BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
El club Amatista era el primer finalista de la última ronda, aquella noche iba a decidirse el acompañante entre los clubes Ámbar y Esmeralda.
Jorge, capitán del club Ámbar saltó en el aire y lanzó una patada en el pecho de Oswaldo.
¡El impacto arrojó a Oswaldo al suelo con un gruñido!
Jorge estuvo satisfecho de su primer golpe contra su arrogante oponente. Hizo rebotar sus pectorales con orgullo mientras se paraba sobre el cuerpo caído de Oswaldo.
Oswaldo, ligeramente sin aliento, yacía sobre la lona gimiendo. Se lamentó al darse cuenta de que su oponente le dio un ataque muy fácil de esquivar. Abrió los ojos y trató de concentrarse, pero el mundo a su alrededor parecía girar.
Jorge no perdió tiempo. Aprovechó su primer devastador ataque para levantar la pierna de Oswaldo y apuntar con el pie justo sobre sus abdominales.
Jorge le dio un fuerte y rápido pisotón al vientre a Oswaldo, lo que le hizo gruñir de dolor cuando el aire fue al instante expulsado de su cuerpo.
Una y otra vez, Jorge pisoteó las duras y envidiables entrañas del luchador, recordándole su debilidad ante un combatiente rudo como él.
Los impactos y el dolor ralentizaron la reacción de Oswaldo hasta detenerlo. Sus intentos de apartar la musculosa pierna de Jorge de sus perfectos abdominales fueron inútiles y divertían al capitán Ámbar. Un pisotón final en el vientre lo dejó tosiendo en busca de aire y de costado agarrándose el abdomen.
Jorge paseaba alrededor de él mientras que se retorcía y disfrutaba viéndolo sufrir. Rápidamente se impacientó con su recuperación. Jorge gruñó y decidió obligar a su oponente a levantarse humillándolo. Lo agarró de los cabellos y tiró con fuerza.
Oswaldo ardió de vergüenza mientras sostenía sus doloridos abdominales. Gruñó desafiante.
Justo cuando lo levantó, Jorge se le echó encima. Envolvió sus gruesos muslos alrededor de su fornido torso y lo sujetó con fuerza.
Oswaldo se agitó heroicamente, pero no pudo quitarse de encima al enardecido guerrero.
Los brazos de Jorge rápidamente sujetaron la garganta de Oswaldo, sometiéndolo a su voluntad. .
Aburrido de la llave, Jorge permitió que Oswaldo se liberara. Oswaldo cayó de rodillas desesperado aspirando aire para sus pulmones.
Pero antes de que pudiera recuperarse y tomar venganza, ¡Jorge lo agarró por la cabeza y empujó su abultada entrepierna contra su cara!
Oswaldo gruñó y empujó con desespero las carnosas piernas del moreno, pero no pudo apartarlo. Pudo sentir el contorno de la espesa hombría de Jorge palpitar poderosamente debajo de la trusa. Olía el aroma exótico y varonil del capitán.
—Comete mi polla, perra, es toda para ti —bromeó Jorge, plenamente consciente de su preferencia sexual por las mujeres pero divirtiéndose en su acción.
Empujaba y aplastaba su ingle contra el rostro de Oswaldo. Cada centímetro de la tela recorría los rasgos faciales del apuesto luchador, humillándolo por completo y recordándole su debilidad.
Cansado de su posición pero extasiado por lo que sentía, Oswaldo levantó el puño y golpeó las bolas llenas de semen de Jorge.
¡El golpe bajo fue tan rápido que Jorge nunca lo vio venir! Sintió un dolor que nunca antes había experimentado, y que no olvidaría. Atroces sacudidas de dolor recorrieron su ingle y su cuerpo. Gritó e instantáneamente cayó de rodillas donde quedaba sentado a merced del furioso luchador del club Esmeralda.
Oswaldo tomó un momento para recuperarse, lo que le dio a Jorge un precioso tiempo para agarrarse las bolas.
Oswaldo se colocó detrás de Jorge y apretó sus manos alrededor de la cabeza empapada de sudor del capitán Ámbar. Gruñó, manteniendo su firme agarre.
Jorge gruñó y agarró a Oswaldo por las muñecas. El agarre se sentía como las mandíbulas de un cocodrilo mordiendo, debilitándolo lentamente.
Justo cuando Jorge logró liberarse de las poderosas garras de Oswaldo, el luchador volvió a atacarlo, ¡sujetándolo del cuello! El dolor en las bolas y la cabeza lo distrajeron, demorando su escape.
Oswaldo se inclinó y agarró los pectorales carnosos de Jorge. ¡Apretó con fuerza, tanteando con saña el musculoso pecho! Tenía que admitir que el cuerpo de Jorge era impresionante.
Oswaldo arañó con brusquedad los pectorales de su enemigo. ¡Jorge gritó de dolor mientras su torturador lastimaba lentamente su pecho!
El desafiante aprovechó al máximo la incapacidad de Jorge para contraatacar. Arañó, golpeó y apretó sus pectorales sin piedad. Sus dedos pellizcaron y tiraron de los pezones ya hinchados del capitán, haciendo que las protuberancias se hincharan y crecieran aún más.
Satisfecho con su dominio sobre Jorge, Oswaldo le permitió caer al suelo. Victorioso, levantó los brazos en alto y gritó:
—¡VIVA EL CLUB ESMERALDA!
Se golpeó los pectorales y gruñó triunfante.
Oswaldo sintió satisfacción con la destrucción de Jorge y, mientras celebraba, nunca notó que Jorge apretaba los dientes y levantaba la cabeza.
Como una pantera que acecha a su presa, Jorge se puso de pie en silencio.
El error de celebrar con predeterminación su victoria le costaría caro a Oswaldo.
Fue solo un segundo antes de que Jorge atacara cuando Oswaldo se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, y era demasiado tarde para detenerlo. Jorge golpeó con los puños su espalda, sacándolo de su postura orgullosa.
Oswaldo se volvió hacia su oponente. ¡Jorge no solo parecía revitalizado, sino que se movía como si nada del daño que le hiciera antes tuviera efecto!
El capitán del club Ámbar agarró a Oswaldo por los hombros y se aferró a él. —¡Eres un inepto —gruñó, manteniendo su control sobre el sorprendido luchador—. ¡¡No estás apto para ganar!
En un último esfuerzo por demostrar su fuerza sobre Jorge, Oswaldo envió su puño volando hacia la mandíbula de su oponente.
Jorge gruñó con el repentino ataque, pero su determinación seguía intacta.
Una y otra vez envió puñetazos a la mandíbula de Jorge, ¡pero nada parecía perturbarlo! ¡Oswaldo deseaba desesperadamente obtener victoria!
Jorge selló su superioridad. ¡Envió un puñetazo, golpeando con los nudillos el vientre de Oswaldo! El luchador Esmeralda gruñó e inmediatamente se dobló del dolor de estómago.
Una y otra vez, Jorge golpeó a Oswaldo en la cara, uno por cada golpe que le había dado anteriormente. Oswaldo solo podía quedarse quieto y soportar el ataque.
Jorge terminó con un uppercut final, enviando a Oswaldo volar por los aires, rugiendo de dolor.
Oswaldo cayó sobre la lona, agradecido de poder alejarse de los puños de Jorge aunque fuera por un momento. Su cuerpo estaba extendido como un águila y totalmente expuesto a su imponente rival. La única otra cosa que el luchador del club Esmeralda podía sentir (además de un dolor punzante en la cara y el vientre) era vergüenza y humillación.
Jorge se aproximó al hombre caído.
Oswaldo sintió que las fornidas piernas de Jorge se envolvían alrededor de su torso y se deslizaban como una serpiente bajo su espalda. Las bolas grandes y pesadas del capitán descansaban encima de su cuerpo, inmediatamente comenzó a apretar sus poderosas extremidades alrededor de la cintura de Oswaldo, ¡apretándolo sin piedad! Era una llave que no pudo deshacer ante el conteo del referí.
Oswaldo gritó y se retorció en la llave de tijeras. Era un dolor insoportable.
Jorge era el rotundo ganador esa noche.
—Y de esta manera —se escuchó la voz de Simón Chacón—. Conocemos a los dos clubes que van a la gran final, el club Amatista se enfrentará al club Ámbar.
El club Amatista era el primer finalista de la última ronda, aquella noche iba a decidirse el acompañante entre los clubes Ámbar y Esmeralda.
Jorge |
¡El impacto arrojó a Oswaldo al suelo con un gruñido!
Jorge estuvo satisfecho de su primer golpe contra su arrogante oponente. Hizo rebotar sus pectorales con orgullo mientras se paraba sobre el cuerpo caído de Oswaldo.
Oswaldo, ligeramente sin aliento, yacía sobre la lona gimiendo. Se lamentó al darse cuenta de que su oponente le dio un ataque muy fácil de esquivar. Abrió los ojos y trató de concentrarse, pero el mundo a su alrededor parecía girar.
Oswaldo |
Jorge le dio un fuerte y rápido pisotón al vientre a Oswaldo, lo que le hizo gruñir de dolor cuando el aire fue al instante expulsado de su cuerpo.
Una y otra vez, Jorge pisoteó las duras y envidiables entrañas del luchador, recordándole su debilidad ante un combatiente rudo como él.
Los impactos y el dolor ralentizaron la reacción de Oswaldo hasta detenerlo. Sus intentos de apartar la musculosa pierna de Jorge de sus perfectos abdominales fueron inútiles y divertían al capitán Ámbar. Un pisotón final en el vientre lo dejó tosiendo en busca de aire y de costado agarrándose el abdomen.
Jorge paseaba alrededor de él mientras que se retorcía y disfrutaba viéndolo sufrir. Rápidamente se impacientó con su recuperación. Jorge gruñó y decidió obligar a su oponente a levantarse humillándolo. Lo agarró de los cabellos y tiró con fuerza.
Oswaldo ardió de vergüenza mientras sostenía sus doloridos abdominales. Gruñó desafiante.
Justo cuando lo levantó, Jorge se le echó encima. Envolvió sus gruesos muslos alrededor de su fornido torso y lo sujetó con fuerza.
Oswaldo se agitó heroicamente, pero no pudo quitarse de encima al enardecido guerrero.
Los brazos de Jorge rápidamente sujetaron la garganta de Oswaldo, sometiéndolo a su voluntad. .
Aburrido de la llave, Jorge permitió que Oswaldo se liberara. Oswaldo cayó de rodillas desesperado aspirando aire para sus pulmones.
Pero antes de que pudiera recuperarse y tomar venganza, ¡Jorge lo agarró por la cabeza y empujó su abultada entrepierna contra su cara!
Oswaldo gruñó y empujó con desespero las carnosas piernas del moreno, pero no pudo apartarlo. Pudo sentir el contorno de la espesa hombría de Jorge palpitar poderosamente debajo de la trusa. Olía el aroma exótico y varonil del capitán.
—Comete mi polla, perra, es toda para ti —bromeó Jorge, plenamente consciente de su preferencia sexual por las mujeres pero divirtiéndose en su acción.
Empujaba y aplastaba su ingle contra el rostro de Oswaldo. Cada centímetro de la tela recorría los rasgos faciales del apuesto luchador, humillándolo por completo y recordándole su debilidad.
Cansado de su posición pero extasiado por lo que sentía, Oswaldo levantó el puño y golpeó las bolas llenas de semen de Jorge.
¡El golpe bajo fue tan rápido que Jorge nunca lo vio venir! Sintió un dolor que nunca antes había experimentado, y que no olvidaría. Atroces sacudidas de dolor recorrieron su ingle y su cuerpo. Gritó e instantáneamente cayó de rodillas donde quedaba sentado a merced del furioso luchador del club Esmeralda.
Oswaldo tomó un momento para recuperarse, lo que le dio a Jorge un precioso tiempo para agarrarse las bolas.
Oswaldo se colocó detrás de Jorge y apretó sus manos alrededor de la cabeza empapada de sudor del capitán Ámbar. Gruñó, manteniendo su firme agarre.
Jorge gruñó y agarró a Oswaldo por las muñecas. El agarre se sentía como las mandíbulas de un cocodrilo mordiendo, debilitándolo lentamente.
Justo cuando Jorge logró liberarse de las poderosas garras de Oswaldo, el luchador volvió a atacarlo, ¡sujetándolo del cuello! El dolor en las bolas y la cabeza lo distrajeron, demorando su escape.
Oswaldo se inclinó y agarró los pectorales carnosos de Jorge. ¡Apretó con fuerza, tanteando con saña el musculoso pecho! Tenía que admitir que el cuerpo de Jorge era impresionante.
Oswaldo arañó con brusquedad los pectorales de su enemigo. ¡Jorge gritó de dolor mientras su torturador lastimaba lentamente su pecho!
El desafiante aprovechó al máximo la incapacidad de Jorge para contraatacar. Arañó, golpeó y apretó sus pectorales sin piedad. Sus dedos pellizcaron y tiraron de los pezones ya hinchados del capitán, haciendo que las protuberancias se hincharan y crecieran aún más.
Satisfecho con su dominio sobre Jorge, Oswaldo le permitió caer al suelo. Victorioso, levantó los brazos en alto y gritó:
—¡VIVA EL CLUB ESMERALDA!
Se golpeó los pectorales y gruñó triunfante.
Oswaldo sintió satisfacción con la destrucción de Jorge y, mientras celebraba, nunca notó que Jorge apretaba los dientes y levantaba la cabeza.
Como una pantera que acecha a su presa, Jorge se puso de pie en silencio.
El error de celebrar con predeterminación su victoria le costaría caro a Oswaldo.
Fue solo un segundo antes de que Jorge atacara cuando Oswaldo se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, y era demasiado tarde para detenerlo. Jorge golpeó con los puños su espalda, sacándolo de su postura orgullosa.
Oswaldo se volvió hacia su oponente. ¡Jorge no solo parecía revitalizado, sino que se movía como si nada del daño que le hiciera antes tuviera efecto!
El capitán del club Ámbar agarró a Oswaldo por los hombros y se aferró a él. —¡Eres un inepto —gruñó, manteniendo su control sobre el sorprendido luchador—. ¡¡No estás apto para ganar!
En un último esfuerzo por demostrar su fuerza sobre Jorge, Oswaldo envió su puño volando hacia la mandíbula de su oponente.
Jorge gruñó con el repentino ataque, pero su determinación seguía intacta.
Una y otra vez envió puñetazos a la mandíbula de Jorge, ¡pero nada parecía perturbarlo! ¡Oswaldo deseaba desesperadamente obtener victoria!
Jorge selló su superioridad. ¡Envió un puñetazo, golpeando con los nudillos el vientre de Oswaldo! El luchador Esmeralda gruñó e inmediatamente se dobló del dolor de estómago.
Una y otra vez, Jorge golpeó a Oswaldo en la cara, uno por cada golpe que le había dado anteriormente. Oswaldo solo podía quedarse quieto y soportar el ataque.
Jorge terminó con un uppercut final, enviando a Oswaldo volar por los aires, rugiendo de dolor.
Oswaldo cayó sobre la lona, agradecido de poder alejarse de los puños de Jorge aunque fuera por un momento. Su cuerpo estaba extendido como un águila y totalmente expuesto a su imponente rival. La única otra cosa que el luchador del club Esmeralda podía sentir (además de un dolor punzante en la cara y el vientre) era vergüenza y humillación.
Jorge se aproximó al hombre caído.
Oswaldo sintió que las fornidas piernas de Jorge se envolvían alrededor de su torso y se deslizaban como una serpiente bajo su espalda. Las bolas grandes y pesadas del capitán descansaban encima de su cuerpo, inmediatamente comenzó a apretar sus poderosas extremidades alrededor de la cintura de Oswaldo, ¡apretándolo sin piedad! Era una llave que no pudo deshacer ante el conteo del referí.
Oswaldo gritó y se retorció en la llave de tijeras. Era un dolor insoportable.
Jorge era el rotundo ganador esa noche.
—Y de esta manera —se escuchó la voz de Simón Chacón—. Conocemos a los dos clubes que van a la gran final, el club Amatista se enfrentará al club Ámbar.
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