Reunión familiar (1/5): Rafael Chacón - Las Bolas de Pablo

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11 jun 2020

Reunión familiar (1/5): Rafael Chacón

CONTIENE
SEXO HEETEROSEXUAL
BALLBUSTING MUJER/HOMBRE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   —¿Quieres más hijo? —preguntó Marcos Chacón a su nieto Vicente. Lo miraba a través de sus gafas de sol con una mezcla indefinible entre orgullo, ternura y amor.

   El hijo mayor de Simón Chacón comía un pastel de chocolate.

   —Bueno, si quieres más será tu turno de ir a buscarlo, ¿entendido?

   —Sí.

   —¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?

   El niño afirmó con la cabeza. Su abuelo le dio un paternal cariño en la mejilla. Seguidamente Marcos Chacón suspiró y bebió de su vino. Estaba en medio de una reunión familiar en virtud del matrimonio civil de su única hija, Jenny. El enlace eclesiástico había sido semanas atrás y en aquel momento era la unión ante la ley. Marcos entonó los ojos y sonrió de alegría levantándose del asiento.

   —¡Rafael, pero que grande estás! Te veo más alto que la última vez. ¿Qué te da tu madre de comer?

   Rafael Chacón era el hijo mayor de Israel, iba acompañado de su padre. El muchacho de 17 años de edad vestía con un pantalón que se ceñía a su productor viriles, camisa blanca y saco azul.

   Israel también estaba elegantamente vestido, saludó a su padre con un beso y se distanció de él para entregar un obsequio a los recién casados. Así que abuelo y el mayor de sus nietos se quedaron juntos ocupando un asiento.

   —Y dime, ¿funcionaron los ejercicios de condensadores que te ayude a resolver la otra vez por videollamada?

   —Sí, abuelo. Muchas gracias.

   —Ya vas a salir del colegio, ¿sabes qué vas a estudiar en la universidad?

   —Odontología como papá. Anoche estuve hablando con él para mudarme a su departamento. En meses debo presentar la prueba de ingreso universitario.

   —Fascinante —indicó Marcos, sonrió a Vicente que se iba de la mesa para jugar con otros niños de su familia—. Israel vivió un tiempo en mi casa quiso comprar su departamento y se mudó. Mi casa es tu casa también cuando quieras te vienes con nosotros, mi esposa no pondrá objeción, es como si también fuera tu abuela.

   —Gracias, lo tendré muy en cuenta.

   —Y más ahora que ella y yo estaremos solos. Es una casa muy grande, ya la conoces. Tendrás la piscina para tu disposición.

   Ambos rieron. Seguido Rafael se dedicó a responder unos mensajes de whatsapp y después suspiró guardando su móvil en el bolsillo.

   —¿Y todavía estás de novio con aquella chica? ¿Gisela es su nombre?

   —Sí, ella. No pudo viajar con nosotros porque su madre está enferma y quiso quedarse a cuidarla y ayudarle —Rafael sonrió y después no pudo aguantar más la duda—. Abuelo, tú que tienes más experiencia, ¿cómo has hecho con eso?

   —¿Con qué? —Marcos lo miro confundido.

   —Con eso —Rafael desvió la mirada a la abultada entrepierna de su superdotado abuelo—. Papá y tú siempre me han dado toda su confianza con el tema, ¿cómo te acostumbraste a los mega huevos? ¿No te son molestos? A veces me he sentado sobre uno de ellos y me duelen —ambos se echaron a reír—. Otras veces he andado en bicicleta y varios baches en la calle han hecho que casi te quedes sin bisnietos.

   Marcos se rio y dio unas palmadas a Rafael, se sirvió una copa de vino para él y otra para el muchacho.

   —Hijo, es algo con lo que te acostumbras sólo debes tener cuidado. Además, ¿te ha dicho tu padre que son duros y resistentes?

   —Sí.

   —¿O has recibido algún golpe donde sientas un dolor muy insoportable casi al punto de morir? —preguntó Marcos comenzando a preocuparse de que aquel chico heredase la debilidad de Bastian.

   —Cualquier golpe de por sí es doloroso —respondió Rafael acariciando su hombría con una mano.

   —Sí, lo sé. Pero hay niveles de dolor, algunos miembros de la familia con tan sólo un pequeño golpecito, así —gesticuló con sus dedos como si jugara canicas— los deja en el suelo chillando por minutos.

   —Oh, no. Tampoco así, abuelo, no me jodas. abuelo. Tan debiluchos no son mis cojones.

   Marcos soltó una risotada sintiéndose profundamente aliviado.

   —Estoy seguro que debes conocer a tu tío abuelo Bastian. Será útil para un estudio testicular. Ya sabes que debemos cuidar el orgullo de nuestra familia.

   Rafael sonrió.

   —Hay multitud de Chacón aquí —comentó—. Y hablando de orgullo, abuelo —el joven acercó su rostro al de Marcos y bajó la voz—. Perdí la virginidad con Gisela y cuando me vio desnudo no sabes lo mucho que se sorprendió del tamaño de mi pito y mis bolas.

   —¡Eso siempre pasa! Las mujeres se sorprenden del tamaño de nuestros genitales, en especial de las pelotas. Tendrás que acostumbrarte, hijo.

   —¡Tiiiiiiio! Mi tío querido.

   A la mesa llegó una mujer alta y rubia, tenía un elegante vestido rojo pero las facciones de su cara daba a entender que era una fémina de carácter y temple, incluso su tono de voz demostraba la fuerza de su altivez, Rafael tenía entendido que era la responsable del delicioso pastel de bodas. Iba acompañada de un anciano con cabello corto y canas, vestía un traje oscuro y el peso de sus largos años seniles no hacían mella en su modo de vida.

   La mujer le dio un beso y un abrazo a Marcos Chacón y el señor a su vez le dio un caluroso abrazo al anciano.

   —Rafael déjame presentarte a Graciela Chacón, hija de uno de mis hermanos, Roger, y el hombre que la acompaña es mi tío Víctor, es hermano de mi padre.

   Rafael tendió la mano a sus familiares saludándolo con una sonrisa.

   —Sin duda alguna eres la copia más joven de Israel —calificó la mujer—, guapos los dos, tío Marcos quería hablar contigo y quiero aprovechar esta oportunidad.

   Graciela Chacón se sentó al lado de Marcos y el anciano que llegó con ella tomó asiento en el medio de Rafael y Marcos.

   —Mi adorado, tío. Quiero agrandar mi local y necesito de un buen arquitecto como tú.

   Marcos sonrió.

   —Tengo entendido que le estás haciendo la competencia directa a tu esposo.

   Graciela lo miró directamente a los ojos y su genio afloró:

   —¡No me hables de ése idiota! Y sí, estoy decidida a hundir su negocio porque él es un estúpido.

   Enseguida Marcos se echó a reír, Graciela había inaugurado una tienda de pasteles justo al frente del local de su ex marido quien también se dedicaba al rubro y ambos tenían un titánica guerra empresarial. Pero esa es una historia que muy pronto se va a desarrollar a parte de ésta.

   Rafael extrajo su celular del bolsillo y se dedicó a escribir un mensaje a su novia. Sonrió, la amaba mucho o ése era el concepto de amor que tenía a su corta edad. Juntos habían perdido la virginidad, fue en una tarde bonita y que no olvidaría nunca.


   En casa de Gisela no estarían sus padres y ella invitó a su novio.

   Los dos estuvieron nerviosos y cuando se abrazaban tan pegados podían sentir el agitado palpitar en el corazón del otro. 

   Rafael fue el primero en desnudarse. 

   —¿Qué pasa? —preguntó a Gisela, que sorprendida miraba sus genitales—. ¿Te gustan? ¿O estás arrepentida?

   —Sí, tengo miedo. Con ese garrote me harás daño. 

   —Te trataré con delicadeza —indicó Rafael como una vez le recomendó su padre—. Seré cuidadoso y nos ayudaremos

   Gisela después se rio. 

   —Mira tus bolas, como te cuelgan, jajajaja, ¿te pesan? 

   Rafael se mordió un labio. 

   —No, pero son grandes y graciosas, observa —separó la piernas y se inclinó moviendo su cadera en forma circular y sus grandes testículos empezaron a bambolear, arrancándole risas a su novia y haciéndole olvidar sus nervios. 

   Cuando se tranquilizaron un poco, él la abrazó y la acercó a él. 

   —¿Seguimos? ¿Estás segura? Andando que alguien puede llegar. 

   Gisela se agachó y comenzó a sobar la tiesa verga de su novio, era grande y durísima. Dudando y sintiendo un poco de asco la metió en su boca. Era la primera vez que chupaba una. No tenía sabor a nada. Estuvo un rato jugueteando con el miembro como la principiante que era, Rafael tampoco sintió mucha emoción, su corazón estaba que salía de su pecho, de vez en cuando una cosquillas aparecían en la cabeza de su pene pero también sentía los dientes de Gisela y le dolía. Cansado de que le mordisqueara el pene la ayudó a levantarse, se colocó detrás de ella y comenzó a besar su cuello. La chica estaba toda mojada. Con sus dedos comenzó a masturbar el clítoris, como vio en una película pornográfica el día anterior. Gisela soltó un pequeño gemido y le pidió que no se detuviera. Estaba nerviosa pero se sentía fascinante la sensación de estar con él tocándola mientras sentía en sus nalgas su erección. Rafael continuó haciéndolo. Seguía, seguía y seguía hasta que Gisela sintió una explosión dentro de su cuerpo, un cosquilleo desde el centro del estómago que se expandió por todas partes mientras sus piernas empezaban a temblar ¿era un orgasmo?

   Rafael le susurró palabras a su oído en un tono romántico sin saber que esa técnica también la usaba su padre en la intimidad. 

   Gisela le agarró el pene y lo masturbó suavemente, con delicadez. 

   Rafael con sus dedos buscó la apertura de la vagina, hecha un mar de lo mojada que estaba y comenzó a introducir su pene, Gisela no lo soportó y dio un grito, aquello le dolía tanto.

   —¿Te dolió? 

   Gisela le dijo la verdad y Rafael asintió lentamente, se mordió los labios pero el pene seguía entrando en ella, la desgarraba, le seguía doliendo. 

   —Cuesta para que entre —reconoció Rafael—. ¿Será siempre así? 

   —Sigue y no pares. Quiero hacerlo igual así que sigue.

   El chico continuó tratando de introducir su pene dentro de de su novia. A la chica le dolía y mucho, y trataba de hacer un gran esfuerzo para no gritar pero todo lo demás se había sentido tan placentero, y sabía que sólo esa vez iba a doler. Finalmente entró por completo. Fue raro, por un lado le agradaba la sensación de sentir la verga de Rafael dentro de ella pero por otro seguía con dolor aunque menos intenso.

   Gisela comenzó a moverse lentamente, el dolor se mezclaba con placer. Sus movimientos comenzaron a acelerarse cada vez más y cada vez más. Sentía los testículos de su novio chocar contra sus nalgas, era divertido y aquellos órganos tan grandes le parecieron bellos e inigualables, no se parecían a las bolas de niingún otro chico que buscaba por internet, los testículos de Rafael eran grandes y hermosos. Las embestidas de Rafael eran cada vez más fuertes hasta que clavó sus dedos en su cintura y besó su hombro. Detuvo sus movimientos respirando muy agitadamente y salió de su vagina. El condón que envolvía su verga estaba repleto de semen, ¿sería que nunca se había masturbado o aquellos testículos producían tanta leche? 

   Si Bastian lo estudiase arrojaría que Rafael era el mayor productor de semen en su generación. 

   —¿Te gustó? —quiso saber Rafael. 

   —No llegué al tal orgasmo, pero me gustó, podemos seguir intentando a futuro —y le dio un beso en los labios donde ambos cerraron los ojos. 

   Rafael retiró el látex que envolvió su verga y le hizo un nudo de mala calidad, seguido lo guardó en una bolsa que escondió en la mochila que usaba para el colegio. 

   —Tener sexo me encantó —dijo—, pero termino agotado cuando suelto la leche. 

   Gisela se rio, acarició el pecho de su novio, Rafael era tan fuerte. 

   —¿Te habías masturbado antes? —preguntó, no puedo más con la duda. 

   —Sí —Rafael hizo una sonrisa pícara—, muchas veces veces pensando en ti. 

   —¡Puerco! —se rio Gisela dando una palmada en sus pectorales. Después se sentó en la cama y miró los huevos de su novio reposaban cómodamente entre sus piernas—. Oye son muy grandes, ¿seguro que no te molestan? 

   —A veces cuando me siento he aplastado a uno de ellos. 

   Se rieron. 

   —Mamá me ha comprado varios calzoncillos apretados porque así los mantiene en su lugar. Dice que a papá le pasaba lo mismo. 

   —Son bellos y brillantes —la chica les dio un beso. 

   —Mi padre dice que todos los hombres de su familia los tienen así de grandes. Yo creo que es mentira y son arrogancias de él. 

   Ambos volvieron a reirse. 

   —¿Esto te duele? —quiso saber Gisela dando una palmada a aquellos hermosos productores de semen. 

   Los ojos de Rafael se abrieron y dejó escapar un gemido sorprendido e incrédulo. Se quedó sin aliento y agarró sus bolas haciendo una mueca de dolor.

   —Sí, dolió —respondió el muchacho aunque su polla se crispó. 

   —No puedo creer que unas cosas tan grandes te sean tan débiles —dijo la joven. 

   —¿Qué dices, amorcito? No soy débil de huevos. He resistido muchas veces. ¿Recuerdas aquella práctica de béisbol con la pelota? 

   —Te quedaste atormentado en el piso por media hora. El señor Israel quiso ayudarte y tú estabas estresado por el dolor. 

   —¡Es mentira! Me estrese porque perdimos. 

   —Mmmmm. 

   —Gisela, puedo demostrarte que soy fuerte de pelotas —salió de la cama—. Vamos, pateame —abrió sus piernas y apartó su verga del camino. 

   La muchacha se levantó y con eso, pateó las nueces de Rafael con toda la fuerza que pudo reunir. El empeine de su pie desnudo chocó con los genitales de su novio aplastándolos con un ruido sordo.

   Los ojos de Rafael se cruzaron y dejó escapar un gemido de angustia. Tosió y cayó a un lado, agarrándose la entrepierna, gimiendo y gimiendo de dolor.

   Gisela se rio cubriéndose la boca con las manos. 

   —Iré a buscarte una bolsa de hielos y no quiero que la rechaces como hiciste en el béisbol con la que buscó tu papá. 

   Y salió de la habitación. 

   Rafael se retorcía en el suelo, con los ojos cerrados, y las manos ahuecando sus doloridas gónadas.

   Aquellos recuerdos se desvanecieron de la mente de Rafael cuando repentinamente recibió una palmada en los testículos. 

   —¡Ay! —reaccionó dando un brinco. No había sido doloroso pero sí consistente para borrar sus recuerdos con Gisela. 

   El culpable de aquel ataque había sido el jodido anciano a su lado.

   —Lo que yo digo —decía el viejo—. Nuestros testículos son nuestro mejor orgullo pero a la vez la mayor debilidad seas chico o grande. 

   —Pero tío —reprochó Marcos Chacón con una sonrisa—. No quiero que me lesione al nieto. 

   —¿Lesionar? Tu calenturiento nieto parece que tiene una erección. Mi palma tocó algo duro y no creo que guarde un palo ahí. 

   Graciela dio una risa encandalosa. 

   —Estoy bien —informó Rafael. 

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