Apuesta tus huevos (2/5): Mancuernas - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

21 ago 2019

Apuesta tus huevos (2/5): Mancuernas

BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
BALLBUSTING HOMBRE/MAQUINA  

   —EstĆ” bien, ¿quĆ© sigue? —preguntĆ³ Guido, volviĆ©ndose hacia Braulio.

   —Levantar pesas.

   —Oh, hombre —dijo DomĆ©nico, sacudiendo la cabeza—. En serio, ¿por quĆ© se le permite al ganador elegir? No me gusta eso.

   —No estĆ” mal —comentĆ³ Guido.

   —EstĆ” bien —objetĆ³ Braulio conciliatorio—. La prĆ³xima vez el perdedor puede elegir...

   —A condiciĆ³n de que tambiĆ©n sea castigado mĆ”s duro —agregĆ³ DomĆ©nico.

   —¿QuĆ© castigo serĆ­a apropiado? —quiso saber Guido.

   Braulio dejĆ³ que su mirada vagara sobre la colecciĆ³n de pesas de varios tamaƱos.

   —DirĆ­a que... tiene que acostarse en el suelo despuĆ©s de que lo pateemos, y dejamos caer una pesa en sus genitales.

   La boca de Guido se abriĆ³ rĆ”pidamente.

   —¿En serio?

   —¡Recuperate, no te sucederĆ”! —sonriĆ³ Braulio.

   —Uh, eso debe ser doloroso —asintiĆ³ Guido.

   DomĆ©nico suspirĆ³.

   —Mis huevos me duelen, no quiero imaginarme recibir una pesa encima.

   —Una pesa tan fuerte como la que levantemos. Todos tenemos la misma mancuerna —sugiriĆ³ Braulio—. ¿Lo podemos lograr, no?

   —Absolutamente.

   Se volvieron hacia DomĆ©nico, que se encogiĆ³ de hombros y se ajustĆ³ el pantalĆ³n. —De acuerdo —suspirĆ³ y se arrodillĆ³ junto a las pesas. Las examinĆ³ cuidadosamente y recogiĆ³ varias de ellas; PesĆ³ cada una en su mano y las bajĆ³ de nuevo.

   —Esta —finalmente anunciĆ³—, tiene un peso de dos kilos en cada lado y el palo en sĆ­ pesa, mmm... medio kilo.

   Se colocaron en cĆ­rculo para poder mirarse. Tomaron la mancuerna entre sus manos.

   Braulio anunciĆ³:

   —Tienes que dejar caer el brazo y luego levantar la mancuerna... casi al nivel del pecho. Y luego, lentamente, bajarla de nuevo.

   —¿TambiĆ©n cuenta si la dejamos caer?

   Sacudiendo la cabeza, mirĆ³ a Guido.

   —Entonces el efecto de entrenamiento es menor. Si la sueltas varias veces seguidas, en lugar de bajarla lentamente, tambiĆ©n te cansarĆ”s y vas a perder. Reduce la velocidad, baja lentamente.

   —EstĆ” bien.

   —¿Listo?

   —Yo siempre —asintiĆ³ Guido.

   —Entonces, vamos.

   Al principio fue fĆ”cil hacer el ejercicio. Los primeros diez movimientos se ejecutaron sin ningĆŗn esfuerzo. Guido tenĆ­a aires de suficiencia.

   —Once, doce... —contaban juntos.

   Guido mirĆ³ a los otros dos hombres. Darle una patada a DomĆ©nico en las bolas fue divertido. Inconscientemente, dejĆ³ que sus ojos descansaran unos segundos sobre el pecho desnudo del pateado.

   —Cincuenta y uno... cincuenta y dos. Guido, tu brazo ya tiembla.

   —¿SĆ­? —se mirĆ³ a sĆ­ mismo y supo que Braulio tenĆ­a razĆ³n. SabĆ­a que tenĆ­a fuerza muscular en sus brazos, pero no los entrenaba regularmente. En el pasado, a menudo entrenaba.

   —AsegĆŗrate de no dejar caer la mancuerna demasiado rĆ”pido —recomendĆ³ DomĆ©nico.

   —De lo contrario, pronto sentirĆ”s que estĆ” cayendo sobre ti por completo.

   —Sesenta y tres.

   El brazo se le hizo mĆ”s pesado; sintiĆ³ Guido. Se mordiĆ³ el labio y mirĆ³ al frente. No se sentĆ­a bien, incluso DomĆ©nico respiraba con dificultad, mientras que Braulio estaba concentrado, era persistente.

   —Ambos son buenos en esto. Setenta y cinco —reconociĆ³ Braulio.

   —¿CuĆ”ntos mĆ”s puedes hacer?

   —SĆ³lo levanto cuatro kilos y medio

   DomĆ©nico sintiĆ³ que toda la parte superior del cuerpo le temblaba, sintiĆ³ la tensiĆ³n en su brazo y su corazĆ³n latĆ­a en su pecho. TenĆ­a que proteger sus huevos, no importaba lo que costara.


   —Aaaah —suspirĆ³ Guido y puso la mancuerna en el suelo. Ɖl simplemente no pudo encontrar la fuerza para levantarla. A su lado, oyĆ³ a DomĆ©nico reĆ­r alegremente.

   —Noventa y cuatro, despuĆ©s de todo, Guido. Impresionante —dijo Braulio—. Te ganaste una mancuerna entre tus huevos.

   —Confortate. DespuĆ©s de todo, puedes elegir el siguiente ejercicio —sonriĆ³ DomĆ©nico, quien ahora dejĆ³ su mancuerna y luego se dejĆ³ caer jadeando en una de las sillas—. Mierda, eso fue agotador. Pero que me haya salvado vale la pena.

   —Me gusta esta competencia —sonriĆ³ Braulio, quien hizo sus Ćŗltimos movimientos y luego abandonĆ³ la mancuerna —mirĆ³ a Guido, que se habĆ­a sentado en el suelo gimiendo—. ¿QuĆ© pasa?

   —He perdido...

   —Y perderas los huevos tambiĆ©n —se riĆ³ DomĆ©nico.

   —¡Vamos, levĆ”ntate, a patearte primero! —sonriĆ³ Braulio, caminando hacia Ć©l y pateĆ”ndolo en el pie.

   Guido se levantĆ³.

   —EstĆ” bien. MuĆ©strame lo que tienes.

   Guido retrocediĆ³ inquieto cuando Braulio se le acercĆ³.

   —¡No huyas y abre tus piernas, Guido!

   Guido obedeciĆ³ y separĆ³ los pies hasta que se quedĆ³ muy abierto.

   Braulio estrellĆ³ una patada en partes nobles. Guido sintiĆ³ que sus genitales se apretaban dolorosamente entre el pie de Braulio y su abdomen.

   —Eso me pareciĆ³ doloroso —comentĆ³ DomĆ©nico con picardĆ­a.

   Braulio dio un paso atrĆ”s y luego saltĆ³ hacia adelante, Guido apenas vio el pie cuando otra patada agonizante atravesĆ³ sus joyas mĆ”s preciadas.

   —Joder —se quedĆ³ sin aire, inclinĆ”ndose y cruzando los brazos sobre su entrepierna.

   DomĆ©nico se acercĆ³ a Guido, que estaba apoyado sobre sus rodillas.

   —Vamos, hermano. TodavĆ­a hay un golpe y una mancuerna esperĆ”ndote.

   —SĆ­... —jadeĆ³ Guido y se enderezĆ³ de nuevo—. Pero por favor se amable, yo...

   Sin esperar, DomĆ©nico apretĆ³ el puƱo y lo dejĆ³ caer contra su entrepierna. GolpeĆ³ mĆ”s su polla, pero Guido sintiĆ³ que la fuerza atravesaba sus genitales de todos modos y el dolor volviĆ³ a chillar.

   —me due... —murmurĆ³ y se dejĆ³ caer al suelo mientras masajeaba sus partes dolorosas.

   —Bueno, ¿ya hemos hecho huevos revueltos con eso?

   —Algo asĆ­...

   Braulio y DomĆ©nico se rieron, y desde el piso Guido vio a Braulio tomar una de las pesas sueltas con mancuernas.

   —Son cuatro kilos...

   —¿QuĆ©? ¡EstĆ”n locos!

   —¿Pensaste que te darĆ­amos apenas dos kilos en esas lentejas que tienes por bolas?  —se riĆ³ Braulio.

   —¡No, estĆ” bien mis huevos!

   —Callate y acuĆ©state —le desafiĆ³ Braulio—. Sobre la espalda, con las piernas extendidas... sĆ­, muy bien —Guido nerviosamente hizo lo que le pidieron. MirĆ³ hacia el centro de su pantalĆ³n, donde, como estaba acostado, sus genitales estaban claramente visibles.

   —Tienes que ayudarme, ¿dĆ³nde estĆ”n tus huevos? —preguntĆ³ Braulio con una sonrisa irĆ³nica. Se arrodillĆ³ junto a Ć©l, y el movimiento de su peso sobre su dolorida entrepierna—. ¿AquĆ­? ¿O mĆ”s bien aquĆ­?

   —Ese es mi pene.

   —Bueno, tambiĆ©n podemos volverlo carne picada —le dio unos golpecitos en el pantalĆ³n, lo que lo hizo estremecerse nerviosamente, mientras DomĆ©nico soltaba una risa fuerte.

   —EstĆ” bien —se levantĆ³ Braulio, alzando la mancuerna verticalmente—. ¿Quieres decir desde quĆ© altura, DomĆ©nico?

   —Cerca de tu pecho.

   —Muchachos... —Guido querĆ­a interferir—. ¿No les parece que...

   —¿Que? ¿Es demasiado bajo? SĆ­, digamos que a la altura de la cabeza —interrumpiĆ³ Braulio—, de lo contrario Ć©l no sentirĆ” nada.

   —SĆ­, de acuerdo.

   —Oh, Dios —murmurĆ³ Guido y observĆ³ a Braulio levantar la pesa hasta su cabeza. Luego la dejĆ³ caer bruscamente.

   Se estremeciĆ³ cuando el borde, con un ruido metĆ”lico insalubre, cayĆ³ profundamente en su entrepierna y con dolor le apretĆ³ el pene, junto con los huevos.

   GritĆ³ fuerte y rodĆ³ sobre el piso varias veces mientras sus pelotas ardĆ­an agonizantemente y tambiĆ©n le pinchaba dolorosamente la polla. Desde las alturas sĆ³lo se oĆ­a las carcajadas de sus amigos.

   —¿EstĆ” bien, ahĆ­ abajo? —preguntĆ³ Braulio, medio preocupado, medio pĆ­caro.

   —Vamos, mariquita, despuĆ©s de todo, tus pantalones han amortiguado el impacto —se burlĆ³ DomĆ©nico, visiblemente contento de no haber sido vĆ­ctima de sus amigos.

   —No mucho —suspirĆ³ Guido y se enderezĆ³ de nuevo.

   —Entonces quitalo la prĆ³xima vez, si no hay diferencia.

   —Jaja. No, gracias —gimiĆ³—. Oh Dios mĆ­o, mis huevos.

   Se sentĆ³ en el suelo durante otros dos minutos y aceptĆ³ con gratitud un vaso de agua. DespuĆ©s se enderezĆ³ y masajeĆ³ su entrepierna.

   —Fuiste el perdedor. Esta vez puedes elegir.

   —Oh, sĆ­ —asintiĆ³ Guido y dejĆ³ que sus ojos vagaran pensativamente sobre el gimnasio. QuerĆ­a ser ganador—. Maquina de correr o bicicleta.

   —SĆ³lo hay una cinta de correr, pero por allĆ” hay dos bicicletas. PodrĆ­a ser uno en la banda y los otros dos en bicicleta —sugiriĆ³ Braulio—. O todos hacemos lo mismo, uno despuĆ©s del otro. DecĆ­dete, Guido.

   —Si sabes cĆ³mo ajustar la mĆ”quina para correr para que pese mĆ”s o menos lo mismo que la bicicleta, todos podemos hacerlo al mismo tiempo. De lo contrario, el primero estĆ” en desventaja porque no sabe cuĆ”nto harĆ”n los demĆ”s.

   —Buen argumento. Y sĆ­, lo sĆ©. Mi novia y yo entrenamos con eso regularmente. Bueno, ella mĆ”s que yo.

   Braulio acomodĆ³ los tres dispositivos y presionĆ³ varias veces las mĆ”quinas.

   —PodrĆ­as haber elegido algo en lo que Ć©l no gane —murmurĆ³ DomĆ©nico a Guido.

   —Ambos somos buenos corredores, ¿verdad?

   —SĆ­ y Ć©l entrena aquĆ­ regularmente.

   —Veremos que tan bueno es.

   —EstĆ” bien, ¿cĆ³mo nos repartimos? —preguntĆ³ Braulio, caminando hacia ellos de nuevo—. ¿Y cuĆ”l serĆ” el castigo especial? Guido, tĆŗ puedes decidir.

   —Vamos a escribir nĆŗmeros, el que tenga el mĆ”s alto va en la bicicleta —anunciĆ³ y agarrĆ³ unas hojas que estaban en una esquina—. En cuanto al castigo especial, mmm —se acercĆ³ a la caminadora y lo mirĆ³ con atenciĆ³n, luego se arrodillĆ³ frente a ella. —El perdedor tiene que arrodillarse delante de mĆ­ de esta manera... justo enfrente de la cinta de correr, con los huevos a la altura correcta... y luego giramos la cinta de correr al nivel mĆ”s alto. En el otro extremo, colocamos una mancuerna sujeta con unas lianas y observamos cĆ³mo la catapulta a sus bolas. ¿Puede funcionar?

   —Eso es demasiado complicado —sonriĆ³ DomĆ©nico, pero Braulio lo contradijo.

   —Muy gracioso. SĆ­, podrĆ­a funcionar.

   —Y si no nos rendimos, repetimos el proceso dos, tres veces—, agregĆ³ Guido insidiosamente.

   —No puedes esperar a fulminar tus huevos para volverlos granizado —sonriĆ³ Braulio—. EstĆ” bien. Vamos a marcar nĆŗmeros.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages