Competencia Ballbusting Salvaje (6/11): El mejor del mundo - Las Bolas de Pablo

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6 oct 2019

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Competencia Ballbusting Salvaje (6/11): El mejor del mundo

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   DespuĆ©s del torneo de Roshambo, donde Milton obtuvo el primer lugar, seguido de Ignacio y LenĆ­n de tercero con una medalla de bronce. Simón Chacón que habĆ­a sido contratado como comentarista de todos los juegos, fue directamente a buscar a Evan para hacerle una entrevista en vivo para la transmisión de la CBS por instagram.
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   ā€”Hola —dijo Simón, sonriendo a la cĆ”mara y sosteniendo un micrófono. 

   Estaba al lado de Evan el gran perdedor que masajeaba sus testĆ­culos hinchados con la mano. Continuaba desnudo despuĆ©s de la competición.

   ā€”Hola, Simón.

   ā€”Tuviste un mal dĆ­a —Simón seƱaló la entrepierna de Evan.

   ā€”SĆ­ —admitió Evan.

   ā€”Esas bolas grandes no tenĆ­an ninguna posibilidad contra tus oponentes —continuó Simón.

   ā€”SĆ­ —Evan se sintió muy incómodo. Soltó sus bolas y se rascó la cabeza.

   Simón aprovechó la oportunidad y agarró aquellos grandes cojones con su mano. Los apretó y sonrió a Evan, que se estremeció de dolor.

   ā€”Con huevos tan grandes —dijo Simón—, te tomĆ© por un serio contendiente para la medalla de oro... —le dio un fuerte apretón y Evan gimió de dolor—. Quiero decir, se sienten duros... Y no me vengas a mentir a mi de huevos grandes que yo sĆ© lo que es tenerlos —apretó con fuerza otra vez, haciendo que Evan hiciera una mueca de dolor.

   Evan tosió y Simón soltó sus pobres pelotas. Mirando a Evan expectante.
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   ā€”Bueno, Simón —dijo Evan lentamente, agarrando sus bolas—. QuizĆ”s no tomĆ© la competencia lo suficientemente en serio...

   ā€”Eso es lo que pensĆ©.

   ā€”SĆ­, bueno, no he entrenado como debĆ­a. Tal vez, ya sabes, con bolas como estas... No necesitaba entrenar...

   ā€”Obviamente, no fue lo mĆ”s inteligente de tu parte —Simón se rió—. Tus huevos fueron pulverizados. Observa.

   En la pantalla del celular de Simón apareció un breve clip de los huevos de Evan pateados por la espinilla de LenĆ­n.

   ā€”Ouch —comentó Simón.

   ā€”SĆ­ —afirmó Evan sombrĆ­amente.

   ā€”Entonces, ĀævolverĆ”s de nuevo, o es este el final de tu carrera en el ballbusting?

   Evan sonrió dĆ©bilmente. —Bueno, estarĆ© entrenando la próxima semana, y volverĆ© despuĆ©s de eso. No quiero decepcionar a los fanĆ”ticos...

   Simón sonrió. —”Esa es la actitud correcta! —le dio una bofetada rĆ”pida a las pelotas de Evan, haciendo que el guapo hombre se doblara y gimiera. Simón se rió—. Ā”Buena suerte entonces!

   Evan intentó sonreĆ­r en medio del dolor.

   ā€”Gracias, Evan.

   ā€”Ohhhhh, pero miren quien estĆ” por aquĆ­ cerca.

   Simón Chacón se fue corriendo hasta donde estaba Eladio, la estrella de fĆŗtbol que servĆ­a como Ć”rbitro en las competencias.
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   Eladio tenĆ­a el uniforme de deportes.

   ā€”Ā”Hola Eladio!

   ā€”Hola, Simón —Eladio sonrió alegremente.

   ā€”ĀæAsĆ­ que te gusta arbitrar los juegos?

   ā€”Bueno, Simón, ciertamente es diferente de lo que suelo hacer —sonrió Eladio—. Es bueno el cambio de vez en cuando.

   ā€”Eladio, sabes, notĆ© algo extraƱo al comienzo del partido de Roshambo. El presidente del torneo, Horacio, te pateó las bolas, Āæno?

   Eladio se rió. —SĆ­, lo hizo.

   Simón le sonrió expectante.

   ā€”Todo comenzó como un desafĆ­o —explicó Eladio—. Horacio me dijo que me patearĆ­a los huevos en el escenario y le dije que no lo harĆ­a, asĆ­ que, bueno, bĆ”sicamente, ganó —sonrió—. Pero voy a desquitarme.

   ā€”Apuesto a que lo harĆ”s —afirmó Simón mirando la abultada entrepierna de Eladio—. ĀæTodavĆ­a te duele?

   ā€”No, estĆ”n bien. No golpeó los dos, solo rozó el izquierdo...

   Simón sonrió y miró a quien filmaba—. EstĆ” bien, entonces comienza porque Ć©l estĆ” detrĆ”s...


   Hubo un ruido sordo y un suave gemido seguido de un ronco —”MIS BOLAS!

   La tablet se alejó mostrando a Eladio agarrĆ”ndose la ingle con Horacio riĆ©ndose a carcajadas detrĆ”s de Ć©l.

   Simón se rió. —Apuesto a que esa patada tocó los dos, Āæverdad?

   Eladio asintió. —SĆ­ —su cara estaba roja mientras jadeaba fuertemente.

   Horacio sonrió y se alejó.

   ā€”Ā”Hey, Horacio, espera! —llamó Simón.

   Horacio se quedó allĆ­ entre ellos.

   Eladio gemĆ­a doblado de dolor.

   ā€”Lo siento, amigo —sonrió Horacio al futbolista.

   Eladio sonrió dĆ©bilmente y se frotó la dolorida entrepierna. —No me hizo daƱo —le tendió la mano a Horacio.

   La sonrisa de Horacio se ensanchó y quizo continuar con el gesto cuando fue traicionado con un puƱo de Eladio contra sus bolas con un golpe de karate duro que tocó ambos cojones.

   ā€”Ooohhh —gimió Horacio cruzando los ojos.

   La cĆ”mara enfocó su rostro cuando el dolor se instaló en su cuerpo. Su expresión facial pasó de picardĆ­a a la carga insoportable de dolor, y se desplomó en el suelo a los pies de Simón y Eladio.

   Simón miró a Horacio.

   Eladio sonrió y se enderezó. Sus manos acariciaban todavĆ­a su entrepierna, pero el dolor menguó.

   ā€”Bueno, Eladio, parece que te saliste con la tuya —comentó Simón—. Obtuviste tu venganza.

   ā€”SĆ­. ĀæY sabes quĆ©?

   Simón lo miró queriendo saber la duda.

   Con un movimiento rĆ”pido, Eladio se puso de rodillas y golpeó el bulto de Simón Chacón.

   Las mejillas del entrevistador se llenaron de aire y un sonido largo y sibilante escapó de sus labios.

   Eladio tomó el micrófono de la mano de Simón y sonrió a la cĆ”mara. —Es todo por hoy.
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   Dejó caer el micrófono al piso y se alejó de los pobres hombres convalecientes.

   El destacado futbolista se fue a la oficina de administración del gimnasio que durante el alquiler servĆ­a de despacho de Bastian cuando ingresó sin tocar la puerta consiguió al jefe ocupando un asiento, estaba vistiendo jeans, con las piernas abiertas y una ajustada camisa. AllĆ­ tambiĆ©n estaba un muchacho de tez blanca y cabellos negros. Era alto y guapo con una pequeƱa barba que adornaba su rostro. Terminaba de apilar las pelotas que habĆ­an usado en el torneo de nutball.

   ā€”Es todo —dijo el joven—. EstarĆ© afuera con el equipo.

   ā€”Muy bien —afirmó Bastian.

   El muchacho se fijó en Eladio, los ojos le brillaron y en su cara se formó una expresión de alegrĆ­a.

   ā€”Ā”Oh, Eladio PiƱango! Eres mi jugador favorito de fĆŗtbol, no lo puedo creer que estĆ©s aquĆ­. Necesito una foto contigo.
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   Eladio fue simpatico y lo abrazó posando junto al muchacho mientras Bastian tomó la foto con el móvil.

   Emocionado el joven salió despuĆ©s dejĆ”ndolos solos.

   ā€”ĀæY ese tonto quiĆ©n es? —interrogó Eladio inspeccionando la mochila de pelotas que habĆ­a ordenado—. No sabĆ­a que tenĆ­as mayordomo.

   ā€”No es ningĆŗn tonto, grandĆ­simo cerdo —negó Bastian usando su celular—. Es mi hijo.

   ā€”Oh, vaya. No sabĆ­a que tenĆ­as hijos.
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   ā€”Es el menor de tres. Y serĆ” mejor que lo trates bien. Cuando dice que eres su favorito es la verdad. TĆŗ y Cristiano Ronaldo son sus astros del fĆŗtbol.

   Eladio hizo una expresión de disgusto y tomó una bola de billar.

   ā€”Cristiano es un idiota, me cae mal y lo odio, no me compares —con eso arrojó la bola de billar en la ingle de Bastian.

   El hombre gritó y se dobló cuando la bola golpeó con fuerza ambos cocos.

   La pelota de billar cayó al suelo y rodó.
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   Bastian se quejó deliciosamente, sus huevos lo estaban matando, palpitaban de dolor, y su visión se nubló queriendo mirar al causante de su miseria.

   El futbolista sonrió y se encogió de hombros. —Yo soy el mejor del mundo.

   Bastian gimió.

   Se acercó a Bastian y palmeó su espalda.
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   Pero el hombre estaba demasiado distraĆ­do por el dolor de bolas para darse cuenta que daba un paso atrĆ”s. Sin embargo, rugió cuando la punta del pie futbolero se estrelló contra sus inmensos huevos Chacón aplastĆ”ndolos contra su cuerpo. Su punterĆ­a fue perfecta. La punta de su zapato destrozó las pelotas de Bastian que se desplomó en el suelo.

   ā€”Lo siento, amigo, no habĆ­a manera de que dejara pasar una oportunidad como esta —afirmó Eladio riendo.

   Bastian tosió y asintió, intentando sonreĆ­r dĆ©bilmente. —Me queda claro que eres el mejor.

   ā€”Claro —Eladio se encogió de hombros. Le palmeó la espalda otra vez—. No te las reventĆ©, Āæverdad?

   ā€”No. Estoy bien.

   Bastian se enderezó y trató de sonreĆ­r, ignorando el dolor punzante en sus testĆ­culos.

   ā€”Genial —sonrió Eladio—. Entonces volvemos a vernos el 11 de octubre, adiós, que te mejores.

   Cuando se fue, Bastian se sentó en la silla abriĆ©ndose la bragueta del pantalón. Echó un vistazo a sus bolas y descubrió que estaban ligeramente rojas, pero por lo demĆ”s estaban bien. Maldijo los tacos deportivos de Eladio y sonrió.

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