Legionarios (4/5): el turno de Ares - Las Bolas de Pablo

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24 feb 2022

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Legionarios (4/5): el turno de Ares

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Ares parecĆ­a atontado y cansado. Estaba atado por los nanotentĆ”culos. Su polla era empujada en una dirección y cada uno de sus testĆ­culos apuntaban a otra y, esporĆ”dicamente, otro pequeƱo tentĆ”culo robótico se abrĆ­a camino alrededor de la punta de su pene gigante y regordete.

 

Apareció Hipopótamo, el gordo y la malvada mente maestra, acompaƱado de la desquiciada Delicia.

 

Los pectorales musculosos de Ares rebotan hacia arriba y hacia abajo mientras los tentƔculos se mueven a su alrededor.

 

—La nanotecnologĆ­a es el camino a futuro —dijo Hipopótamo—. Estos tentĆ”culos saben quĆ© parte de tu cuerpo es mĆ”s susceptible al placer.

 

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—Y al dolor —afirma Delicia.

 

Ares se dio cuenta de que los tentƔculos respondƭan a su movimiento. Supo que si permanecƭa absolutamente quieto, se calmaban.

 

Hipopótamo estiró su mano y comenzó a masajear la punta de la polla de Ares. Esta palpita, queriendo acción.

 

—RegresarĆ© en 15 minutos —dijo Hipopótamo. Salió de la habitación probablemente para conseguir algunos dispositivos de tortura.

 

Unos minutos despuƩs, Ares tuvo una idea.

 

—Es un placer que me tengan a su disposición —comenta—. He estado amarrado aquĆ­ y excitado... me estimula sexualmente pensar en lo que me harĆ”n bajo su poder.

 

—No soy estĆŗpida, Ares —dijo Delicia.

 

—Por supuesto que no —negó Ares—. Por esta razón no entiendo por quĆ© vas a dejar que Hipopótamo se quede con todo esto.

 

—Hipopotamo va a robar toda la leche de tus bolas.

 

—Delicia, mira mi polla. Estoy tan caliente que necesito explotar. PreferirĆ­a que seas tĆŗ quien saque el semen. Siempre pensĆ© que si alguna vez estaba en una situación fuera de mi control, fueras tĆŗ quien me extraiga la leche.

 

Delicia bajó la mirada y despuĆ©s miró a su alrededor.

 

Ares le dirigió una mirada seductora. Ella se rindió ante los ojos oscuros del hĆ©roe y camina hacia la mĆ”quina. Los tentĆ”culos lo dejaron caer al suelo. Delicia se acerca a Ares y acaricia suavemente sus pezones color chocolate, empujó sus manos a la entrepierna. Las bolas estaban sudorosas como el resto de su Ć”rea sexual.

 

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Delicia se apoderó de los testĆ­culos, los sostuvo en sus manos y comenzó a acariciarlos. Segundo tras segundo le dio un masaje a las bolas de Ares. Ares no pudo evitarlo. Delicia no lo excitó, pero el suero en sus venas lo puso cachondo y lo hizo eyacular pronto. 


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Como tenía tanta leche acumulada en los huevos, un géiser de semen se disparó directo al ojo de Delicia. Ares estaba listo para correrse de nuevo hasta que sintió un punzante dolor.

 

El peor dolor que jamÔs sintió.

 

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Hipopótamo estaba de regreso y embistió con su famoso bastón en sus bolas.

 

Ares trató de retroceder e hizo frente para luchar contra Hipopótamo, hasta que sintió que alguien lo agarraba por detrĆ”s. Era Andrógeno que lo sujeta por el cuello.

 

—Acaba con Ć©l antes de que vengan sus amigos —dijo—. Ā”EstĆ”n sueltos por ahĆ­!

 

Hipopótamo repetidamente embistió con su palo la entrepierna de Ares.

 

—Si no podemos tener tu semen, nadie lo tendrĆ”.

 

Andrógeno arrojó a Ares al suelo y saltó sobre sus abdominales. Su cuerpo intentó soportar el ataque, pero Hipopótamo pateó y pisoteó sus bolas al mismo tiempo. Fue el doble de la paliza que recibió Dante.

 

Ares trató de proteger su cabeza, pero al hacerlo su parte inferior del cuerpo quedó expuesta.

 

Delicia abofeteó la cara del héroe, lo que era mÔs molesto que cualquier otra cosa.

 

Hipopótamo aprovechó la ocasión y encontró una nueva oportunidad para clavar su palo en la espalda de Ares. Andrógeno, que estaba emocionado por solo causar dolor, fue a un lado de la habitación y se puso un par de nudillos de bronce. Se arrodilló y abrió las piernas de Ares, levantó el brazo hacia atrÔs y golpeó con el puño las bolas del héroe.

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Ares bajó la guardia y trató de sujetar sus bolas. Hipopótamo y Delicia lo agarraron cada uno de un brazo. Ares intentó patear, pero sus patadas fueron en vano.

 

Andrógeno volvió a doblar el brazo hacia atrÔs y volvió a clavar el puño en las bolas.

 

La polla y los testĆ­culos rebotaban como pelotas de ping pong.

 

Andrógeno golpeó las bolas de Ares tres veces rÔpidamente.

 

Ares sintió que el dolor le subía por el estómago.

 

Andrógeno pareció disfrutarlo y luego decidió hacer una infame maniobra.

 

Tomó cada una de las bolas y las apretó.

 

Delicia, soltó el brazo de Ares y comenzó a masturbarse. El sudor goteaba por los pectorales del hĆ©roe y Delicia comenzó a chupar sus pezones.

 

—Me engaƱaste —susurró—. Ahora debes pagar.

 

Ares hizo una maniobra de fuerza y consiguió apartarlos a todos con ello cayó al suelo y empieza a arrastrarse tratando de alejarse. Su trasero musculoso se movió mientras intentaba ponerse de pie.

 

Andrógeno miró a su presa, corrió y pateó sus bolas cuando quedaron expuestas. Levantó la pierna para hacer otra patada, pero fue interceptado y perdió el equilibrio.

 

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Dante apareció y lo atacó, empujĆ”ndolo al suelo. Aquiles hizo su entrada y patea a Delicia.

 

—No, tontos —rugió Hipopótamo—. Ā”No los dejarĆ© escapar! —intentó activar los nanotentĆ”culos, pero Dante lanzó un disco para quitarle el control remoto de las manos.

 

—Esta fiesta ha terminado —afirmó Dante

 

—Se acaba cuando yo diga que se acabó —juró Hipopótamo.

 

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Aquiles corrió hacia Ares para ayudarlo a ponerse de pie. Los golpes en las bolas y las patadas en sus abdominales fueron intensos.

 

—No hay tiempo —alertó Aquiles—. Tenemos que salir de aquĆ­.

 

—PelearĆ© con esos dos —dijo Ares—. Intenta que los tentĆ”culos robóticos los ataquen.

 

Ares vio como los tres villanos intentaban atacar a Dante. Decidió unirse y acabar con ellos de una vez por todas.

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