El jornalero (4/5): La propuesta - Las Bolas de Pablo

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12 ago 2020

El jornalero (4/5): La propuesta

Rodrigo Chacón estaba ingiriendo alcohol, había bebido mucho pero aún estaba consciente del mundo en su exterior, aunque su mente ya estaba dotada de la adrenalina que deja el líquido de hacer que las personas se atrevan realizar o decir hazañas que no dirían estando sobrios. Por mucho tiempo estuvo mirando a Fabián, quien sudoroso seguía trabajando en el campo. Al ver que finalmente descansaba de su labor, se decidió acercarse y hacerle una propuesta que sin la magia del alcohol le haría.

–Fabián, sé que tu familia, no está... digamos... digamos... bien, que tú necesitas mucho dinero... pues yo... estoy muy seguro de pagarte el triple, si... tú y yo hacemos algo en secreto.

–¿Cómo qué será, Rodrigo? –preguntó el trabajador, pensando erróneamente en algún trabajo ilegal.

–Digamos que... –tanteó Rodrigo buscando las palabras precisas–, que me dejes golpearte los huevos, tus testículos.

–No entiendo, Rodrigo –negó Fabián arrugando la cara preocupado.

–Simplemente eso. Tú y yo nos citamos en un lugar, y te pego repetidas veces en las bolas, cuando yo me canse te pagaré mucho más de lo que ganas aquí y así estarás satisfecho, tú y yo lo estaremos. Eso de golpear en las bolas a los hombres, es un fetiche que tengo, y que me gusta, claro esta. Y disfruto mucho haciéndolo, y más si es contigo, como te ves así fuerte, huevudo, quiero hacerlo contigo libremente.

Fabián recordó las anteriores veces que en las mañanas al despertar en la finca amanecía con los testículos hinchados, tal vez Rodrigo aprovechándose de su borrachera le había pegado en esas ocasiones, sintió mucha molestia.

–No lo sé –declaró.

–Tendré cuidado de que tus bolas no se rompan, solo quiero que seas, algo así, como mi esclavo. Te espero esta noche, después de las 8 en las caballerizas antiguas, tú decides, si no vas, puedes hacer como que si no te dije NADA –y recalcando las últimas palabras se alejó del hombre que involuntariamente movió sus manos protegiendo sus testículos. Al alejarse de su apreciado Fabián, Rodrigo sintió la alegría de haber tenido la fuerza de hacerle esa propuesta al jornalero, solo bastaba esperar a que llegara la noche.

Las horas pasaron lentas, cuando el alcohol abandonó su cuerpo y la hora pautada se fue acercando, Rodrigo estaba en estado nervioso, ¿Fabián se atrevería a ir? ¿Se presentaría de buen ánimo? ¿Aceptaría las reglas? ¿Y si renunciaba a la hacienda? eran las 8:19 pm y no había llegado. Cuando el hombre jornalero apareció sus miradas se encontraron. Vestía completamente limpio y parecía tan nervioso como Rodrigo.

–¿Qué será lo que me vas a hacer? –pregunto con frialdad.

–Golpearte en los testículos –respondió Rodrigo tratando de normalizar su tono de voz, sin tartamudear–. Te golpearé y patearé, es un pequeño fetiche, yo disfrutaré con eso, y tú te sentirás satisfecho más tarde, cuando te pague... si aceptas, te daré la primera parte del dinero ahora, y la segunda al concluir, si no lo quieres hacer, puedes irte.


–Estoy decidido –dijo sin titubear Fabián.

Rodrigo se paró del suelo, se acercó al hombre, olía a perfume, paso su mano por el pecho y vio como el semblante del peón, se endurecía, sin avisarle, metió su mano por el apretado jeans, hasta sentirle los 2 testículos.

–Debo cerciorarme que no tengas protector –dijo Rodrigo, luego de tocarlo, le paso un grueso lote de dinero, que el casi prostituto guardo en su bolsillo después de contar.

–Estoy prepa...– avisaba Fabián, pero fue silenciado al recibir el primer golpe desprevenido en sus huevos.

Abrió la boca de sorpresa cuando la rodilla de Rodrigo subió directamente contra sus bolas, gimió de dolor cayendo al suelo protegiendo con sus manos sus delicadas gónadas.

–¡Ay, ay, ay! –chillaba adolorido excitando sexualmente a Rodrigo que empezó a sentir su pene duro.

–Necesito que te pares– indicó suave pero de forma dominante Rodrigo, estando sobrio, Fabián era mucho más fácil de dominar.

Lentamente se paró del suelo agarrando sus gónadas.

–Aparta las manos.

Fabián trató de enderezarse y soltar sus bolas para poner las manos en la cadera, pero Rodrigo lo envió de nuevo al suelo con una sonora patada entre las piernas abiertas del trabajador.

Rodrigo sonreía a Fabián, deseaba sacarse su pene y masturbarse frente a él y echarle todo su semen en la cara, o desnudar al propio empleado y exprimirle todo su jugo, Fabián no dejaba de retorcerse y agarrar sus pelotas. Si alguien miraba el bulto de Rodrigo, vería como su pene se mostraba orgulloso y erecto sobre la negra tela de la ropa, delineado a la izquierda, excitado por los gemidos y dolores del apuesto Fabián que se acariciaba las bolas en el suelo.

–¿Eres... eres... eres gay? –preguntó Fabián, el sonido de su voz denotaba todo el dolor que se expandía de sus testículos a todo su torneado cuerpo

–Eso es algo que no te interesa –respondió severamente Rodrigo–. Solo haz lo que te digo y yo te pagaré... ¿eres virgen por el ano? Tu virginidad puede costar mucho más de lo que te pague esta noche, y tus labios también, solo piénsalo y después me dices –expresó Rodrigo sin ningún tipo de miedo, pero estaba enamorado del cuerpo de ese heterosexual.

Fabián no contestó nada, se levantó del suelo, y se apoyó contra una pared, respirando pesadamente y sobando sus testículos llenos de semen, comenzaba a sudar, y sus piernas tenían un ligero temblor.

–Quiero continuar –indicó Rodrigo.

–Me duele... pero... está..................... está bien.

Mirando a Rodrigo Chacón, abrió de nuevo las piernas y dejando sus bolas propensas a cualquier furtivo ataque. Rodrigo apretó el puño y lo clavo con fuerza sobre las 2 bolas de Fabián, que gritó y retrocedió para caer de nuevo al piso chillando de su fuerte dolor de testículos hasta revolcándose sin cesar.
Fabián sobando sus maltratadas gónadas

–Bueno –concluyó Rodrigo, porque se sentía muy excitado y si seguía, tendría una situación muy extrema–. Por esta vez hemos terminado –anunció sacando otro lote de dinero y tirándolo al suelo cerca de Fabián–. Espero que podamos continuar en otro momento en el que no llores como niñita –salió con paso apresurado del sitio con su pene prominentemente marcado sobre su jean, Fabián se quedaría por unos minutos tirado en el suelo, pero pronto se sentiría satisfecho de su propina, mientras que Rodrigo estaba pocos metros alejado de las caballerizas, regando sobre el suelo, su semen producto de la excitación del atractivo empleado dominado. Aunque lo trató como un ser insignificante estaba más enamorado de su virilidad y forma de quejarse del dolor testicular, lo admiraba como macho a su jornalero.

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