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Ballbusting hombre/hombre
Con motivo de la presentación de los nuevos vehĆculos, una importante empresa italiana ha convocado a las personas mĆ”s influyentes del paĆs, gente adinerada, polĆticos, influencers, medios de comunicación, las personas que mueven los hilos de la nación, se han dado cita esta noche en un lujoso salón con vista al mar del Neptuno Palace, el hotel propiedad de la familia Chacón.
En una sala lounge privada VIP en la terraza, se encuentran conviviendo los jóvenes Chacón. Un misterioso hombre los observa con cautela desde una distancia prudente, no pierde detalle alguno sobre cada acción o palabra que ellos realizan.
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Rafael Chacón |
—No puedes tomar, Rafa, todavĆa no eres mayor de edad —dijo el musculoso hombre.
—No estĆ©s molestando, “Segundo” ¿A ti quĆ© te importa mi vida? PĆ”, dile a Enzo que me dĆ© la botella.
—Deja que el chico beba, Enzo —respondió Israel.
—¡Este niƱo hace lo que quiere porque siempre lo consientes, Israel! ¡No respeta nada ni a nadie y es por tu culpa!
—Ya, chamaco cagón, siĆ©ntate y deja de pelear con tu tĆo —dijo Simón jalando a Rafael junto a Ć©l aprisionĆ”ndolo con una amistosa llave al cuello—. Mejor bebe tu refresco.
—Ese no es mi tĆo, es mi tĆo segundo, ¿verdad que sĆ, “Segundo”?
—LlĆ”mame como quieras, me vale. Esta noche no vas a beber alcohol y punto.
—Ni siquiera eres hijo del abuelo, arrimado —dijo Rafael. El rostro de Enzo se tensó, aproximĆ”ndose agresivamente hacia el muchacho, colocó su elegante zapato sobre la entrepierna del menor sin ejercer presión. Como Simón lo mantenĆa sujeto del cuello, el chico estaba en una posición muy vulnerable.
—¿Cómo me llamaste, cabrón? —preguntó agresivamente Enzo. Su rostro, postura y tatuajes lo hacĆan ver muy intimidante y rudo.
Israel intervino colocando su mano en el pecho de Enzo, separƔndolo de su hijo y pasando posteriormente su brazo por los hombros.
—Rafa, ya te he dicho que Enzo no es mi primo, es mi hermano, respĆ©talo, por favor.
—Que no se estĆ© metiendo conmigo —replicó tajante el adolescente—, chismoso. Ya tienes tu propio hijo, ve y crĆalo.
—Yo por cualquiera de esta familia, especialmente por mi padre, Marcos, podrĆa dar hasta mi vida.
—¿RecibirĆas una patada en las bolas por el abuelo? —preguntó maliciosamente el muchacho.
—No una, sino mil —respondió Enzo sujetando al frente de forma viril su pronunciado paquete.
—DemuĆ©stralo, aquĆ y ahora —retó Rafael poniĆ©ndose en pie—. Si resistes diez patadas mĆas, no solo dejarĆ© de llamarte Segundo, te llamarĆ© tĆo. Si no las resistes, me darĆ”s esa botella que tienes en la espalda.
—¡Anda! ¿A quĆ© esperas, muchacho cagón? —dijo Enzo abriendo las piernas, levantando su ligero pantalón de vestir de los costados de la entrepierna para marcar su paquete y colocando sus manos en la espalda— Dame tu peor golpe.
—Rafa, te estĆ”s pasando —dijo Pablo.
El chico ignoró a su tĆo mĆ”s joven y tomando impulso, clavó con potencia su empeine en la entrepierna de su tĆo segundo. Enzo frunció ligeramente el ceƱo, pero se mantuvo firme como roble.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer? Tal vez deberĆa llamar a BĆ”rbara Cohen para que te releve, ella sĆ que sabe patear —respondió Enzo retĆ”ndolo.
Como respuesta a la provocación de su tĆo segundo, Rafael lanzó cinco fortĆsimas patadas seguidas, una tras otra, el ruido del impacto llegaba claramente a los oĆdos del extraƱo que los observaba. El prominente paquete del hombre rubio se elevaba con cada impacto, su pantalón se habĆa subido de tal forma que ya le llegaba a media pantorrilla. La postura de Enzo se alteró ligeramente, flexionó las piernas y encorvó su torso al frente, mientras reprimĆa los gritos de dolor. Sin embargo, en su mirada se podĆa ver su determinación por resistir y no ser derrotado por ese chiquillo malcriado.
—¡PĆ©game con huevos, cabrón, que se supone que eres un Chacón! —gritó Enzo. La mĆŗsica era lo suficientemente alta para que nadie mĆ”s de la fiesta prestara atención a lo que ocurrĆa en aquel privado rincón.
Rafa tomó impulso y pateó nuevamente al hombre rubio, la potencia era tal que el chico hasta saltaba ligeramente con cada patada para incrementar la fuerza de sus golpes. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho patadas.
—Ya Rafa, ya te pasaste —dijo Pablo alejĆ”ndolo.
Enzo se encontraba de cuclillas con las manos en la espalda, sosteniendo la botella de Champagne. Gritando virilmente, se puso de pie y miró retadoramente a su sobrino.
—¿Cómo puede ser posible, marico? Te golpeĆ© con todo y tĆŗ —comentó el chico con asombro—. ¿A caso no tienes bolas?
—Enzo es quizĆ” el Chacón con mĆ”s tolerancia a los golpes en las bolas —comentó Israel—. Creo que si tu tĆo me retara a recibir golpes en los testĆculos, probablemente me vencerĆa, es el mĆ”s rudo y duro, resistente al dolor, golpes y tortura, no es fĆ”cil someterlo ni derrotarlo.
—EstĆ” bien, tĆo, por hoy tomarĆ© refresco —dijo enfurruƱado Rafael a Enzo tomando un vaso con refresco que sostenĆa Simón.
—Espera, no, a ese le puse Ron —comentó Simón.
—Ja, ja, ni modo —dijo Rafael huyendo del lugar con el vaso para no ser alcanzado por su tĆo.
—Maldito chamaco, siempre se sale con la suya —comentó molesto Simón.
El misterioso hombre que los observaba, tuvo una idea. DĆas despuĆ©s, al terminar de entrenar, en el gimnasio del hotel Enzo Chacón encontró en su casillero una extraƱa carta anónima que abrió sin cuidado alguno. Su franela sin mangas estaba empapada de sudor y sus marrones pezones se asomaban por encima de la tela. En la nota impresa se leĆa:
¿AsĆ que estĆ”s dispuesto a todo por Marcos Chacón? Tengo una información muy importante que acabarĆ” con el honor de tu prestigioso padre. Un problema tan grande que tambiĆ©n va a hundir los sueƱos para la gobernación de Israel. ¿EstĆ”s preparado, Enzo? ¿EstĆ”s dispuesto a todo por el viejo corrupto Chacón?
La carta tambiĆ©n contenĆa la copia de la primera pĆ”gina de un periódico con 11 aƱos de publicación, su tĆtulo central resaltaba:
FiscalĆa General abre investigación por soborno contra Marcos Chacón, actual ministro de turismo
Enzo tragó saliva y miró con desconfianza a lo largo del pasillo al mismo tiempo que arrugaba la carta en su puño cerrado.
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