ROBIN & SUPERBOY (14/14): EL CIELO CON LAS MANOS - Las Bolas de Pablo

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28 oct 2021

ROBIN & SUPERBOY (14/14): EL CIELO CON LAS MANOS

Escrito por: FerchoMX
Contiene: Ballbusting hombre/hombre

Esta historia es el final de la serie Robin & Superboy, espero que lo disfruten.


      Me encuentro en el suelo, frotando con mis guantes la base de mi escroto en busca de alivio al dolor que siento, es el sexto impacto que recibo en mi entrepierna. Damian ya es un hombre, y golpea como tal. Victorioso, flexiona sus bĆ­ceps mientras coloca su pie sobre mi pecho como seƱal de dominio. El sudor recorre su desnudo torso, haciendo relucir su piel; el holgado short negro de tela liviana que cubre sus ya desarrolladas dotes de macho, no deja mucho a la imaginaciĆ³n.

   —¿Eso es todo lo que tienes? Pensaba que el chico de acero era mĆ”s fuerte —dice mi rival balanceĆ”ndose de un lado a otro con la guardia en alto, los guantes de box cubren su rostro.

   Debo reconocerlo, me fascina sentirme dominado, sometido y vulnerado. Regularmente soy invencible, poderoso y fuerte; todos piensan que mi mayor debilidad es una roca verde o la radiaciĆ³n de un sol rojo; no es asĆ­, mi mayor debilidad es Damian. Ese chico es mi kryptonita, no hay nada en este mundo que yo no harĆ­a por Ć©l. Sus hermanos dicen que se convierte en otra persona cuando estĆ” junto a mĆ­, que desde que iniciamos nuestra relaciĆ³n como pareja, Ć©l no hace mĆ”s que sonreĆ­r; eso me hace muy feliz.


   —Eres dĆ©bil, Jon —comenta para retarme. Si supiera que en verdad, Ć©l es mi debilidad. Extiendo mi mano para que me ayude a levantar.


    Una y otra vez, termino besando la lona. En cada una de esas veces, Damian ha acertado alguna combinaciĆ³n de golpes a mis testĆ­culos. 


   —Esto no es divertido, ¿por quĆ© no te defiendes? PĆ©game tambiĆ©n —dice Ć©l.


   —CreĆ­ que estĆ”bamos entrenando —digo—, ya sabes que a mĆ­ no me gusta golpear oponentes en esa zona, es ilegal.


  —Si no fueras tan santurrĆ³n.


   Ć‰l se desnuda manteniendo los guantes puestos, abre las piernas, sujeta su largo pene para evitar que estorbe, y seƱala su colgante escroto. 


   —¡Anda! GolpĆ©alas como si fueran una pera de boxeo. Quiero que me hagas caer al piso.


   Siempre sucede lo mismo: todos nuestros “entrenamientos” terminan de similar manera. Comienzo a creer que son una excusa creada por Ć©l para copular. Nos encontramos en el sĆ³tano de su departamento; lugar que acondicionĆ³ como un gimnasio, donde solamente Ć©l y yo entrenamos.



Me retiro los guantes, me arrodillo y velozmente comienzo a golpear los expuestos genitales de mi novio. Al frente y por detrĆ”s, en movimiento circular, mis puƱos cubiertos por vendas golpean sus bolas con potencia moderada. Sus entrecortados gemidos acrecientan mi deseo sexual. La sangre en mi cuerpo se concentra en mi Ć”rea genital inflamando mi miembro viril. 


   DamiĆ”n comienza a flexionar las piernas y se encorva hacia atrĆ”s mirando al techo; trata de resistir lo mĆ”s que puede, sus gemidos se convierten en gritos. Finalmente, interpone su guantes de box para protegerse, cierra las piernas y cae al suelo en agonĆ­a. Yo me acerco a Ć©l, le retiro los guantes, alejo sus manos y comienzo a sobar sus Ć³rganos masculinos. Noto como su miembro ha alcanzado su mĆ”xima longitud y grosor. 


   Al tiempo que continĆŗo sobando sus bolas, con mi boca abarco y estimulo su firme trozo de carne. Disfruto sentir la suavidad de su glande y la firmeza del tronco. El sabor salado del primer lĆ­quido que es expulsado para lubricar es un manjar; deseo mĆ”s, quiero beberme su leche, ordeƱarlo hasta dejarlo seco. En cuanto el dolor cede, comienzo a apretar sus bolas, como si fueran limones de los que quisiera exprimir el jugo. 


   Damian nuevamente empieza a gritar por el dolor causado; su cuerpo entero se sacude; sus brazos y piernas tiemblan; es la seƱal de que estoy por obtener lo que tanto anhelo: su nĆ©ctar viril. Mi novio deja escapar un Ćŗltimo grito entrecortado al tiempo que su cuerpo se estremece. Siento en mi boca la calidez, viscosidad y salino sabor de su delicioso semen. Yo lo bebo; con mis dedos presiono desde la base para extraer hasta la Ćŗltima gota; con la punta de mi lengua la retiro. 


   El chico respira agitado y sudoroso, me dedica una hermosa sonrisa de satisfacciĆ³n que me provoca envolverlo con mis brazos y besarlo. Nos acurrucamos unos minutos, hasta que Ć©l recobra el aliento. Me mira levantando una ceja: es momento de la segunda parte de nuestro peculiar entrenamiento. Ahora soy yo, quien se coloca en la misma posiciĆ³n: completamente desnudo, con las piernas abiertas y sujetando mi pene con la mano. 


   Damian es sigiloso, sin darme cuenta, comienzo a sentir un ligero dolor en mi Ć”rea genital, que trepa hasta mi estĆ³mago. La intensidad del mismo se incrementa. Al igual que Ć©l, gimo de dolor y placer. Como reflejo, me encorvo hacia adelante y flexiono las rodillas, mis cuatro extremidades comienzan a temblar. Intento resistir, mis gemidos se tornan mĆ”s agudos, hasta que comienzo a gritar de dolor.


Al hacerse consciente de mi debilitamiento, mi novio golpea con mayor potencia; no tiene piedad de mĆ­; sus golpes ahora son brutales y demoledores; mis resentidas bolas no aguantan; yo no puedo mĆ”s. Sin cubrirme, me desplomo arrodillado. En seguida, mi rostro vuelve a estrellarse contra la lona. Mis sĆ³lidos mĆŗsculos son inĆŗtiles, de nada me sirve ser mĆ”s alto y fuerte, mientras use esta pulsera, soy tan vulnerable como cualquier otro macho.


    Damian hace lo mismo conmigo: acaricia mis bolas para aliviar el dolor que siento. ¡Es tan delicioso! Sentir el tacto de sus yemas en mi hombrĆ­a, y el cĆ³mo estas se deslizan suavemente entre sus dedos, como si fueran de mantequilla. Los impulsos de sutil dolor provenientes de mis testĆ­culos, me hacen respirar agitadamente.


Cuando mi dolor cede, Ć©l levanta mis piernas y comienza a lamer mi trasero. SĆ© lo que viene, y ansĆ­o que suceda. Su hĆŗmeda lengua y sus dedos me dilatan. Ɖl me mira, sonrĆ­e y cuidadosamente se introduce en mĆ­ haciĆ©ndome estremecer. Mientras agita su cadera, lleva mis manos por encima de mi cabeza para besarme con pasiĆ³n. Frota su barba de dĆ­as contra mi mentĆ³n, permitiĆ©ndome aspirar su aroma masculino. Baja sus mano para estrujar mis bolas y estimular mi pene. 


    Con el pasar del tiempo, mi leche brota, manchando mi abdomen. Damian golpea con fuerza mis firmes abdominales, se relame los nudillos para chuparlo. Repite la acciĆ³n hasta dejar mi torso tan enrojecido como limpio. Apoya sus manos sobre mi pecho, y comienza a agitar su pelvis con mayor frecuencia para venirse dentro de mĆ­.


Yo lo rodeo del cuello y me incorporo, Ć©l estĆ” arrodillado. Ambos nos abrazamos, yo me sacudo sobre su falo. Los dos gemimos, podemos escuchar nuestra respiraciĆ³n agitada, nos miramos con deseo y nos besamos. De pronto sucede: mi hombre me llena con su leche; permanecemos abrazĆ”ndonos unos segundos; gentilmente me recuesta, y se separa de mĆ­. Posteriormente, se postra a mi lado, apoyĆ”ndose en su codo y me mira de una forma en la que no mira a nadie mĆ”s: con inmensa ternura. 



   Nos vestimos y salimos a caminar por los alrededores. No es la mejor vista, pero me gusta recorrer los muelles tomados de la mano. Son apenas las once de la maƱana. Llegamos a un pequeƱo parque descuidado, su departamento no se ubica en una buena zona, hay que decirlo. Yo me siento en una pequeƱa Ć”rea con cĆ©sped; Ć©l se recuesta colocando su cabeza en mi regazo, mirĆ”ndome con sus hermosos ojos y bella sonrisa que me derrite. No puedo hacer otra cosa, mĆ”s que acariciar su rostro y besarlo. 


   Es el dĆ­a de mi cumpleaƱos nĆŗmero veintitrĆ©s, por cierto. Damian tiene veinte, hace poco cumplimos dos aƱos de estar juntos. Espero que sigan muchos mĆ”s, no imagino un futuro donde Ć©l no estĆ© junto a mĆ­. 


    MĆ”s tarde, en una terraza oscura, en el Ćŗltimo piso de la Torre Wayne, me encuentro con mi novio, quien melancĆ³lico, mira hacia la ciudad. DetrĆ”s de nosotros, veo una cena frĆ­a y velas que estuvieron encendidas hasta consumirse. Era una cena romĆ”ntica que Ć©l habĆ­a preparado para mĆ­. 


   —Yo lo lamento, hubo una emergencia en Metropolis, tuve que ayudar a mi papĆ” —digo apenado.


   —No importa, ¿con quiĆ©n crees que hablas? A mĆ­ no tienes que darme explicaciones, si alguien sabe lo que es la vida de un superhĆ©roe, ese soy yo —dice sonriendo, se acerca a mĆ­ y me abraza—. Feliz cumpleaƱos.


   De un elevador al fondo, emerge un repartidor con unas bolsas de plĆ”stico. Son hamburguesas que Ć©l ordenĆ³, la de Ć©l, por supuesto, es vegana. Sentados en el suelo, comemos nuestros alimentos. Yo le cuento mi aventura de esa noche para salvar a la ciudad, Ć©l me escucha con atenciĆ³n. SĆŗbitamente, extiende hacia mĆ­ una pequeƱa caja negra, adornada con un elegante listĆ³n dorado. Yo la abro y descubro una llave. 


   —Es de un departamento en BlĆ¼dhaven; uno bueno, no como el “cuchitril” que tenĆ­a mi hermano Richard; o en el que vivo yo actualmente —dice Ć©l—. PodrĆ­amos vivir juntos… como sabes, ya no tengo la edad para ser Robin, ya no vivo en la MansiĆ³n Wayne, ahora que Grayson es Batman, he decidido convertirme en Nightwing.  


    —Por supuesto —digo con una sonrisa. Tomo su mano con firmeza y me arrodillo frente a Ć©l para besarlo en la boca—. Claro que me gustarĆ­a vivir contigo. 


   Creo que es la mejor ocasiĆ³n para cumplir una de mis fantasĆ­as. Mi papĆ” ha sostenido encuentros Ć­ntimos con mi mamĆ” sin necesidad de una pulsera o kryptonita. Ɖl me ha enseƱado algunas cosas, y yo he estado practicando mucho. Creo que tengo el pleno control de mi cuerpo y mis habilidades. Si todo me sale bien, puedo crear para Damian un momento mĆ”gico, muy romĆ”ntico. Si no sale como yo lo espero, por lo menos serĆ” una anĆ©cdota graciosa. Me voy a arriesgar.


 

   —Es mi cumpleaƱos, pero soy yo quien te tiene a ti una sorpresa —digo a mi guapĆ­simo novio, quien por cierto, luce muy elegante, vestido de gala.

    

    —¿Ah si? 


    Comienzo a frotar su cuerpo apasionadamente, y Ć©l, el mĆ­o. Ambos nos excitamos, le retiro el saco, abro su camisa y me desnudo, Ć©l tambiĆ©n se despoja de sus prendas. Saca la pulsera, yo me niego a usarla y le pido que confĆ­e en mĆ­. 


   Me coloco detrĆ”s de Damian, lo envuelvo con mis fuertes brazos, los cuales siempre lo protegerĆ”n, froto su torso torneado e introduzco mi grueso pene lubricado con condĆ³n en su cuerpo varonil. Ɖl gime y gira su cabeza para encontrar mis labios. Mientras nos besamos, toda su atenciĆ³n estĆ” puesta en mĆ­, Ć©l cierra los ojos. 


   Cuando los vuelve a abrir; nos encontramos flotando en el cielo nocturno, por encima de las nubes, la luna llena enmarca nuestras siluetas. Mi novio arquea las cejas y abre ligeramente la boca, estĆ” muy sorprendido. Con mi vista calĆ³rica he templado el ambiente a nuestro alrededor para evitar que Ć©l sienta frĆ­o. 


    —Te dije que merecĆ­as tener a tu lado a un hombre que te hiciera tocar el cielo con las manos —susurro en su oĆ­do. 


   ContinĆŗo embistiĆ©ndolo, al tiempo que me aseguro de mantenerlo a salvo. HĆ”bilmente, utiliza mis pies como apoyo, se separa de mĆ­, gira su cuerpo para mirarme de frente, rodea con sus brazos mi cuello, eleva las piernas para cruzarlas por mi espalda, y se ensarta nuevamente en mĆ­. Con pasiĆ³n nos besamos. DamiĆ”n se impulsa con mis hombros para subir y bajar su cuerpo, deliciosamente se mueve sobre mi miembro viril hasta provocar mi eyaculaciĆ³n y la suya. El frotamiento de su miembro con mi abdomen nos deja empapados a los dos, con nuestra lengua nos limpiamos mutuamente. No tenemos mĆ”s con quĆ© hacerlo, ademĆ”s, soy adicto a su perlada esencia.


   Al terminar, me coloco bocarriba, flotando en posiciĆ³n horizontal. Ɖl estĆ” sentado sobre mi abdomen, sus piernas cuelgan a mis costados.


   —¿Sabes? TĆ©cnicamente no toquĆ© el cielo con las manos —comenta burlonamente para molestar—, el cielo no se puede tocar.


   —CĆ”llate —digo sonriendo, al tiempo que sujeto su escroto—. Te voy a castigar —si supiera lo que pasĆ© para conseguir darnos este momento.


   —Hablando en serio, gracias Jon —dice con ternura, mientras frota mi pecho, y con su dedo Ć­ndice recorre mi abdomen. 


   —Esto no es nada, podemos hacer muchas cosas mĆ”s, ya lo verĆ”s. El cielo es el lĆ­mite —me rĆ­o tras decir mi frase ingeniosa. Ɖl sonrĆ­e con benevolencia.


   —No hablo de esto —dice seƱalando a la luna llena y las nubes—. Digo, sĆ­ es algo hermoso y especial. Es solo que… aunque no pudieras llevarme a fornicar en el cielo, yo de igual forma… te amarĆ­a. Gracias por hacerme tan feliz. Gracias por estar junto a mĆ­ y no renunciar a alguien tan problemĆ”tico como yo —sus ojos se humedecen un poco.


   —¿EstĆ”s loco? Te miro y no creo lo afortunado que yo soy por estar contigo. Te amo, Damian, eres el hombre con el que quiero compartir mi vida entera —alcanzo su mano y la beso.


    Ć‰l toma mi rostro entre sus manos y tiernamente posa sus labios sobre los mĆ­os, y yo, siento que en verdad soy el hombre mĆ”s poderoso del universo. Ɖl no solo es mi debilidad, tambiĆ©n es mi fortaleza. Lo Ćŗnico que puedo pedir a la vida en este momento, es que me permita pasar esta y muchas noches mĆ”s junto al hombre que amo.


   De pronto, comienzo a sentir un dolor insoportable en mis bolas, y no es mi novio quien lo causa. No lo resisto, es demasiado, yo... despierto. Al abrir los ojos me encuentro en la cama de un motel. Ahora lo recuerdo: quedĆ© de verme con Damian para ir a beber y festejar su cumpleaƱos nĆŗmero dieciocho. Cuando Alfred no pudo darme razĆ³n de Ć©l, yo lo ubiquĆ© con mi sĆŗper oĆ­do. Fue entonces cuando Jonathan Crane, ayudado por Bart Allen, me pusieron a dormir. Todo fue un sueƱo. Quiero llorar, y no es por el dolor en mi Ć”rea genital. Siento como si me hubiese sido arrebatado mi final feliz.


—Lo lamento, no encontrĆ© otra manera para despertarte —dice Damian, Ć©l me despertĆ³. No veo rastros de Crane ni Bart—. Si no lo hubiera hecho, hubieras terminado con el cerebro licuado.


—Lo sĆ©, no te preocupes —respondo completamente encogido en posiciĆ³n fetal. Ɖl se acerca para retirarme la pulsera de Kryptonita, sabe que sin ella, el dolor deberĆ­a pasar. Yo lo detengo—. No, Damian, no me la quites. Mejor… tĆŗ podrĆ­as… olvĆ­dalo.


Lo acabo de soƱar: Ʃl sobando mis bolas para aliviar mi dolor en aquel gimnasio; si tan solo accediera a hacerlo en este momento, si Ʃl...


—¿SobĆ”rtelas? —pregunta, yo asiento mirando hacia el colchĆ³n—. Jon, no creo que deberĆ­a, tĆŗ y yo…



    Sin previo aviso, Ć©l lo hace. Me desabrocha el pantalĆ³n, baja mi ropa interior y con sus frĆ­as manos comienza a frotar, espero que mis testĆ­culos le den calor. Casi instantĆ”neamente, mi pene comienza a levantarse y lubricar. SerĆ­a algo incĆ³modo si decide chuparlo en este momento. Me gustarĆ­a que lo hiciera, pero no nos hemos visto en mĆ”s de dos aƱos. El dolor disminuye, me siento en la cama y lo miro. Por un instante recuerdo lo que acabo de soƱar y siento unas inmensas ganas de besarlo, mĆ”s no puedo hacerlo, no todavĆ­a. Me pongo de pie, cierro mi pantalĆ³n y le digo:


  —Es apenas media noche, es tu cumpleaƱos. O bueno, ya no lo es... me refiero a que es el mismo dĆ­a... O bueno, no, ya es maƱana, es decir, ayer fue tu cumpleaƱos... —las palabras se me traban, ¿por quĆ© estoy tan nervioso?— ¡Maldita sea! DejĆ© mi bocho en tu mansiĆ³n. ¿AĆŗn quieres ir a beber? 


—No, creo que solo quiero caminar.


—¿Por las calles de GĆ³tica? ¿Es seguro hacerlo?


—¡Claro que no, Jon! Pero, ¿quĆ© podrĆ­a pasarnos a ti y a mĆ­? Quiero caminar, recorrer las calles, tal vez entremos a un bar o comamos en un puesto callejero, no lo sĆ©, solo quiero andar y ver a dĆ³nde nos lleva la noche.


—Me late —respondo sonriendo—. PodrĆ­amos ayudar a gente que veamos en peligro.


   Cuando llegamos a la acera, lo tomo de la mano y entrelazo sus dedos con los mĆ­os. Por una fracciĆ³n de segundo, Ć©l tiene el impulso de soltarme, yo no lo permito. Finalmente Ć©l acepta mantenerse unido a mĆ­. AsĆ­ es como Ć©l y yo caminĆ”bamos por los muelles de GĆ³tica en aquel maravilloso sueƱo que tuve. Suspiro de aƱoranza, al darme cuenta de que nada fue verdad.


—Bueno, caminemos —digo sonriendo.


—¿Quieres conocer mi “depa”? Esta hasta el otro lado de la ciudad, cerca de los muelles —me pregunta.


—Me encantarĆ­a —respondo. SĆ© donde vive, un dĆ­a lo seguĆ­ sin que Ć©l se diera cuenta. No soy un “stalker”, solamente querĆ­a confirmar que le estuviera yendo bien.


    Me costĆ³ mucho superar lo que su clon nos hizo a mi padre y a mĆ­. Ambos estuvimos asisitiendo a terapia con un psicĆ³logo del ejĆ©rcito. Mi abuelo, el General Lane, nos apoyĆ³. PapĆ” ha aceptado que yo vea a Damian y que Ć©l, en un futuro forme parte de nuestra familia. 


El chico que camina junto a mƭ no lo sabe, pero eso que yo soƱƩ el dƭa de hoy, lo voy a convertir en realidad: vamos a ser novios, Ʃl va a sonreƭr y serƔ muy feliz, ambos lo seremos. No me volverƩ a ir de su lado, ni renunciarƩ a Ʃl. Un dƭa, cuando menos se lo espere, yo lo sorprenderƩ y lo llevarƩ, a tocar el cielo con las manos.





    La prĆ³xima semana se publicarĆ” un epĆ­logo que da por concluida TODA la saga de “The sidekick”, a la cual pertenece la serie de Damian, de todos los Robin y la Batifamilia. TambiĆ©n serĆ” el Ćŗltimo relato que escribo para este blog.


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