Revision de bolas con el urólogo (1/5): la erección - Las Bolas de Pablo

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28 ago 2019

Revision de bolas con el urólogo (1/5): la erección

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Farid y Bastian llegaron al consultorio de urología. Las paredes y los muebles eran blancos. Junto a ellos estaba el especialista en la rama.

   Era un hombre de tez morena y cuerpo muy fuerte, vestía una bata blanca.

   —Va a ser divertido —sonrió aquel hombre llamado Mateo.

   Farid y Bastian se rieron.

   —Voy a decirle al muchacho que entre —indicó Bastian. Se acercó a la puerta y llamó a Pablo.

   El rubio ingresó a la oficina y estrechó la mano del especialista en testículos. La razón de aquella cita era porque Bastian dijo que necesitaba conocer el estado de los genitales de los miembros del grupo pero también quería que la revisión de huevos tuviera una caliente dosis de ballbusting.

   —Por favor, quítate el pantalón, Pablo.

   El rubio asintió y se quitó los zapatos, jeans y calzoncillos hasta quedar desnudo. Sus bonitas y grandes bolas colgaban debajo de una poderosa erección que surgió mientras se quitaba el vestuario.

   Mateo se agachó frente a su paciente para que sus ojos estuvieran a nivel con la polla rígida de Pablo.

   —Mmmm —asintió Mateo  y empujó la polla de Pablo con su dedo índice. Ésta se retorció y golpeó el vientre de Pablo. El médico se enderezó—. Al parecer tenemos un buen estado. Muy sano todo. Siéntate en esta silla, por favor —señaló la silla ginecológica al centro de la habitación.

   Mientras Pablo se sentaba, Mateo se colocó unos guantes de goma.

   Las piernas de Pablo estaban separadas con las rodillas apoyadas por los accesorios de la silla. Sus huevos regordetes colgaban en su saco mientras su orgullosa verga apuntaba al techo.

   Mateo agarró un taburete y se sentó entre las piernas de Pablo.

   —Veamos... —Mateo agarró el amplio escroto de Pablo con ambas manos y rodó las preciosas esferas entre sus dedos. Luego tiró de su saco, ligeramente al principio, luego con más fuerza.

   Pablo gimió.

   Ahora Mateo agarró las bolas de Pablo con su puño derecho y las apretó con fuerza.

   Pablo chilló y su polla se crispó violentamente.

   La cabeza de Mateo se alzó y miró a Pablo a la cara. —¿Todo bien?

   —Sí —susurró Pablo.

   —Bien —sonrió Mateo y le dio a las bolas de Pablo otro fuerte apretón, haciéndolo gritar de nuevo.

   Mateo apretó el puño y lo levantó para que Pablo pudiera anticipar su próximo movimiento.


   Pablo palideció. —Qué...

   —Lo siento —sonrió el urólogo y golpeó los huevos de Pablo con fuerza.

   Pablo gimió ruidosamente.

   Mateo volvió a golpear los huevos de Pablo, torturando a ambos, sus nudillos se hundieron en ellos, atrapando las dos bolas entre su puño y el propio cuerpo de Pablo.

   —Ay —gimió Pablo con voz ronca.

   El tercer golpe fue aún más duro, Mateo giró el puño para que sus nudillos apretaran las bolas de Pablo en su entrepierna, moliéndolas.

   El paciente tosió.

   —Oh, eso me lastimó el puño —Mateo hizo una mueca y se frotó las manos. Miró la polla de Pablo que todavía tenía su erección y brillaba con pre-semen. Sonrió y sacudió la cabeza.

   Los ojos de Pablo estaban cerrados y gemía ruidosamente. Abrió los ojos y miró al doctor con una expresión dolorosa en su rostro. —¿Hemos terminado? —susurró.

   Mateo asintió con la cabeza, haciendo que Pablo volviera a cerrar los ojos aliviado.

   —Ya terminamos... con el apretón. Pero tu erección sigue ahí.

   Pablo asintió débilmente.

   —Levántate, por favor —sonrió Mateo y se quitó los guantes de goma.

   —Sí, doctor —gimió Pablo y se levantó de la silla—. ¿Por qué quiere bajar mi erección?

   —Agarra tu miembro, por favor —dijo Mateo—. No quiero lastimarlo.

   Pablo asintió y agarró su polla rígida, todavía esperando una respuesta.

   —Ahora abre las piernas, por favor.

   Pablo cumplió. Sus amplios huevos colgaban entre sus piernas.

   —Bueno.
  
   Sin previo aviso, Mateo puso su rodilla en la entrepierna de Pablo, aplastó sus huevos con su rótula y envió a Pablo al piso gritando de dolor.

   Mateo esperó unos momentos y miró a su paciente. —¿Cómo se sintió eso? —preguntó cuando los gritos de Pablo se habían calmado.

   Pablo tosió. —Bien —tosió de nuevo y se incorporó—. Muy bien —gimió.

   Mateo chasqueó la lengua. —Pablo. Puedo ver tu erección todavía. Para hacer tu correcta revisión de genitales tu pene debe estar flácido.

   Pablo gimió.

   —Vuelve a la silla, por favor —sonrió Mateo.

   Pablo se subió lentamente a la silla y puso las piernas en los soportes, dejando su equipo genital vulnerable a las manipulaciones de Mateo.

   El médico dio un paso atrás y miró la entrepierna expuesta de Pablo.

   El rubio respiraba con dificultad.

   Luego, con un rápido comienzo de carrera, Mateo envió su pie contra la entrepierna abierta de su paciente, atrapando ambos huevos perfectamente y aplastándolos con fuerza.

   Pablo dejó escapar un grito espeluznante y juntó las piernas. Su polla dura como el fierro sobresalía al frente mientras su pobre testículo derecho estaba encajado entre sus muslos y su bola izquierda sobresalía entre sus nalgas.

   Sin dejar pasar ninguna oportunidad, Mateo sonrió y lanzó una patada a la bola izquierda de Pablo. La punta de su zapato chocó a profundidad y con dureza en el frágil órgano reproductor.

   El grito de Pablo fue interrumpido y miró a Mateo con una expresión incrédula, sus cejas se alzaron y sus ojos perdieron el foco.

   Mateo pateó la bola izquierda atrapada de Pablo nuevamente, una vez más anotó un golpe directo. Llenando de lágrimas los ojos de Pablo.

   Miró la erección del paciente y como empezaba a desinflarse. Asintió con la cabeza y apuntó una tercera patada fuerte a la pobre pelota de Pablo.

   En el momento en que su zapato hizo contacto, supo que su terapia fue exitosa.

   Pablo gritó con voz ronca, luchó por levantarse de la silla y se desplomó en el suelo. Se acurrucó en forma fetal con las manos acariciando sus testículos agonizantes y su polla ahora encogida.

   Mateo sonrió. Se agachó ante Pablo observando y palpando sus genitales. Se enderezó y tomó un lápiz y un bloc de notas de los bolsillos de su bata blanca y garabateó algo en él mientras Pablo gemía y gemía en el suelo.

   —Aquí está tu prescripción —le dijo a Pablo—. Si tienes algún problema, vuelve a venir...

   —Mmmmmmm —gimió Pablo.

   Bastian se acercó a su sobrino y apoyó una mano en su hombro preguntándole como se sentía.

   Pablo gimió y dió una respuesta afirmativa.

   Bastian se alzó de nuevo y entabló con el especialista una conversación acerca del buen estado de salud genital en Pablo.

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