BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Camilo saliĆ³ de su escondite detrĆ”s de la pared en la sala de estar y se quedĆ³ mirando fijamente a Ricardo el novio de su madre.
—AsĆ que tambiĆ©n tienes una amante, hijo de puta. Quiero que te vayas de mi casa antes de que se lo cuente a mi madre.
Ricardo con el celular cerca de la oreja se quedĆ³ mirando al muchacho. Lo habĆa escuchado hablando con una novia a quien le decĆa que en poco tiempo se iba a quedar solo en casa para recibirla. Entonces tuvo que cortar la llamada y desafiar a Camilo.
—CĆ”llate y mantente alejado de la situaciĆ³n. No es tu problema.
—Claro que es mi problema. Esta es mi casa y engaƱas a mi madre, desgraciado.
—AquĆ nadie estĆ” engaƱando a tu madre, gran mierda, no me digas desgraciado —siseĆ³ Ricardo, abofeteando a Camilo en la mejilla—. ¿No te enseĆ±Ć³ tu madre a respetar a los mayores? A mi que he sido como un padre para ti.
Camilo hizo una mueca y se agarrĆ³ la cara. Se llenĆ³ de ira.
—Nunca has sido un padre para mi, mandilĆ³n hijo de las mil putas.
Ricardo le sonriĆ³, entonces arremetiĆ³ contra su garganta.
A los 55 aƱos, Ricardo todavĆa estaba en buena forma. Era alto y fuerte, su cuerpo era fornido. Se alzĆ³ sobre Camilo dispuesto a pelear, tambiĆ©n tenĆa aniversacion sobre su hijastro.
Camilo intentĆ³ zafarse, pero los dedos de Ricardo se sostenĆan como bandas de hierro alrededor de su cuello.
—Si tu madre o tu estĆŗpido padre no lo hicieron serĆ© yo quien te enseƱƩ un poco de respeto —amenazĆ³ Ricardo.
Camilo se revolviĆ³, luchando furiosamente para liberarse del agarre en su garganta. Su cabeza daba vueltas. Desesperado, levantĆ³ la rodilla entre los muslos abiertos de Ricardo, hundiĆ©ndola suavemente en la ingle del hombre mayor.
Ricardo gruĆ±Ć³ cuando el impacto total del golpe se sintiĆ³ en sus bolas. SoltĆ³ su agarre del cuello de Camilo.
—Entonces te gusta jugar sucio ¿eh? —preguntĆ³ mientras agarraba su entrepierna con una mano masajeando su contenido—. Bueno, yo tambiĆ©n puedo hacerlo.
Camilo sacudiĆ³ la cabeza con furia, tratando de defenderse pero el dolor explotĆ³ en su ingle. Su estĆ³mago se apretĆ³ y retumbĆ³ como una tormenta elĆ©ctrica. Ricardo levantĆ³ la rodilla en contra de sus huevas.
Camilo aullĆ³ y agarrĆ³ sus testĆculos agonizantes, pero Ricardo lo empujĆ³ contra la pared tomĆ”ndolo del cuello.
—Te lo dije tonto, vas a aprender a respetarme —gruĆ±Ć³ Ricardo.
Camilo luchĆ³ para recuperar el equilibrio, pero Ricardo no estaba de humor para mostrar misericordia. Con su grueso brazo sujetaba a Camilo contra la pared.
Ricardo volviĆ³ a meter la rodilla entre las piernas abiertas del joven, crujiendo sus huevos con fuerza dentro de sus jeans.
Camilo jadeĆ³ cuando todo el aire se vaciĆ³ de sus pulmones y su cuerpo se sacudiĆ³ de dolor.
Una y otra vez, Ricardo introdujo su rĆ³tula en las gĆ³nadas de Camilo, cada vez el impacto enviaba ondas de dolor a todo su cuerpo sintiendo que iba a vomitar. De vez en cuando, Ricardo se tomaba un descanso para recuperar el aliento y, en poco tiempo, volviĆ³ a lastimarlo
Respiraba pesadamente por el esfuerzo de pulverizar los testĆculos de su hijastro.
Camilo gimiĆ³ miserablemente y agarrĆ³ su entrepierna. Fue el peor dolor que habĆa sentido en su vida. Sus piernas se tambaleaban debajo de Ć©l y se hubiera caĆdo si no fuera por el hecho de que Ricardo todavĆa lo tenĆa inmovilizado contra la pared. De repente sintiĆ³ que el agarre de Ricardo se aflojĆ³ de su cuello y se desplomĆ³ al suelo. TosiĆ³ un par de veces y cuando finalmente levantĆ³ la vista, no podĆa creer lo que veĆa.
Fabio habĆa decidido ayudarlo y en aquel momento actuaba agarrando a su padre de las bolas. PresionĆ³ su pulgar en uno de los cojones. Era sĆ³lido. AfianzĆ³ su agarre alrededor de los dos testĆculos con garra mortal, apretando sin pensar que Ć©l alguna vez saliĆ³ de ahĆ.
Camilo entrecerrĆ³ los ojos por el dolor y vio una expresiĆ³n extraƱa cubrir el rostro de Ricardo. Luego observĆ³ el brazo de Fabio enterrado en los pantalones de su padre. Camilo se las arreglĆ³ para sonreĆr, a pesar del latido en sus bolas y apartĆ³ las manos de Ricardo de su garganta. Cuando estuvo libre, retrocediĆ³ unos pasos y volviĆ³ a toser, frotĆ”ndose el dolor del cuello y la entrepierna.
Ricardo parpadeĆ³ y gimiĆ³ cuando los dedos de Fabio se retorcieron y apretaron sus toronjas carnosas. AlcanzĆ³ las manos de su propio hijo e intentĆ³ arrancarlas, pero Fabio simplemente las hundiĆ³ profundamente, enviando ondas de dolor por su cuerpo.
—Ugh, mis bolas... mis bolas... cĆ³mo te atreves, Fabio... mis bolas —repetĆa Ricardo casi llorando. Su cuerpo musculoso parecĆa marchitarse en lo que sus grandes Ć³rganos reproductores eran aplastados—. Suelta, suelta, o juro que te voy a dar una paliza.
Fabio rio ante la amenaza. No habĆa duda de que Ricardo lo habrĆa atacado si hubiera podido, pero ya le habĆa exprimido todo el poder de su cuerpo con su apretado agarre, y asĆ su viejo, simplemente no tenĆa nada con que luchar.
Camilo estaba de pie, escuchando los lamentables gemidos de Ricardo mientras Fabio torturaba el contenido de su escroto como un trozo de masa. Luego le dio a los fuertes testĆculos un apretĆ³n final como medida y lo soltĆ³.
Los ojos de Ricardo se hincharon y tosiĆ³, hundiĆ©ndose de rodillas. Fabio lo dejĆ³ caer y sonriĆ³ mientras veĆa a su padre agarrarse la entrepierna y gemir.
Camilo palmeĆ³ a Fabio en la espalda y los dos muchachos sonrieron.
Camilo mirĆ³ al hombre caĆdo en su sala de estar y volviĆ³ a mirar a Fabio, sonriendo. Luego, con todas sus fuerzas, Camilo balanceĆ³ el pie y lo metiĆ³ entre las piernas abiertas de Ricardo.
Ricardo gritĆ³ y se hizo un ovillo.
Camilo levantĆ³ la pierna y pisoteĆ³ las manos de Ricardos apretĆ”ndolas contra sus cocos.
Ricardo gimiĆ³, Camilo le dio una patada en el estĆ³mago y en las costillas.
—¡Mierda! —Ricardo gimiĆ³ y agarrĆ³ su abdomen.
Ahora con un golpe claro, Camilo agarrĆ³ los tobillos de Ricardo y pisoteĆ³ entre sus piernas, crujiendo sus ya doloridas gĆ³nadas.
Ricardo dejĆ³ escapar un grito largo y agudo.
Camilo moviĆ³ su pie arriba y abajo, apretando con fuerza los jugosos testĆculos de Ricardo.
El cuerpo del hombre se sacudiĆ³. no habĆa nada que pudiera hacer para detener la sacudida que estaban recibiendo sus bolas. SoltĆ³ un gemido final hasta que sus ojos se volvieron a su cabeza y se desmayĆ³.
Camilo soltĆ³ las piernas de Ricardo y cojeĆ³ hacia el sofĆ”, agarrĆ”ndose la ingle. Sus propias bolas todavĆa palpitaban por los golpes que habĆan recibido. Se sentĆ³ y con cuidado se metiĆ³ la mano en el pantalĆ³n y se frotĆ³ el saco escrotal.
Fabio se sentĆ³ a su lado y mirĆ³ la masa inconsciente de extremidades que era el cuerpo de Ricardo.
—¿Por quĆ© lo hiciste? —interrogĆ³ Camilo—. Quiero decir, ayudarme y no a tu padre.
—Pues... No lo sĆ©. Desde hace tiempo sĆ© que engaƱa a tu madre y ella ha sido una mujer buena, incluso conmigo, que me permitiĆ³ vivir aquĆ. AdemĆ”s no...
—¿No quĆ©?
—No... no podĆa permitir que te fauleara porque eres mi juguete.
Camilo sonriĆ³ momentĆ”neamente. Luego dejĆ³ escapar un largo suspiro y reajustĆ³ su ya empalmado y doloroso paquete.
—¿EstĆ”s bien?
—SĆ, lo estoy —gimiĆ³.
—¿QuĆ© pasarĆ” con Ricardo?
—Le contarĆ© a mamĆ” y ella tomarĆ” una decisiĆ³n.
—Sea la que sea me gustarĆa seguir viviendo con ustedes.
Camilo sonriĆ³.
—No lo dudes, hermano.
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