Lucha contra una mujer - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

11 ago 2019

Lucha contra una mujer

CONTIENE
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
SEXO HETEROSEXUAL

   Gerardo era un luchador no muy alto de estatura, lucĆ­a un cuerpo atlĆ©tico en su encantadora piel morena, sus cabellos eran negros y su cara estaba decorada con una pequeƱa barba. Ocupaba un poste de lucha libre frente a una mujer, lucĆ­a una sonrisa sabiĆ©ndose que estaba en ventaja, aceptĆ³ la propuesta de lucha contra VerĆ³nica sĆ³lo para someterla y arregostarle los genitales con las llaves de lucha.

   El encuentro se habĆ­a pautado para tres caĆ­das y ganaba quien hiciera que el rival se rindiera.

   VerĆ³nica era una delgada mujer de cabellos rubios y tez pĆ”lida, vestĆ­a de color negro y no tenĆ­a miedo del luchador profesional que estaba frente a ella, que se veĆ­a fuerte y resistente con una truza de color blanco que rellenaba un paquete grande. A ella se le hizo agua la boca porque de primer momento le dieron ganas de que su primer golpe fuese un puƱetazo directo entre sus piernas.

   Los dos acordaron las reglas y comenzaron el encuentro rodeĆ”ndose, ella lo abrazĆ³ por la espalda. Gerardo usĆ³ toda su destreza y fuerza para zafarse lo cual logrĆ³ de manera escurridiza. VerĆ³nica lo tomĆ³ por la cintura y tratĆ³ de derribarlo. Al no tener Ć©xito intentĆ³ desequilibrarlo pateĆ”ndolo en los pies, y lo logrĆ³.

   En el piso forcejearon, ella queriĆ©ndolo agarrar del cuello. Gerardo era demasiado fuerte y no lograba su intenciĆ³n. PodĆ­a desviar sus manos como estrategia VerĆ³nica quiso rodear su cintura con sus piernas pero Gerardo sacudiĆ³ su cuerpo para librarse de ella sacĆ”ndole de equilibrio.

   VerĆ³nica se aferrĆ³ a su cuello pero tuvo que retirar las piernas del amarre que Ć©l le tenĆ­a. Gerardo quedĆ³ frente a ella, con su nuca contra sus senos y el antebrazo debajo de su barbilla. VerĆ³nica comenzĆ³ a hacer palanca con su cuello y su cabeza como si se la quisiera arrancar. Gerardo hacĆ­a todo para librarse sin mucho Ć©xito. La mujer seguĆ­a apretando poco a poco para darle tiempo de que se rindiera, mientras Ć©l trataba de moverse sin lograr que aquellos brazos perdieran fuerza.

   DespuĆ©s de un largo forcejear y recibir golpes inĆŗtiles de parte de Gerardo, VerĆ³nica hizo la presiĆ³n necesaria para rendirlo. HalĆ³ su cabeza hacia ella mientras con el cuerpo ponĆ­a presiĆ³n. En menos de diez segundos Gerardo golpeĆ³ tres veces el piso rĆ”pidamente asĆ³ lo soltĆ³.

   —Uno para mĆ­ —dijo VerĆ³nica mientras Gerardo rodaba en el piso para quedar boca arriba masajeando su cuello. La mujer no desaprovechĆ³ la oportunidad y detallĆ³ el delicioso y llamativo relieve que se formaba en la entrepierna del hombre, parecĆ­a muy bien dotado. Gerardo se levantĆ³ y dijo que la nueva ronda no iba a ser tan fĆ”cil.

   La segunda caĆ­da fue similar aunque durĆ³ mĆ”s tiempo. Los dos estuvieron en ventaja mĆ”s de una vez. En cierto momento Gerardo casi la tuvo completamente sometida, ya que la tenĆ­a controlada bajo Ć©l, y con sus piernas le amarrĆ³ la cabeza, pero no el resto del cuerpo femenino. VerĆ³nica luchaba tratando de evitar que la sometiera. Gerardo tenĆ­a los brazos en su cintura; VerĆ³nica estaba hecha bolita y Ć©l estaba arriba de ella. Cuando intentaba liberarse de sus piernas, la mujer sintiĆ³ que tenĆ­a fuerza suficiente para ponerse de pie. Al hacer el esfuerzo de levantarse, Ć©l empleĆ³ una maniobra para evitarlo y su mano pasĆ³ entre sus piernas hasta su vagina, ¡el muy abusador! Pero se detuvo y la agarrĆ³ del muslo. VerĆ³nica gritĆ³ cuando apretĆ³ fuertemente la parte interior.

   Finalmente se pudo poner de pie con Gerardo de cabeza amarrado a su espalda con las piernas alrededor de su cabeza y los brazos rodeĆ”ndole la cintura. No desaprovechĆ³ su posiciĆ³n y se tirĆ³ hacia atrĆ”s cayendo encima de Gerardo. SoltĆ³ un gemido de dolor y sintiĆ³ que sus piernas no ponĆ­an resistencia ya.

   VerĆ³nica aprovechĆ³ ese momento para liberarse completamente y atacarlo tomĆ”ndolo del cuello. Lo ahorcĆ³ desde atrĆ”s con las piernas rodeando su torso. Aplicando fuerza con brazos y piernas al mismo tiempo. Gerardo se rindiĆ³ inmediatamente.

   Otra vez ella se levantĆ³ brincando y levantando los brazos en seƱal de triunfo. Al verlo derrotado en el suelo de piernas abiertas ostentando con orgullo machista su paquete no pudo contener las ganas de faulearlo.

   —No tienes ni una resistencia. Ni siquiera me das buena pelea —VerĆ³nica lo tomĆ³ de ambos pies, abriĆ³ sus piernas y le dio un fuerte pisotĆ³n en los testĆ­culos. Su paquete se veĆ­a muy bien marcado por lo que no fallĆ³ en atinarle en los huevos. La reacciĆ³n de Gerardo confirmĆ³ que el golpe habĆ­a sido certero; soltĆ³ un grito de dolor, juntĆ³ las piernas, y se puso las manos en las gĆ³nadas. Su cara se ocultĆ³ viendo al piso y los gemidos no pararon mientras se consolaba los testes.


   A la mujer le gustĆ³ lastimarlo, con eso le dio patadas ligeras en la espalda y las piernas en forma de humillaciĆ³n.

   La tercera fase comenzĆ³ cuando Gerardo se recuperĆ³ del pisotĆ³n entre las piernas. Otra vez iniciaron rodeĆ”ndose, se tomaron de la cabeza intentando derribar al otro. El hombre aumentĆ³ su rudeza masculina y enredĆ³ su pierna alrededor de VerĆ³nica dando un giro que los hizo caer. Ella tratĆ³ de levantarse lo mĆ”s rĆ”pido que pudo pero Gerardo ya estaba encima de ella cuando levantĆ³ la vista. Se adueƱo de su cintura y la levantĆ³ para aplicar un abrazo de oso. Hubo una compresiĆ³n en el tĆ³rax y VerĆ³nica sintiĆ³ que se quedaba sin aliento.

   DespuĆ©s de unos segundos de intenso castigo la arrojĆ³ al piso; no tuvo tiempo de reaccionar cuando ya la tenĆ­a boca arriba y Ć©l sentĆ”ndose en su pecho con cada rodilla a un lado de su cabeza.

   —¿QuĆ© te pareciĆ³, preciosa? —le dio unas ligeras bofetadas para humillarla.

   Ella solo podĆ­a ver su paquete peligrosamente cerca de su cara. No sabĆ­a quĆ© hacer, pero no tenĆ­a aire para defenderse. DecidiĆ³ esperar a que se aburriera y decidiera hacer algo. La halĆ³ de los cabellos, y le hundiĆ³ los pulgares en los dedos hasta que se quedĆ³ humillada, suplicĆ³ que se detuviera. DespuĆ©s de unos minutos Gerardo decidiĆ³ continuar la lucha.

   VerĆ³nica se puso de pie con pocas energĆ­as y Gerardo reĆ­a porque sabĆ­a que lograba su objetivo. Se tomaron de la cabeza y de forma salvaje Ć©l clavĆ³ la rodilla en el estĆ³mago de la mujer. Ella se encorvĆ³ con un grito y Ć©l la rodeĆ³ y tomĆ³ de la cintura. LanzĆ”ndola hacia atrĆ”s en un suplex . VerĆ³nica cayĆ³ de espaldas y Gerardo dio un giro hacia atrĆ”s quedando sentado sobre sus piernas de manera que quedĆ³ completamente inmovilizada de nuevo. Estaba de espaldas con las piernas a cada lado de su cabeza y Gerardo sentado sobre ellas. VerĆ³nica tratĆ³ de golpearlo en la espalda y las costillas pero no tenĆ­a buena posiciĆ³n y los golpes no eran efectivos.

   Se rindiĆ³ exhausta.

   La tercera caĆ­da era para Gerardo.

   La cuarta ronda iniciĆ³ con ellos forcejeando en posiciĆ³n de rendir al otro, pero finalmente Gerardo la tomĆ³ de un brazo y rodeĆ”ndola con sus piernas que terminaron cruzadas alrededor de su cabeza, comenzĆ³ a aplicar una palanca de la que no tuvo oportunidad de librarse. Con el otro brazo quiso golpearlo para quitarle fuerza pero no tuvo Ć©xito.

   VerĆ³nica necesitaba ganar, entonces con la mano que tenĆ­a libre tomĆ³ su muslo y comenzĆ³ a recorrer su entrepierna buscando hacer algĆŗn daƱo. Pero Gerardo se dio cuenta de las intenciones y comenzĆ³ a aplicar mĆ”s fuerza a su brazo y apretĆ³ mĆ”s fuerte su cabeza. La femenina mano apenas pudo sentir algo blando e inĆŗtilmente tratĆ³ de apretarlo, sin causar dolor suficiente para incomodarlo. No hubo otra opciĆ³n que golpear el piso en rendiciĆ³n.

   Gerardo apretĆ³ mĆ”s su cabeza hasta que gritĆ³ de dolor y asĆ­ la soltĆ³. Aliviada se quedĆ³ en el suelo mientras Gerardo descansaba sonriendo recostado sobre su espalda con las piernas dobladas y abiertas. VerĆ³nica sentĆ­a la cabeza retumbar y su brazo derecho mostraba el dolor del castigo. Se sentĆ­a enojada por haber perdido. Cuando se sentĆ³ vio a Gerardo boca arriba con las piernas abiertas a su lado. LevantĆ³ un poco su cabeza para verla, sonriĆ³. Cuando le dijo que iba a ganar la pelea ella se enfureciĆ³ y le dio un fuerte puƱetazo en el bulto sin preocuparse de la intensidad del golpe. Gerardo gritĆ³ de dolor.

   —¡AAAUUUUUCHHHHH! —Gerardo rodĆ³ a un lado juntando las piernas y poniendo sus manos en su paquete. Respirando rĆ”pidamente mientras se quejaba del golpe bajo y movĆ­a su cuerpo como si estuviera sufriendo convulsiones. Sin dejar de hacer sonidos de dolor.

   VerĆ³nica se riĆ³ empleando un tono burlesco. Se quedĆ³ sentada en el suelo estirando los brazos adoloridos mientras Gerardo se retorcĆ­a, recuperando el aliento y soltando gemidos de dolor de vez en cuando.

   No demorĆ³ en recuperarse y momentos mĆ”s tarde ya estaba de rodillas, con una mano en su paquete, y tratando de respirar normalmente.

   —¿Lista para la Ćŗltima caĆ­da? —preguntĆ³ mientras se sobaba los huevos—. Te voy a ganar.

   La Ćŗltima fase iniciĆ³ y Gerardo se levantĆ³. RĆ”pidamente VerĆ³nica se puso de pie para no quedar en desventaja. Ɖl se acercĆ³ a las cuerdas de ring que tenĆ­a detrĆ”s suyo y se recargĆ³ en ellas con los brazos abiertos. Ella se acercĆ³ y Gerardo tomĆ³ impulso empujĆ”ndose con los talones saliendo disparado hacia ella. Con su antebrazo le golpeĆ³ el pecho, y la mujer adolorida por el golpe cayĆ³ al suelo chillando por sus senos.

   De espaldas en el piso sintiĆ³ el pie de Gerardo que se apoyaba con fuerza en su torso. Cuando abriĆ³ los ojos vio la cara velluda del hombre a centĆ­metros de ella. Le dio un beso en la boca y se echĆ³ hacia atrĆ”s ajustando la erecciĆ³n de su pene.

   Furiosa VerĆ³nica se levantĆ³ y corriĆ³ hacia Gerardo. Lo empujĆ³ con el cuerpo contra las cuerdas y lo abrazĆ³. Con el impulso lo levantĆ³ y lo azotĆ³ contra el piso. Una vez en el suelo lo quiso someter con una llave, pero no logro sujetarlo bien y Gerardo se acomodĆ³ de manera que se apoyĆ³ sobre la mujer para poder ponerse de pie y en el mismo movimiento la cargĆ³. DejĆ”ndola caer de espaldas sobre su muslo en una quebradora que le sacĆ³ el aire y las fuerzas.

   Gerardo apoyĆ³ su mano en su mentĆ³n y la otra en su pierna.

   —Rindete, reina, rindete —le dijo mientras movĆ­a su brazo hacia arriba y abajo en su entrepierna—. EstĆ”s derrotada, cariƱo, eres mĆ­a.

   DespuĆ©s de varios minutos de dolor y gritos femeninos la dejĆ³ caer rodando en el suelo. VerĆ³nica quedĆ³ boca abajo sin ganas de moverse, la espalda le dolĆ­a horrores. De repente sintiĆ³ el peso de Gerardo sobre ella. Se habĆ­a sentado en su espalda baja, y antes de que pudiera reaccionar, ya tenĆ­a los brazos acomodados detrĆ”s de sus rodillas y las manos en su barbilla. El luchador comenzĆ³ a jalar y ella sĆ³lo gritĆ³ despavorida.

   Luego la soltĆ³ y puso los brazos de la mujer detrĆ”s de su espalda. Los comenzĆ³ a halar hacia su cabeza. Los hombros recibĆ­an un castigo doloroso. Luego se sentĆ³ en sus manos y le halĆ³ de los cabellos en una humillaciĆ³n total. La cabeza de VerĆ³nica se estiraba hacĆ­a atrĆ”s y ella trataba de no gritar.

   Entre los halones de cabello y la postura de Gerardo, de pronto sintiĆ³ algo en sus manos, que todavĆ­a tenĆ­a inmovilizadas detrĆ”s de la espalda y debajo del peso de Gerardo. No estaba segura pero era probable que el paquete genital quedĆ³ justo en sus manos. Con cuidado de no desaprovechar la oportunidad esperĆ³ a tener una buena posiciĆ³n y cuando sintiĆ³ de lleno el bulto cerrĆ³ el puƱo atrapando los testĆ­culos.

   El ataque fue un Ć©xito, Gerardo enseguida la soltĆ³ y tratĆ³ de librarse de la garra. Ella no lo soltĆ³ y moviĆ³ su cuerpo. ApretĆ³ lo mĆ”s fuerte que pudo y comenzĆ³ a darle Ć³rdenes mientras gritaba de dolor. SintiĆ³ sus huevos grandes y no tuvo compasiĆ³n.

   Gerardo le querĆ­a pegar, pero cada vez que sentĆ­a que iba a hacer algo, ella apretaba mĆ”s fuerte y sus manos automĆ”ticamente bajaban a su paquete. No supe cuanto tiempo lo tuvo sometido de los testĆ­culos, pero no fue menos de dos minutos. Su voz delataba angustia. Por Ćŗltimo, antes de soltarlo, lo obligĆ³ a ponerse de rodillas y poner sus manos detrĆ”s de su cabeza.

   Con placer morboso, VerĆ³nica estaba encantada de verle la cara de sufrimiento.

   Una vez que estuvo de rodillas y con las manos en la nuca, lo halĆ³ de los testĆ­culos con fuerza. El pobre Gerardo soltĆ³ un grito de dolor y se tumbĆ³ con la cara al suelo agarrĆ”ndose los huevos.

   Con el pie lo empujĆ³ a un lado para molestarlo. Aprovechando que el desafortunado hombre no estaba en la mejor posiciĆ³n lo rematĆ³ con una llave.

   Lo sostuvo de ambos brazos y le pisĆ³ la espalda. DespuĆ©s se sentĆ³ en su espalda y puso las piernas alrededor de su cabeza. Inmovilizando sus muslos con los brazos. Todo su cuerpo se elevĆ³ para quedar completamente estirado. PodĆ­a ver el bulto de Gerardo totalmente expuesto mientras sostenĆ­a sus tobillos en las axilas. No tardĆ³ mucho cuando comenzĆ³ a golpear el piso, rindiĆ©ndose.

   —¿Te rindes? Probrecillo, bebĆ©. ¡Ja, ja, ja!

   Gerardo apenas pudo dar una respuesta afirmativa.

   VerĆ³nica alzĆ³ las manos en seƱal de victoria.

   Gerardo se colocĆ³ de rodillas acariciando su lastimada hombrĆ­a.

   VerĆ³nica disfrutaba el espectĆ”culo de la tortura que le estaba proporcionando el luchador que se cubrĆ­a los huevos.

   DespuĆ©s de dejarlo descansar se acercĆ³ a Ć©l, lo puso de espaldas en el piso, y se sentĆ³ en su pecho viendo hacia sus pies. Gerardo le suplicĆ³ que no le pegara mĆ”s en las bolas. La mujer se quedĆ³ observando la manera en la que el macho llenaba aquella truza blanca.

   La mujer tomĆ³ aquella ropa y la bajĆ³ dejando a la luz la flĆ”cida verga del macho, Ć©ste le preguntĆ³ lo que pretendĆ­a. Pero ella sĆ³lo se inclinĆ³ y la metiĆ³ en su boca. El luchador cerrĆ³ los ojos y gimiĆ³. Con el pene ensalivado este comenzĆ³ a crecer y endurecerse.

   En medio de gemidos y estremecimientos comenzĆ³ a rodearle el glande con sus dedos haciendo un anillo con el pulgar y el Ć­ndice frotĆ”ndolo con el prepucio hasta hacerle gritar de gozo. Su boca se acercĆ³ y su lengua se dispuso a lamer el tronco por los costados hasta que a su mano se le antojĆ³ acariciarlo suavemente de arriba abajo girando la muƱeca.

   Gerardo miraba el culo, torso y cabello de la mujer y gemĆ­a a placer.

   VerĆ³nica usĆ³ su lengua para serpentear en cĆ­rculos hasta introducir la punta en el orificio de la uretra. La descarga elĆ©ctrica que sintiĆ³ se reflejĆ³ en su miembro que cimbreĆ³ en su mano. Le rogĆ³ que se la metiera en la boca ya. Ella no se hizo de rogar y  devorĆ³ la punta succionĆ”ndola contra su paladar.

   Su lengua nunca perdiĆ³ el contacto con toda la longitud, saboreando la hombrĆ­a, que aĆŗn le hacĆ­a doler los testĆ­culos.

   Gimiendo, Gerardo empezĆ³ a mover la cadera con rĆ”pidos movimiento, estaba excitado tocando el cielo ante esa mamada tan magistral. Todo pasĆ³ rĆ”pido, cuando su semen saliĆ³ llenĆ”ndole la boca. Con locura sintiĆ³ que su verga latiĆ³ entre los labios. Se sentĆ­a conplacido a pesar del dolor de cojones, con los mĆŗsculos contraĆ­dos, sintiĆ©ndose bien de como su leche salĆ­a despedida en la caliente cavidad.

   VerĆ³nica se levantĆ³ dejando a la ahora flĆ”cida y morena pija caer contra el abdomen y sin mirar a Gerardo saliĆ³ del ring.

   —Hey, mamacita, mi reina, ven.

   Pero ella nunca volviĆ³ la cabeza ni su cuerpo.

   Gerardo tardĆ³ en reponerse pero logrĆ³ alcanzarla a tiempo de que se fuera del gimnasio. VerĆ³nica se habĆ­a cambiado la ropa de lucha.

   —Mi, reina no te puedes ir asĆ­, ese final estuvo genial. Hagamos otra cita o vayamos a un hotel.

   VerĆ³nica entrecerrĆ³ los ojos pareciendo furiosa. AgarrĆ³ el varonil paquete con ambas manos para asegurarse que los dos testĆ­culos estaban atrapados, luego con una mano los tomĆ³ entrĆ© su pulgar y el dedo indice. Gerardo gimiĆ³ de dolor. Y con una mano hecha un puƱo, la estrellĆ³ de lleno en su paquete.

   Gerardo gritĆ³ perdiendo el foco de la mirada yĆ©ndose al suelo revolcĆ”bdose y sobĆ”ndose los huevos.

   Ella pasĆ³ por su lado y abandonĆ³ la estancia.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages