Una punta afilada se presionĆ³ en su abultada entrepierna pero no era mĆ”s penetrante que la mirada despectiva que ardĆa en los brillantes ojos verdes de su interrogador.
—¿Por quĆ© viajas con esta escoria?
El Coronel Poderoso intentĆ³ dar un paso adelante, pero la lanza se apretĆ³ mĆ”s fuerte contra sus genitales. Un cuchillo se clavĆ³ profundamente en la garganta de su compaƱero, el ser alienĆgena a quien habĆa ido a proteger.
—¡Mata al marceliano y toma prisioneros a los demĆ”s!
Puffin le lanzĆ³ una mirada cautelosa a su captor.
CAPITULO UNO: UN VIAJE MĆS ALLĆ DE LAS ESTRELLAS
Jaime Torres, el verdadero hombre dentro del superhĆ©roe conocido como el Coronel Poderoso, se preguntĆ³ si todo fue un sueƱo. YacĆa en los brazos de su prometida, Maritza Sosa, felizmente inconsciente de la misma existencia del planeta Marcel V. Ellos eran mĆ”s que una pareja en vĆas al matrimonio, se iban a casar en el primer trimestre de ese 2020. Aquella belleza rubia chilena era el amor de su vida. Le encantaba pasar sus uƱas rojas sobre cada mĆŗsculo y tendĆ³n del cuerpo desnudo y muy bien definido de su novio. ParecĆa que no podĆa mantener la boca alejada de su enorme polla, y le encantaba agarrarse a lo que ella llamaba, su duro y hermoso culo cuando la taladraba de placer.
Luego, la seƱal de emergencia en su reloj lo apartĆ³ de su vida romantica. Dio las excusas habituales a los labios fruncidos y sufridos de su novia, y se vistiĆ³ desapareciendo a un lugar seguro. Sus fuertes bĆceps se hincharon cuando uniĆ³ sus dedos y tocĆ³ la mata de suave cabello rubio hasta su frente.
Un rayo de luz blanca transformĆ³ la desnuda piel del Jaime Torres en CORONEL PODEROSO.
La oficina sĆŗper secreta de la Seguridad Mundial habĆa recibido una sĆŗplica desesperada de un ser llamado Emperador Krulok del planeta Marcel V. Atacantes no identificados, que se creĆan de origen humano, estaban allanando sus aldeas y matando a su pueblo: los marcelianos. CreĆa que podrĆan estar esclavizando a los pocos sobrevivientes. La gran fuerza del Coronel Poderoso habĆa llegado a su mundo natal y se habĆan puesto en contacto con los gobiernos del planeta tierra para pedir ayuda. Las imĆ”genes de esas redadas habĆan sido grabadas y las escenas muy borrosas de una horrible carnicerĆa se transmitĆan al centro subterrĆ”neo de la ONU. La acciĆ³n era distante y demasiado rĆ”pida para distinguirla en detalle, pero un pequeƱo ejĆ©rcito de guerreros humanos perseguĆan a una multitud de criaturas reptilianas, claramente inferiores, masacrandolas sin piedad. Los supervivientes que huĆan parecĆan desaparecer en el suelo. Una figura llamĆ³ la atenciĆ³n de Jaime. PodĆa distinguir el cabello negro y una piel bronceada. Los humanos parecĆan llevar poca o ninguna ropa. Esa figura luchaba con habilidad y gracia letales que lo impresionaron mucho. La voz del emperador decĆa:
—Mi emisario; Grolaz llegarĆ” momentĆ”neamente a su planeta en una de nuestras pocas naves espaciales. DesearĆa que el tiempo nos permitiera reunirnos de una manera cordial y pausada, sin embargo, usted ve que nuestra situaciĆ³n es grave. Debe comprender, Coronel, el dolor de mi gente cuando las familias estĆ”n destrozadas. Pueblos enteros son aniquilados y los pocos sobrevivientes quedarĆ”n para nunca volver a ser vistos. Entiendo el coraje que se necesita para subir a bordo de una nave espacial, perteneciente a lo que debe parecer una extraƱa raza alienĆgena. Somos un pueblo humilde con poco que ofrecer a modo de gratitud, pero le prometo serĆ” recompensado con lo que tengamos si decide ayudarnos.
El hĆ©roe se conmoviĆ³ profundamente. El general Winston colocĆ³ una mano paterna en el espacioso hombro del Coronel Poderoso.
—Hijo, esto puede ser un riesgo demasiado grande. No sabemos nada sobre esta raza. Incluso con tu fuerza y poderes, ¿quiĆ©n sabe quĆ© hay en su mundo o cuĆ”les podrĆan ser sus verdaderas intenciones?
—Por otro lado —inyectĆ³ el contralmirante Freytez—, este es nuestro primer contacto con una nueva forma de vida. PodrĆamos aprender mucho de su tecnologĆa. Un verdadero superhĆ©roe siempre es firme pero diplomĆ”tico.
Los mĆŗsculos del brazo se se hincharon cuando el Coronel Poderoso levantĆ³ la mano para calmar el debate. —SeƱores, estas son personas que sufren y han acudido a nosotros en busca de ayuda. Independientemente del riesgo personal o nuestra ganancia, es mi deber llevarles justicia —fingiĆ³ no detallar los intercambios de miradas por la habitaciĆ³n ante esa noble proclamaciĆ³n.
—Pensamos que se sentirĆa asĆ, Coronel. Le hemos asignado al cabo Jonas Puffin para que lo acompaƱe en esta misiĆ³n.
Sorprendentemente, no le habĆan asignado un cientĆfico o intelectual. Simplemente enviaban con Ć©l a un militar de la Marina.
Puffin entrĆ³ en la habitaciĆ³n con un gesto severo pero incĆ³modo, aĆŗn mĆ”s musculoso y poderoso de lo que Jaime recordaba. No lo habĆa visto desde el incidente con el Dr. Nemo en Egipto. El nuevo uniforme de viaje espacial diseƱado para el Cuerpo militar era casi tan revelador como su propio traje de hĆ©roe. Las placas metĆ”licas acanaladas exageraban los hombros ya anchos de Puffin, desde los cuales corrĆa una delgada capa de acolchado que iba entre sus pectorales hasta un punto que se detenĆa en la ingle. Jaime pudo ver el arduo trabajo que ese fornido militar habĆa puesto en perfeccionar su cuerpo. La tela se extendĆa sobre su trasero, su perfecciĆ³n redonda era acentuada por brillantes botas negras hasta los muslos.
Jaime se alegrĆ³ de verlo, pero el aire estaba lleno de recuerdos de lo que habĆa pasado entre ellos mientras estaban cautivos del lascivo villano, Dr. Nemo. Los ricos ojos marrones de ese semental no revelaron ninguna emociĆ³n y su saludo fue absolutamente machista y correcto, como si se hubieran encontrado por primera vez. Jaime estaba convencido de que nunca debĆan hablar de aquello.
Jaime se alegrĆ³ de verlo, pero el aire estaba lleno de recuerdos de lo que habĆa pasado entre ellos mientras estaban cautivos del lascivo villano, Dr. Nemo. Los ricos ojos marrones de ese semental no revelaron ninguna emociĆ³n y su saludo fue absolutamente machista y correcto, como si se hubieran encontrado por primera vez. Jaime estaba convencido de que nunca debĆan hablar de aquello.
La voz temblorosa de un joven ayudante los interrumpiĆ³, haciendo que ambos se preguntaran cuĆ”nto tiempo se habĆan estado mirando a los ojos.
Era una nave espacial pequeƱa y brillante la tecnologĆa parecĆa barata y que iba a estallar tan poco atravesarĆ”n el ozono. (Bueno, valĆa la pena aventurarse). Atravesaron la puerta de entrada. Coronel Poderoso y Puffin subieron a ella y cuando Ć©sta empezĆ³ a moverse para despegar los dos al mismo tiempo sintieron un pesado sueƱo. Los motores estallaron y todo se hizo oscuro.
...
Al principio solo habĆa oscuridad, solo el eco de sus pasos en un inmenso espacio, les asegurĆ³ que estaban en cualquier lugar. Una niebla acre llenaba el ambiente con un vago olor a compost. Luego, con un zumbido y un leve silbido de liberaciĆ³n de vapor, apareciĆ³ un punto de luz que se hizo mĆ”s grande enmarcando una silueta muy extraƱa; Una rara luz verdosa emanaba de las superficies curvas de la nave. La criatura llamada Grolaz dio un paso adelante. Era difĆcil disimular la repulsiĆ³n que se acumulaba en el fondo de la garganta de Jaime. Esa criatura habĆa ido buscando ayuda. El hecho de que su apariencia fuera desagradable, y algo amenazante para los ojos humanos, no lo hacĆa menos merecedor de dignidad o de una mano ofrecida en amistad. Un hĆ©roe no hacĆa juicios basados en apariencias. Fue difĆcil identificar su piel... ¿como reptil o de vegetal? Los tonos verdes y marrones poco saludables de la piel fueron resaltados por el negro oscuro en las puntas de sus garras y dedos. Las patas, o fĆ©mures, similares a las de un saltamontes, explicaban el curioso y rĆ”pido movimiento de las criaturas que huĆan en las transmisiones de video. Una vaina de tela cubrĆa el frente de su delgado abdomen escamado, que parecĆa servir como una honda muy grande, gruesa y puntiaguda que sobresalĆa de su ingle. Los brazos parecĆan poco mĆ”s que huesos con una ligera capa de mĆŗsculo sin grasa y decorados con anillos de joyas tribales, el doble de lo que sugerirĆan las proporciones del cuerpo. Las manos tambiĆ©n eran extraƱamente largas y se estrechaban en dedos anillados casi elegantes y diestros coronados por puntiagudas uƱas negras femeninas que llamaban la atenciĆ³n con gracia espeluznante. La criatura claramente podĆa levantar algo del suelo, o incluso moverse a cuatro patas sin inclinarse. Su cara era casi serpentina, con un crĆ”neo exagerado que se inclinaba hacia una perilla puntiaguda. Boca sin labios de la que salĆa una lengua bĆfida.
Cuando el Coronel Poderoso finalmente se encontrĆ³ con los ojos felinos, se dio cuenta de que la criatura habĆa estado inspeccionando su magnĆfica forma con la misma intensa curiosidad y con ojos que parecĆan atravesar su propio ser. Lo que podrĆa llamarse una sonrisa revelĆ³ un bosque de colmillos brillantes, y de nuevo un silbido:
—Saludos hombres de la Tierra. En nombre de mi pueblo, les agradecemos su ayuda.
El hĆ©roe rompiĆ³ el largo silencio:
—Esperamos que esta histĆ³tica reuniĆ³n marque una larga era de amistad entre nuestros dos pueblos.
—Gracias, gran hĆ©roe. La noticia de tus hechos y gran fuerza ha hecho eco en los confines del universo. Honras mi humilde tierra con tu presencia —un gesto elegante del largo brazo indicaba su respeto—. Por favor, acepta la hospitalidad de mi nave. Mi emperador estĆ” ansioso por conocerte.
A pesar de sus dudas naturales, no pudo evitar sentirse impresionado por el alojamiento de la criatura. ParecĆa que no se escatimaron esfuerzos para que se sintieran cĆ³modos, y durante el viaje Grolaz parecĆa ansioso por mostrarles cĆ³mo operar el vehĆculo de viaje. Estaba dispuesto a compartir todo lo que pudiera, contĆ”ndoles cĆ³mo habĆa sobrevivido a una redada en su aldea cuando era joven, en la que habĆan asesinado a toda su familia, y cĆ³mo esperaba un momento de cooperaciĆ³n y estabilidad. No podĆa ofrecer ninguna explicaciĆ³n sobre los bandidos que mataban a su raza. ParecĆan decididos al genocidio.
Lo primero que el Coronel Poderoso notĆ³ sobre la nave fue su olor a humedad, pero tambiĆ©n su calor; no se parecĆa para nada a los elegantes y relucientes corredores de Star Trek. Las superficies oscuras eran irregulares, y parecĆan respirar, las cĆ”maras parecĆan unas cabaƱas. RĆ”pidamente se enterĆ³ que la nave funcionaba con toques ligeros y sorprendentes a lo largo de una serie de paneles brillantes y pulsantes, en lugar de presionar botones o palancas. Era complicado pero un poco divertido. Grolaz les mostrĆ³ los dormitorios, un espacio arqueado cavernoso resonante como el vientre de una ballena. Pero la cama era suave y placentera tan delicada como la piel de una mujer.
Era imposible medir cuĆ”nto tiempo durmiĆ³ en el viaje, tan inquietante como lo fue su sueƱo. Justo cuando se iba a la profundidad de Morfeo, sentĆa como si lo acariciaran, muy suavemente, sobre los ojos y los labios, la planta de los pies, debajo de sus brazos, pectorales... deslizĆ”ndose suavemente sobre sus pezones erectos, el interior de sus piernas. Esto se hizo mĆ”s intenso, como una silla de masaje. SoĆ±Ć³ que varias manos sostenĆan sus muƱecas y tobillos firmemente, y mientras se retorcĆa y temblaba sin poder despertarse, el sonido de un gemido gutural de Puffin lo acompaĆ±Ć³ en su letargo dormir. Una boca invisible se cerrĆ³ sobre su ardiente virilidad. El dolor del deseo se levantĆ³ en sus entraƱas. Los mĆŗsculos de su abdomen temblaron bajo el toque fantasmal, por lo que se despertĆ³ sobresaltado. Todo estaba tranquilo. Se encontraba completamente vestido con su ajustado traje de superhĆ©roe. Fue un extraƱo sueƱo en un lugar no comĆŗn. No habĆa nadie cerca. El Coronel Poderoso se sintiĆ³ avergonzado de su inmensa erecciĆ³n, que empapaba su pantalĆ³n con una mancha oscura incriminatoria, imposible de ocultar. Se girĆ³ para mirar a un Puffin con la cara roja y sin camisa.
El sudor brillaba en su pecho y bajaba por el valle de sus musculosos abdominales. El spandex oscuro y apretado de su pantalĆ³n de uniforme sugerĆa que tenĆa un sueƱo similar. Los hombres de verdad no discutĆan tales cosas. Cuando el militar se despertĆ³ los dos asintieron brevemente los buenos dĆas, y se dirigieron hacia el puente.
El sudor brillaba en su pecho y bajaba por el valle de sus musculosos abdominales. El spandex oscuro y apretado de su pantalĆ³n de uniforme sugerĆa que tenĆa un sueƱo similar. Los hombres de verdad no discutĆan tales cosas. Cuando el militar se despertĆ³ los dos asintieron brevemente los buenos dĆas, y se dirigieron hacia el puente.
Grolaz no se dio cuenta cuando entraron suavemente en la cĆ”mara. Estaban orbitando su mundo natal. PensĆ³ que habĆa visto una partida de salvajes en sus monitores, y le pidiĆ³ al Coronel Poderoso que usara sus poderes para localizarlos. No fue fĆ”cil, pero utilizando el equipo altamente afinado de la nave y sus propios sĆŗper sentidos, pudo detectar un movimiento. Se concentrĆ³ en lo que parecĆa una pequeƱa tropa. AcercĆ”ndose, sĆ, allĆ estaban, la misma figura de cabello oscuro moviĆ©ndose como una pantera a travĆ©s del aviĆ³n. ¿QuiĆ©nes eran? No hubo tiempo para mirar mĆ”s de cerca, ya que la nave fue sacudida por una violenta explosiĆ³n y comenzĆ³ a girar en picada. El Coronel Poderoso estallĆ³ como un cometa desde la escotilla y volĆ³ debajo de la nave. Se disparĆ³ hacia arriba atrapĆ”ndola con ambas manos sobre su cabeza. Empujando la nave espacial hacia arriba para frenar su caĆda, poco a poco bajĆ³ con ella. DespuĆ©s de un tremendo esfuerzo, fue capaz de reducir la velocidad, detenerse, y finalmente dejarla como una pluma en el suelo. EscuchĆ³ el silbido del portal y Grolaz y Puffin saliendo del interior. Con seguridad se permitiĆ³ caer en el suelo y recuperar el aliento que tanto necesitaba cuando se alzĆ³ fue entonces cuando sintiĆ³ la punta de la lanza en su entrepierna.
La banda de guerreros se habĆa acercado sin hacer ruido, y el Coronel Poderoso se encontrĆ³ rodeado por un grupo de los mĆ”s bellos especĆmenes de perfecciĆ³n masculina que habĆa visto reunidos en un solo lugar. Un colosal brazo bronceado rodeaba el pecho de Puffin, mientras que el otro lo sostenĆa con una daga debajo de su mandĆbula cuadrada. Otra daga descansaba contra la delgada garganta del tembloroso Grolaz. Sosteniendo el extremo de la lanza estaba la misteriosa figura que el Coronel Poderoso habĆa notado en las transmisiones del emperador. Al igual que sus camaradas, estaba desnudo, pero con una ropa interior rodeando su cadera delgada. Llevaba un cĆrculo dorado alrededor de la cabeza que indicaba rango, en contraste con el corto cabello.
Cada uno de estos hombres eran fuertes de mĆŗsculos, lo que sugerĆa una vida espartana de batalla y trabajo duro; completamente desprovisto de lujos o excesos. El odio resplandecĆa en cada rostro robusto y masculino.
Una voz como el chocolate dulce en el fondo de un pozo oscuro lo saludĆ³ de parte del lĆder:
—Eso fue un truco impresionante, pero si intentas usar esta fuerza mĆ”gica para liberarte, tus amigos morirĆ”n. PreguntarĆ© ¿QuiĆ©n eres y por quĆ© viajas con este excremento?
—Soy el Coronel Poderoso, este es mi compaƱero, el cabo Puffin. Esta criatura, Grolaz, ha pedido nuestra ayuda y estĆ” viajando bajo nuestra protecciĆ³n. No queremos hacerle daƱo.
El guerrero resoplĆ³:
—¡¿No quieres hacerle daƱo?! —un murmullo de asombro se extendiĆ³ por la tropa, y un hombre gigante y hermoso se adelantĆ³ y susurrĆ³ al oĆdo de su comandante.
—Stud parece haber oĆdo hablar de ti. Ćl naciĆ³ en la Tierra y dice que eres un gran hĆ©roe entre tu gente, pero viajas libremente con esta criatura. No eres su cautivo ni Ć©l tu prisionero. ¿Puede ser eso cierto? ¿No sabes con quien viajas?
—JurĆ© protegerlo y lo harĆ© con mi vida si es necesario.
El guerrero sacudiĆ³ la cabeza con asombro y asintiĆ³ a algunos de sus hombres. —Trae al marceliano al gran salĆ³n para interrogarlo. Estos dos vendrĆ”n con nosotros. Parece que debemos iluminarlos. Coronel Poderoso, tiene mi palabra de que no le harĆ© daƱo hasta que sepamos su propĆ³sito aquĆ. Me llamo Axterux, y soy el lĆder del Ćŗltimo asentamiento libre de hombres en este planeta.
Lo siguieron a travĆ©s de la fisura en una roca cercana; la musculatura desnuda de las piernas y el dorso del guerrero se ondulaba y se tensaba al ascender por el empinado paso hasta llegar a un valle agradable de campos atendidos por mujeres y niƱos. Las mujeres mĆ”s jĆ³venes eran bellezas exquisitas que se reĆan y se inclinaban cuando Axterux y sus hombres se acercaban. Era la primera vez que el guerrero sonreĆa.
—Yo mismo he engendrado mĆ”s de ochenta de esos niƱos. Puede parecer bĆ”rbaro para ti, pero debemos ser prolĆficos para prosperar y tomar este mundo. Soy el jefe de este asentamiento. He matado a mĆ”s de esas criaturas que cualquier otra persona. Otros ya han destruido sus ciudades. En nuestro mundo, cuanto mĆ”s logras en la batalla, mĆ”s mujeres puedes elegir. Este asentamiento es Ćŗnico, porque mis hombres y yo lo hemos mantenido libre.
—PerdĆ³name pero no entiendo.
Una sombra pasĆ³ por el hermoso rostro de Axterux.
—Tu amigo marceliano no ha sido honesto contigo —se detuvo para mirar al superhĆ©roe—. Puede que hayas notado que las personas de este asentamiento son de todas las razas de la humanidad. Todos los humanos que ves aquĆ son descendientes del planeta Tierra. Los marcelianos han estado atacando secretamente tu mundo durante siglos, secuestrando y esclavizando solo a los mĆ”s fuertes. Los especĆmenes mĆ”s atractivos de la raza humana. Con los aƱos algunos han escapado y fundado asentamientos rebeldes en rincones remotos del planeta. Esta es la Ćŗltima de esas comunidades. Estamos bien escondidos y defendidos. Somos fuertes y nuestras filas estĆ”n creciendo. Son un enemigo difĆcil. Tienen muchas armas, y a menudo viajan bajo tierra. Pero, un dĆa, pronto tomaremos este planeta como nuestro.
—¿Por quĆ© no escapan y regresan a la Tierra?
—¿Regresar? Nunca he conocido La Tierra. Este es mi mundo natal. NacĆ como un hombre libre en Marcel V. Nunca he sido un esclavo, por eso dirijo esto. Libraremos al universo de esta plaga y tomaremos lo que sea.
—No entiendo. Si esto es cierto, ¿con quĆ© propĆ³sito esclavizan a los humanos?
—Los marcelianos vinieron aquĆ desde su mundo natal despuĆ©s de que una enfermedad matĆ³ a la hembra de su clase. Ya no pudieron reproducirse, vinieron y aniquilaron a las personas mĆ”s avanzadas y una vez que eran dueƱos de esta tierra y adoptaron su tecnologĆa. A lo largo de los aƱos, pudieron diseƱar una relaciĆ³n simbiĆ³tica con un organismo vegetal para asegurar la supervivencia de su raza —Axterux avanzĆ³ en silencio—. Nos necesitan para... reproducirse... —la pareja pasĆ³ dos hileras de pĆŗas sobre las que se empalaron cabezas marcelianas en varias etapas de descomposiciĆ³n.
—Eh, no puedo dejar de notar la presencia de algunas mujeres mayores en el campamento, pero todos los hombres que he visto son jĆ³venes.
Axterux desviĆ³ la mirada. —Las mujeres no son de interĆ©s para los marcelianos, las traen aquĆ solo para reproducirse con nosotros. Son los machos humanos los que anhelan. Cazan a los guerreros jĆ³venes, mĆ”s fuertes, mĆ”s rĆ”pidos y mĆ”s capaces para satisfacer su necesidad de sexo... Ellos... no nos permiten envejecer. DespuĆ©s de que... nos entregan al Manthrax, no envejecemos. Algunos de estos jĆ³venes que ves aquĆ tienen mĆ”s de cien aƱos terrestres. Es por eso que no podemos entender por quĆ© le han permitido viajar libremente con ellos. Ambos parecen ser el tipo de hombres que buscan. Llegaste aquĆ en una de sus naves de esclavos. Debes haber visto las camas que usan para encarcelar a sus cautivos durante el transporte. Me han dicho que encierran a sus presas y las atormentan durante todo el viaje.
¡Entonces no habĆa sido un sueƱo! Se sorprendiĆ³ el Coronel Poderoso!
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