Apuesta tus huevos (4/5) - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

26 sept 2019

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Apuesta tus huevos (4/5)

   ā€”ĀæQuĆ© vas a proponer ahora, Guido?

   Ya habĆ­an probado muchos ejercicios, y Guido sabĆ­a que podĆ­a seguir entrenando duro. Sus ojos se posaron en uno de los bancos de pesas en la esquina.
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   ā€”Levantar pesas. El que haga mĆ”s gana.

   ā€”Quieres dejarme ganar de nuevo, con todos los mĆŗsculos que tengo —bromeó Braulio con entusiasmo.

   ā€”Tus brazos eventualmente tendrĆ”n que relajarse. SĆ­, me gustan las pesas.

   ā€”De acuerdo. ĀæEntonces siempre agregaremos un peso mĆ”s hasta que uno no pueda levantarla?

   ā€”Exactamente.

   ā€”ĀæY cuĆ”l es el castigo?

   ā€”Bueno. Como queremos levantar pesas, sugerirĆ­a... el perdedor tiene que acostarse en el suelo y luego recibir la cantidad de pesas en las bolas, que el ganador haya podido subir.

   ā€”ĀæEn serio?

   ā€”SĆ­.

   Huvo un breve silencio.

   ā€”ĀæSabes que puedo levantar fĆ”cilmente cuarenta kilos?

   ā€”SĆ­.

   ā€”De acuerdo. Son tus huevos los que serĆ”n aplastados, de eso estoy completamente seguro.

   ā€”TambiĆ©n quieres dejar que Braulio gane todo el tiempo —dijo DomĆ©nico, sacudiendo la cabeza mientras caminaban hacia el banco de pesas.

   ā€”Oye, me golpeaste cruelmente las bolas.

   ā€”ĀæY ahora quieres vengarte de mĆ­ otra vez? ĀæNo deberĆ­amos ver a Braulio ser fauleado?

   Guido no respondió; seguĆ­a enojado con DomĆ©nico y las palizas que habĆ­a recibido.

   ā€”SerĆ© yo el primero en comenzar —sugirió Braulio.

   ā€”Adelante.

   Se acostó en el banco mientras los otros dos montaron la barra por encima de Ć©l. —¿Cómo prefieres comenzar?

   ā€”DeberĆ­an ser diez o veinte kilos.

   ā€”Diez en cada lado —asintió Guido—. Muy bien, muĆ©stranos lo que tienes.

   Braulio no se hizo esperar. Agarró la manija delgada con mancuernas que se cernĆ­a sobre su cuerpo, y la levantó antes de volver a bajarla suavemente.

   ā€”Nada mĆ”s fĆ”cil que esto.

   ā€”EstĆ” bien. En incrementos de diez, Āæverdad? Entonces en ambos lados cinco subimos a... Treinta kilos.

   ā€”La barra en sĆ­ pesa dos kilos, pero no importa —respondió Braulio.

   ā€”EstĆ” bien, treinta y dos, entonces —dio un paso atrĆ”s despuĆ©s de colocar el nuevo peso. Una vez mĆ”s, Braulio pudo levantarla con un pequeƱo esfuerzo. Soltó un profundo suspiro mientras levantaba los brazos y luego los bajó de nuevo.

   ā€”Bueno. Cuarenta. Cuarenta y dos... O lo que sea.
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   Esta vez, Braulio tuvo muchos problemas, pero pudo levantar la pĆ©rtiga nuevamente.

   ā€”Cincuenta y dos kilos —dijo DomĆ©nico, cuando Braulio logró levantar la pesa despuĆ©s de varios segundos con evidente esfuerzo, pero con orgullo.

   ā€”No puedes hacer mĆ”s, Āæverdad? No queremos sobrecargar demasiado las huevas del perdedor.

   ā€”SĆ­, agrega cinco mĆ”s.

   IncrĆ©dulos, DomĆ©nico y Guido intercambiaron miradas, pero agregaron otros cinco pesos. Una vez mĆ”s, Braulio logró levantarlo, aunque parecĆ­a un poco agotado.

   ā€”EstĆ” bien. Eso es suficiente para mĆ­ —concluyó—. Ahora ustedes.

   ā€”Voy primero —anunció Guido. No querĆ­a volver atrĆ”s y fracasar, incluso si sus brazos no tuvieran tiempo para relajarse porque le dolĆ­an. Se sintió un poco mareado mientras yacĆ­a en el banco, con la barra por encima de Ć©l.

   ā€”ĀæCon quĆ© quieres comenzar? ĀæDeberĆ­amos comenzar con veinte y aumentar lentamente, o quieres medirte directamente contra las cincuenta y siete que tenĆ­a? —preguntó Braulio desafiante.

   ā€”Apenas estoy intentando subir esta —asintió Guido. Con manos temblorosas, agarró la barra hasta que sus dedos sudorosos quedaron firmemente en ella, luego la empujó hacia arriba.

   Presionó y presionó, pero la barra simplemente no se movió. Pudo levantarla unos centĆ­metros, pero no podĆ­a empujar sus brazos con el peso sobre Ć©l, por mucho que le quemaran los mĆŗsculos.

   ā€”Maldición —suspiró—. Baja de peso.

   ā€”Con mucho gusto.

   Cogió los cincuenta y dos kilos, pero se percató que estuvo a punto de levantar la barra.

   ā€”Unos menos —se rió nerviosamente.

   Finalmente pudo levantar los cuarenta y siete kilos, con un poco de esfuerzo. Con orgullo la sostuvo en alto por varios segundos antes de dejar que se cayera nuevamente.

   ā€”Bien hecho.
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   ā€”SĆ­. Ahora dĆ©jame superarte —dijo DomĆ©nico, tomando asiento mientras Guido sentĆ­a que le adormecĆ­an los mĆŗsculos del brazo.

   Divertidos, ambos vieron como DomĆ©nico luchaba, dejando que los mĆŗsculos de su pecho y brazo sobresalieran, pero la barra apenas quiso moverse.

   ā€”Casi —murmuró—. Maldita sea.

   ā€”Si no puedes levantar el peso, perderĆ”s. Pero puede bajar de kilos hasta que la levantes —dijo Guido—. Queremos estimular a los mĆ”s dĆ©biles del grupo.
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   ā€”Por supuesto —afirmó Braulio, quitando graciosamente uno de los pesos; DomĆ©nico pudo levantarla con los dientes apretados.

   ā€”No te regocijes demasiado pronto, la verdadera diversión viene ahora —sonrió Guido.

   DomĆ©nico asintió con tristeza y salió del banco; se puso de pie nuevamente frente a ellos. —Como dije, prefiero la resistencia y la disciplina...

   ā€”Y ya nos has demostrado las fortalezas, sĆ­, —interrumpió Braulio entre risas—. Supongo que no estĆ” de mĆ”s decir que eres el perdedor mĆ”s grande hasta ahora.

   DomĆ©nico se sonrojó y comenzó a separar las piernas. —Vamos, muĆ©strame lo que puedes hacer...

   Braulio ya querĆ­a acercarse a Ć©l, pero Guido lo agarró por el hombro. —Espera. Debe dejar caer su pantalón.

   ā€”Ā”Oh, sĆ­! —Braulio asintió—. AsĆ­ serĆ” mucho mĆ”s fĆ”cil apuntar. Y dejar caer las pesas sobre sus huevos desnudos en lugar del pantalón... serĆ” increĆ­ble.

   DomĆ©nico apretó los dientes. —Mierda. PensĆ© que lo olvidarĆ­as...

   ā€”Nunca. Ā”Ahora deshazte de eso! —ordenó Guido sonriendo.

   Vieron cómo DomĆ©nico se bajaba la ropa a regaƱadientes, dejando al descubierto una verga mediocre y flĆ”cida y dos hermosos huevos redondos y colgantes.

   ā€”Bien —comentó Guido—. Finalmente veremos como te conviertes en DomĆ©nica.

   ā€”ĀæPor quĆ© no tienes los calzoncillos puestos? —preguntó Braulio.

   DomĆ©nico se encogió de hombros, sus mejillas se sonrojaron, y cruzó los brazos sobre el pubis expuesto. —Creo que me gusta cuando los huevos tienen cierta libertad para colgar, especialmente mientras haces ejercicio.

   ā€”Bueno, realmente tienen suficiente libertad ahora —se rió Braulio.

   ā€”Pero solo hasta que sean aplastados bajo las pesas —acotó Guido.

   ā€”Oh, cierto.

   ā€”EstĆ” bien —Braulio hizo un gesto hacia DomĆ©nico, que ahora estaba parado frente a ellos, desnudo y con el ceƱo fruncido.
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   ā€”Manos fuera de las huevitas —le dijo Guido—. Las bonitas piernas separadas... sĆ­, muy chic —satisfecho, miró la polla caĆ­da de DomĆ©nico y sus huevos colgantes. Apretó la mano en un puƱo y los clavó con fuerza en los huevos.

   ā€”Ā”Ouuuhhhh! —gritó DomĆ©nico acurrucĆ”ndose. Respiró hondo y abrió las piernas de nuevo. Braulio se le acercó. Con algo de impulso, subió el pie a las joyas de DomĆ©nico.

   DomĆ©nico abrió la boca con un grito mudo y la volvió a cerrar. Antes de que pudiera decir algo, Braulio echó el pie hacia atrĆ”s y pateó una vez mĆ”s, incluso mĆ”s fuerte que antes. Guido vitoreó internamente cuando escuchó el sonido frĆ­o que golpeó el pie de Braulio contra la bolsa de bolas.

   ā€”SĆ­, realmente se puede apuntar mejor ahora —dijo complacido.

   ā€”Impresionante —asintió Guido—. Muy bien.

   Vieron a DomĆ©nico retorcerse y se sirvieron un vaso de agua. Cuando pudo pararse, le seƱalaron el banco de pesas.

   ā€”Ponte cómodo.

   DomĆ©nico trotó hacia el banco y Guido no pudo resistirse a golpear su trasero con la mano.

   Mientras yacĆ­a boca arriba, como si quisiera levantar la barra de nuevo, Braulio y Guido se pararon junto a Ć©l.

   ā€”Hagamos esto de inmediato.

   ā€”Bueno, bueno, alguien tiene prisa. Pero no terminarĆ” muy pronto, queremos tener algo de placer con esto... —ambos se rieron, y Guido desenroscó los pesos de la barra. Eran bonitos, anchos, redondos, por lo que no deberĆ­an tener ningĆŗn problema en pisar bolas, DomĆ©nico extendió los genitales.

   ā€”EstĆ” bien. Por turnos, Guido, Āæverdad? ĀæComenzamos por cinco kilos? ĀæHasta que hayamos llegado a cuĆ”nto?

   ā€”Has levantado cincuenta y siete.

   ā€”Ah sĆ­, cierto. Eso significa que once pesas tienen que soportar sus huevos.

   ā€”Oh, no —DomĆ©nico suspiró en agonĆ­a.

   ā€”LlorarĆ”s doce veces. Fueron cincuenta y siete kilos.

   ā€”Oh, amigos...

   Hilarantemente, Braulio agarró el primer peso. Guido, sin embargo, tocó los genitales de DomĆ©nico y se aseguró de que sus bolas y su polla estuvieran sobre su estómago, para que no pudieran escapar. DomĆ©nico siguió el procedimiento con ansiedad.

   ā€”Listo —afirmó Guido.

   Suavemente, Braulio equilibró el primer peso sobre sus bolas. DomĆ©nico hizo una mueca, pero mantuvo la calma y no hizo mueca.

   ā€”Hasta ahora se sintió como si alguien tocara mis bolas —anunció un poco divertido— Bueno.

   ā€”Entonces definitivamente no es suficiente —con eso, puso el segundo peso sobre sus huevos. Una vez mĆ”s, DomĆ©nico mantuvo la calma y no hizo mueca—. Mi pene estĆ” un poco doblado, pero de lo contrario funciona.

   ā€”Solo diez mĆ”s, entonces lo habrĆ”s superado.

   ā€”Genial...

   ā€”DespuĆ©s de todo, no son solo los huevos los que pesan; tu polla tambiĆ©n tiene una buena carne.

   En el siguiente peso, DomĆ©nico hizo una mueca y en el cuarto tambiĆ©n.

   ā€”Estoy bien, se siente como un pellizco a las bolas —confesó—. Y mi polla se siente bastante constreƱida.

   Cuando Braulio arrojó la quinta pieza, DomĆ©nico parpadeó y apretó los dientes. —Esa fue la primera mitad, Āæverdad?

   ā€”Casi la mitad.

   ā€”Por favor, muĆ©vete rĆ”pido. Mis pobres testĆ­culos... Ā”Ay!

   ā€”Treinta kilos en tus huevos. Maldición. Eso tiene que doler.

   Braulio balanceó la siguiente pieza. DomĆ©nico gimió de nuevo.

   ā€”Chicos, eso estĆ” empezando a ser lo suficientemente doloroso... eso duele mucho... —su respiración era rĆ”pida.

   ā€”Sesenta kilos —Guido puso la siguiente pieza.

   ā€”Ā”Ay!... au... au... —gritó DomĆ©nico dĆ”ndose la vuelta—. Me duele la piel del pene, se estĆ” estirando.

   Guido empujó la punta del pene con el dedo Ć­ndice.

   Braulio colocó la siguiente pieza. —Cuarenta y cinco kilos, ya casi termina.

   DomĆ©nico gritó y chilló con los dientes apretados. Mientras tanto, en su Ć”rea pĆŗbica, se habĆ­a agrupado un montón de pesas negras y redondas debajo de las cuales su pene sobresalĆ­a lastimosamente como un pedazo hinchado de manguera.

   ā€”Ā”Cincuenta! —Guido vitoreó y le puso la siguiente pieza.

   ā€”Ah, maldita sea, mis huevos, mis huevos estĆ”n a punto de estallar. Y mi polla se caerĆ” para siempre.

   ā€”Quiero ver ambos morir —sonrió Braulio y puso la siguiente pieza. DomĆ©nico gritó en voz alta sacudiĆ©ndose—. Por favor, Guido. Finalmente, la Ćŗltima pieza.

   ā€”Con mucho gusto —casi melancólico de que todo hubiera terminado, le puso otra pesa. DomĆ©nico maldijo y se enfureció girando la cabeza, moviendo los brazos, mientras Braulio y Guido miraban con orgullo su trabajo.

   ā€”Realmente genial —sonrió Braulio.

   ā€”SĆ­. Es muy gracioso. AsĆ­ que, espero que hayas aprendido tu lección de que necesitas entrenar mejor de ahora en adelante —se rió Guido.

   ā€”Ā”QuĆ­talo, quĆ­talo, quĆ­talo!

   ā€”SĆ­, sĆ­ —Guido agarró a los seis primeros pesos y los apartó de DomĆ©nico, mientras Braulio tomó el resto. DomĆ©nico se estremeció y dejó escapar un suspiro de alivio cuando el peso finalmente desapareció.

   Su pene se veĆ­a aplastado, y sus huevos se pusieron insanamente planos, tardó unos segundos retorciĆ©ndose y temblando hasta que sus cocos volvieron a su forma original.

   ā€”Oh, joder, joder, joder —DomĆ©nico suspiró y se sentó, luego miró sus partes con cara de dolor y las tocó con tristeza—. Hombre. Eso ya no fue divertido.

   ā€”SĆ­ —respondió Guido—. DeberĆ­as haberte visto.

   ā€”Oh, joder —se dejó caer sobre su espalda y respiró hondo—. HarĆ© que pierdas la próxima ronda, lo prometo. Y habrĆ” una retribución sangrienta.

   Descansaron un rato y hablaron mientras esperaban que DomĆ©nico se recuperara de la pesada carga. Estuvo tranquilo mientras se recostaba de espalda y finalmente se sentó despuĆ©s de varios minutos y levantó su verga tentativamente para palpar sus bolas.

   ā€”Ese fue realmente brutal—suspiró—. Supongo que mis pelotas estĆ”n bien, pero no quiero pasar por eso una segunda vez.

   ā€”QuĆ© pena.

   ā€”Entonces la próxima vez tienes que ser un hombre y no un cobarde. Y deja de tocar tu polla, Āæo quieres masturbarte?

   ā€”Solo verĆ© si estĆ” bien. Me duele tocarla —respondió DomĆ©nico tĆ­midamente, se levantó del banco y caminó—. Ya no sĆ© si tenga erecciones.

   Guido se rió.

   ā€”Perdedor. Ya puedes pensar en el próximo ejercicio —dijo Braulio.
   DomĆ©nico se sentó con las piernas cruzadas, hurgando con las manos en su regazo. Afuera seguĆ­a lloviendo a cĆ”ntaros.

   ā€”EstĆ” bien, ya pensĆ© el próximo ejercicio —dijo DomĆ©nico.

   ā€”ĀæUna apuesta de eyaculación? —bromeó Braulio, haciendo que Guido se riera a carcajadas.

   ā€”ĀæQuĆ©? Ā”No! —DomĆ©nico seguĆ­a frotando sus pelotas y su pene—. Probablemente tampoco lo gane. Pero podrĆ­a intentarlo, tengo muchas bolas. ĀæQuĆ© les parece si practicamos lanzamiento de balones deportivos, el que lo arroje mĆ”s lejos gana.

   ā€”Suena bastante bien e inofensivo. Con mucho gusto lo juego.

   ā€”No soy muy bueno tirando —admitió Braulio sonrojado.

   ā€”Oh, eso no es problema para nosotros —Guido habĆ­a jugado previamente al balonmano y sabĆ­a que DomĆ©nico tambiĆ©n era un lanzador bastante talentoso. ParecĆ­a que finalmente encontraron una ronda donde podrĆ­an poner a Braulio de rodillas.

   ā€”ĀæCuĆ”l es el castigo? —quiso saber Braulio.

   ā€”Al principio pensĆ© que podrĆ­amos golpearte las bolas, lo siento, al perdedor quiero decir. El perdedor tendrĆ” que acostarse y dejar caer un pelotazo sobre sus bolas con la fuerza de intensidad que el ganador quisiese..

—Oh, Ā”eso suena brutal —sonrió Guido.

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