Fin de semana divertido (1/4): Por el bien de la descendencia - Las Bolas de Pablo

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25 oct 2020

Fin de semana divertido (1/4): Por el bien de la descendencia

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BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE


Día: jueves

Marcos Chacón levantó las cejas intrigado cuando Pablo abrió la puerta de entrada a su casa cargando equipaje, era jueves por la tarde y el clima estaba fresco. 


—¿Y tú? —fue lo que preguntó al menor de sus hijos varones. 

—¿Yo? —dijo Pablo. De pronto se quedó de pie chequeando la reacción interrogadora de su padre, entonces el rubio sonrió por fracción de micro segundos y respondió—. Me vengo a vivir en definitiva a la casa, me he separado de David. 

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué ha pasado, qué te hizo? 

—Yo le hice. 

Entonces Marcos bajó los hombros, como decaído. 

—¿Qué le hiciste, Pablo Alejandro? 

—David me descubrió en la cama con otro tipo. 

—¿Pero qué tienes en la cabeza, Pablo? ¿Arena? ¿Por qué le juegas mal a David? ¡Es un buen muchacho! Hacían una pareja hermosa, él es quien te pone el freno a esos impulsos locos que te dan. Es inaceptable. 

Pablo abrió la boca y protestó: 

—Oh, si quieres vamos al registro civil y adoptas como a tu hijo a David, no sabía que lo querías a él más que a mi. Anda, ve, apóyalo. 

—¡Es inaceptable, Pablo! Y espera que lo sepa tu madre. 

Entonces Pablo emitió una sonora carcajada. 

—Hubieses visto tu rostro —dijo entre risas limpiándose las lágrimas de los ojos—. ¡Papá, no creo que lo hayas olvidado! Por dios. Si te lo dije la semana pasada, todo está excelente entre David y yo, mejor imposible, te comenté que él iba a viajar a New York para una convención de dueños de gimnasios y yo no lo podía acompañar porque tengo que ocuparme de Cinturón de honor, ¿recuerdas? —Marcos abrió la boca, haciendo memoria—. Y te dije: «Pá, no quiero pasar el fin de semana solo en el departamento sin David, así que me iré unos días a casa mientras vuelve. Puedo llamar a mis sobrinos y hacer mi tradicional campamento bajo techo». 

—Sí, sí. Lo había olvidado. Perdón. 

Pablo gimió. 

—No sabía que querías más a David que a tu propio hijo, sangre de tu sangre, leche de tu leche. Me siento ofendido. 

Ambos rieron. 

—No seas, tonto, Pablo. Te amo, pero me pareció absurda tu explicación. Juro que olvidé que estarías el fin de semana con nosotros. ¿Y hablaste con Simón, traerá a los niños? 

—Sí, ya ves que siempre estoy con ellos haciendo campamento en la sala del departamento o en la terraza, aquí lo haré en el patio. Les gusta mucho soy el tío del año. 

—Entonces estaremos a casa llena, ven tomemos algo. 

—¿A casa llena? 

Marcos sirvió whisky en un par de vasos y respondió:

—El hijo de Israel también está aquí con nosotros, ya empezó la universidad y dijo que quería relajarse en la piscina, está ahí en este momento. 

—Excelente —afirmó Pablo recibiendo la bebida y tomando asiento con su padre en un sillón. 

—Y no es el único, está con nosotros Bernardo. 

—¿Bernardo? ¿Qué Bernardo? 

—¡Bernardo Chacón! El hijo del primo Benjamín. Los muchachos se hicieron buenos amigos. 

—Que bien. Ya iré a saludarlos. Esa es la razón por la que escucho tanto jaleo. 

—Sí —afirmó Marcos—, es bueno oír ruido en esta casa, tu madre y yo nos aburrimos solos. 

Enseguida padre e hijo compartieron un rato tomando la bebida y entablando conversación sobre temas triviales mientras que a la sala se oían algunos ruidos de diversión provenientes del patio. 
Rafael
Bernardo y Rafael estaban jugando en la piscina, aliviando algo de tensión después de una dura semana en la universidad, estudiaban carreras distintas pero lo dos se habían hecho muy amigos por encima del nexo familiar. Ambos cursaban estudios en el mismo lugar aunque Rafael apenas comenzaba la carrera de odontología y Bernardo estudiaba leyes, iba varios semestres más avanzado. 

Ambos se golpeaban entre sí dentro de la piscina, riendo y gritando mientras el agua salpicaba a su alrededor.

Sus edades eran muy cercanas (Rafael tenía 17 a pocos días de los 18 y Bernardo 20). Los dos dos eran guapos y musculosos, con hombros anchos y cinturas estrechas.

—Salgamos del agua —sonrió Rafael, golpeando juguetonamente la espalda de Bernardo.

Su primo se defendió mientras se dirigían hacia la escalera y salían del agua.

Sus cuerpos estaban mojados, sus cabellos se les pegaba a la cabeza y sus músculos definidos brillaban.

Con una risa alegre, Rafael golpeó el trasero de Bernardo, haciéndole gritar y contraatacar con un golpe directo a la entrepierna de Rafael.

Rafael logró esquivar el golpe dándose la vuelta en el último segundo y huyendo, seguido por Bernardo tras él.

Su risa resonó por el patio.

Finalmente, Bernardo alcanzó a Rafael y logró hacerlo tropezar, tirándolo al suelo.

Sus ojos brillaban con picardía. —Eres un debilucho y no podrás conmigo. ¡En guardia! —gritó, asumiendo postura de esgrimista. 

Rafael se echó a reír y levantó la punta del pie golpeando las bolas de Bernardo, provocándole un chillido agudo.

Bernardo se cubrió la entrepierna con las manos, lo que le dio a Rafael la oportunidad de levantarse.
Bernardo

Bernardo se rió cubriéndose las gónadas con las manos.

—¡Como duele! —rugió, tosiendo, riendo y gimiendo de dolor mientras caía de rodillas. 

Rafael se reía a carcajadas.

—¿Quién es el debilucho? Inclínate ante mí —gritó, levantando las manos en señal de victoria—. ¡Soy el hombre más poderoso del mundo! —declaró, en medio de su alegría juvenil.

—Eres un idiota, jamás podrás igualarte a mí —aseguró Bernardo. No odiaba a su primo, pero era un chico tan orgulloso de sí mismo que no toleraba que alguien fuese mejor que él. 
Rafael abrió la boca para decir algo, y antes de que pudiera hacerlo, su primo alzó el puño entre sus muslos directo a sus jóvenes bolas. Los ojos de Rafael se cruzaron y se hundió en el suelo junto a Bernardo.

—Mis bolas —susurró Rafael con voz apagada, agarrando sus gónadas, mientras Bernardo estallaba en carcajadas—. Ay.

Durante un breve e hilarante momento, los dos jóvenes se miraron con la boca abierta, compartiendo su dolor masculino.

—Mis bolas —gemían al unísono.

Tan pronto se recuperaron, Bernardo intervino: 

—¿Te das cuenta que soy el mejor y que nunca podrás burlarte de mí? Piénsalo antes de meterte en mi camino. 

—Oh, eres un idiota. Jamás podrás conmigo. Gritas como niña. 

Los dos chicos volvieron a enfrascarse en una divertida pelea en medio del patio. Rodaban por el suelo con sus cuerpos todavía empapados y vistiendo nada más que sus trajes de baños. Intercambiaban posturas de sumisión en medio de risas.

Rafael fue el primero en levantar su rodilla entre los muslos de su primo, machacando los testículos y arrancándole un chillido graciosamente agudo.

Bernardo hizo una mueca y se defendió con un devastador puñetazo que destrozó los huevos de Rafael.

Rafael se apartó, aullando de dolor y riendo al mismo tiempo.

—¡Ja, ja! —Bernardo se alzó triunfante. Mirando a Rafael, preguntó—. ¿Te rindes, aceptas tu derrota, grandísima zorra?

En lugar de una respuesta, recibió un fuerte puñetazo en las gónadas que hizo que sus ojos se hincharan mientras se doblaba, un largo gemido sibilante escapó de sus labios.

—¡Nunca! —gritó Rafael y dio otro golpe fuerte a los productores de salado semen de Bernardo.

La boca del hijo de Benjamín Chacón formó una pequeña O mientras sus cejas se levantaban y sus ojos se llenaban de lágrimas. —Maldita sea —gimió con voz aguda—. ¡Mis hijos te van a odiar!

Rafael se rió entre dientes. —No creo que vayas a tener —bromeó, levantándose.

Un momento después, golpeó las bolas de Bernardo.

Los ojos de Bernardo se volvieron a poner en blanco. Su vida sexual pasó ante sus ojos, sus hijos por nacer se deformaron en sus huevos mientras su cuerpo estaba paralizado por un dolor alucinante.

Rafael se reía a carcajadas, viendo a su familiar hundirse en el suelo, su rostro se doblaba en total agonía.

Rodeó su cuerpo celebrando su victoria, riendo mientras caminaba alrededor de su primo, pateándolo juguetonamente.

Sin embargo, su risa se interrumpió cuando se topó con el codo de Bernardo que hizo daño sobre la posible descendencia de Rafael.

El codo de Bernardo chocó perfectamente con el bulto grande y jugoso en el traje de baño del hijo mayor de Israel, haciéndolo hundir en el suelo justo a su lado, aullando de dolor mientras se agarraba la entrepierna.

A pesar del dolor que irradiaban sus propias bolas, Bernardo logró soltar una carcajada. —Tus hijos van a salir tontos, como tú —gruñó, haciendo una mueca.

—Sí —fue todo lo que Rafael pudo decir, aferrándose a su virilidad dolorida—. Seguro.

Se quedaron en silencio, meciéndose de rodillas hacia adelante y atrás, acunando sus testículos, sus rostros hermosos se deformaban haciendo muecas de agonía.

—¿Es una tregua? —interrogó Bernardo—. ¿Por el bien de nuestra descendencia?

Rafael se rió entre dientes. —Por el bien de nuestros hijos.

Se dieron la mano y se ayudaron a levantar.

Bernardo agarró la pretina de su traje de baño y miró sus grandes bolas magulladas. —Maldición, están hinchadas —murmuró, haciendo una mueca.

Rafael echó un vistazo a las grandes bolas rojas de Bernardo y se rió. —Parecen tomates italianos, tamaño y color. 

Rafael se echó a reír y se bajó los pantalones cortos, revelando una hermosa y flácida polla y un impresionante par de testículos que habían asumido el mismo color que el escroto de Bernardo. —Los míos también se ven enfermos, un poco lastimados. 

El rostro de Bernardo se iluminó con una sonrisa maliciosa que hizo que Rafael se alarmara de repente.

Antes de que Rafael tuviera la oportunidad de subirse los pantalones y cubrir sus vulnerables huevas, Bernardo las golpeó con fuerza con el dorso de la mano, aplastando las bolas desnudas de Rafael y enviándolo al suelo, gimiendo y retorciéndose en total agonía.

Bernardo estalló en carcajadas, burlándose alegremente de su primo.

Rafael emitió con una risa débil.

Bernardo se rió mientras Rafael se retorcía agarrándose las bolas. Cuando pudo hablar, aseguró: —Sabes que quiero tener la oportunidad de vengarme, ¿verdad?

Bernardo soltó una carcajada. —Por supuesto, pero te hace falta mucho camino por recorrer para ser mejor que yo. Un camino muy largo, nenito. 

Rafael gimió.

Siete minutos después Pablo llegó a la piscina encontrando a los dos sementales sentados al borde, chapoteando el agua.

—¿Qué hacen? —preguntó.

—Nada —respondió Rafael—, escuchando las tonterías de este.

Los tres se rieron. 

2 comentarios:

  1. Amo las historias donde miembros familiares amenazan las posibilidades de tener hijos entre ellos mismos,especialmente cuando son jóvenes, muy buena historia! No puedo esperar a verlos pelear otra vez!

    (casi me dio un infarto cuando Pablo dijo lo de David, jajaja!)

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    Respuestas
    1. Je, je, je, que risa tu comentario con lo de David :D

      Muchas gracias, sí, la segunda entrega tendrá algunas fases de tortura. Gracias por leer ;)

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