aquĆ mientras busco la moto... o... mejor asalto un coche, no puedes ir asĆ en moto. VolverĆ© en media hora como mĆ”ximo.
No fue mucho el tiempo que Daniel esperĆ³. Un automĆ³vil se estacionĆ³ frente a la edificaciĆ³n y Daniel caminĆ³ allĆ a paso rĆ”pido. Iba a tener una nueva vida, pero bajo la protecciĆ³n de Emilio Acero.
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