BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Pratt se abrió paso a travĆ©s de las multitudes anónimas que abarrotaban la sórdida estación subespacial. Como todos los ahĆ presentes, hacĆa la visita lo mĆ”s breve posible.
Esa estación flotaba literal y figurativamente fuera de cualquier ley. Los productos mĆ”s peligroso del universo se comercializaban ahĆ. Las conversaciones eran breves y las amistades podĆan ser letales. Tomó un sorbo de su bebida en un rincón oscuro de la barra y miró a travĆ©s de la neblina a sus furtivos compatriotas. De repente, cesaron los murmullos, y las puertas del salón se abrieron y la energĆa bruta de un poderoso reciĆ©n llegado separó las sombras turbias como un rayo de luz blanca.
Pratt habĆa escuchado historias sobre el legendario CapitĆ”n Telkien, pero nunca antes habĆa tenido el privilegio de mirar al aludido hombre de mandĆbula cuadrada que caminaba frĆamente a travĆ©s del bar. Ojos hambrientos siguieron sus pasos resonantes por la sala ahora silenciosa con una mezcla acalorada de envidia, miedo y lujuria. Los ojos de Pratt tambiĆ©n, bebieron el suave cabello que le caĆa como un niƱo sobre la frente, la vieja chaqueta de cuero, casi destruida por aƱos de lucha y salvaje vida. Su cadera era delgada, acentuando la atractiva curva de ese culo sólido como roca en aquellos pantalones desteƱidos del uniforme, tan apretados que abrazaron cada ondulación y tendón que fluĆa hacia las botas cubiertas de barro. Pratt se quedó mirando fijamente esas curvas redondas y carnosas y se lamió los labios. DebĆa tenerlo. Aquel vaquero espacial era un sueƱo imposible, incluso para sus coleccionistas mĆ”s ricos. A diferencia de los primitivos guerreros bĆ”rbaros que eran su presa habitual y lo suficientemente peligrosos como para atraparlos. Este reciĆ©n llegado era un asaltante altamente habilidoso, era tan astuto e inteligente como el mismo Pratt. Al acercarse, aquel semental reclinó con calma los codos sobre la barra, arqueando el delicioso culo directamente hacia la mirada lujuriosa de Pratt asintiendo con la cabeza hacia el barman para pedir una cerveza. Pero recibió un no como respuesta, Ć©l nunca recibirĆa una gota en ese lugar.
Pratt seguĆa absorto en sus pensamientos, era demasiado rĆ”pido, demasiado fuerte y demasiado inteligente.
La trampa para capturarlo debĆa ser tortuosa y segura. Esta serĆa su mayor conquista, y al tenerlo, tal vez, follarĆa ese buen culo antes de presentarlo al mejor postor. Pratt, tomó la cerveza de su vaso, se limpió la boca, arrojó monedas sobre la mesa y se salió silenciosamente del salón al estacionamiento donde estaba la nave de Telkien.
No fue fĆ”cil, lograr penetrar ahĆ. TenĆa que admitir que Telkien era casi tan astuto como Ć©l... casi. No obstante, Pratt burló la seguridad y accedió al vehĆculo espacial. Alguien con la habilidad de Telkien podĆa ser un aliado valioso o un oponente formidable. Pratt sonrió. Desafortunadamente para Telkien, su belleza exigĆa un destino diferente. El esclavista no tuvo tiempo de calcular la fortuna en contrabando que estaba ahĆ mientras realizaba un rĆ”pido recorrido por la nave desocupada, si tenĆa Ć©xito, habĆa mĆ”s de un tesoro para vender.
Soltó un silbido cuando entró en el puente de control y detalló el equipo. Era viejo y fÔcil de volar. Sacó su kit de herramientas y se fue a trabajar en la silla del capitÔn. Su concentración fue interrumpida por el sonido de un arma y una voz suplicante.
Los ojos de Pratt se giraron y se enfocaron en la ventana, afuera parecĆa que habĆa un fierte lĆo. Telkien corrĆa en dirección a la nave con algo robado debajo del brazo. Pratt se rió entre dientes. La puerta de acceso se abrió de golpe y el ladronzuelo irrumpió, corriendo hacia los controles. Los motores cobraron vida y la nave se disparó hacia el cielo. Pratt aferrado en su oscuro escondite preguntĆ”ndose si la capuira podrĆa ser mĆ”s fĆ”cil de lo que pensaba, hasta que el desintegrador de Telkien respondió a su pregunta.
āMejor suelta tu arma y muĆ©strate, antes de que tenga que ensuciar con tu cuerpo mi piso.
El acento amenazante era como un trueno distante, pero de alguna manera gentil. Las rodillas de Pratt se sintieron como temblorosas ante el sonido. Colocó su amada arma en el suelo, levantó las manos y salió a la vista. Telkien ni siquiera habĆa quitado los ojos de los controles y, sin embargo, el desintegrador apuntaba directamente entre los ojos de Pratt. Maldición, aquel semental era bueno. El desintegrador nunca dejó la mira, y la silla del capitĆ”n se giró para mirar al intruso.
El aliento de Pratt se detuvo en su garganta cuando Telkien se levantó, divino, para alzarse sobre Ć©l. Sus ojos giraron sobre su contextura perfecta. La mandĆbula cuadrada, el cuello grueso, el botón de su camisa, los pectorales grandes y sus bĆceps. La cadera delgada y pantalón apretado de color arena, delineando perfectamente sus muslos y su larga y gorda virilidad.
āĀæQuiĆ©n eres tĆŗ?
Pratt se quedó callado mirÔndolo.
āHe dicho, Āæquien eres tĆŗ?
A falta de respuesta alguna Tolkien reaccionó contra Pratt lanzÔndole una poderosa patada en las bolas que le separó los pies de la plataforma. Pratt reaccionó con un doloroso alarido cuando sus dos bolas chocaron contra su pelvis. Enseguida se lamentó con las manos agarrando sus gónadas y moviéndose de lado a lado.
Tolkien preparó su arma.
āPor favor... Ay, ay, ay... mi nombre es Pratt... No me haga ningĆŗn daƱo. Estoy huyendo de las tropas del gobierno. Tienen mi nave rodeada y tuve que esconderme en algĆŗn lugar. PerdĆ mis cosas... Mire... Ay, mis bolas, ay, puedo volar muy bien... te puedo ayudar.
āĀæQuĆ© tipo de cosas transportas?
De repente, la nave se sacudió con una explosión. La fuerza de seguridad espacial iba tras el asaltante del bar.
āMira, confĆa en mĆ. Yo tambiĆ©n quiero vivir. ĀæQuĆ© tal si salimos de este desastre y te dirĆ© de quĆ© me encargo?
Pratt pensó que su corazón explotarĆa cuando los penetrantes ojos de Telkien lo miraban fijamente. Luego el ladronzuelo espacial tendió la mano a Pratt quien aceptó ser empujado del suelo. Caminaron en dirección a la silla de los copilotos donde se sentó sosteniendo su entrepierna con una mano.
Telkien aunque se sentó a su lado no bajó su arma, pero no tuvo mÔs remedio que confiar en él.
Su nave perseguidora, lenta y torpe, fue evadida fÔcilmente por los forajidos experimentados, y el transportador desaceleró a un ritmo relajado cuando escaparon de las garras de la ley.
Telkien lo miró con respeto a regañadientes.
āBuen manejo.
āGracias.
āPuedo dejarte en la estación mĆ”s cercana. Entonces, ĀæquĆ© cosas dijiste que estabas transportando?
La sonrisa de Pratt fue frĆa. āA ti.
Pratt saltó sobre Ć©l donde ambos comenzaron a luchar. Los botones de la camisa de Telkien volaron del ropaje, mientras su camisa sucumbĆa en la lucha frenĆ©tica, exponiendo su torso. Una pequeƱa mancha de presemen empapó su pantalón mientras demostraba fuerza contra su sagaz oponente.
Pratt sostuvo entre sus manos una jeringa llena de un poderoso parĆ”lisis. Dejaba a sus vĆctimas apenas conscientes pero abrumadas en una necesidad sexual que no podĆan moverse.
Telkien gruñó cuando ésta se hundió en su tetilla izquierda. Su lucha lentamente disminuyó a la quietud.
Sus brazos soltaron el cuello de Pratt. El esclavista espacial admiraba los planos y las curvas de su presa vencida. Y pateó al semental en las gónadas dejando que de su boca saliera un fuerte gruƱido. Pratt se inclinó ante Ć©l y dejó que sus manos y labios exploraran cada centĆmetro de la dura carne en su cuerpo, sintiendo la zona abdominal con sus labios, hasta que encontró la resistencia de sus calzones ajustados. Cogió la funda... no... se quedarĆa con eso puesto. Se veĆa tan bien puesta de esas caderas. Los pantalones desaparecieron en una rasgadura hambrienta, pero las botas tambiĆ©n se mantuvieron. Pasó su mano lentamente por el vulnerable interior del muslo y se atrevió a tomar la polla del semental en su mano. Telkien gimió suavemente, su pija se balanceó de lado a lado. Era sorprendentemente pesada, y apenas podĆa rodearla con los dedos. Este esclavo valĆa una fortuna.
Sus ojos recorrieron amorosa y algo triste la indefensa forma desnuda.
El poder todavĆa irradiaba de este macho espacial, como el calor del sol. Hace unos momentos era un guerrero divino, su oponente mĆ”s formidable, y ahora, como todos los demĆ”s encarcelados, un objeto valioso para ser intercambiado, comprado o vendido por seres muy inferiores. El pensamiento hizo arder sus ojos, este semental le pertenecĆa solo a Ć©l.
Levantó su mercancĆa, con su grueso antebrazo, y puso el peso muerto sobre sus hombros.
El poderoso forajido, colgó indefenso y desnudo, salvo por la truza y las botas, en el hombro del esclavista. Ese culo, codiciado por tantos, finalmente quedó expuesto y levantado como el premio que era, llevado hacia su nueva vida.
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