BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
BALLBUSTING HOMBRE/MAQUINA
āEstĆ” bien, ĀæquĆ© sigue? āpreguntó Guido, volviĆ©ndose hacia Braulio.
āLevantar pesas.
āOh, hombre ādijo DomĆ©nico, sacudiendo la cabezaā. En serio, Āæpor quĆ© se le permite al ganador elegir? No me gusta eso.
āNo estĆ” mal ācomentó Guido.
āEstĆ” bien āobjetó Braulio conciliatorioā. La próxima vez el perdedor puede elegir...
āA condición de que tambiĆ©n sea castigado mĆ”s duro āagregó DomĆ©nico.
āĀæQuĆ© castigo serĆa apropiado? āquiso saber Guido.
Braulio dejó que su mirada vagara sobre la colección de pesas de varios tamaños.
āDirĆa que... tiene que acostarse en el suelo despuĆ©s de que lo pateemos, y dejamos caer una pesa en sus genitales.
La boca de Guido se abrió rÔpidamente.
āĀæEn serio?
āĀ”Recuperate, no te sucederĆ”! āsonrió Braulio.
āUh, eso debe ser doloroso āasintió Guido.
Doménico suspiró.
āMis huevos me duelen, no quiero imaginarme recibir una pesa encima.
āUna pesa tan fuerte como la que levantemos. Todos tenemos la misma mancuerna āsugirió Braulioā. ĀæLo podemos lograr, no?
āAbsolutamente.
Se volvieron hacia DomĆ©nico, que se encogió de hombros y se ajustó el pantalón. āDe acuerdo āsuspiró y se arrodilló junto a las pesas. Las examinó cuidadosamente y recogió varias de ellas; Pesó cada una en su mano y las bajó de nuevo.
āEsta āfinalmente anuncióā, tiene un peso de dos kilos en cada lado y el palo en sĆ pesa, mmm... medio kilo.
Se colocaron en cĆrculo para poder mirarse. Tomaron la mancuerna entre sus manos.
Braulio anunció:
āTienes que dejar caer el brazo y luego levantar la mancuerna... casi al nivel del pecho. Y luego, lentamente, bajarla de nuevo.
āĀæTambiĆ©n cuenta si la dejamos caer?
Sacudiendo la cabeza, miró a Guido.
āEntonces el efecto de entrenamiento es menor. Si la sueltas varias veces seguidas, en lugar de bajarla lentamente, tambiĆ©n te cansarĆ”s y vas a perder. Reduce la velocidad, baja lentamente.
āEstĆ” bien.
āĀæListo?
āYo siempre āasintió Guido.
āEntonces, vamos.
Al principio fue fĆ”cil hacer el ejercicio. Los primeros diez movimientos se ejecutaron sin ningĆŗn esfuerzo. Guido tenĆa aires de suficiencia.
āOnce, doce... ācontaban juntos.
Guido miró a los otros dos hombres. Darle una patada a Doménico en las bolas fue divertido. Inconscientemente, dejó que sus ojos descansaran unos segundos sobre el pecho desnudo del pateado.
āCincuenta y uno... cincuenta y dos. Guido, tu brazo ya tiembla.
āĀæSĆ? āse miró a sĆ mismo y supo que Braulio tenĆa razón. SabĆa que tenĆa fuerza muscular en sus brazos, pero no los entrenaba regularmente. En el pasado, a menudo entrenaba.
āAsegĆŗrate de no dejar caer la mancuerna demasiado rĆ”pido ārecomendó DomĆ©nico.
āDe lo contrario, pronto sentirĆ”s que estĆ” cayendo sobre ti por completo.
āSesenta y tres.
El brazo se le hizo mĆ”s pesado; sintió Guido. Se mordió el labio y miró al frente. No se sentĆa bien, incluso DomĆ©nico respiraba con dificultad, mientras que Braulio estaba concentrado, era persistente.
āAmbos son buenos en esto. Setenta y cinco āreconoció Braulio.
āĀæCuĆ”ntos mĆ”s puedes hacer?
āSólo levanto cuatro kilos y medio
DomĆ©nico sintió que toda la parte superior del cuerpo le temblaba, sintió la tensión en su brazo y su corazón latĆa en su pecho. TenĆa que proteger sus huevos, no importaba lo que costara.
āAaaah āsuspiró Guido y puso la mancuerna en el suelo. Ćl simplemente no pudo encontrar la fuerza para levantarla. A su lado, oyó a DomĆ©nico reĆr alegremente.
āNoventa y cuatro, despuĆ©s de todo, Guido. Impresionante ādijo Braulioā. Te ganaste una mancuerna entre tus huevos.
āConfortate. DespuĆ©s de todo, puedes elegir el siguiente ejercicio āsonrió DomĆ©nico, quien ahora dejó su mancuerna y luego se dejó caer jadeando en una de las sillasā. Mierda, eso fue agotador. Pero que me haya salvado vale la pena.
āMe gusta esta competencia āsonrió Braulio, quien hizo sus Ćŗltimos movimientos y luego abandonó la mancuerna āmiró a Guido, que se habĆa sentado en el suelo gimiendoā. ĀæQuĆ© pasa?
āHe perdido...
āY perderas los huevos tambiĆ©n āse rió DomĆ©nico.
āĀ”Vamos, levĆ”ntate, a patearte primero! āsonrió Braulio, caminando hacia Ć©l y pateĆ”ndolo en el pie.
Guido se levantó.
āEstĆ” bien. MuĆ©strame lo que tienes.
Guido retrocedió inquieto cuando Braulio se le acercó.
āĀ”No huyas y abre tus piernas, Guido!
Guido obedeció y separó los pies hasta que se quedó muy abierto.
Braulio estrelló una patada en partes nobles. Guido sintió que sus genitales se apretaban dolorosamente entre el pie de Braulio y su abdomen.
āEso me pareció doloroso ācomentó DomĆ©nico con picardĆa.
Braulio dio un paso atrÔs y luego saltó hacia adelante, Guido apenas vio el pie cuando otra patada agonizante atravesó sus joyas mÔs preciadas.
āJoder āse quedó sin aire, inclinĆ”ndose y cruzando los brazos sobre su entrepierna.
Doménico se acercó a Guido, que estaba apoyado sobre sus rodillas.
āVamos, hermano. TodavĆa hay un golpe y una mancuerna esperĆ”ndote.
āSĆ... ājadeó Guido y se enderezó de nuevoā. Pero por favor se amable, yo...
Sin esperar, Doménico apretó el puño y lo dejó caer contra su entrepierna. Golpeó mÔs su polla, pero Guido sintió que la fuerza atravesaba sus genitales de todos modos y el dolor volvió a chillar.
āme due... āmurmuró y se dejó caer al suelo mientras masajeaba sus partes dolorosas.
āBueno, Āæya hemos hecho huevos revueltos con eso?
āAlgo asĆ...
Braulio y DomƩnico se rieron, y desde el piso Guido vio a Braulio tomar una de las pesas sueltas con mancuernas.
āSon cuatro kilos...
āĀæQuĆ©? Ā”EstĆ”n locos!
āĀæPensaste que te darĆamos apenas dos kilos en esas lentejas que tienes por bolas? āse rió Braulio.
āĀ”No, estĆ” bien mis huevos!
āCallate y acuĆ©state āle desafió Braulioā. Sobre la espalda, con las piernas extendidas... sĆ, muy bien āGuido nerviosamente hizo lo que le pidieron. Miró hacia el centro de su pantalón, donde, como estaba acostado, sus genitales estaban claramente visibles.
āTienes que ayudarme, Āædónde estĆ”n tus huevos? āpreguntó Braulio con una sonrisa irónica. Se arrodilló junto a Ć©l, y el movimiento de su peso sobre su dolorida entrepiernaā. ĀæAquĆ? ĀæO mĆ”s bien aquĆ?
āEse es mi pene.
āBueno, tambiĆ©n podemos volverlo carne picada āle dio unos golpecitos en el pantalón, lo que lo hizo estremecerse nerviosamente, mientras DomĆ©nico soltaba una risa fuerte.
āEstĆ” bien āse levantó Braulio, alzando la mancuerna verticalmenteā. ĀæQuieres decir desde quĆ© altura, DomĆ©nico?
āCerca de tu pecho.
āMuchachos... āGuido querĆa interferirā. ĀæNo les parece que...
āĀæQue? ĀæEs demasiado bajo? SĆ, digamos que a la altura de la cabeza āinterrumpió Braulioā, de lo contrario Ć©l no sentirĆ” nada.
āSĆ, de acuerdo.
āOh, Dios āmurmuró Guido y observó a Braulio levantar la pesa hasta su cabeza. Luego la dejó caer bruscamente.
Se estremeció cuando el borde, con un ruido metÔlico insalubre, cayó profundamente en su entrepierna y con dolor le apretó el pene, junto con los huevos.
Gritó fuerte y rodó sobre el piso varias veces mientras sus pelotas ardĆan agonizantemente y tambiĆ©n le pinchaba dolorosamente la polla. Desde las alturas sólo se oĆa las carcajadas de sus amigos.
āĀæEstĆ” bien, ahĆ abajo? āpreguntó Braulio, medio preocupado, medio pĆcaro.
āVamos, mariquita, despuĆ©s de todo, tus pantalones han amortiguado el impacto āse burló DomĆ©nico, visiblemente contento de no haber sido vĆctima de sus amigos.
āNo mucho āsuspiró Guido y se enderezó de nuevo.
āEntonces quitalo la próxima vez, si no hay diferencia.
āJaja. No, gracias āgimióā. Oh Dios mĆo, mis huevos.
Se sentó en el suelo durante otros dos minutos y aceptó con gratitud un vaso de agua. Después se enderezó y masajeó su entrepierna.
āFuiste el perdedor. Esta vez puedes elegir.
āOh, sĆ āasintió Guido y dejó que sus ojos vagaran pensativamente sobre el gimnasio. QuerĆa ser ganadorā. Maquina de correr o bicicleta.
āSólo hay una cinta de correr, pero por allĆ” hay dos bicicletas. PodrĆa ser uno en la banda y los otros dos en bicicleta āsugirió Braulioā. O todos hacemos lo mismo, uno despuĆ©s del otro. DecĆdete, Guido.
āSi sabes cómo ajustar la mĆ”quina para correr para que pese mĆ”s o menos lo mismo que la bicicleta, todos podemos hacerlo al mismo tiempo. De lo contrario, el primero estĆ” en desventaja porque no sabe cuĆ”nto harĆ”n los demĆ”s.
āBuen argumento. Y sĆ, lo sĆ©. Mi novia y yo entrenamos con eso regularmente. Bueno, ella mĆ”s que yo.
Braulio acomodó los tres dispositivos y presionó varias veces las mÔquinas.
āPodrĆas haber elegido algo en lo que Ć©l no gane āmurmuró DomĆ©nico a Guido.
āAmbos somos buenos corredores, Āæverdad?
āSĆ y Ć©l entrena aquĆ regularmente.
āVeremos que tan bueno es.
āEstĆ” bien, Āæcómo nos repartimos? āpreguntó Braulio, caminando hacia ellos de nuevoā. ĀæY cuĆ”l serĆ” el castigo especial? Guido, tĆŗ puedes decidir.
āVamos a escribir nĆŗmeros, el que tenga el mĆ”s alto va en la bicicleta āanunció y agarró unas hojas que estaban en una esquinaā. En cuanto al castigo especial, mmm āse acercó a la caminadora y lo miró con atención, luego se arrodilló frente a ella. āEl perdedor tiene que arrodillarse delante de mĆ de esta manera... justo enfrente de la cinta de correr, con los huevos a la altura correcta... y luego giramos la cinta de correr al nivel mĆ”s alto. En el otro extremo, colocamos una mancuerna sujeta con unas lianas y observamos cómo la catapulta a sus bolas. ĀæPuede funcionar?
āEso es demasiado complicado āsonrió DomĆ©nico, pero Braulio lo contradijo.
āMuy gracioso. SĆ, podrĆa funcionar.
āY si no nos rendimos, repetimos el proceso dos, tres vecesā, agregó Guido insidiosamente.
āNo puedes esperar a fulminar tus huevos para volverlos granizado āsonrió Braulioā. EstĆ” bien. Vamos a marcar nĆŗmeros.
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