El bolas de toro (3/10): el poderoso golpe de una mujer - Las Bolas de Pablo

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11 abr 2021

El bolas de toro (3/10): el poderoso golpe de una mujer

CONTIENE

SEXO HETEROSEXUAL

BALLBUSTING MUJER/HOMBRE


Aquella noche Felipe estaba en un bar mientras unas cuantas cervezas acompaƱaban su trago. Una mujer de estatura mediana, de hermosa figura, cabello rizado color castaƱo se acercĆ³ a Ć©l y empezĆ³ a entablar conversaciĆ³n, le sonreĆ­a y coqueteaba mientras peinaba su cabello. Era dueƱa de un lindo y exuberante culo, ademĆ”s de unas tetas rellenas de caro implante, vestĆ­a de negro con un escote que resaltaba sus atributos. 


La pareja reĆ­a y se contaban absurdas historias, era la clase de mujer que al bolas de toro le encantaba tener en su cama, y en menos de lo que canta el gallo, ya estaban ocupando un cuarto de hotel.

La mujer tenĆ­a todo su cuerpo depilado, se sentĆ­a deseosa y los niveles de alcohol no se apoderaron de sus capacidades motoras. Le encantaba el color de piel de aquel hombre, su fuerza salvaje, su cuerpo torneado, el paquete que marcaba. Era lo que se podĆ­a definir como un caramelo divino.

—DesnĆŗdate —dijo ella con voz interesada.

Felipe hizo una linda sonrisa, se quitĆ³ los zapatos, desabrochĆ³ el pantalĆ³n. MĆ³nica tragĆ³ saliva al ver como la cabeza de la morena verga del luchador sobresalĆ­a del clĆ”sico calzoncillo, estaba concentrada en su pene, y mĆ”s en las poderosas bolas que le bordeaban la ropa interior. Con actitud de macho seductor, el bolas de toro dejĆ³ deslizar su calzĆ³n y su moreno pene apuntĆ³ al techo, imponente, orgulloso y como todo un monstruo llenĆ³ de venas.

El hombre estaba mirĆ”ndola con los ojos encendidos de un llamativo brillo que indicaba lujuria y pasiĆ³n. Se metiĆ³ en la cama y comenzĆ³ a masturbarse frente a la mirada de confort de MĆ³nica.

Ella se acercĆ³ a aquel magnifico hombre, se colocĆ³ entre sus piernas y con la mano, se adueƱo del robusto pene de toro. Lo moviĆ³ hacia arriba y hacia abajo, la cabeza morena, subĆ­a y bajaba deslizĆ”ndose por el prepucio, ella inclinĆ³ su cabeza y acercĆ³ sus labios al pedazo de carne. 

ComenzĆ³ suavemente dedicando suaves cosquillas con la lengua en la cabeza de la verga del hombre, a su gusto le dedicaba lengĆ¼etazos proporcionando la sensaciĆ³n mĆ”s deliciosa que un macho alpha puede sentir. Por momentos el monstruo de pene tocaba su garganta, Felipe dio un suspiro sintiĆ©ndose en el cielo, ella subĆ­a y bajaba por el pene, con la mano agarrĆ³ el par de huevos, si que eran grandes, aquel macho tenĆ­a bien merecido el apodo «bolas de toro». Sus testĆ­culos debĆ­an estar inundados de rico y nutritivo semen.

Con ternura, Felipe la apartĆ³ de su pene y la hizo colocarse encima de Ć©l, la dama palpaba el duro pecho del hombre, sus rostros se encontraban. La besĆ³ en los labios y despuĆ©s la hizo recostarse para pasar su boca por los pechos. HacĆ­a sentir como a la mĆ”s dichosa entre las mujeres a su acompaƱante. Felipe bajĆ³ la cabeza por el abdomen de la dama y probĆ³ su rasurada y limpia entrepierna, comiĆ©ndole la vagina como si fuera un rico postre salado, MĆ³nica gemĆ­a entrando en un fĆ”cil orgasmo.

Felipe sonriĆ³ para sĆ­, y se puso sobre ella, con su erecta verga entre sus piernas y comenzĆ³ a penetrarla con furia animal, dueƱo de una excitaciĆ³n brutal, el semen acumulado en sus bolas viajaba por su interior.

Pasaban los minutos, los cuerpos se movĆ­an al mismo ritmo, y ya sentĆ­a la calentura el buen luchador profesional, pronto terminarĆ­a,  gritos, jadeos, fuerza, sudor, el pene comenzĆ³ a expulsar semen caliente y abundante. Era blanco y torrencial. 

Felipe cayĆ³ a un lado de la cama, resoplando como un leĆ³n, mientras su pene ya flĆ”cido se ponĆ­a sobre su abdomen hilando semen y formando un charco. MĆ³nica se tocaba el pecho, escapando un cuarto orgasmo por esa noche.
DirigiĆ³ una mirada a aquel macho sudoroso, seguĆ­a reposando con los ojos cerrados, quizĆ”s el alcohol y ese magnifico sexo, le daba sueƱo, mirĆ³ a su pene, con aquel charco de semen. Sus bolas, gordas, reposaban inocentes, libres de todo esperma. MĆ³nica cerrĆ³ el puƱo y sin pensarlo dos veces golpeĆ³ el par de testĆ­culos.

Enseguida de la punta del pene saliĆ³ una columna gruesa de leche que aterrizĆ³ en el pecho del hombre, Felipe inmediatamente brincĆ³ sobre la cama, sintiendo como sus preciosas y reciĆ©n exprimidas bolas perdĆ­an forma con aquel dĆ©bil puƱo femenino.

Se agarrĆ³ las pelotas y comenzĆ³ a moverse de lado a lado dando exclamaciones de dolor y confusiĆ³n.

—Ayyyyy, ay, ay… mis bolas… —se lamentaba, agarrando por completo sus huevos creyendo que asĆ­ desaparecerĆ­a el dolor.

MĆ³nica parecĆ­a sorprendida, controlaba sus nervios de acero, se habĆ­a preparado para ese momento, no era la primera vez que propinaba a un hombre un golpe en sus bolas, lo habĆ­a hecho muchas veces en su niƱez con su hermano mayor, cuando la molestaba, ella lo atacaba con un rodillazo a sus orbes que lo dejaba llorando en el suelo por minutos.

El bolas de toro, seguĆ­a inconsolable en la cama, rodando de un lado a otro, siendo contemplado por la mujer sentada a su lado. El gran luchador sollozaba como nena por el dolor que soltaban sus testĆ­culos. MaldecĆ­a su suerte, era como si el universo entero conspirara en su contra, o en su hombrĆ­a, en sus increĆ­bles bolas, en los Ćŗltimos dĆ­as habĆ­a recibido un golpe de un desconocido, habĆ­a estado entrenando en el gimnasio, lleno de sudor, y cuando concluyĆ³ su entrenamiento fue a reposar en un banco, acostĆ”ndose para hacer ejercicios de respiraciĆ³n, hasta que cuando alguien mirando sus piernas abiertas formando un montĆ­culo lanzĆ³ una pelota de goma antiestrĆ©s directo a sus bolas. Enseguida abriĆ³ los ojos y estallĆ³ con un fuerte alarido de dolor, cayendo al suelo tras el inesperado ataque. 

Un jovencito se acercĆ³ a Ć©l excusĆ”ndose de su error cuando la pelota con la que jugaba escapĆ³ de sus manos. 

En el presente, MĆ³nica seguĆ­a mirando al sudoroso hombre agarrarse con dolor las bolas, era un precioso macho, semental de nacimiento y presumido como Ć©l solo, con un grande y gordo pene, y unas bolas colgantes que fabricaban la mĆ”s exquisita y espesa de las leches masculina que contemplĆ³ en su vida. 

—¿Por…?... ¿Por quĆ© hiciste eso? — preguntĆ³ el fornido hombre. 

MĆ³nica tragĆ³ saliva, jamĆ”s explicarĆ­a por quĆ© lo hizo, a su memoria vino la imagen de ella teniendo una propuesta que terminĆ³ aceptando, fue Danilo Rey que le planteĆ³ ir a la cama con aquel hombre y le destripara las bolas toda la noche, ella aceptĆ³ y recibiĆ³ el dinero por el negocio. Ahora ya se habĆ­a acostado con Ć©l, habĆ­a probado su semen, lo tuvo en su pecho, llegĆ³ a golpearlo, y allĆ­ estaba tendido, en la cama, debilitado y casi llorando. Ya no parecĆ­a tan fuerte. 

Aquel hombre de facciones salvajes querĆ­a una explicaciĆ³n, y ella no podĆ­a dĆ”rsela.

—¿Por quĆ© lo hiciste? —repitiĆ³ doblando las cejas y delatando el dolor en su cara.

La comisura del labio de MĆ³nica se moviĆ³ para hablar, pero permaneciĆ³ silenciosa. Los ojos negros de Felipe se cerraron para seguir soportando el incontenible dolor, y su boca hizo una mueca apretando los dientes. MĆ³nica se parĆ³ de la punta de la cama, mirĆ³ al flĆ”cido pene de su amante, detallĆ³ su riĆ³ de semen, y su gustoso sexo.

—Debo irme. Te deseo ganes en tu prĆ³xima pelea con Danilo —dijo antes de irse.

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