Azul Caribe (8/9): el rey David - Las Bolas de Pablo

Lo mƔs nuevo

3 oct 2021

demo-image

Azul Caribe (8/9): el rey David

Pablo Chacón apenas terminaba de jugar un partido de tenis con uno de sus tantos amigos en el club. Era una tarde tranquila cuando el sol comenzaba a descender y la brisa se batía refrescando.

—Buen juego, Leonardo —dijo Pablo sonriendo. Estaba sudoroso y las mejillas se le volvieron de un fuerte tono rosa—. Para la próxima te ganarĆ©, no lo dudes.

Screenshot_20210911-002417
Su amigo se echó a reír y le dio unas palmadas amigables en el hombro. Se despidieron y Pablo cogió su bolso después de guardar la raqueta, vestía una camisa polo azul y pantalón corto de color blanco. Revisó su WhatsApp y negó apretando los labios. Al parecer Otto lo había bloqueado cuando por llamada telefónica le mencionó sobre las últimas apariciones de su ex pareja David.

Otto Salinas aseguró con el ceño fruncido que todo estaba bien y, que al fin y al cabo, ellos no tenían una relación formal. Pero al parecer era mentira. No veía su foto de perfil y tampoco la última conexión.

Pablo dio un suspiro, abandonó la pequeña pista de tenis y atravesó el estacionamiento del club, se dirigió al Ôrea de la piscina al extremo derecho de la infraestructura, subió las escaleras y llegó a la zona donde diferentes atletas entrenaban en la alberca. Entre ellos David Aceituno movía brazos y piernas atravesando como un torpedo el agua.

Pablo se instaló en las gradas observando el entrenamiento de aquel varón de hombros anchos. Cuando la sesión de entrenamiento culminó se acercó al nadador que todavía estaba dentro del agua tomando aire al borde de la alberca.

—David —lo saludó con una gran sonrisa—. ĀæTodavĆ­a estĆ”s furioso por lo que sucedió cuatro dĆ­as atrĆ”s?

—¿Te refieres a dejarme abandonado en una isla desierta por mĆ”s de hora y media?

Pablo afirmó con la cabeza, David en cambio pareció disgustado.

—Sigo furioso, la verdad.

—Furioso debo estar yo. Me batiste los huevos de una patada.

—Lo volverĆ­a a hacer, Chacón.

—Uf. No hagas que se me para la verga en medio de todos aquĆ­.

David se echó a reír, le pidió a Pablo que se inclinara un poco y le confesó que dentro del agua tenía una erección de solo verlo. Pablo con una sonrisa se confesó incrédulo, entonces David retrocedió de un movimiento y se colocó flotando mirando al cielo. Pablo tuvo una risita de ver como algo tan abultado en ocasiones salía a la superficie o se movía con el agua.

—No puedo salir asĆ­ y es tu culpa —confesó David regresando al borde de la alberca—. AllĆ­ estĆ” mi toalla bĆŗscala, por favor.

Con una toalla de color anaranjado David se atrevió a salir de la piscina sujetÔndola de su cadera. Cogió su morral y comenzó a caminar junto a Pablo por las instalaciones al aire libre del club deportivo.

Screenshot_20210911-003010

—Estoy muy furioso por tu actuación del domingo —continuó David.

—Me di cuenta —afirmó Pablo—. Ya no volviste a hablarme, no sĆ© si muy al fondo querĆ­a eso.

—¿Entonces para quĆ© me buscaste?

—Hombre, querĆ­a saber cómo te sentĆ­as. Si estabas bien, me invitaron a jugar al club y quise pasar a saludarte.

—Muy considerado —comentó David, su tono de voz fue de sarcasmo.

Siguieron caminando diciéndose algunas palabras cómicas, charlando sobre lo que habían hecho en esos días hasta que David invitó a Pablo a ingresar a la zona de duchas.

—¿QuĆ©, David? Ā”No!

—”No seas pendejo, Chacón Statuto! —David dibujó una sincera sonrisa de diversión—. Entra y vamos a pasarla bien como tĆŗ y yo sabemos.

—No seas, cabrón.

—Ja, ja, ja. Pablo desde que construyeron las nuevas duchas cerca de la piscina ya nadie viene aquĆ­. Estas quedaron de recuerdo.

—SerĆ”s, cabrón. No mĆ”s piensa en todos los hongos y bacterias que debe haber.

David comenzó a inhalar cerrando los ojos. Suspiró con satisfacción.

—Huele a lavanda floral.

Pablo se carcajeó de la risa y David lo imitó, solo olía a húmedad y encierro.

—SerĆ”s, cabrón. No pienso poner un pie ahĆ­ dentro.

David se quitó la toalla y se la colocó en el hombro ostentando la inmensa erección que por poco rompía su traje de baño húmedo.

—No sĆ© quĆ© harĆ”s. Pero tĆŗ eres culpable de que esa anaconda se despierte.

Pablo se echó a reír. Apretó el puño mirando el increíble bulto, David se cubrió la entrepierna.

—Ni lo intentes.

Se quedaron mirando con un brillo en los ojos.

—Entremos.

—No, y es mi Ćŗltima palabra —juró Pablo.

Screenshot_20210911-002825

Y así ocurrió, no atravesaron la oscura construcción, en su lugar David se tuvo que vestir y subir al vehículo de Pablo, el joven condujo hasta un lugar mejor, un paraíso limpio, iluminado e higiénico (mÔs allÔ del desorden personal), David fue llevado hasta la habitación de Pablo en el hotel familiar.
David sonrió cuando se quedó sujetando contra su cuerpo a Pablo, se abrazaron. Sus labios se juntaron. 

Los labios de Pablo eran mƔs carnosos y su boca mƔs grande, su lengua tocaba a la de David en un apasionado beso.

Tras un rato, cortaron el beso para empezar a desnudar sus cuerpos. Pablo se quitó la camisa para revelar su cuerpo fuerte y cuadrado, con potencia muscular. David se retiró su camiseta, mostrando un cuerpo igualmente musculoso y mejor formado. Era un contraste muy sensual, Pablo era de piel bronceada, ligeramente morena, y pezones sonrosados, mientras que la de David era mÔs trigueño y sus pezones mÔs oscuros. Pablo le palpó el cuerpo, tantos meses sin hacerlo.

—¿Te gusta lo que tocas?—preguntó David, divertido.

—Mucho…

Recorrió todo la parte superior de su cuerpo con la palma abierta, dejando que jugase y se adaptase a los distintos desniveles mientras se besaban con pasión. A veces cerraba un poco los dedos, y acariciaba ciertas partes con las yemas, como un gato que se rasca las uƱas. Aferraba esos pectorales, tan tentadores; esos hombros acostumbrados a nadar; y esa espalda, tan recta y firme… Era tan bello como una estatua griega. Y, de manera inconsciente, Pablo iba bajando poco a poco. No pasó desapercibido para David cuando rozó la goma de su pantalón e introdujo un poco las puntas de los dedos.

Jadeando comenzaron a quitarse sus pantalones, ambas prendas se deslizaron por las piernas de sus portadores. Debajo, Pablo llevaba unos calzoncillos tipo slip, mientras que David tenƭa su traje de baƱo, ninguno de los cuales podƭa ocultar sendas erecciones.

Screenshot_20210911-002721

La última pieza de ropa cayó junto al resto y los dos se admiraron como no lo hicieron por meses. Ambas vergas eran hermosas, la de Pablo grande y gruesa, sonrosada en la punta. David era dueño de una barra bien larga y venosa.
Cada uno cogió la hombría del otro y empezaron a abarcarla, de arriba abajo.

—¿Te gusta? —inquirió David, con erótica melosidad.

—SĆ­, tenĆ­a tiempo sin saludar a rey David…

—El rey David quiere explorar su territorio.

Pablo se echó a reír. Obedeció al beso de David y aceptó que lo llevara a la cama. Se recostó de lado, dÔndole la espalda. David se situó de la misma índole y dirigió su miembro hacia su retaguardia. Infiltró el glande por la rendija, en busca del ansiado agujero.

David tocó con la punta el orificio en forma de estrella y empezó a empujar y forzar, encontrando resistencia. Pablo sintió el empuje y la primera oleada de dolor.

Screenshot_20210911-002619

—”MĆ”s lento!

El principio fue doloroso. Las punzadas de dolor fueron frecuentes, poco a poco sus músculos se fueron relajando y contrayendo, aceptando esa nueva sensación que David le regalaba. El dolor fue remitiendo y, pronto, gimió de placer.
Finalmente, la cadera de David chocó contra las nalgas de Pablo.

Ambos gimieron de placer. Sus pieles se tocaron, se rozaron, mientras consumaban su amor con furia y entusiasmo. La tensión iba acumulÔndose en el pene de David, al igual que Pablo lo hacía en el suyo con su propia mano.

Y con el orgasmo en el punto mÔximo sus fuentes de leche hicieron lo propio. El semen se derramó sobre la cama, pero estaban pletóricos. Como la calma que sigue a la tormenta, se limpiaron con toallas y quedaron recostados, sus pechos luchaban por recuperar el aire, sus corazones latían a toda fuerza.

—Ha sido magnĆ­fico… —musitó Pablo sentĆ”ndose en la cama apoyando su espalda a una almohada.

David le acarició el muslo y lentamente fue subiendo la palma hasta sus genitales. Comenzó a acariciar el falo.

—Al fin juntos. ĀæSerĆ” nuestro triunfal regreso?

—Ni en sueƱos —se divirtió Pablo.

—¿Te he dicho que tu pene es hermoso?

El miembro de Pablo se fue poniendo nuevame duro, gordo y lleno de venas. Poco a poco los dedos se trasladaron a los grandes testículos. Los sostuvo e incrementó presión.
Pablo contuvo el aliento.

—¿TambiĆ©n te he dicho que me gustan estos huevos de avestruz? —David se incorporó, sentĆ”ndose para sostener mejor el par de huevos.

Pablo gruñó.

David esbozó una sonrisa.

—Yo quiero que estos huevos, esta pija tengan el sello de que me pertenecen., son propiedad del rey David.

Aferró los dedos al par de órganos con mĆ”s fuerza. Pablo se quejó de dolor. Se encorvó, resistiendo. 

Sus mejillas se tornaron mƔs rosas.

David se inclinó y metió la punta de la gorda polla de Pablo en su boca y se dedicó a lamer mientras no paraba de apretar sus joyas viriles.

Pablo apretó los dientes y echó la cabeza hacia atrÔs.

David lamió la cabeza de su pene como si fuera un caramelo esponjoso. Movió los dedos con la palma de la mano e hincó las yemas.

La lengua de David jugaba con la cabeza del pene de Pablo, lo bordeaba en cĆ­rculos y chupaba.

Los grandes testĆ­culos de Pablo estaban presos y comprimidos en la garra de David.

El celular de Pablo sobre la mesa de noche puso interrupción al excitante clima.

—Puede ser algo importante —dijo Pablo. Fue librado de su sexual agarre y revisó la pantalla del móvil. Dirigió una mirada a David—. Vuelvo en un momento.

Salió de la cama, se colocó una bata que le quedaba como una tienda de campaña levantada por su miembro y salió al balcón para contestar la video llamada de Otto.

Screenshot_20210911-003105

—Me enrabiĆ© contigo y ya se me pasó —le dijo el hombre de cuarenta aƱos. Estaba hechado en su cama—. Te bloqueĆ© de mis contactos, pero medite que eso era una actitud muy infantil. ĀæCómo estĆ”s, Pablo?

—Muy bien, yo…

—Es probable que en poco tiempo regrese a la isla. Quiero formalizar mi relación contigo.

—¿De quĆ© hablas, Otto? —se rio Pablo—. Solo queremos pasarla bien…

—Pero entre tĆŗ y yo hay una buena quĆ­mica, mĆ”s allĆ” de un estupendo revolcón en una cama.

Pablo suspiró.

—AdemĆ”s. No piensas volver con el imbĆ©cil de tu ex, Āæo sĆ­ es cierto? Prefiero que me lo digas. Para ir a romperle la cara a ese cara de culo.

—¿De quĆ© hablas, Otto? Ɖl estĆ” por aquĆ­ cerca —Pablo se echó a reĆ­r. Susurró—. De mi ex hablaremos en su momento.

—”Tu ex es un hijo de puta que no te merece!

—Baja la voz, Otto.

Para desfortuna de Pablo, David apareció por detrÔs tomÔndolo del hombro y sonriendo. Tenía el pecho desnudo y su traje de baño puesto.

Hubo mezclas de emoción entre los recién conocidos. David esperaba conseguír alguien mÔs joven y Otto levantó las cejas de ver alguien bien parecido y fuerte.

—”Pues este hijo de puta estĆ” en la habitación de Pablo!

Otto se quedó mirando a ambos con el semblante nuevamente serio, prefirió terminar la video llamada. David se echó a reír.

—Oye, esperaba conseguir a alguien de nuestra edad, no a tu padre, ja, ja, ja.

Pablo se le quedó mirando con mal genio.

David riendo apretó el puño y lo chocó en la entrepierna de Chacón.

—”Aaaay! —Pablo se encorvó agarrĆ”ndose las bolas.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Pages

undefined