Revision de bolas con el urologo (5/5): Jean, prohibido eyacular - Las Bolas de Pablo

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11 ene 2020

Revision de bolas con el urologo (5/5): Jean, prohibido eyacular

CONTIENE:
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Jean ChacĆ³n ingresĆ³ a la consulta mĆ©dica. VestĆ­a jeans azules y sweater. Su cabello era un poco rubio y sus ojos de color marrĆ³n. Algunas personas consideraban que era de guapo rostro mientras que otras lo veĆ­an horrible con dientes torcidos, pero su cuerpo era sensacionalmente ardiente. Era delgado, pero musculoso.


   Su mayor actrativo, por supuesto, eran sus genitales. TenĆ­a una polla de tamaƱo descomunal la mĆ”s grande entre sus primos y dos bolas grandes y colgantes heredadas por la genĆ©tica familiar. Desafortunadamente, sus testĆ­culos de gran tamaƱo tenĆ­an la tendencia a colapsar con bastante frecuencia y derramar su jugo.



   —Hola, Jean, que alegrĆ­a tenerte por aquĆ­. Iniciando el aƱo con el pie derecho en las revisiĆ³n de esos melones, je, je, je. Como sabes Bastian quiere el bienestar de sus testĆ­culos y me ha pedido que los revise.



   Jean puso los ojos en blanco.



   —Echemos un vistazo, ocupa este asiento.



   Jean suspirĆ³ y se quitĆ³ la camiseta, revelando su pecho musculoso y sus abdominales definidos. Luego se quitĆ³ las botas y las colocĆ³ en el suelo. Se desabrochĆ³ los pantalones y los dejĆ³ caer al suelo.



   Mateo lo mirĆ³ con una leve sonrisa.



   Finalmente, Jean bajĆ³ lentamente sus calzoncillos. Su imponente pene estaba semiduro, balanceĆ”ndose frente a sus huevos colgantes. Se puso los calzoncillos hasta las rodillas y le sonriĆ³ a Mateo, como si esperara un cumplido.



   Mateo se inclinĆ³ y agarrĆ³ los testĆ­culos con sus dos manos, cerrando tentativamente las palmas alrededor de los globos carnosos presionando sus pulgares contra ellos.



   Los labios de Jean se torcieron.



   Mateo soltĆ³ los colgantes balones de Jean y los golpeĆ³ juguetonamente.



   Jean hizo una mueca.



   —Al tacto indican que estĆ”n bien. No hay traumatismos —dijo Mateo alegremente.



   Jean asintiĆ³ con la cabeza. —Bien.



   Mateo seƱalĆ³ una silla con respaldos. —Ve allĆ­.



   Jean se quitĆ³ los calzoncillos y se subiĆ³ a la silla.



   Mientras colocaba las piernas en los soportes, Mateo metiĆ³ la mano en un cajĆ³n y sacĆ³ un par de correas.



   Jean estaba medio sentado, medio acostado, con las piernas abiertas y las jugosas bolas colgando entre los muslos.



   Cuando Mateo levantĆ³ las correas, Jean lo mirĆ³ desconcertado. —Por quĆ©...



   —Por tu propia seguridad —dijo Mateo comenzando a atar la pierna izquierda de Jean al soporte. —PodrĆ­a doler un poco...



   Jean frunciĆ³ el ceƱo.



   Mateo atĆ³ sus dos piernas a los soportes y sujetĆ³ los brazos de Jean.



   ChacĆ³n parecĆ­a incĆ³modo. TratĆ³ de sacar los brazos, pero estaban apretados.



   Mateo mirĆ³ al joven semental y sonriĆ³. Se frotĆ³ las manos y dijo:



   —EstĆ” bien —agarrĆ³ las dos piernas de Jean y las separĆ³, forzĆ”ndolo a una posiciĆ³n muy incĆ³moda.



   Jean gritĆ³ de dolor.



   Mateo chasqueĆ³ la lengua y sujetĆ³ las piernas de Jean.



   Jean gruĆ±Ć³.



   Mateo mirĆ³ las huevas de Jean que colgaban de manera vulnerable frente a Ć©l. —Oh si por supuesto…



   Mateo agarrĆ³ las bolas de Jean, atrapando su gĆ³nada izquierda y su hueva derecha en cada una de sus manos.



   Jean inhalĆ³ bruscamente.



   El urĆ³logo apretĆ³ con fuerza.



   Jean chillĆ³.



   Mateo asintiĆ³ burlonamente y continuĆ³ apretando, aplastando las dos grandes bolas alternativamente, haciendo que Jean gimiera de dolor.



   Mateo soltĆ³ las bolas de Jean y dio un paso atrĆ”s. LevantĆ³ la pierna y, con un sonido nauseabundo, pateĆ³ las bolas de Jean.



   Ć‰ste gritĆ³ desde lo mĆ”s alto de sus pulmones. LuchĆ³ contra sus ataduras sin poder liberarse, permaneciĆ³ en su posiciĆ³n vulnerable gritando de dolor.



   Mateo asintiĆ³ con la cabeza. —Creo que tendremos que hacerlo de nuevo...



   Le sonriĆ³ a Jean disculpĆ”ndose y pateĆ³ sus cojones una vez mĆ”s. La punta de su zapato chocĆ³ con las toronjas de Jean metiendolas en su pelvis.



   —¡AAAY! —gritĆ³ Jean—. ¡Para! ¡Basta ya! ¡Basta!



   Mateo levantĆ³ las cejas. Luego asintiĆ³ y siguiĆ³ con otra fuerte patada a las preciosas pelotas de Jean.



   Los ojos del hombre se llenaron de lĆ”grimas y dejĆ³ escapar un grito agudo.



   Mateo hizo una mueca. —Lo siento, Jean.



   Jean jadeĆ³. —¿EstĆ”s loco? ¡DĆ©jame ir! ¡DĆ©jame ir! ¡Bastian tiene que estar drogado para mandarmos a esto!



   Mateo lo ignorĆ³ y agarrĆ³ el pie derecho de Jean. Le quitĆ³ el calcetĆ­n y lo dejĆ³ colgar frente a su cara.



   Jean apartĆ³ la cabeza. —¿QuĆ© estĆ”s... DĆ©jame ir!



   Mateo se echĆ³ a reĆ­r y le quitĆ³ el otro calcetĆ­n.



   —Abre la boca —dijo con una sonrisa.



   Jean lo mirĆ³ con incredulidad. —¿QuĆ©...



   RĆ”pidamente, Mateo metiĆ³ los dos calcetines en la boca de Jean. Ɖste hizo una mueca cuando probĆ³ el sabor de sus pies en su lengua. SoltĆ³ un grito ahogado.



   —Shhh —dijo Mateo y sostuvo su dedo Ć­ndice frente a su boca. Luego apretĆ³ el puƱo y enviĆ³ un poderoso golpe a los testĆ­culos, golpeando su gĆ³nada derecha y aplastĆ”ndola contra su cuerpo.



   Jean dejĆ³ escapar un grito sofocado y se retorciĆ³ en la silla.



   Mateo hizo una mueca y golpeĆ³ con fuerza la hueva izquierda de Jean.



   ChacĆ³n jadeĆ³ fuertemente. Estaba sudando por todo su cuerpo.



   Mateo suspirĆ³ y golpeĆ³ las bolas de Jean una docena de veces en rĆ”pida sucesiĆ³n, aplastando alternativamente la izquierda y la derecha.



   Jean gimiĆ³ roncamente.



   El especialista continuĆ³ golpeando las bolas de Jean como un saco de boxeo. Izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda, derecha, izquierda.



   Los ojos de Jean se llenaron de lĆ”grimas y gimiĆ³ de dolor.



   Mateo parecĆ­a estar satisfecho con los resultados. MirĆ³ la cara del paciente.



   El rubio casi habĆ­a logrado escupir sus calcetines sucios.



   Mateo sonriĆ³ y se los volviĆ³ a meter en la boca.



   Jean gimiĆ³.



   Mateo se agachĆ³ y levantĆ³ la ropa interior, tocĆ”ndolos solo con el pulgar y el Ć­ndice.



   Jean lo mirĆ³ con los ojos bien abiertos.



   —AquĆ­ —dijo Mateo y puso los calzoncillos sobre la cara de Jean para que su boca estuviera cubierta y no tuviera oportunidad de escupir sus calcetines otra vez.



   Jean intentĆ³ protestar, pero con la boca llena y los labios tapados, nada mĆ”s que gritos amortiguados salieron de sus labios.



   Mateo sonriĆ³ y agarrĆ³ las bolas de Jean. —Son duras, ya la mitad de los hombres quisieran tenerlas asĆ­ —sonriĆ³.



   Jean se quejĆ³.



   Mateo dio un paso atrĆ”s y pateĆ³ las bolas de Jean con fuerza, su empeine chocĆ³ con las delicadas ciruelas empujĆ”ndolas hacia su cuerpo.



   Jean dejĆ³ escapar un grito agudo.



   —¿QuĆ© es esto? —Mateo sonriĆ³ y seƱalĆ³ el pene de Jean que se habĆ­a vuelto completamente duro y apuntaba al techo.



   Jean mirĆ³ su entrepierna con sorpresa y terror.



   —Una erecciĆ³n —dijo Mateo y tirĆ³ de la polla de Jean hacia abajo dejando que golpeara los abdominales de Jean.



   La punta del miembro brillaba con presemen.



   Mateo volviĆ³ a bajar la gran polla carnosa y frotĆ³ su dedo Ć­ndice sobre la cabeza hĆŗmeda.



   Jean gimiĆ³.



   Mateo se riĆ³ y golpeĆ³ las bolas hinchadas de Jean con su puƱo.



   Jean chillĆ³.



   —Lo siento —dijo Mateo mientras jugaba con el guevo de Jean nuevamente—. pero si eyaculas ahora, arruinarĆ”s todo lo que hemos logrado... —golpeĆ³ los huevos de Jean con fuerza.



   El pene de Jean se crispĆ³ y el lĆ­quido preseminal bajĆ³ por su tronco.



   —Ya sabes —dijo Mateo lentamente, agarrando el escroto y tirando hacia abajo, haciendo que las preciosas gĆ³nadas se hundieran hasta el fondo de la bolsa, estirando su piel—. No quiero que acabes.



   Jean gimiĆ³.



   Mateo mirĆ³ los dos grandes testĆ­culos. Se riĆ³ entre dientes y los golpeĆ³ juguetonamente con la palma de su mano.



   El cuerpo de Jean se doblĆ³. Su polla se crispĆ³ incontrolablemente.



   —No —dijo Mateo—. No te corras —golpeĆ³ de nuevo las bolas de Jean.



   La polla se retorciĆ³ y sus bolas intentaron levantarse.



   —No —repitiĆ³ Mateo y golpeĆ³ los dos testĆ­culos con fuerza.



   Jean dejĆ³ escapar un gemido ahogado y su pene comenzĆ³ a eyacular.



   —No —dijo Mateo pero la polla lanzaba chorros de crema caliente y blanca por el aire.



   Jean se retorciĆ³ en la silla, gimiendo de dolor.



   Gruesas gotas de esperma cayeron sobre su cuerpo, en su cabello y en el suelo.



   Mateo sacudiĆ³ la cabeza.



   SoltĆ³ las bolas de Jean y dio un paso atrĆ”s. Al mirar su objetivo, se encogiĆ³ de hombros y lanzĆ³ una fuerte patada a las bolas, aplastĆ”ndolas con fuerza.



   La polla de Jean descansaba sobre sus abdominales, creando un charco de semen cremoso cerca de su ombligo.



   El rubio respiraba con dificultad, agotado y exhausto.



   —EstĆ” bien —dijo Mateo. RetirĆ³ los boxers de Jean de su rostro.



   La cara del paciente estaba hĆŗmeda de sudor. Sus ojos tenĆ­an lĆ”grimas.



   Mateo sacĆ³ los dos calcetines de su boca.



   Jean tosiĆ³.



   —Joder —gimiĆ³.



   —EstĆ” bien —dijo Mateo—. Tus testĆ­culos estĆ”n perfectos para otro aƱo de uso en el proyecto.



   Jean mirĆ³ hacia abajo y gimiĆ³.



   Su escroto estaba rojo, hinchado y manchado de semen.



   Mateo desatĆ³ sus brazos y piernas, dejando que Jean saliera de la silla. Se doblĆ³ y masajeĆ³ sus doloridas gĆ³nadas. FulminĆ³ con la mirada al urĆ³logo.



   Y Mateo sonriĆ³.



   Jean gimiĆ³ y se preparĆ³ para irse cogiendo su ropa.

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