Apuesta tus huevos (3/5): Prueba de resistencia - Las Bolas de Pablo

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25 ago 2019

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Apuesta tus huevos (3/5): Prueba de resistencia

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Braulio plasmó un tres, DomĆ©nico graficó un dos y Guido marcó un siete.

   ā€“La cinta de correr es mĆ­a –anunció y saltó sobre ella.

   Los otros dos se subieron a las bicicletas.

   ā€“Bueno, solo necesita presionar Iniciar en la pantalla –explicó Braulio–. Pero hay que mantener el ritmo. He configurado los dispositivos para que suenen cuando uno de nosotros se mueva lento. De hacerlo pierde automĆ”ticamente.

   ā€“EstĆ” bien. ĀæEstĆ”n listo? Entonces... Ā”vamos!

   Los tres presionaron el botón verde en la pantalla y los dispositivos comenzaron a moverse. Guido no necesitaba correr demasiado rĆ”pido para seguir el ritmo de la mĆ”quina; estaba acostumbrado a trotar.
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   Y asĆ­ miró a sus amigos. DomĆ©nico luchaba con su no acorde vestuario, los mĆŗsculos de sus piernas se mostraban bien. Casi pensó que de vez en cuando veĆ­a el contorno de su polla en su jeans. El pantalón de Braulio estaba un poco mĆ”s flojo y no dejaba que nada se notara.

   Y asĆ­ se pasearon y corrieron relajados por un rato. Durante los primeros dos o tres minutos no hablaron, luego Braulio rompió el silencio.

   ā€“Es divertido entrenar con ustedes.

   ā€“Por supuesto que lo disfrutas. No tienes ningĆŗn golpe en las bolas hasta ahora.

   ā€“TendrĆ”s tu momento. No hay prisa. ĀæTodavĆ­a te duele mucho, DomĆ©nico?

   ā€“Me siento como nuevo —anunció el joven alegremente. Ya habĆ­an pasado quince minutos desde que habĆ­a tenido el Ćŗltimo golpe en sus huevos–. Pero puedo imaginar que las de Guido duelen un poco mĆ”s...

   ā€”SĆ­, maldita sea. Oh, apenas las siento.

   Los minutos pasaron, y aunque Guido sintió el calor en los mĆŗsculos de su pierna de forma lenta pero segura, estaba bien. 

   Ninguno de ellos parecĆ­a estar sin aliento todavĆ­a.

   ā€“Esto podrĆ­a ser una ronda larga —remarcó Guido.

   ā€“DeberĆ­a ser bueno para todos, Āæverdad? Especialmente para ti, DomĆ©nico, que prefieres los ejercicios de resistencia.

   Pero DomĆ©nico no respondió y solo miró hacia adelante. Braulio y Guido intercambiaron miradas de sorpresa, pero no dijeron nada.


   Pasaron 5 minutos, y poco despuĆ©s se enteraron de la razón del silencio de DomĆ©nico.

   ā€“Joder, tengo que ir al baƱo –anunció dĆ©bilmente.

   ā€“ĀæAhora? –se rió Braulio—. ĀæNo puedes resistir?

   ā€“Normalmente puedo resistir por horas pero si en medio de esto hay golpes dolorosos no puedo aguantar mucho.

   ā€“Eres fuerte, DomĆ©nico. Si vas ahora, pierdes. Es lo mismo que rendirse.

   ā€“Lo sĆ© –siseó con los dientes apretados.

   ā€“Y si pierdes tenlo por seguro que te las reventarĆ© –amenazó Braulio–. Aguanta. Por bondad a tu entrepierna.

   DomĆ©nico suspiró inquieto.

   ā€“Si puedes hacerlo, tienes que soportar las ganas de mear, asĆ­ pondrĆ”s tus huevos a salvo –objetó Guido–, si ya estĆ”s cansado... bueno, sabes lo que pasa entonces.

   DomĆ©nico suspiró y siguió corriendo. Cuando Guido lo miró, se dio cuenta de lo tenso que estaba. En la parte superior de su cuerpo desnudo ya tenĆ­a leves manchas de sudor.

   Y asĆ­ pasaron otros tres minutos.

   ā€“ĀæEstĆ”s bien, Braulio? –preguntó Guido.

   ā€“Super. PodrĆ­a correr mĆ”s tiempo...ĀæY tĆŗ?

   ā€“TambiĆ©n.

   Ambos se volvieron maliciosamente hacia DomĆ©nico, que no les devolvió la mirada, sino que siguió mirando al frente.

   ā€“No serĆ­a tan malo si el entrenamiento sigue siendo media hora. O una hora. Tanto mejor para nuestros mĆŗsculos, Āæverdad?

   ā€“Definitivamente.

   ā€“Especialmente porque los tres somos muy persistentes. Especialmente DomĆ©nico. Sus carreras de resistencia son de entrenamiento óptimo. EstarĆ” feliz de poder forzar nuestros mĆŗsculos durante horas y horas.

   Sin otra palabra, DomĆ©nico frenó bruscamente y saltó de su bicicleta. Casi tropezó, y tan pronto como estuvo de pie salió corriendo de la sala.

   Braulio y Guido se sonrieron el uno al otro.

   ā€“Pobre de Ć©l.

   ā€“Realmente no podemos seguir durante media hora, Āæverdad? Ya no puedo mĆ”s —jadeó Braulio.

   ā€“Estoy agotado, tambiĆ©n. Pero podemos saber quien es el ganador.

   ā€“Te dejarĆ© ganar –admitió Braulio con un guiƱo tambiĆ©n se ralentizó–...Si nuestro amigo no hubiera necesitado ir al baƱo, probablemente habrĆ­a perdido. Pero mis huevos permanecen intactos, eso es lo mĆ”s importante, Āæverdad?

   ā€“Si tĆŗ lo dices.

   Un minuto despuĆ©s, Guido disminuyó la velocidad y apagó la mĆ”quina de correr satisfecho. Tan pronto como se bajó, DomĆ©nico irrumpió de nuevo, muy aliviado, y los miró sorprendido.

   ā€“PensĆ© que querĆ­an continuar por horas.

   ā€“No querĆ­amos mantener tus huevos esperando tanto tiempo para el golpe –se rió Braulio.

   DomĆ©nico suspiró. —¿AsĆ­ que Guido ganó?

   ā€“SĆ­.
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   Braulio, cuya camiseta estaba sudada por el ejercicio en bicicleta, decidió quitĆ”rsela. Guido lo miró de reojo y se encontró con un torso ancho y musculoso. Ahora solo tenĆ­a su short.

   Con un poco de esfuerzo, Braulio hundió el pie entre las piernas de DomĆ©nico. Un sonido sordo hizo eco en la habitación, y DomĆ©nico se estremeció.

   Braulio se rió dejando el campo a Guido. Mientras DomĆ©nico retrocedĆ­a, con las piernas abiertas y los ojos parpadeando, Guido caminó a su alrededor.

   ā€“Mientras tanto, podrĆ­as hacernos el favor y quitarte la ropa –sugirió Guido–. ĀæDe quĆ© te sirve? Como una trampa para el sudor, no es bueno, y tus huevos adoloridos tienen que desear un poco de aire.

   ā€“EstĆ” bien. La próxima vez que pierda, me quitarĆ© los pantalones –juró DomĆ©nico–. Y seguirĆ© entrenando desnudo.

   ā€“ĀæNo tienes calzoncillos?

   ā€“No.

   ā€“Uh, caliente. Vamos a eso.

   Con aquellas palabras Guido, que estaba detrĆ”s de DomĆ©nico, dejó que su pie saltara hacia adelante y lo pateó entre sus piernas. DomĆ©nico, que no lo vió venir, aulló y saltó.

   ā€“Chico, mis pobres cojones.

   ā€“Muy buena patada –coincidió Braulio–. ĀæPuedes poner un poco mĆ”s de fuerza y ​​poder? Se ve demoledora, pero das para mĆ”s.

   ā€”Lo intentarĆ©.

   ā€“ĀæEn quĆ© clase de apuesta me metĆ­? –lloriqueó DomĆ©nico. DespuĆ©s de medio minuto temblando y arrodillado, se enderezó y abrió las piernas.

   Antes de que pudiera reaccionar, Guido metió el pie entre su paquete. Esta vez gritó fuerte y se fue al suelo.

   ā€“Ā”Muy bien! –aclamó Braulio dĆ”ndole un breve y amistoso abrazo.

   Unos minutos mĆ”s tarde, DomĆ©nico, con el dolor procesado hasta el momento, pudo sentarse junto a sus amigos.

   ā€“Ha sido un gran ejercicio hasta ahora –comentó Braulio–. Mis mĆŗsculos se sienten tonificados.

   ā€“Si, a excepción de tres patadas en las bolas, tambiĆ©n me gustó –confesó Guido.

   ā€“Es divertido con ustedes –se rió DomĆ©nico–. Aunque un poco... incómodo.
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   Guido se rascó la oreja. –Nos queda toda la tarde –era el Ćŗnico completamente vestido, y todavĆ­a no sentĆ­a necesidad de desvestirse; Su camisa le habĆ­a servido para atrapar el sudor–. Pueden elegir la siguiente ronda.

   ā€“ĀæQuĆ© no hemos hecho todavĆ­a? —DomĆ©nico miró alrededor, y sus ojos se posaron en el saco de boxeo–. Lo sĆ©. Lucharemos contra la pera de box, ronda por ronda. El que dure mĆ”s tiempo gana.

   ā€“EstĆ” bien. Suena factible.

   ā€“ĀæY cuĆ”l es el castigo?

   ā€“Bueno... –DomĆ©nico sonrió maliciosamente–. El perdedor debe, ademĆ”s de las patadas, servir como saco de boxeo. Durante diez... no, treinta segundos, el ganador puede golpearlo tan duro como pueda.

   ā€“ĀæMierda, en serio?–se rió Guido, y los ojos de Braulio se abrieron de sorpresa.

   ā€“Realmente quieres destruir tus huevos hoy, hermano, Āæverdad?

   ā€“Quiero ponerme al dĆ­a contigo –contradijo Ć©l—. Me siento en forma pero caminar me duele. Estoy preparado.

   ā€“Tu decisión. Tres golpes en treinta segundos a los huevos.

   ā€“AsĆ­ debe ser y sin embargo los pantalones ofrecerĆ”n protección al perdedor.

   ā€“Ā”No importa, vamos a verte continuar tu racha de pĆ©rdidas!

   Braulio tomó los guantes de boxeo y se acercó al saco de box. –Uno tiene que sostenerlo desde el otro lado, y el tercero toma el tiempo. ĀæQuiĆ©n quiere empezar?

   Se miraron con incertidumbre, asĆ­ que Braulio suspiró. –EstĆ” bien. Dejemos que las cartas decidan de nuevo. El nĆŗmero mĆ”s alto primero, luego el medio y asĆ­.

  Del 1 al 6 Braulio plasmó un cinco, DomĆ©nico cuatro y Guido tres.

   ā€“EstĆ” bien, chicos. Ā”Y no hagan trampa, a tiempo completo por favor!

   ā€“Nunca lo harĆ­a –sonrió DomĆ©nico y agarró su telĆ©fono celular.

   Guido sostuvo el saco firmemente del otro lado y miró a Braulio, quien, con su torso desnudo y brazos fuertes se plasmó delante de Ć©l.

   ā€“Listo... Ā”vamos!

   Braulio comenzó a patear. Guido habĆ­a olvidado cuĆ”nta fuerza era capaz de hacer, y tuvo que hacer un esfuerzo para no rendirse y sostener la bolsa.

   ā€“Wow, no quieres tener esos puƱos en tus huevos –se rió DomĆ©nico–. Diez segundos. Ā”Quince! Ā”Bien!

   Braulio se quedó mirando fijamente el saco, dejando que su puƱo golpeara una y otra vez, incansable e infaliblemente. Una sacudida atravesó el saco, y Guido no pudo evitar imaginar que esos golpes irĆ­an a su escroto si no hacĆ­a un esfuerzo.

   ā€“Ā”Cincuenta segundos! Y... Ā”sesenta!

   Vio cómo se habĆ­a formado una pelĆ­cula de sudor en el hombro de Braulio, pero el hombre no querĆ­a cansarse y siguió golpeando, sin darse por vencido.

   ā€“Ā”Noventa segundos! Eres genial.

   El indefenso Guido se quedó allĆ­ y se apoyó contra Ć©l, aunque deseó que Braulio se relajara. Admiró a DomĆ©nico por su espĆ­ritu de equipo, a pesar del sufrimiento que ya habĆ­a tenido y la certeza de que sus propios huevos estaban en veremos.

   Entonces, de repente, Braulio se detuvo sin inmutarse y se puso las manos en las rodillas, jadeando.

   ā€”Ciento veintitrĆ©s segundos. Gran rendimiento.

   ā€“Gracias –asintió con la cabeza a DomĆ©nico, que se habĆ­a levantado de un salto y se acercó al saco–. Guido, ĀætodavĆ­a quieres bloquear o medir el tiempo?

   ā€“Medir –respondió, agarrando el telĆ©fono rĆ”pidamente mientras los dos amigos con el torso desnudo se alineaban. DomĆ©nico se puso los guantes.

   El joven empezó a golpear la pera de boxeo.

   ā€“Veinticinco. ĀæLo estĆ”s haciendo bien, DomĆ©nico?

   ā€“Con placer –exclamó, sin dejar de golpear con concentración. Los segundos pasaron, y pronto fueron cincuenta, sesenta, setenta.

   ā€“En poco tiempo, Ā”y habrĆ”s superado a Braulio! –respondió Guido–. Muy bien... noventa segundos... y noventa y cinco, y cien...

   Secretamente, le molestaba que DomĆ©nico tuviera tanto Ć©xito; eso harĆ­a que fuese mĆ”s difĆ­cil para Ć©l superar el tiempo mĆ­nimo. Realmente no anhelaba que uno de sus compaƱeros apuƱalara sus bolas despuĆ©s.

   ā€“Ā”Ciento veinticinco! Genial. Ā”Sigue asĆ­!

   A las ciento treinta, DomĆ©nico finalmente se rindió y se dejó caer de rodillas, exhausto pero sonriendo alegremente. –Es uno de ustedes –dijo.

   Braulio y Guido intercambiaron una mirada hostil; Braulio Chacón ahora tenĆ­a que temer por primera vez que sus propios huevos fueran golpeados.

   DomĆ©nico se levantó al otro lado del saco, y Guido se colocó nerviosamente los guantes, que parecĆ­an gruesos y protectores de sus deslgados dedos. Muy diferente a su escroto; que estaba suave y desprotegido si uno de sus amigos lo golpeara de inmediato.

   ā€“Ok, ĀæestĆ”s listo? –preguntó DomĆ©nico.

   Con todas sus fuerzas, golpeó el saco y dejó todo su poder para Ć©l. Pero sus brazos aĆŗn estaban cansados ​​de los ejercicios anteriores, y sintió que sus golpes se debilitaban despuĆ©s de solo treinta segundos.

   ā€“Vamos. Ā”No te quedes inerte, enclenque! Ā”Golpealo! –motivó DomĆ©nico–. No te debilites o perderĆ”s pronto. Ā”Cuarenta y cinco!

   Dio toda su fuerza y ​​golpeó la bolsa de manera implacable, y durante unos segundos tuvo Ć©xito. Pero se dio cuenta que gastaba toda su reserva de energĆ­a.

   ā€“Ochenta, Guido, vamos... ochenta y cinco...

   Pero Ć©l negó con la cabeza y dejó caer los brazos. Sus amigos comenzaron a animar.

   ā€“Ochenta y siete segundos. Bueno. No estĆ” mal, pero no lo suficiente –comentó DomĆ©nico.

   Abatido, Guido se quitó los guantes y se paró frente a Ć©l. Dejó que sus piernas tomaran distancia.

   Braulio se detuvo ante Ć©l y con el pie comenzó a tantear su objetivo.

   ā€“No hagas eso.

   ā€“Tienes razón –retiró el pie pero lo chocó con fuerza en sus bolas. Guido se estremeció cuando el dolor se sintió en sus partes y subió a su estómago, luego se encogió.

   ā€“Patada limpia, Braulio.

   ā€“Gracias. QuĆ© bueno que nuestro amigo nos enseƱe cómo realmente se debe patear una pelota.

   DespuĆ©s de eso, DomĆ©nico se le acercó y dejó que su mirada vagara hacia Ć©l con gusto.

   ā€“ĀæEstĆ”s seguro de que ni siquiera quieres deshacerte de tus pantalones? –preguntó–. O tu camiseta. AĆŗn no te has quitado nada, siempre hablas de eso. Probablemente solo perdiste porque sudaste y no autoregulaste.

   ā€“La próxima vez que pierda, me quitarĆ© los pantalones –prometió.
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   ā€“ĀæSolo los pantalones? QuĆ© pena –con eso, dejó que su rodilla derecha se conectara. Aunque golpeó sólo su polla, pero el toque todavĆ­a fue doloroso y lo hizo estremecerse.

   ā€“Oh, Āæte lastimĆ©?

   Ahora dio un paso adelante con su rodilla derecha y fue, mĆ”s violento que el otro, entrando en su entrepierna, un poco mĆ”s abajo que antes, para que se encontrara exactamente con sus huevos. Guido dejó escapar un gemido silencioso cuando el dolor ardiente se extendió por su abdomen.

   ā€”Ā”Treinta segundos! —se rió Braulio.

   DomĆ©nico asintió y se arrodilló frente a Guido.

   Guido se mordió el labio. DomĆ©nico chasqueó los dedos con anticipación y luego hizo un gesto de asentimiento a Braulio.

   ā€“En tus marcas, listo... Ā”vamos!

   Se habĆ­a asestado al primer golpe, pero fue fuera de objetivo. Guido dio un respingo y se enderezó cuando el puƱo de DomĆ©nico lo golpeó. Los golpes en sĆ­ mismos eran mucho mĆ”s suaves que las patadas anteriores, y con frecuencia no daba en el blanco pero a veces aplastaba sus pelotas, lo que hizo que se retorciera y se estremeciera tan pronto como el dolor le atravesaba. Su cuerpo se contrajo.

   ā€“Ā”Medio tiempo, otros quince segundos!

   Los segundos se alargaron. DomĆ©nico se concentró, sin distraerse siguió anotando golpes en sus cojones. El dolor aumentaba cada vez mĆ”s. Ciertamente golpeó tres o cuatro veces por segundo.

   ā€“Ā”Cinco segundos!

   AlentĆ”ndose con las palabras, DomĆ©nico hizo que sus golpes fueran aĆŗn mĆ”s firmes y poderosos, hundiendo sus nudillos mĆ”s profundamente y con mĆ”s violencia en la entrepierna de Guido para que sus bolas se clavaran en su cuerpo una y otra vez.

   ā€“Ā”Y para!

   Guido se dejó caer al suelo y se acostó, su abdomen era un horno de dolor, se lamentó sin prestar atención a sus compaƱeros.

   ā€“Ā”Eso fue increĆ­ble, DomĆ©nico! Ā”Buen trabajo! Golpes violentos, muy uniformes y duraderos...

   ā€“Gracias! Ā”Fue divertido! –se rió alegremente.

   ā€“No deseo ser el cuerpo de Guido ahora.

   ā€“Yo tampoco.

   Guido soltó un gruƱido profundo y se metió la mano en los pantalones para masajear sus bolas.

   Pasaron varios minutos, en los que Guido sufrió el dolor, mientras sus compaƱeros charlaban alegremente. La voz de DomĆ©nico sonaba apagada, y seguĆ­a probĆ”ndose los pantalones ajustados, era obvio que todavĆ­a estaba sufriendo el dolor de la patada anterior. Pero Guido tuvo la peor parte y se sintió feliz cuando estuvo lo suficientemente en forma para reunirse con sus dos amigos nuevamente.

   ā€“ĀæTodo bien? –preguntó Braulio–. ĀæAmbos estĆ”n en forma para mĆ”s?

   ā€“Por completo –asintió DomĆ©nico.

   ā€“Absolutamente –coincidió Guido–. Ahora quiero vengarme tambiĆ©n. Y quiero verte sufrir, Braulio.

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