El bolas de toro (2/10): Entrenamiento de huevos - Las Bolas de Pablo

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4 abr 2021

El bolas de toro (2/10): Entrenamiento de huevos

CONTIENE

BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE


Después de recibir una horrible derrota contra su más grande adversario Danilo Rey, el vencido bolas de toro, Felipe Corona, quiso la revancha; la cual solicitó y estaba en periodo de autorización o rechazo según los ejecutivos de la compañía, algunas personas que asistieron al público opinaron su buen gusto por el espectáculo de lucha, pero otras la vieron como un acto de crueldad.


Felipe Corona "el bolas de toro", o como le quieran llamar, inició un periodo de entrenamiento, practicando por horas en el gimnasio.


Danilo Rey
Su acérrimo rival Danilo Rey lo miraba con odio, en secreto estaba nervioso ante otro posible enfrentamiento entre ambos titanes de la lucha.

Enzo
Cierta mañana, mientras Felipe entrenaba en solitario golpeando un saco de boxeo el bromista Enzo se acercó a él y lo interpeló. 

—Ése no es el tipo de entrenamiento que requieres.

—¿A qué te refieres?

—Mírate, eres un tipo fuerte, el mejor, el más grande y famoso de esta empresa de luchadores.

—¿Y entonces qué?

—Recuerda como te ganó Danilo Rey aquella noche.

—¡Por las bolas! Usaré un protector en secreto aunque la compañía no lo apruebe. 

—¡No!… requieres entrenamiento para el fortalecimiento de huevos.

—No entiendo —negó Felipe Corona frunciendo las cejas. 

—¡Chale! Si hay alguien en este lugar que sabe como fortalecer los testículos es Vandor Beek, él me enseñó y ahora nadie me derrota con golpes a los huevos.

—No te creo. Chale, cabrón, tú eres un payaso de circo, ¡lárgate de aquí! 

—Vamos prueba, cabrón —le dijo Enzo, abriendo el compás de sus piernas. 

Felipe lo miró de arriba abajo con el rostro doblado, su vista se clavó en la zona genital protuberante en el jeans de Enzo. Dobló los labios, echó el pie hacia atrás y pateó con fuerza las bolas del joven. Lo que Felipe esperó, nada ocurrió, quiso ver a Enzo con los ojos muy abiertos, llevándose las manos a las bolas, caer al piso y moverse de un lado a otro chillando por su insostenible dolor de huevos. Pero nada de eso sucedió, Enzo estaba a su frente con los ojos brillantes y la boca sonriente, se mostraba orgulloso.

—¿Qué mierda? ¿Por qué no estas en el piso agonizando?

—Ya te lo dije, mi maestro me enseñó a repotenciar mis huevos, ningún golpe o estrujamiento me duele, observa —apretó el puño y se golpeó los testículos, sin ninguna reacción de dolor. 

—Wow, ¿cómo lo lograste? 

—La verdad es que yo no podré enseñarte. El más indicado para hacerlo es Vandor. Él maneja al 100% la técnica, yo soy un simple aprendiz.

—Él me saluda, pero al fondo de su ser me odia.

—Ah, o sea que le tienes miedo, cabrón. 

—Miedo, ¡nunca! ¡A nadie!

—Está bien, ¿entonces por qué no le pides que te enseñe?

—Caramba… no sé —dudaba Felipe, de repente se le ocurrió una idea—. Bueno, llámalo y vemos.

—Sale y vale.

Vandor
Enzo se dio media vuelta y con estruendoso griterío llamó al emigrante escocés, mientras tanto Felipe pensaba en lo interesante que seria reforzar sus frágiles testículos. Cuando el pelirrojo se apareció en escena, Enzo le exigió que hiciera su "entrenamiento fantástico" en el bolas de toro. 

—¿Qué quieres qué? Que entrene al… 

Pero no pudo terminar su frase porque intempestivamente Felipe Corona como un traidor le aplicó una devastadora patada en las bolas. A Vandor se le fulminaron los ojos de ira, pero tampoco se dobló de dolor

—¿POR QUÉ CARAJOS ME GOLPEAS? —le gritó balanceándose sobre Felipe. 

—Hey, espera —lo detuvo Enzo—, le hable a este lo bueno que eras con tus testículos… 

—¿Si?... ¿Y qué quieres que haga con eso?

—Amigo, no seas mala onda y dale unas cuantas lecciones a Felipe.

—¿A Felipe? ¡Jamás lo haré!

—Por favor, hazlo —pidió Felipe en tono desesperado—. Estoy dispuesto a pagarte lo que sea, por favor… quiero hacerle la revancha a Danilo Rey y ganar el combate y estar con los huevos bien fortalecidos ante cualquier artimaña de ese cabrón.

Vandor lo inspeccionó con la mirada. 

—Tú y yo tenemos muchos problemas sin resolver del pasado.

—Olvida los problemas, discúlpame… pero ayúdame a darle invencibilidad a mis bolas, te pagaría lo que sea.

—No sé —Vandor se rascó la barbilla con inocencia. 

Felipe siguió rogándole junto a Enzo, finalmente acordaron una suma monetaria y una hora de práctica a la mañana siguiente. Los amigos se marcharon y Felipe se quedó entrenando con la pila de boxeo.

Lejos del área de gimnasio, hacia la zona de los vestuarios los dos amigos se echaron a reír. 

—Es un gran imbécil —reía Enzo—. ¡Endurecimiento de bolas! 

—Se lo creyó todo —reía Vandor, metiendo su mano dentro del pantalón corto y extrayendo un protector de genitales

—Que idiota —reía Enzo mostrando su gran tasa protectora—. Me dio miedo cuando lanzó aquella patada… uf, gracias a esto me salve de estar agonizando en el suelo.

—¿Lo creyó todo? —preguntó alguien que los estaba esperando, se trataba de Danilo Rey. 

—Sí, mañana le reventaré las bolas a más no poder —aseguró Vandor. Le tenía rencor a Felipe Corona porque su ex novia lo engañó con el semental luchador profesional. 

Al día siguiente Vandor se consiguió con el bolas de toro dentro del round de lucha libre, Felipe saltaba con energía, haciendo mover el dibujo de su verga de un lado a otro. Vestía con una ajustada trusa de color negro y botas de igual tono.

—¿Cómo te sientes, Felipe?

—Bien, cabrón. Un poco nervioso, pero ansioso de poder quitar la sensibilidad a mis bolas.

—Entiendo, sí, los testículos son una zona muy sensible, y… con llena de nervios, pero se puede conseguir fortaleza. Es una técnica desarrollada por los monjes shaolin. 

Mientras estaba desprevenido entregando la explicación, Felipe impactó una patada en las bolas a Vandor, sin provocarle algún tipo de daño. En su lugar recibió una mirada cargada de odio. 

—Disculpa —se lamento Felipe—, brother, es que todavía no puedo creer que se pueda fortalecer los huevos.

—Claro que se puede —respondió de manera seria Vandor, respirando aliviado de tener ese protector dentro del short—. Ahora necesito que te concentres… empezaré con la práctica, solo quiero que pienses que no sentirás dolor. ¿Podrás resistir?

—¡Puedo resistir eso y más, cabrón!

—Comenzaré.

Vandor impactó un fuerte uppercut en el pantalón corto de Felipe, hundiendo el puño pesadamente contra sus desprotegidos testículos. 

—¡Aaaaagh —fue un gritó gutural; el varón perdió todo el aire de sus pulmones y la fuerza de su cuerpo. Se tambaleó. Su atractiva expresión de hombre rudo, fuerte y valiente se transformó en una terrible mueca de dolor y angustia—. ¡Mis huevos! ¡Ay, mis huevos, me los partiste! —bufó doblándose.

Vandor hizo todo lo posible por contener la risa

—Vamos, Felipe, concéntrate… apenas empezamos, enderézate y continuemos.

—¡Mierda! 

—¡Vamos! 

El bolas de toro respiró agitadamente, tomó aire y trató de enderezarse aún con la molestia expresiva en su rostro.

—Piensa que no tienes dolor.

—¡Dolor tu madre, cabrón! ¡Esto me duele, carajo! —decía Felipe apretando los dientes y agarrando su par de bolas con una mano. Se formaba un tumulto muy ardiente dentro del pantalón cuando se sostenía las pelotas. 

—Ponte en posición o termino todo esto. 

Felipe Corona se lamentó y se llevó las manos detrás de la espalda. Al instante el puño del pelirrojo se hundió en sus bolas.

El hombre que excitaba a tantas mujeres y hombres aulló con un terrible grito y se desplomó sobre la lona agarrándose la entrepierna. Se hizo un ovillo sintiendo como el dolor se expandía a todas las zonas de su sexy cuerpo.

—¡SOPORTA EL DOLOR O DANILO REY TE HARÁ MIERDA! —gritó Vandor creyéndose su papel de entrenador personal.

Con la molestia encima y dispuesto a continuar Felipe empezó a moverse en cuatro patas alrededor de todo el ring, Vandor, impaciente, corrió hasta él y con una salvaje patada, profundizó el dolor, lastimándole las bolas con la bota, haciendo que Felipe saltara por el aire y rodara de espalda a la lona con las manos en los huevos y con sus gritos de niña. Con los ojos llenos de lágrimas, Felipe frotaba sus testículos. Con la vista fija en Vandor que le gritaba insultos, entre ellos reclamaba que debía ser más fuerte. Su cuerpo temblaba a pesar de moverse de lado a lado sobre la sucia lona.

—Ponte de pie, gran mierda —le gritaba el pelirrojo, dándose falsos golpes en los testículos—, párate si quieres tener tus huevos como estos, de acero, irrompibles.

Pero Felipe estaba caído, pálido y sofocado. Su cuerpo lucía brillante de sudor, sintiéndose inútil y con el amplio deseo de blindar sus bolas. ¡Que determinación de hombre!

—Cinco minutos —suplicó frotándose las bolas. 

Después de un tiempo de descanso Felipe apoyó el brazo en la lona con confianza, haciendo un gran esfuerzo en levantarse y mantenerse firme. Sus bolas palpitaban violentamente dentro del colgante escroto, socavando toda su velocidad y fuerza, respirando profundo dijo que podían continuar con el entrenamiento.

El gran bolas de toro se notaba afligido por el dolor, lento en sus movimientos y cojeaba con cada paso. Vandor impactó un duro golpe en su abdomen, sacándole todo el aire de los pulmones. El siguiente golpe le pegó en la cabeza.

—Es para que te despabiles —señaló el pelirrojo—. Ahora continuemos blindándote los huevos.

Felipe hizo un gemido doloroso con la garganta, y Vandor sonrió de satisfacción.

El pelirrojo puso ambas manos sobre los hombros de Felipe, mientras el luchador se llenaba de miedo. Y con todas sus fuerzas levantó la rótula entre los gruesos muslos del bolas de toro, triturando las jugosas bolas repletas de semen. Felipe abrió la mandíbula mientras cerraba la mirada llena de horror.

—RESISTE, FELIPE, SOLO ASÍ LO CONSEGUIRÁS —gritaba Vandor impaciente subiendo otra vez la rodilla para pegarle en las bolas; la fuerza del choque, hizo un ruido aglutinante para cualquier oído, las bolas chocaron con la pelvis, triturándose, desgastándose.

Felipe descargó todo el aire contenido en su cuerpo y se dejó caer al suelo. Estaba jadeando y gimiendo con las dos manos reservando la protección de sus testículos, se sentía mareado y desesperado. Vandor hizo todo lo posible por no reír, en verdad estaba disfrutando la situación, miró a determinado lugar y trato de ocultar la risa, en un sitio estratégico, Felipe estaba siendo grabado por Enzo. 

—Felipe, recuerda que debes pensar que no existe el dolor de bolas. —hablaba cual sabio Vandor—, mientras sigas nervioso, el dolor no te abandonará. Ve, yo no siento dolor —y comenzó a darse fuertes puñetazos en los testículos. Felipe lo miraba con pesar mientras acariciaba sus golpeados testículos—, ahora vamos, ¡en guardia!

El bolas de toro estaba de rodillas, con la mano alrededor de sus huevos, tosió para llenarse de energía y ayudado por Vandor se puso de pie.

—¿Estás bien? ¿Preparado?

Felipe asintió con miedo.

—Así me gusta. ¡Con determinación!

Y abruptamente Vandor estrelló con una fuerza bestial la rodilla en las bolas de Felipe, que exhaló todo el aire de sus pulmones, abriendo los ojos como dos grandes platos. Los segundos transcurrían y el luchador miraba al pelirrojo, paralizado de dolor, sorprendido, boquiabierto, con las bolas palpitando más rápido que el corazón, mareado, fulminado deseando vomitar.

—Resiste —dijo severamente Vandor, disfrutando cada instante

El seductor rostro de Felipe, era raído por el dolor, se dobló agarrando sus cojones y cayó de rodillas al suelo.

—¡Piensa que no hay dolor!

—No puedo, carajo.
  
—Entonces estamos perdiendo el tiempo.

Con un suspiro el hombre se volvió para mirarlo con expresión de dolor. Su atractivo rostro salvaje estaba pálido y arrugado de la agonía. Abrió la boca, pero no emitió palabra alguna. Cerró los ojos y respiró profundo.

—Esto duele mucho….

—Concentración es lo que te pido mi amigo.

Con valentía Felipe se puso de pie, en actitud desafiante y con las piernas abiertas aunque temblaban.

«El dolor no existe en mi… el dolor no existe en mi» se repetía mentalmente. 

Vandor dio un paso adelante llevando la pierna hacia atrás y Felipe sintió como el miedo se adueñaba de su mente, dentro de su ser repitió con mucho nervio que el dolor no existía en él. Vandor sonrió y luego impulsó el pie contra las gordas y frágiles bolas del fornido luchador, plantándolas contra su pelvis. Felipe dejó escapar un grito ensordecedor y se dobló una vez más. Se tambaleó, agarrándose los estropeados testículos y cayó de rodillas.

Desde el suelo se escuchó un lastimero gruñido del hombre que se mecía de lado a lado agarrándose las pelotas. El dolor era cada vez más fuerte y mareante.

Lentamente subió  la cabeza llena de sudor frío y entre lágrimas dijo:

—… me rindo… me rindo… mis pobre bolas.
  
Vandor hizo otro esfuerzo para no reír.

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