Hermanastros (3/3): la ayuda - Las Bolas de Pablo

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6 nov 2019

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Hermanastros (3/3): la ayuda

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CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
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   Camilo salió de su escondite detrĆ”s de la pared en la sala de estar y se quedó mirando fijamente a Ricardo el novio de su madre.

   ā€”AsĆ­ que tambiĆ©n tienes una amante, hijo de puta. Quiero que te vayas de mi casa antes de que se lo cuente a mi madre.

   Ricardo con el celular cerca de la oreja se quedó mirando al muchacho. Lo habĆ­a escuchado hablando con una novia a quien le decĆ­a que en poco tiempo se iba a quedar solo en casa para recibirla. Entonces tuvo que cortar la llamada y desafiar a Camilo.

   ā€”CĆ”llate y mantente alejado de la situación. No es tu problema.

   ā€”Claro que es mi problema. Esta es mi casa y engaƱas a mi madre, desgraciado.
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   ā€”AquĆ­ nadie estĆ” engaƱando a tu madre, gran mierda, no me digas desgraciado —siseó Ricardo, abofeteando a Camilo en la mejilla—. ĀæNo te enseñó tu madre a respetar a los mayores? A mi que he sido como un padre para ti.

   Camilo hizo una mueca y se agarró la cara. Se llenó de ira.

   ā€”Nunca has sido un padre para mi, mandilón hijo de las mil putas.

   Ricardo le sonrió, entonces arremetió contra su garganta.
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   A los 55 aƱos, Ricardo todavĆ­a estaba en buena forma. Era alto y fuerte, su cuerpo era fornido. Se alzó sobre Camilo dispuesto a pelear, tambiĆ©n tenĆ­a aniversacion sobre su hijastro.

   Camilo intentó zafarse, pero los dedos de Ricardo se sostenĆ­an como bandas de hierro alrededor de su cuello.

   ā€”Si tu madre o tu estĆŗpido padre no lo hicieron serĆ© yo quien te enseƱƩ un poco de respeto —amenazó Ricardo.

   Camilo se revolvió, luchando furiosamente para liberarse del agarre en su garganta. Su cabeza daba vueltas. Desesperado, levantó la rodilla entre los muslos abiertos de Ricardo, hundiĆ©ndola suavemente en la ingle del hombre mayor.

   Ricardo gruñó cuando el impacto total del golpe se sintió en sus bolas. Soltó su agarre del cuello de Camilo.

   ā€”Entonces te gusta jugar sucio Āæeh? —preguntó mientras agarraba su entrepierna con una mano masajeando su contenido—. Bueno, yo tambiĆ©n puedo hacerlo.

   Camilo sacudió la cabeza con furia, tratando de defenderse pero el dolor explotó en su ingle. Su estómago se apretó y retumbó como una tormenta elĆ©ctrica. Ricardo levantó la rodilla en contra de sus huevas.

   Camilo aulló y agarró sus testĆ­culos agonizantes, pero Ricardo lo empujó contra la pared tomĆ”ndolo del cuello.


   ā€”Te lo dije tonto, vas a aprender a respetarme —gruñó Ricardo.
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   Camilo luchó para recuperar el equilibrio, pero Ricardo no estaba de humor para mostrar misericordia. Con su grueso brazo sujetaba a Camilo contra la pared.

   Ricardo volvió a meter la rodilla entre las piernas abiertas del joven, crujiendo sus huevos con fuerza dentro de sus jeans.

   Camilo jadeó cuando todo el aire se vació de sus pulmones y su cuerpo se sacudió de dolor. 

   Una y otra vez, Ricardo introdujo su rótula en las gónadas de Camilo, cada vez el impacto enviaba ondas de dolor a todo su cuerpo sintiendo que iba a vomitar. De vez en cuando, Ricardo se tomaba un descanso para recuperar el aliento y, en poco tiempo, volvió a lastimarlo

   Respiraba pesadamente por el esfuerzo de pulverizar los testĆ­culos de su hijastro.
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   Camilo gimió miserablemente y agarró su entrepierna. Fue el peor dolor que habĆ­a sentido en su vida. Sus piernas se tambaleaban debajo de Ć©l y se hubiera caĆ­do si no fuera por el hecho de que Ricardo todavĆ­a lo tenĆ­a inmovilizado contra la pared. De repente sintió que el agarre de Ricardo se aflojó de su cuello y se desplomó al suelo. Tosió un par de veces y cuando finalmente levantó la vista, no podĆ­a creer lo que veĆ­a.

   Fabio habĆ­a decidido ayudarlo y en aquel momento actuaba agarrando a su padre de las bolas. Presionó su pulgar en uno de los cojones. Era sólido. Afianzó su agarre alrededor de los dos testĆ­culos con garra mortal, apretando sin pensar que Ć©l alguna vez salió de ahĆ­.

   Camilo entrecerró los ojos por el dolor y vio una expresión extraƱa cubrir el rostro de Ricardo. Luego observó el brazo de Fabio enterrado en los pantalones de su padre. Camilo se las arregló para sonreĆ­r, a pesar del latido en sus bolas y apartó las manos de Ricardo de su garganta. Cuando estuvo libre, retrocedió unos pasos y volvió a toser, frotĆ”ndose el dolor del cuello y la entrepierna.

   Ricardo parpadeó y gimió cuando los dedos de Fabio se retorcieron y apretaron sus toronjas carnosas. Alcanzó las manos de su propio hijo e intentó arrancarlas, pero Fabio simplemente las hundió profundamente, enviando ondas de dolor por su cuerpo.

   ā€”Ugh, mis bolas... mis bolas... cómo te atreves, Fabio... mis bolas —repetĆ­a Ricardo casi llorando. Su cuerpo musculoso parecĆ­a marchitarse en lo que sus grandes órganos reproductores eran aplastados—. Suelta, suelta, o juro que te voy a dar una paliza.

   Fabio rio ante la amenaza. No habĆ­a duda de que Ricardo lo habrĆ­a atacado si hubiera podido, pero ya le habĆ­a exprimido todo el poder de su cuerpo con su apretado agarre, y asĆ­ su viejo, simplemente no tenĆ­a nada con que luchar.

   Camilo estaba de pie, escuchando los lamentables gemidos de Ricardo mientras Fabio torturaba el contenido de su escroto como un trozo de masa. Luego le dio a los fuertes testĆ­culos un apretón final como medida y lo soltó.

   Los ojos de Ricardo se hincharon y tosió, hundiĆ©ndose de rodillas. Fabio lo dejó caer y sonrió mientras veĆ­a a su padre agarrarse la entrepierna y gemir.

   Camilo palmeó a Fabio en la espalda y los dos muchachos sonrieron.

   Camilo miró al hombre caĆ­do en su sala de estar y volvió a mirar a Fabio, sonriendo. Luego, con todas sus fuerzas, Camilo balanceó el pie y lo metió entre las piernas abiertas de Ricardo.

   Ricardo gritó y se hizo un ovillo.

   Camilo levantó la pierna y pisoteó las manos de Ricardos apretĆ”ndolas contra sus cocos.

   Ricardo gimió, Camilo le dio una patada en el estómago y en las costillas.

   ā€”Ā”Mierda! —Ricardo gimió y agarró su abdomen.

   Ahora con un golpe claro, Camilo agarró los tobillos de Ricardo y pisoteó entre sus piernas, crujiendo sus ya doloridas gónadas.

   Ricardo dejó escapar un grito largo y agudo.

   Camilo movió su pie arriba y abajo, apretando con fuerza los jugosos testĆ­culos de Ricardo.

   El cuerpo del hombre se sacudió. no habĆ­a nada que pudiera hacer para detener la sacudida que estaban recibiendo sus bolas. Soltó un gemido final hasta que sus ojos se volvieron a su cabeza y se desmayó.
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   Camilo soltó las piernas de Ricardo y cojeó hacia el sofĆ”, agarrĆ”ndose la ingle. Sus propias bolas todavĆ­a palpitaban por los golpes que habĆ­an recibido. Se sentó y con cuidado se metió la mano en el pantalón y se frotó el saco escrotal.
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Fabio

   Fabio se sentó a su lado y miró la masa inconsciente de extremidades que era el cuerpo de Ricardo.

   ā€”ĀæPor quĆ© lo hiciste? —interrogó Camilo—. Quiero decir, ayudarme y no a tu padre.

   ā€”Pues... No lo sĆ©. Desde hace tiempo sĆ© que engaƱa a tu madre y ella ha sido una mujer buena, incluso conmigo, que me permitió vivir aquĆ­. AdemĆ”s no...

   ā€”ĀæNo quĆ©?

   ā€”No... no podĆ­a permitir que te fauleara porque eres mi juguete.

   Camilo sonrió momentĆ”neamente. Luego dejó escapar un largo suspiro y reajustó su ya empalmado y doloroso paquete.

   ā€”ĀæEstĆ”s bien?

   ā€”SĆ­, lo estoy —gimió.

   ā€”ĀæQuĆ© pasarĆ” con Ricardo?
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   ā€”Le contarĆ© a mamĆ” y ella tomarĆ” una decisión.

   ā€”Sea la que sea me gustarĆ­a seguir viviendo con ustedes.

   Camilo sonrió.

   ā€”No lo dudes, hermano.

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