Los nuevos integrantes (6/6): Fin del juego - Las Bolas de Pablo

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3 ago 2020

Los nuevos integrantes (6/6): Fin del juego


CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

Bastian estuvo entrenando en el gimnasio y se dirigĆ­a al despacho vistiendo Ćŗnicamente un pantalĆ³n corto ajustado dejando su delicioso torso desnudo al aire. AbrĆ­a la puerta de la oficina cuando escuchĆ³ un grito tenso que le indicĆ³ que alguien habĆ­a recibido un golpe. Se estremeciĆ³.

El grito fue seguido inmediatamente por otro grito mƔs agudo.

SuspirĆ³ y abriĆ³ la puerta para entrar al despacho.

En el medio de la habitaciĆ³n, Alejandro estaba parado en una posiciĆ³n comprometida. Sus rodillas se tocaban, pero sus pies estaban separados un par de centĆ­metros. Sus manos se aferraban a su entrepierna y tenĆ­a una expresiĆ³n miserable en su rostro. Su boca temblĆ³ y sus ojos parpadearon.

DetrĆ”s de Ć©l, Unai sonreĆ­a como un loco. SostenĆ­a una botella llena de agua, y parecĆ­a que acababa de anotar un jonrĆ³n.

—Hijo de tu madre —fue todo lo que Alejandro pudo decir. Ocupado con el dolor en su ingle que se expandĆ­a a todo su cuerpo.

—Eso es lo que obtienes por jugar con nuestros testĆ­culos todo el tiempo —dijo Unai con un gesto de satisfacciĆ³n.

—Hijo de tu madre —repitiĆ³ Alejandro, su cuerpo se mantuvo congelado de dolor. SoltĆ³ una tos, sus dedos masajearon cautelosamente su entrepierna.

—¡Farid, te toca a ti! —gritĆ³ Unai.

Bastian miro alrededor de la habitaciĆ³n, buscando a su compadre.

Pero se llevĆ³ una sorpresa...

Fue pateado en los cocos desde atrĆ”s por el pie calzado de botas de su gran amigo Farid. La escasa tela del pantalĆ³n corto estaba mal diseƱada para suavizar un golpe. Y el pie de Farid convirtiĆ³ en tortillas aquel par de delicados huevos.

En una fracciĆ³n de segundos, Bastian dejĆ³ escapar un grito de sorpresa y se doblĆ³, agarrĆ”ndose la entrepierna.

—¡Mierda! —sus ojos se llenaron de lĆ”grimas. MetiĆ³ la mano dentro del pantalĆ³n corto, casi esperando encontrar su escroto lleno de mermelada de huevos. Aliviado momentĆ”neamente, aferrĆ³ sus manos alrededor de dos orbes carnosos pero de los mĆ”s dĆ©biles entre sus familiares, aunque un poco hinchados, estaban vivos y enviando continuamente seƱales de dolor a todo su sistema nervioso causĆ”ndole ganas de vomitar.

—Te hemos estado esperando —en medio de risas, Farid dijo sobre Ć©l—. Casi empezamos sin ti… 

Bastian sollozĆ³ de dolor. SacĆ³ las manos de sus pantalĆ³n y agarrĆ³ sus rodillas.

—Dale otro por si acaso —sugiriĆ³ Unai.

Bastian observĆ³ a Unai. —¡¿QuĆ©?!

Antes de que pudiera proteger su paquete, la bota de Farid lo golpeĆ³ de nuevo, chocando contra sus preciosos globos con una fuerza devastadora. 

Sus grandes testĆ­culos explotaron con un dolor intenso que tenĆ­a que soportar pero fue imposible y se desmayĆ³. 

Cuando despertĆ³ estaba sentado en una mesa grande en el medio del salĆ³n. SentĆ­a el aire acondicionado alrededor de sus bolas y supo que lo habĆ­an desnudado. GimiĆ³ mientras trataba de comprender completamente la situaciĆ³n.

Estaba sentado frente a Alejandro, sus piernas estaban separadas y los pies tocƔndose. Los dos estaban completamente desnudos.

Alejandro lo mirĆ³ con una sonrisa de dolor en el rostro. —Hola —dijo mansamente.

Bastian gimiĆ³ e intentĆ³ moverse. No tuvo ninguna posibilidad. TenĆ­a las manos atadas a la espalda y los pies con cinta adhesiva a la mesa. Alejandro estaba en la misma situaciĆ³n.

—Estoy perdido —murmurĆ³ Bastian. 

—SĆ­ —asintiĆ³ Alejandro—. Estamos perdidos... —se encogiĆ³ de hombros—. Tal vez no deberĆ­amos haber jugado con sus testĆ­culos. 

El tĆ­o de Pablo ChacĆ³n lo mirĆ³ fijamente. —¡¿Nosotros?! ¡TĆŗ te metiste con sus pelotas, no yo!

Alejandro se encogiĆ³ de hombros otra vez. —Ahora estĆ”n buscando venganza... —se moviĆ³ incĆ³modo y Bastian se estremeciĆ³ al mirar un trozo de cuerda atado alrededor de los testĆ­culos del joven.

Sus cojones estaban hinchados y rojos, y la cuerda atada a su alrededor estaba tan fuerte que la piel parecĆ­a brillante.

Bastian hizo una mueca.

—Lo sĆ© —suspirĆ³ Alejandro, siguiendo su mirada y mirĆ”ndose la entrepierna—. Mientras te desmayaste, se divirtieron un poco conmigo... Pero tus cocos tampoco se ven mejor... Bueno, aparte del hecho de que tienes el doble de tamaƱo de bolas que cualquier mortal. 

Bastian miro su entrepierna y jadeĆ³.

Al igual que Alejandro, tenĆ­a una cuerda atada firmemente alrededor de su escroto, haciendo que sus testĆ­culos se abultaran en su saco.

—¿QuĆ© van a hacer con nosotros?

Alejandro suspirĆ³ y asintiĆ³ con la cabeza ante un objeto que colgaba del techo.

Bastian abriĆ³ la boca ante el invento de Unai. 

El artilugio era bastante simple. Un aparejo con cuerdas y poleas. El anatomista de la familia ChacĆ³n no entendĆ­a cĆ³mo funcionaba, pero estaba bastante seguro de que iba a ser doloroso.

—En este momento, estĆ”n en la cocina —informĆ³ Alejandro—. Supongo que volverĆ”n enseguida y sabremos de quĆ© se trata. 

Bastian sonriĆ³ dĆ©bilmente. 

—Creo que preferirĆ­a esperar. 

No los acompaĆ±Ć³ la suerte. La puerta de la cocina se abriĆ³ y Unai y Farid entraron conversando alegremente.

—No lo creo —decĆ­a Farid riendo.

Unai se echĆ³ a reĆ­r. —SĆ­, y los testĆ­culos de Bastian son muy dĆ©biles.

Farid sacudiĆ³ la cabeza. DesviĆ³ su atenciĆ³n hacia Bastian y sonriĆ³. —Ahh, estĆ”s despierto.

Unai se frotĆ³ las manos. —Bienvenido a nuestro pequeƱo experimento. 

Bastian gruĆ±Ć³. —Unai, por favor… 

Unai sonriĆ³ gentilmente. —Es realmente bastante simple —agarrĆ³ el extremo de la cuerda que rodeaba el pesado escroto y lo conectĆ³ a una cuerda en el aparejo con un gancho de seguridad. Luego hizo lo mismo con la cuerda que enmarcaba las pelotas de Alejandro. —Si tiro aquĆ­, deberĆ­as sentir el efecto de inmediato... —sonriĆ³, agarrĆ³ un soporte de madera y tirĆ³ con fuerza. Las cuerdas se tensaron con un repugnante sonido giratorio y la fuerza se tradujo directamente sobre los pobres y atrapados genitales.

Tanto Alejandro como Bastian gritaron de dolor al sentir estiradas sus pobres bolas magulladas.

Bastian observĆ³ sus testĆ­culos, visiblemente distanciados de su cuerpo. CerrĆ³ los ojos y gimiĆ³ de dolor.

—Eso no fue lo suficientemente duro —se riĆ³ Farid. 

—¿EstĆ”s seguro? ¿Quieres decirme que aumente la presiĆ³n? —continuĆ³ Unai—. Se me ocurre algo —saliĆ³ y regresĆ³ con un par de pesas, una de las cuales colocĆ³ en el soporte, creando una tensiĆ³n continua en las cuerdas y los escrotos.

Bastian hizo una mueca. —DetĆ©n esto —dijo, tratando de sonar lo mĆ”s tranquilo posible, a pesar del irritante dolor gonadal. 

Unai y Farid se rieron entre dientes. Unai colocĆ³ otro peso sobre el soporte, haciendo que tanto Alejandro como Bastian gritaran de dolor.

—¡Soy tu compadre, Farid!

—Lo siento amigo —negĆ³ Farid—, como mi compadre, debiste asegurarte de que Ć©ste jovencito no me rompiera las bolas a su antojo —alegremente levantĆ³ otro peso y lo dejĆ³ caer sobre el soporte.

La visiĆ³n de Bastian se volviĆ³ borrosa cuando el dolor en sus huevos alcanzĆ³ una nueva dimensiĆ³n. SoltĆ³ un gorgoteo tenso cuando Alejandro gritĆ³ con la fuerza de sus pulmones.

—¡Mierda! —lloriqueĆ³—. ¿QuĆ© deseas?

Unai casualmente dejĆ³ caer otro peso sobre el soporte, sonriendo con satisfacciĆ³n cuando Alejandro y Bastian volvieron a gritar con fuerza.

Ahora, cuatro pesas tiraban continuamente de los genitales, llenando tanto a Alejandro como a Bastian de un dolor estremecedor mientras sus testĆ­culos se sentĆ­an como si estuvieran siendo arrancados de sus cuerpos.

—¿QUƉ DESEAS? —gritĆ³ Bastian con voz aguda.

Farid sacudiĆ³ la cabeza lentamente. LevantĆ³ la mano y la dejĆ³ caer sobre el soporte, haciendo que los pesos chocaran entre sĆ­ mientras las gĆ³nadas se separaban aĆŗn mĆ”s de los cuerpos.

Alejandro gimiĆ³ como un gato estrangulado, acompaƱado de un chillido femenino.

Unai agregĆ³ otro peso, elevando el total a cinco.

Alejandro y Bastian se miraron. Ambos gritaban, con la boca y los ojos muy abiertos, y los genitales estirados lejos de sus cuerpos.

—¡SE ME VAN A REVENTAR LAS BOLAS, FARID! NO QUIERO SER UN PUTO EUNUCO. 

—HIJO DE PUTA —gritĆ³ Alejandro. 

—¡Oye! —Farid apretĆ³ el puƱo y lanzĆ³ un golpe rĆ”pido en el testĆ­culo estirado e indefenso de Alejandro—. ¡No hables asĆ­ de mi santa madre!

Alejandro gritĆ³ de dolor, su cuerpo se sacudiĆ³, haciendo que los pesos se balancearan hacia adelante y atrĆ”s, encendiendo otra ronda de puro dolor en el cuerpo de Bastian mientras sus bolas se estiraban como nunca antes.

Farid lo mirĆ³ y sonriĆ³, despuĆ©s suspirĆ³ y apretĆ³ el puƱo.

—¡No! —se lamentĆ³ Bastian—. Por… 

Con un golpe preciso, del puƱo Farid lo clavĆ³ en los pobres y torturados testĆ­culos. Bastian aullĆ³ como un hombre lobo. Seguido fue el turno de Alejandro.

—Lo siento, Farid. Lamento haber dejado que Alejandro se metiera con tus cocos. 

Farid mirĆ³ a Unai, que se encogiĆ³ de hombros y asintiĆ³.

—Muy bien —dijo Farid—. Disculpa aceptada.

Bastian suspirĆ³ de alivio. —Por favor —susurrĆ³—. Detente. 

—Ahora es tu turno —dijo Farid, volviĆ©ndose hacia Alejandro.

—¡No entiendo! ¿Por quĆ© deberĆ­a disculparme? ¡No entiendo! —negĆ³ el muchacho.

Farid soltĆ³ una risa amarga y aplastĆ³ su puƱo contra el soporte, haciendo que tanto Alejandro como Bastian gritaran a toda velocidad mientras sus testĆ­culos se estiraban hasta sus lĆ­mites amenazando su hombrĆ­a.

—¡Vale, vale, lo siento! —chillĆ³ Alejandro histĆ©ricamente.

—Quiero que prometas que nunca lo volverĆ”s a hacer —dijo Farid, levantando el puƱo en el aire.

—¡¿Pero no es ballbusting de lo que se trata todo esto?! —se quejĆ³ Alejandro—. ¡¿Por quĆ© diablos te molesta de que te fastidie las pelotas?!

Farid hizo una pausa por un momento. —¡Porque las bolas de nosotros no se tocan! —gruĆ±Ć³. AgarrĆ³ tanto la cuerda de Alejandro como la de su compadre con ambas manos y tirĆ³ tan fuerte como pudo.

Bastian emitiĆ³ un sonoro grito y se desmayo sin poder resistir su dolor testicular. 

Cuando despertĆ³, estaba acostado en el sofĆ” con el cuerpo desnudo. Mantuvo los ojos cerrados por un momento. Sus bolas enviaban un dolor sordo y punzante a todo su sexy cuerpo.

—... te lo dije —escuchĆ³ a Unai decir—. Sus testĆ­culos son muy dĆ©biles.

Farid gruĆ±Ć³.

—Y yo tengo bolas de acero —dijo Alejandro alegremente.

—No exageres —dijo Unai—, estabas que chillabas como mi sobrinita. 

Alejandro se rio entre dientes.

Bastian abriĆ³ los ojos y gimiĆ³. 

—Bienvenido al planeta Tierra de nuevo, dormilĆ³n —sonriĆ³ Farid. 

Estaba sentado en una silla junto a Unai y Alejandro. Alejandro se veĆ­a sorprendentemente bien, a pesar de que su cabello todavĆ­a hĆŗmedo. TenĆ­a una toalla envuelta alrededor de su cadera, y cuando se moviĆ³ en su asiento, Bastian observĆ³ sus bolas hinchadas. TragĆ³ saliva.
bolas hinchadas

Bastian se acomodĆ³ en el sofa y observĆ³ su propia entrepierna. Al ver aquellos Ć³rganos rojos e inflamados gimiĆ³ y rĆ”pidamente apartĆ³ la mirada.

—Lo siento —hablĆ³ Farid—, pero tĆŗ tambiĆ©n necesitabas que te enseƱaran una lecciĆ³n...

Bastian le dijo un insulto denigrante. 

Alejandro hizo una mueca. —Bueno, lecciĆ³n aprendida. No volverĆ© a golpear las joyitas de Farid, Unai o Bastian, entiendo que por su edad pierden dureza y representan un peligro para su avanzado corazĆ³n. 

—¡Concha tu madre! —dijo Unai. 

Bastian y Farid sonrieron.

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