Los huevos del pastel (1/5): La competencia - Las Bolas de Pablo

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17 ago 2020

Los huevos del pastel (1/5): La competencia


Es una historia antigua que quise recuperar y publicar como serie.
CONTIENE
BALLBUTING MUJER/HOMBRE


—Es una grandĆ­sima perra —murmurĆ³ Daniel con mucho rencor. VeĆ­a desde la vitrina de su tienda el local de la calzada del frente. Era propiedad de su exesposa que por motivos de venganza inaugurĆ³ una venta de pasteles robando su clientela con estratĆ©gicas ofertas.

Daniel tambiƩn es dueƱo una venta de pasteles su negocio familiar por herencia y que se estaba yendo abajo por culpa de esa infeliz.

—Esto no se va a quedar asĆ­ —negĆ³ el hombre con los puƱos crispados, en el dĆ­a solo tuvo tres ventas mientras su ex tenĆ­a clientes por montones.

Daniel cerrĆ³ su establecimiento de pasteles y cruzĆ³ hecho una furia la acera.

IngresĆ³ al local y fue cuando recibiĆ³ el impacto de la causa de su derrota, era una sala moderna donde las paredes resaltaban con dibujos de pasteles, habĆ­a mucho color y un agradable olor a torta reciĆ©n horneada. Sobre los mostradores se veĆ­an deliciosos y decorados bizcochos, nada que ver con su clĆ”sica pastelerĆ­a que se quedĆ³ congelada en la ambientaciĆ³n de 20 aƱos atrĆ”s. AdemĆ”s de los excelentes precios que ofrecĆ­a.

Hechos que aumentaron su furia, sus ojos se encontraron con los de aquella mujer que alguna vez fue su esposa.

—¿QuĆ© quieres? —preguntĆ³ ella con altanerĆ­a—. Para ti tenemos un rico pastel con relleno de cianuro.

—¡Es que no se puede caer mĆ”s bajo! —se quejĆ³ Daniel—. Quedarte en mi barrio e inaugurar una tienda de dulces en mi frente. ¡EstĆŗpida perra!

El hombre como loco comenzĆ³ a destruir los pasteles que devoraban la vitrina estrellĆ”ndolos al suelo o pateĆ”ndolos.

—¡QuĆ© haces, idiota! —gritĆ³ Graciela saliendo de la caja, comenzando a encolerizarse.

A Graciela ChacĆ³n ya la conociste meses atrĆ”s en la primera entrega de ReuniĆ³n Familiar, una rubia con mucho carĆ”cter y egĆ³latra.

—¡LĆ”rgate de mi zona! Estos pasteles son mis ideas.

Daniel continuaba eufĆ³rico daƱando la tienda ahora lanzando las tortas contra las paredes, decidido a acabar con el local de su competencia pero fue interrumpido por un golpe duro directo a las gĆ³nadas cortesĆ­a de Graciela.


Daniel dejĆ³ escapar un grito y se dejĆ³ caer de rodillas, ahuecando sus dolorosas bolas, su rostro se contorsionĆ³ por el dolor que sufrĆ­a.

Graciela furiosa estallĆ³ de risa al verlo moverse de un lado a otro meciendo su virilidad.

—Ouuuuccchhhh —gimiĆ³ Daniel haciendo una mueca de agonĆ­a.

—Te lo mereces por estĆŗpido —la mujer se reĆ­a atormentĆ”ndolo—. Esto lo que hace es darme mĆ”s fuerzas con mi tienda, estĆŗpido. ¿Te doliĆ³? ¡Pues que raro porque tĆŗ no tienes huevos!

Desde su posiciĆ³n en el suelo, Daniel mirĆ³ a su ex antes de intentar levantarse lentamente pero resbalĆ³ con la crema de un pastel y cayĆ³ quejĆ”ndose y separando las piernas.

Los ojos del hombre se cruzaron cĆ³micamente cuando recibiĆ³ un puntapie en las bolas con el zapato de tacĆ³n de la mujer, aquello fue como si le hubieran destruido las huevas.

—¡Ahora vete de mi tienda o te irĆ” peor, desgraciado!


Graciela dejĆ³ que Daniel se levantara con dificultad.

Ɖl hizo una mueca. Nunca se esperĆ³ una nueva arremetida de Graciela al darle una fortĆ­sima patada en la entrepierna.

DejĆ³ escapar un gruƱido ronco y se doblĆ³, poniendo sus manos en sus muslos.

—¡Desgraciado! Te lo mereces por venir a mi tienda y destruirla. ¡Falta de respeto! ¡Lo pagarĆ”s caro!

Daniel gimiĆ³ de dolor y comenzĆ³ a saltar arriba y abajo, agarrando su entrepierna. PodĆ­a sentir sus cocos palpitando dentro de su pantalĆ³n, el dolor se irradiaba desde los tiernos testĆ­culos a todo su cuerpo.

—DeberĆ­as ver tu cara —se riĆ³ Graciela—. ¿QuĆ© es eso? ¿Es una lĆ”grima saliendo de tus ojos?

Se carcajeĆ³ de la risa.

—EstĆŗpida perra. Me encargarĆ© que cierres esta pocilga —Daniel se enderezĆ³ tratando de sacudirse el dolor.

—¡Primero cerrarĆ” tu tienda de mierda antes que la mĆ­a! —rugiĆ³ Graciela, con eso lanzĆ³ el pie hacia la entrepierna de Daniel con toda la fuerza que pudo reunir.

Daniel dejĆ³ escapar un chillido agudo. RetrocediĆ³ unos pasos encorvĆ”ndose y frotando su entrepierna, haciendo una mueca de dolor pero con una expresiĆ³n de orgullo en su rostro.

—Esto no se va a quedar asĆ­, perra.

—¿Ah sĆ­?



Sin bajar la guardia el hombre fue directo a la puerta de salida encorvado y agarrando su hombrĆ­a.

—Esto no se va a quedar asĆ­ —susurrĆ³.


La mujer estallĆ³ en una humillante risa:

—SĆ­, vete, vete a llorar por tus huevitos que aquĆ­ la reina del pastel soy yo.

Una nueva carcajada atormentĆ³ los oĆ­dos de Daniel hasta que saliĆ³ adolorido de esa miserable tienda.

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