BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
Unai estaba a cuatro patas, agachĆ”ndose frente a uno de sus inventos que destruĆan la virilidad, luchaba con algunos cables y murmuraba palabrotas. VestĆa pantalones cortos dando una vista perfecta de su trasero y el bulto de sus genitales encajado entre sus muslos.
—¿Quieres ver algo gracioso? —susurró Alejandro detrĆ”s de Bastian.
Chacón alzó las cejas y lo miró.
Alejandro le guiñó un ojo y se acercó a Unai, asegurÔndose de que no lo notara acercarse.
Bastian sonrió y subio el pulgar.
Cuando estuvo parado justo detrĆ”s de Unai. Se volvió hacia Bastian y sonrió, seƱalando la entrepierna del otro cientĆfico. Sus bolas presioneras estaban claramente delineadas y extremadamente vulnerables, sostenidas en su lugar por la tela de la vestimenta. La costura de sus pantalones cortos separaba su escroto por la mitad, y se podĆa ver las gónadas abultada a cada lado.
Alejandro alzó la pierna hacia atrĆ”s y pateó su objetivo. Aplastando los testĆculos en el cuerpo y levantando a Unai del suelo. Un ruido sordo, el sonido de los frĆ”giles testĆculos aplastados en la pelvis de alguien, resonó en la habitación.
Unai dejó escapar un grito de sorpresa. —¡Mis testĆculos!
—SĆ —sonrió Alejandro—. Esos fueron tus testĆculos.
Permaneció a cuatro patas, con las piernas y los brazos ligeramente temblorosos. Miró hacia abajo entre sus muslos, buscando su abultada entrepierna, con expresión desconcertada en el rostro.
—Mis testĆculos —repitió con voz apagada.
Alejandro se burló.
—Oh no —susurró Unai—. ¡Oh no! ¡Oh, nooooo!
A medida que el dolor crecĆa dentro de su cuerpo, el susurro de Unai se convirtió en un aullido doloroso. Echó la cabeza hacia atrĆ”s y gritó a todo pulmón. Luego se desplomó en el suelo, agarrĆ”ndose la entrepierna, gimiendo de dolor.
—Me pateaste los testĆculos —gritó—, mis pobres testĆculos.
Alejandro se reĆa a carcajadas, y Bastian tambiĆ©n.
Alejandro sonrió y se arrodilló junto a Unai.
—AlĆ©jate de mĆ —gritó Unai, intentando huir de la zona de peligro.
Pero Alejandro rĆ”pidamente buscó entre los muslos por detrĆ”s y agarró un puƱado de su hombrĆa.
Unai dejó escapar un chillido cuando sus desventurados testĆculos se apretaron en el agarre de Alejandro.
—Todo se siente bien —determinó Alejandro mientras movĆa su mano, retorciendo dolorosamente las pelotas de Unai, hundiendo las yemas de los dedos en su virilidad.
—¡DĆ©jame ir!
—Solo quiero asegurarme de que todo estĆ© bien —dijo Alejandro con un apretón y giro final.
La voz de Unai se elevó una octava antes de que Alejandro lo soltara y permitiera que se acurrucara, agarrando sus doloridas gónadas. Unai gimió, mirando a Alejandro con expresión de dolor en sus ojos. ParecĆa un cachorro que no entendĆa por quĆ© su dueƱo lo habĆa pateado.
—Echemos un vistazo a tus testes —dijo Alejandro y agarró la pretina de los pantalones cortos de Unai. Los bajó, exponiendo su ropa interior alegremente colorida. Sus boxers parecĆan adecuados para un niƱo de 10 aƱos y no para un cuarentón.
Con una sonrisa burlona, Alejandro bajó los boxers de Unai a sus muslos, haciendo que su polla y sus pelotas salieran salvajemente.
—Wow —Alejandro levantó las cejas. —Esto es un gran paquete.
La polla de Unai era bonita y gorda, con un par de jugosas bolas que colgaban en su saco.
Unai se sonrojó.
—Ahora, echemos un vistazo —dijo Alejandro, frotĆ”ndose las manos.
—¡No! —gritó Unai, trató de arrastrarse a cuatro patas, sus amplios genitales se movĆan con cada movimiento.
—Oye, no tan rĆ”pido, perrito —se rió Alejandro poniendo su pie entre los muslos de Unai, apretando sus cocos contra su cuerpo y logrando que ggritara a viva voz.
Antes de que tuviera oportunidad de acurrucarse, Alejandro agarró las bolas desnudas de Unai y apretó los dos órganos entre sus dedos.
Unai dejó escapar un gemido gutural que casi sonó como un ladrido.
Con sonrisa maliciosa, Alejandro golpeó las doloridas gónadas, haciendo que Unai dejara escapar un aullido miserable.
Finalmente, soltó los testĆculos y le permitió al pobre hombre acurrucarse en posición fetal.
Bastian sacudió la cabeza e hizo una mueca de simpatĆa cuando Unai gimió y jadeó. —Eso fue malo —comentó.
Alejandro se encogió de hombros. —PensĆ© que serĆa divertido. —sonrió y extendió las manos—. Tampoco podĆa dejar pasar esa oportunidad.
—Realmente lastimaste mis testĆculos —gruñó Unai, cuidando sus heridos genitales.
Alejandro se rió. —PodrĆa decir que lo siento pero… bueno, no me considero culpable.
Unai gimió.
Alejandro le dio unas palmaditas en la cabeza y dijo: —No te preocupes, estarĆ”s bien... —despuĆ©s puso su mano sobre el hombro de Bastian y sonrió—. ¡Confieso que es muy divertido trabajar con ustedes!


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