El Reino (4/5): Sin descendencia Van Aldin - Las Bolas de Pablo

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2 jun 2020

El Reino (4/5): Sin descendencia Van Aldin

CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Rufus Van Aldin comenzaba a parpadear despuĆ©s de estar inconsciente por un par de minutos, pendĆ­a de unas cadenas y su cuerpo estaba semidesnudo. Los testĆ­culos le dolĆ­an despuĆ©s de un irremediable castigo de Asdrubal Cruise, emperador de Badia, el reino del terror. 

   A su frente estaba un muchacho de cabellos negros, aƱos mĆ”s joven que Ć©l sostenĆ­a en su mano una espada con un mango adornado con piedras esmeraldas, arma que por generaciones perteneciĆ³ a la familia Van Aldin y que hasta ahora fue hurtada por los Cruise. El joven que le devolvĆ­a la mirada era el hijo del tirano de Badia. 

   —Mi padre ordenĆ³ que te asesinara con tu propia espada al despertar —dijo RĆ©gulo Cruise. 

   Rufus lo observĆ³ como gallina que caza mosca. 

   —¿Y quĆ© esperas para hacerlo? 

   —Que despertaras. 

   —Para divertirte… hazlo ya. 

   —Asdrubal Cruise ha ordenado que comience la guerra. EstĆ” decidido a anexar Trabis a su territorio. 

   —Tu padre es un maldito asesino, ambicioso de poder, ¿le vas a seguir los pasos? TĆŗ nunca vas a cambiar tu pasado pero si puedes forjar un buen futuro. 

   —CĆ”llate. 

   —TambiĆ©n quiero que me expliques, ¿quĆ© fue esa felaciĆ³n que me has hecho antes de la llegada del matĆ³n de tu padre? 

   —¡QUE TE CALLES, ESO NUNCA OCURRIƓ!

   RĆ©gulo levantĆ³ la pierna hacia atrĆ”s y pateĆ³ las ya hinchadas bolas de Rufus. El muchacho dejĆ³ escapar un grito agudo cuando sintiĆ³ sus testĆ­culos ser aplastados por la fuerza del zapato. 

   —Ay, ay, ay, ay. 

   RĆ©gulo se puso en posiciĆ³n de pelea alzando la espada por encima de su hombro, Rufus estaba muy dolorido como para darse cuenta de sus Ćŗltimos segundos de vida. RĆ©gulo blandiĆ³ el filo de la espada produciendo un ruido metĆ”lico. Enseguida Rufus cayĆ³ al suelo. 

   Al mismo tiempo su padre, Boris Van Aldin estaba de pie ante Asdrubal, fue liberado de sus cadenas y lo miraba desafiando, los dos hombres eran rodeados por una docena de militares que tenĆ­an sus espadas en alto. 

   —A esta hora el sagrado suelo de Badia Del Este debe estar manchado con la sucia sangre trabiense de tu hijo —se burlĆ³ Asdrubal—. ¿QuĆ© esperas? No ibas a asesinarme con tus nanos. Ya has sido liberado. 

   Boris dirigiĆ³ la mirada a los militares que le rodeaban. 

   —No quedarĆ” nadie de los Van Aldin. OrdenĆ© que iniciara la guerra en la frontera de Christie, tu ejĆ©rcito de pacotilla va siendo reducido a papilla, en pocas horas el territorio de Trabis serĆ” anexado a Badia del Este. 

   —¡Eres un hijo de puta! 

   Bastaron unos pocos pasos de Boris a la defensiva cuando Asdrubal conectĆ³ una dura patada en las ciruelas maduras del seƱor de Trabis. 

   Los ojos del guapo Boris se abrieron y su boca se abriĆ³ en un grito silencioso.

   Asdrubal felizmente apuntĆ³ otra poderosa patada entre los muslos del prisionero. Su empeine se estrellĆ³ contra las pobres bolas carnosas, empujĆ”ndolas hacia su pelvis.

   Los ojos de Boris se volvieron hacia atrĆ”s en su cabeza y gimiĆ³ de dolor antes de arrodillarse, aferrĆ”ndose a su virilidad y sollozando de dolor.

   —AsĆ­ estĆ” cayendo el ejĆ©rcito de Trabis ante Badia y asĆ­ va a caer tu gobierno. 

   Boris se lamentaba en el suelo, acurrucado sobĆ”ndose las bolas. 

   Asdrubal soltĆ³ una risa de burla. 

   —Encadenenlo de nuevo —ordenĆ³—. Lo quiero vivo para cuando el mapa del mundo cambie al adueƱarme de su pueblo. 

   Sin contemplaciĆ³n o piedad dos militares sostuvieron al dolorido Boris y lo alzaron empujando por sus brazos, Ć©l profiriĆ³ un grito y lo golpearon en los abdominales, posterior a eso ataron en alto sus brazos. 

   Asdrubal Cruise se plantĆ³ frente a Ć©l con la mirada petulante y sonrisa burlona.  Tomaba una bebida celebrando su nuevo triunfo.

   —Las buenas noticias indican que en la frontera de Christie estamos haciendo retroceder al ejĆ©rcito de Trabis, ¿entendido? —agarrĆ³ los hombros de Boris y le arrodillĆ³ las bolas con fuerza. El ex rey de Trabis gruĆ±Ć³ de dolor. Asdrubal volviĆ³ a levantar la rodilla, haciendo que el cautivo gimiera miserablemente. Por tercera vez, Asdrubal arrodillĆ³ sus preciosas gĆ³nadas, causando que Boris tosiera y vomitara.

   —PatĆ©tico —retrocediĆ³ Asdrubal observando aquella piltrafa humana. 

   El emperador saliĆ³ del sitio acompaƱado de su sĆ©quito y apagĆ³ la luz dejando en la penumbra a Boris. 

   Transcurrieron mĆ”s de 30 minutos para que la puerta se abriera y la luz fuera encendida de nuevo ahĆ­ apareciĆ³ RĆ©gulo Cruise acompaƱado de un militar cuyo rostro estaba oculto por un casco tan solo se detallaba su nariz y boca, en aquel mundo lo mĆ”s altos cargos de la milicia podĆ­an portar cascos en su uniforme. 

   RĆ©gulo logrĆ³ desatar a Boris quien cayĆ³ al suelo como costal de papas, estaba sudando y con ambas manos acariciaba sus frĆ”giles testĆ­culos. 

   —No hay tiempo que perder, arriba —susurrĆ³ RĆ©gulo. 

   —¿QuĆ©? —musitĆ³ Boris. 

   —Es tiempo de la huĆ­da —dijo RĆ©gulo. 

   Boris como pudo abriĆ³ los ojos miro al hijo de su peor enemigo, despuĆ©s trasladĆ³ la mirada al guardia que lo acompaƱaba, reconociĆ³ sus labios. 

   —Rufus, hijo, estĆ”s bien. 

   —Vamos, padre, no hay tiempo que perder. 

   A kilĆ³metros de Ć©se lugar Vadin Van Aldin sostenĆ­a un pantalla tĆ”ctil en sus manos, tenĆ­a la informaciĆ³n de las gran derrota que estaba teniendo la fuerza patriĆ³tica en la frontera. Estaba solicitando una informaciĆ³n que momentos antes de partir su hermano le indicĆ³. La respuesta habĆ­a llegado mediante video. Al comenzar la reproducciĆ³n la imagen de Franko Tavala apareciĆ³ en el equipo, era el rey del territorio de Arkadia, fue ex prisionero de Asdrubal y retomĆ³ el poder tiempo despuĆ©s. 

   —Vadin Van Aldin —saludaba el rubio rey en la pantalla—, tu hermano Vladimire ya me habĆ­a planteado la solicitud para un asilo polĆ­tico, misma que ha sido aceptada para usted y su familia. SerĆ” recibido con mucho gusto. 

   Vadin afirmĆ³ con la cabeza, podĆ­a huir del reino para plantear una gran venganza en el futuro y conseguir aliados a toda costa.

   TenĆ­a que estar en un lugar seguro para pensar en frĆ­o. Se miro al espejo y utilizĆ³ el dispositivo tĆ”ctil para dar la orden y que el tren del rey se pusiera en marcha, tenĆ­a que abandonar el territorio cuanto antes. Era inminente el nuevo triunfo de Badia. 

   A esa hora Mashaf tambiĆ©n estaba aterrada sin posibilidad alguna o invitaciĆ³n para huĆ­r estaba rodeada por un grupo de militares de Trabis pero su persona parecĆ­a que serĆ­a usada como la figura de mĆ”rtir en el futuro. 

   Y en la linea de heroes que sufren, Vladimire Van Aldin fue tomado por la linea de fuerzas enemigas en un ataque a su tropa en la tarde. El sagaz hijo del medio de Boris fue hecho prisionero y trasladado a una torre de control, allĆ­ fue despojado de sus armas y su vestimenta militar. 

   —El capitĆ”n de seguridad de la naciĆ³n enemiga —lo saludĆ³ el gordo enemigo jefe de aquel grupo de militares—, y ademĆ”s hijo del rey, hemos coronado nuestro premio. Estabas luchando como un valiente en el campo de batalla, ¿eh? 

   El seƱor envolviĆ³ sus manos alrededor del amplio paquete de Vladimire Van Aldin. AgarrĆ³ un testĆ­culo en cada mano y lentamente aumentĆ³ la presiĆ³n.

   La cara de Vladimire se contorsionĆ³ y comenzĆ³ a gemir. Estaba semidesnudo usando un ajustado calzoncillo, su mente era consciente desde el inicio que iba a ser torturado por la linea enemiga. 

   El hombre apretĆ³ mĆ”s y mĆ”s fuerte, haciendo que Vladimire gimiera cada vez mĆ”s fuerte. Finalmente, el seƱor girĆ³ rĆ”pidamente los dos sensibles testĆ­culos en direcciones opuestas y tirĆ³ con fuerza.

   La cara de Vladimire se congelĆ³ en una mueca dolorosa, su boca formĆ³ una pequeƱa O.

   —Eso es —sonriĆ³ el Badista. 

   Los labios de Vladimire comenzaron a temblar, y cuando el enemigo tirĆ³ con fuerza, profiriĆ³ un doloroso grito. 

   El hombre se rio y dejĆ³ escapar los huevos de su mano, seguido le bajĆ³ el calzoncillo, la polla de Vladimire estaba dura como roca, era enorme, con dos grandes y jugosas bolas que se balanceaban debajo del miembro. 

   —AsĆ­ es mejor —indicĆ³ el hombre, apretĆ³ el puƱo y se puso de rodillas, con los ojos fijos en el premio. Vladimire lo mirĆ³ con expresiĆ³n temerosa.

   —Lo bueno de capturar hijos de reyes —indicĆ³ el enemigo—, es que primero tenemos que destruir su hombrĆ­a para que no dejen descendencia. 

   El malvado militar golpeĆ³ el puƱo contra sus bolas con un poderoso upercout. Las enormes bolas se balancearon de un lado a otro. El seƱor echĆ³ el brazo hacia atrĆ”s y lanzĆ³ un puƱetazo directo a los pobres testĆ­culos de Vladimire Van Aldin, lo que le hizo ahogarse y toser.

   Hubo otra risa cruel y el militar enemigo metiĆ³ sus dedos en la carne suave de los testĆ­culos de Vladimire, haciendo que el semental gritara de dolor.

   —Voy a exprimir ese semen de tus gordos y estĆŗpidos cojones —le susurrĆ³, rechinando los dientes. Entonces aplastĆ³ y aplastĆ³ las huevas del prisionero, clavando las uƱas en los orbes carnosos mientras masturbaba con fuerza su polla—, no debe quedar ningĆŗn descendiente de Van Aldin en Ć©ste mundo. 

   DespuĆ©s de lo que pareciĆ³ una eternidad, los ojos de Vladimire giraron en su cabeza y su respiraciĆ³n se detuvo por un segundo.

   Un caƱonazo de semen muy blanco saliĆ³ de su polla, seguido se otro y otro mĆ”s potente para un total de cuatro. 

   Cuando la respiraciĆ³n del semental se entrecortaba por su reciente orgasmo, su enemigo lanzĆ³ una patada bien dirigida a sus testĆ­culos, aplastĆ”ndolos contra su pelvis y haciendo que Vladimire gritara y se retorciera.

   De un instante a otro, el infierno se desatĆ³ en el lugar, hubo un torbellino de violencia y los militares comenzaron a pelear entre ruidos de espadas. La sala se llenĆ³ de gritos y rugidos, acompaƱados por el sonido de patadas y puƱetazos.

   En medio de su agonĆ­a Vladimire observĆ³ que un grupo de sus hombres tomaban el campamento por asalto.

   Su enemigo lo miraba con odio.

   —AĆŗn no te pienses victorioso —le dijo—, no quedarĆ” ningĆŗn Van Aldin.

   Con eso estrellĆ³ una fortĆ­sima patada en las bolas de Vladimire crujiendo sus testĆ­culos en la pelvis.

   —¡AAAAAAAAAAAAH!

   Fue un grito de angustia, dolor y terror.

   Vladimire tenĆ­a la boca abierta, la mirada perdida y una gĆ³nada destrozada para siempre. 

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