CAZADOR DE GIGANTES II (6/9): Ocho chamacos - Las Bolas de Pablo

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15 jul 2022

CAZADOR DE GIGANTES II (6/9): Ocho chamacos

      El cumpleaƱos nĆŗmero veintiuno de Jan De Vries fue un dĆ­a especial por diversas razones: la primera es obvia, se celebrĆ³ un aƱo mĆ”s de vida; la segunda es que fue nombrado Underboss o segundo al mando de la mafia liderada por su padre, si algo llegara a pasarle a este o si fuera encarcelado, Ć©l tomarĆ­a las riendas al ser el Ćŗnico hijo varĆ³n; la tercera era que Ć©l mismo se habĆ­a preparado un regalito para la noche: un nuevo “muchachito”, virgen, “tiernito” e inocente de quince aƱos al cual violarĆ­a; la cuarta, serĆ­a algo que no estaba en sus planes, pues Ć©l pagarĆ­a por lo que se atreviĆ³ a hacer conmigo. Maldito cerdo asqueroso.


     Era la media noche cuando el seƱorito abandonĆ³ una ostentosa fiesta que congregĆ³ a toda la familia De Vries, Ć©l no habĆ­a bebido una sola gota de alcohol. Jan trataba a su escultural cuerpo como si fuera un templo, no ingerĆ­a nada que pudiera daƱarlo, hacĆ­a ejercicio, entrenaba artes marciales y cuidaba en extremo su alimentaciĆ³n, ojalĆ” su mente y su alma hubieran equiparado la salud de su fĆ­sico. 



      El cumpleaƱero se habĆ­a saboreado durante todo el dĆ­a el regalito que sabĆ­a, consumirĆ­a por la noche, su falo en reposo habĆ­a estado lubricando sin parar. Para esta hora, su ropa interior estaba toda tiesa y pegosteada. Todo estaba dispuesto para su celebraciĆ³n privada, sus catorce esclavos sexuales estaban al tanto de que esta noche se les unirĆ­a uno mĆ”s. Cuando finalmente arribĆ³ a su mansiĆ³n, al bajarse de un lujoso automĆ³vil con chofer, fue recibido por dos hileras paralelas, cada una con siete muchachos de baja estatura y delgados, todos ellos con amarres de cuero en sus tobillos, muƱecas y cuello. El nuevo Underboss vestĆ­a un moderno y elegante pantalĆ³n azul marino y una ceƱida camisa blanca arremangada.


    El grupo hizo una reverencia cuando su amo pasaba. En seguida, lo acompaƱaron cuĆ”l si fueran escoltas, hasta un enorme salĆ³n vacĆ­o en la planta baja. Jan se parĆ³ en el centro, los chicos lo rodearon y se arrodillaron. Cuatro de sus esclavos, los de mayor edad y de su confianza, se encargaron de encadenar las muƱecas de los otros chicos y unirlas a unos sĆ³lidos aros de acero en el suelo. Al final, solo su esclavo de mĆ”s confianza fue encadenado al suelo por el propio Jan. 


       Luego de dar un ridĆ­culo discurso en neerlandĆ©s a sus sĆŗbditos. El hombre se dirigiĆ³ a una puerta al fondo del salĆ³n, de la cual extraerĆ­a a su prĆ³xima vĆ­ctima. Debo reconocer que la luz me encandilĆ³ un poco cuando abriĆ³ la puerta de aquella oscura y pequeƱa alacena. Al igual que los presentes, yo tambiĆ©n tenĆ­a amarres de cuero con argollas en los tobillos, muƱecas y cuello. AdemĆ”s, contaba con una mĆ”scara de tela transpirable imitaciĆ³n cuero que cubrĆ­a perfectamente la mayor parte de mi rostro, solamente dejando libre mis fosas nasales y ojos. De la misma tela usaba un pequeƱo calzĆ³n. Meindert, ademĆ”s, me habĆ­a colocado unos tatuajes temporales en el cuerpo para proteger mi identidad.


    —Wat verdomme! —Jan exclamĆ³ con sorpresa al mirarme. De inmediato supo que yo no era el regalo que Ć©l habĆ­a reservado para sĆ­ mismo. Gerrit era mĆ”s “flaquito” y, a pesar de tener solo quince, ya era unos pocos centĆ­metros mĆ”s alto que yo y su tono de piel era mĆ”s claro.


     RecibĆ­ a Jan con un fuerte puƱetazo en la cara y una patada baja a su muslo, para dormir su pierna, seguida de otra veloz patada con mi otra pierna que clavĆ© en su entrepierna, aplastando sus testĆ­culos. El chico gruĆ±Ć³ y se agachĆ³ para acunar su hombrĆ­a, pude ver el dolor en su apuesto rostro fruncido. De inmediato hice una patada giratoria para impactar su mentĆ³n, Ć©l se moviĆ³ y la esquivĆ³, tomando distancia para recuperarse de mis ataques sorpresa.


    —Who are you, fucker? Where is my Gerrit? —Ć©l gritĆ³ con furia. Mientras sobaba su hombrĆ­a y caminaba de forma circular, al compĆ”s de mis movimientos, para mantener distancia conmigo, tratando de comprender la situaciĆ³n. 


     —Yes, I am a fucker —respondĆ­ engrosando la voz lo mĆ”s posible para evitar ser reconocido, haciendo ademĆ”s una especie de acento britĆ”nico. Mi inglĆ©s era perfecto y mi pronunciaciĆ³n tambiĆ©n. Mis padres se encargaron de que asĆ­ fuera.


    Jan se puso en guardia, con las manos en alto, listo para acabar conmigo, Ć©l no huirĆ­a de una pelea, ademĆ”s de que se consideraba a sĆ­ mismo hĆ”bil y fuerte. En su mente no cabĆ­a la idea de que podĆ­a ser derrotado por alguien fĆ­sicamente inferior. 


    —Fuck you, cunt! You are gonna be my bitch tonight —me gritĆ³.


    —You wish, wanker —respondĆ­ con la misma voz gruesa. 

 

      Meindert me advirtiĆ³ que evitara a toda costa hablar, para que Jan no me reconociera. Incluso mis gritos o quejidos durante la pelea podrĆ­an delatarme, por eso, yo debĆ­a evitar ser sometido en algĆŗn castigo por parte de mi rival. En esta pelea, era mi obligaciĆ³n dominar de forma abrumadora. “He visto lo que puedes hacer, Jager. A pesar de que Jan sabe pelear, tĆŗ puedes vencerlo con facilidad, su entrenamiento es de gimnasio, el tuyo fue en jaula. Solamente, no le tengas piedad”, me dijo el jefe de seguridad. 


      Piedad. ¡JA! ¿Pueden creerlo? Como si yo pudiera sentir algo asĆ­ por el cabrĆ³n, hijo de puta, cerdo, asqueroso que tenĆ­a frente a mĆ­. En mi pecho, mi corazĆ³n latĆ­a de excitaciĆ³n al saber que pronto obtendrĆ­a mi venganza. MirĆ© de pies a cabeza a mi enemigo y lamentĆ© el no habernos conocido en diferentes circunstancias. Si Ć©l no fuera quien es (un abusador de escuĆ”lidos), y yo no fuera quien soy (un abusador de gigantes), Ć©l y yo podrĆ­amos haber sido algo mĆ”s. Pero por lo menos, esta noche, todo su glorioso, bello y muy sabroso cuerpecito, tallado por los mismos Ć”ngeles, serĆ­a de mi propiedad, la sola idea cruzando por mi mente hizo a mi pene despertar.


Tallado por los mismos Ɣngeles

    En este combate, yo descarguĆ© mi ira y mi frustraciĆ³n. Jan tomĆ³ la ofensiva lanzando varios golpes y patadas que yo bloqueĆ© y esquivĆ©. Cuando lanzĆ³ una patada alta, yo protegĆ­ con mi brazo y extendĆ­ mi pie para patear su tobillo y barrerlo. El gigante cayĆ³ como costal al piso, de inmediato me montĆ© sobre Ć©l y comencĆ© a golpearlo con toda mi fuerza en la cara, la ventaja de ya conocer sus tĆ©cnicas es que pude anticiparme.


     Ć‰l intentĆ³ abrazarme para pegarme a su cuerpo y neutralizarme, lo mismo que habĆ­a hecho en la cama. Yo movĆ­ mi cabeza y cuerpo para evadir su abrazo mientras continuaba golpeando. Cuando Ć©l se cubrĆ­a fervientemente la cara, yo velozmente me puse en pie entre sus piernas, tomando impulso estrellĆ© mi pie contra sus desprotegidas bolas. El chico gritĆ³ de dolor, levantando el torso procediĆ³ a proteger su hombrĆ­a con las manos. Yo lo recibĆ­ con una fortĆ­sima patada frontal, la planta de mi pie se estrellĆ³ contra su nariz, enviĆ”ndolo de vuelta al piso, de espaldas.


     Confundido durante una fracciĆ³n de segundo, revolcĆ”ndose en el suelo, De Vries no sabĆ­a si sobar su nariz o sus bolas. Yo aprovechĆ© para patear nuevamente con fuerza su par de testĆ­culos. Esta vez el torso del muchacho no se levantĆ³, se doblĆ³ en el suelo en posiciĆ³n fetal, gritando, cubriendo con una mano su hombrĆ­a y con la otra su rostro. Con Ć­mpetu y mucho odio, yo pateĆ© su espalda, costado y sobre todo, su nuca. Ɖl se enrollĆ³ mĆ”s para poder cubrirse con los brazos y manos.


    Sus catorce esclavos observaban la escena, mĆ”s ninguno decĆ­a nada. Su poderoso amo, yacĆ­a en el piso como un trapo sucio. SĆŗbitamente, Jan se girĆ³ e intentĆ³ sujetar mi pie. Yo alcancĆ© a forcejear para prevenir que tuviera un buen agarre y en seguida lo pateĆ©, nuevamente en la cara. Me quitĆ© el collar de cuero y con Ć©l comencĆ© a latiguear su espalda. El hombre se arrastrĆ³ rĆ”pidamente por el suelo y consiguiĆ³ ponerse en pie. EscupiĆ³ en el piso, estaba completamente despeinado y su rostro estaba colorado. 

 

     Se desabotonĆ³ la camisa y la arrancĆ³ de su cuerpo, gruƱendo mientras flexionaba sus mĆŗsculos. Hablando en neerlandĆ©s hizo una serie de referencias a su musculatura superior y fortaleza. Sus brazos eran tan gruesos como mi cabeza, sus preciosos abdominales relucĆ­an con una fina capa de sudor. Sus cristalinos ojos claros me miraban con mucho enojo. Al interior de mi calzĆ³n, mi hombrĆ­a incrementaba sus proporciones.


    —Bollocks! —respondĆ­ para desacreditar todo lo que me habĆ­a dicho. FlexionĆ© ademĆ”s mis delgados brazos sĆ³lidos y fibrosos.


     Ɖl se lanzĆ³ contra mĆ­, tras una serie de golpes que yo bloqueĆ© y esquivĆ©. Mientras Ć©l atacaba manteniĆ©ndose firme con su compĆ”s abierto. Yo pateĆ© nuevamente sus testĆ­culos con fuerza. El chico gritĆ³ levantando el trasero, cerrando las piernas, casi perdiendo el equilibrio, a nada de caer arrodillado, agachĆ”ndose, tratando de alejarse de mĆ­. 



Yo no lo permitĆ­, antes de que pudiera alejarse, salte para colocarme a su lado y patee su rodilla por detrĆ”s para postrarlo, volvĆ­ al frente y le di dos ganchos a la cara con tĆ©cnica perfecta para potenciar la fuerza de mis golpes. La cara de Jan rebotĆ³ de un lado a otro, escupiendo saliva con sangre. Finalmente, elevĆ© mi pierna con potencia, golpeando su mentĆ³n con fuerza, extendiendo mi compĆ”s al mĆ”ximo que podĆ­a abrirse.


    El gigante se desplomĆ³ aturdido de espaldas contra el suelo. Yo aprovechĆ© para ponerle el collar de cuero que traĆ­a, y tirando de Ć©l lo arrastrĆ© por el suelo hasta llegar a un aro de metal al centro de la habitaciĆ³n, ahĆ­ engarcĆ© la cabeza de Jan, colocĆ”ndolo bocabajo. El chico quiso oponer resistencia, pero aĆŗn no recobraba el control total de sus movimientos. Me quitĆ© las pulseras de cuero de las muƱecas y las coloquĆ© en las suyas, apretando fuertemente. 



     En este punto, Ć©l ya se estaba recuperando y forcejeaba con la cara pegada en el suelo debido al collar. Sus intentos para prevenir que yo juntara sus brazos en la espalda eran muy molestos. AsĆ­ que hice lo que Ć©l mismo hizo conmigo: metĆ­ mi mano entre sus piernas, sujetĆ© su par de testĆ­culos a travĆ©s de la tela de su liviano pantalĆ³n formal y aplastĆ© con fuerza. Fue maravilloso, eran grandes y carnosas, tirĆ© de ellas y cerrĆ© mis dedos como si mi vida dependiera de ello, incluso cerrĆ© los ojos, deleitĆ”ndome de poseer la masculinidad del enemigo que tanto daƱo me habĆ­a hecho. Jan comenzĆ³ a gritar y aullar de dolor, durante casi diez minutos me dediquĆ© a estrujar sus testĆ­culos, sin piedad, torciĆ©ndolos, alternando la mano de agarre o presionando cada uno con una mano. El joven hombre salivaba y lĆ”grimas corrĆ­an por sus mejillas, sus gritos lastimeros hacĆ­an eco por toda la habitaciĆ³n.


     Al inicio me gritaba, insultaba y amenazaba; posteriormente me suplicĆ³ con vehemencia y voz aguda que parara; en este momento Ć©l ya balbuceaba, no podĆ­a emitir alguna palabra coherente, los mocos lĆ­quidos escurrĆ­an por su cara al piso. AsĆ­ que lo soltĆ©. DĆ³cilmente, permitiĆ³ que yo atara sus manos en la espalda. Lo abracĆ© de la cintura para llegar al botĆ³n y cierre de su pantalĆ³n; lo abrĆ­, le retirĆ© los zapatos y lo despojĆ© de toda prenda. Al revisar su bĆ³xer de licra por el reverso notĆ© que este estaba tieso y blancuzco. En el suelo habĆ­a dos aros mĆ”s, a cada uno encadenĆ© sus tobillos dejĆ”ndolo arrodillado con las piernas abiertas, el trasero levantado y la cara en el suelo.


    SegĆŗn Meindert, Jan aprisionaba de esa forma a sus esclavos sexuales. Me quitĆ© el diminuto calzĆ³n de tela imitaciĆ³n cuero revelando a los presentes mi verga totalmente erecta. De hecho, desde que comencĆ© a torturarlo, gran parte de mi miembro viril ya se asomaba por sobre el resorte. 


    Los muchachos exclamaron, los cuatro que eran mĆ”s fieles a Jan comenzaron a gritarme algunas ofensas en neerlandĆ©s:kootzak “, “kloothommel” y “mierenneuker”. La mayorĆ­a reaccionaban con asombro e incluso miedo. Sin necesidad de sujetar su cadera debido a las ataduras. Con las manos en la cabeza, sonriendo descaradamente, me arrodillĆ© y lo penetrĆ© agresivamente hasta el fondo. SentĆ­ un ligero dolor de cabeza y tuve ligero malestar general al hacerlo, pero no importĆ³. Yo lo follĆ© de la misma manera en que hice con Danijel: haciendo ademanes de rodeo, flexionando mis brazos, y por supuesto, metiendo y sacando agresivamente mi falo. Jan solo gruƱƭa y gemĆ­a indefenso. 


    —Who’s the bitch now, bitch? —dije con la misma voz gruesa y fingiendo un acento britĆ”nico.


    —Kankerlijer! —Jan me maldijo balbuceando—. Pleur op


    Me tomĆ© mi tiempo, en el momento en que sentĆ­a que me venĆ­a, pensaba en ecuaciones de cĆ”lculo integral y hasta en el himno nacional, esto Ćŗltimo descubrĆ­ que mĆ”s me enardecĆ­a:

 

    Un extraƱo enemigo habĆ­a profanado con su planta mi cuerpo, yo ahora profanaba con mi falo su culo; mi poderoso caĆ±Ć³n retumbaba y hacĆ­a eco en los antros de su musculado ser; ¡Para mĆ­ las guirnaldas de oliva! ¡Un recuerdo para mĆ­ de Gloria! ¡Un laurel para mĆ­ de victoria! ¡Un sepulcro para este bastardo sin honor! ¡Un sepulcro para este bastardo sin honor!


    Luego de una hora completa de tener mi pene en su interior y frotar su perfecto cuerpecito con mis manos. Yo finalmente eyaculĆ©. ¡Lo habĆ­a conseguido!, ¡Yo habĆ­a preƱado a mi violador! Con una sonrisa de satisfacciĆ³n, me recarguĆ© en su espalda y descansĆ© algunos minutos. Durante la cogida, para mantenerlo dĆ³cil, cada que comenzaba a recobrar los Ć­mpetus, yo lo sujetaba de los testĆ­culos y se los aplastaba. El hombre gritaba y sollozaba, quedando lĆ”nguido a mi merced.


    Me puse de pie, caminĆ© hacia la alacena de donde salĆ­, me puse un bĆ³xer, un pantalĆ³n de chĆ”ndal, una playera y una chamarra, no me quitĆ© la mĆ”scara. Uno a uno, liberĆ© a diez de los catorce esclavos sexuales, dejĆ© encadenados a los que segĆŗn Meindert eran mĆ”s fieles a Jan y quienes me habĆ­an insultado. AbrĆ­ la puerta para indicarles el camino a la salida. Pero no me siguieron, todos estaban parados por detrĆ”s de Jan.


     Lo primero que pensĆ© era que todos tenĆ­an sĆ­ndrome de Estocolmo y amaban a este hermoso y sensual gigante, pero no, mĆ”s bien lo observaban con mucho rencor. Aprovecharon que su amo se encontraba en aquella vulnerable posiciĆ³n para patearlo por detrĆ”s en las bolas, todos y cada uno de los “chamacos”, hundiĆ³ su pie en la entrepierna de Jan por lo menos tres veces, gritaban con mucha ira al hacerlo. Estos pobres niƱos descargaban su frustraciĆ³n.


Uno de ellos, el que segĆŗn yo era de mayor edad, se retirĆ³ el calzĆ³n, revelando su pene de 22 cm, en seguida, se arrodillĆ³ y penetrĆ³ al apuesto hombre, quien gritaba y gemĆ­a con molestia. Dos mĆ”s lo siguieron, hicieron lo mismo, sus penes eran un poco mĆ”s pequeƱos, los tres, penetraron a Jan al mismo tiempo. El gigante se retorcĆ­a llorando y suplicando que se detuvieran. Fue mucha la humillaciĆ³n que recibiĆ³ en un corto periodo.



    Me llevĆ© la mano a la boca, no daba crĆ©dito a lo que veĆ­a, segĆŗn me platicĆ³ mi cĆ³mplice, Jan invitaba a algunos amigos para hacer doble o triple penetraciĆ³n a sus esclavos, en ocasiones, los cuatro esclavos favorecidos por el amo, lo acompaƱaban a penetrar a los demĆ”s, aquello era una prĆ”ctica frecuente para el joven neerlandĆ©s. El resto de chicos se fueron a golpear a los esclavos que dejĆ© encadenados. Los sometieron, de igual forma, los patearon en los testĆ­culos por detrĆ”s, con mucho coraje, algunos los agarraron del escroto y presionaron sus bolas. Finalmente, cada uno de esos cuatro, fue penetrado por los demĆ”s, el grupo se distribuyĆ³ para asegurarse de meter mĆ”s de un pene al mismo tiempo en cada agujero.


    Tuve que presenciar aquel espectĆ”culo. A pesar de sentirme muy incĆ³modo, no lo voy a negar, en mi pantalĆ³n algo despertĆ³, pero me controlĆ©. Luego de quince minutos, aplaudĆ­ para apurarlos, e indicarles que debĆ­amos irnos. Diez muchachos abordaron una van gris, donde habĆ­a ropa para cada uno de ellos, yo me trepĆ© al asiento de conductor y manejĆ© por carretera a travĆ©s de varios paĆ­ses con rumbo a EspaƱa. Fue un viaje de varios dĆ­as, en el camino, dejĆ© a dos de los muchachos quienes ya eran mayores de edad, ellos fueron de los que penetraron tambiĆ©n a Jan. Di a cada uno una maleta con cien mil euros y les pasĆ© las instrucciones del jefe de seguridad: esconderse y no buscar a sus familias durante por lo menos tres aƱos.

Todo esto fue mĆ­o

    Con el resto de la banda de ocho chamacos, lleguĆ© a Barcelona, donde una instituciĆ³n privada ya nos esperaba. Era una especie de orfanato/internado muy lujoso. AhĆ­ los niƱos fueron renombrados, les crearon documentaciĆ³n oficial y completamente legal, desde certificados de nacimiento y todo tipo de registros. Se les tramitĆ³ un pasaporte para traerlos de intercambio a un internado propiedad de la fundaciĆ³n Carranco en MĆ©xico. Mi mamĆ” me habĆ­a ayudado con sus contactos. No le di detalles, pero sĆ­ le expliquĆ© que habĆ­a rescatado a ocho niƱos esclavos, ella accediĆ³ a ayudarme. 


    Luego de un par de meses, los ocho chamacos y yo volamos a MĆ©xico, justo a tiempo para que yo retomara mis estudios en el nuevo semestre. Los niƱos estuvieron bajo mi protecciĆ³n varios aƱos, se les brindĆ³ educaciĆ³n y atenciĆ³n psicolĆ³gica. El mayor de ellos, de diecisiete, tuvo que esperar tres aƱos para ser enviado de vuelta a Europa, lo entendiĆ³. Uno a uno, todos fueron devueltos al viejo continente, al cumplir la mayorĆ­a de edad y tras haber pasado por lo menos tres aƱos de aquel incidente. El mĆ”s pequeƱo, de trece aƱos, cumpliĆ³ dieciocho apenas hace unos meses. Yo viajĆ© a ciudad de MĆ©xico para despedirlo. Cuando lo conocĆ­ medĆ­a 1.72, y ahora era un gigante musculoso de 2.06.


    Durante los Ćŗltimos cinco aƱos, yo los visitaba seguido, procurando mantener una relaciĆ³n muy cercana. Mi objetivo era formar un lazo fuerte de lealtad. VerĆ”n, existen dos conexiones que son muy poderosas: la primera es el miedo; la segunda es la lealtad. Dependiendo de la presa, yo uso alguna de ellas: con Haruki, utilicĆ© la lealtad, con Yuki el miedo; con Alberto el miedo, con Alfonso la lealtad. ¿Saben cuĆ”l es mĆ”s fuerte segĆŗn mi experiencia? AsĆ­ es: la lealtad. AdemĆ”s de que en verdad me importaban y tenĆ­a afecto por estos “morritos”, yo debĆ­a asegurarme de que ninguno de ellos me delatara si eran capturados. MĆ”s tarde me enterarĆ­a de que aquello no era necesario. 


……….



     Son las once de la noche, durante los Ćŗltimos dĆ­as, he citado a Gerrit en mi departamento para contarle con detalle, lo que fue mi viaje a Europa. Ɖl a su vez me ha contado cĆ³mo fue todo desde su perspectiva. Me platicĆ³ que su tĆ­o le ordenĆ³ permanecer en un automĆ³vil mientras aquello ocurrĆ­a, pero que Ć©l sentĆ­a curiosidad, asĆ­ que consiguiĆ³ llegar al techo y desde un tragaluz, observĆ³ todo. Incluso lo que ocurriĆ³ luego de que me fui. SegĆŗn Ć©l, Meindert inyectĆ³ un sedante a Jan y procediĆ³ a castrarlo. Le arrancĆ³ las bolas quirĆŗrgicamente. Escuchar aquella narraciĆ³n me dio mucho asco. 


      —Fue un movimiento magistral de mi tĆ­o. Ɖl enviĆ³ cada testĆ­culo a algunos de los hermanos del padre de Jan junto con una nota —Gerrit cuenta sentado en mi sofĆ” con las piernas abiertas, viste un pantalĆ³n de chĆ”ndal y su par de bolas se marca deliciosamente—. Con ello provocĆ³ una guerra. Jan era el Underboss por ser el Ćŗnico hijo varĆ³n, se supone que Ć©l sustituirĆ­a al Jefe. Sus cinco tĆ­os se preguntaron si aquello era justo, ya que ellos sĆ­ contaban con hijos varones completos, con ambos testĆ­culos. Se desatĆ³ una guerra por el poder, Jager. El padre de Jan no querĆ­a dejar de ser la cabeza y todos los demĆ”s se sentĆ­an con derecho de serlo. Fue una masacre de hijos varones. A la fecha no se reconcilian. La gran mafia que alguna vez fueron y que pudo llegar a rivalizar con las mafias italiana, rusa o japonesa, quedĆ³ reducida a seis miseras organizaciones que pelean entre ellos por la plaza, cuya influencia es minĆŗscula. Mi tĆ­o no solo destruyĆ³ a Jan, Ć©l se asegurĆ³ de acabar con todo.


     —Es increĆ­ble el daƱo que remover un par de testĆ­culos puede hacer en una estructura patriarcal —comento. 


     —Jan perdiĆ³ sus privilegios, dejĆ³ de ser importante o valioso, su padre lo abandonĆ³ como a un perro rabioso. El chico se descuidĆ³, se volviĆ³ alcohĆ³lico y engordĆ³ mucho, estĆ” irreconocible, Jager —Gerrit busca en su telĆ©fono mĆ³vil, en internet, alguna fotografĆ­a actual de Jan y me la muestra.


     Yo apenas y puedo reconocerlo, sus rasgos estĆ”n ahĆ­, dependiendo cĆ³mo se mire, podrĆ­a decirse que sigue siendo guapo, pero a simple vista luce grotesco. EstĆ” gordo y algo calvo. ¿Recuerdan a Edward Furlong, el niƱo de la segunda pelĆ­cula de Terminator quien era considerado como “guapito” y que si ahora lo buscan en internet estĆ” horrible y gordo? MĆ”s o menos ese es el cambio que ocurriĆ³ en el otrora hermoso semental, quien alguna vez fuera el hombre mĆ”s guapo que yo habĆ­a visto.


     —Mi tĆ­o y yo estuvimos huyendo, nos encontraron en Tailandia ocho meses despuĆ©s de que todo ocurriĆ³. Se lo llevaron. Creo que lo torturaron, quizĆ” tambiĆ©n lo castraron y lo mataron, pero no tengo la certeza de cuĆ”l fue su destino final —Gerrit dice suspirando con nostalgia—. Pero estoy seguro de que no te mencionĆ³, Ć©l era un hombre muy leal.


    —Te creo, Gerrit y lo siento mucho —digo colocando mi mano en su hombro.


    —No lo sienta, Jager, no es su culpa. Lo que hizo mi tĆ­o… Usted y yo conocimos una faceta de Ć©l, pero… digamos que… el trabajo que Ć©l hacĆ­a, no puede hacerlo alguien que sea buena persona —Gerrit comenta con pesar—. Aun asĆ­, yo lo quise mucho, sĆ© que Ć©l cometiĆ³ tales atrocidades para garantizar mi bienestar. Se encargĆ³ de endulzar todo para mĆ­. InventĆ³ un cuento donde el gran hĆ©roe "Reuzenjager", un prĆ­ncipe y caballero de un reino lejano, cruzando el ocĆ©ano, vino a rescatarme y derrotĆ³ al cruel monarca gigante.


    —Gerrit, yo te he citado, y te he contado todo, porque estoy convencido de que puedo confiar en ti —comento con seriedad—. TĆŗ eres pieza clave para yo poder concretar mi venganza contra Diego. Fueron dos los que me lastimaron, solo uno ha pagado el precio.


    —Entiendo, Jager. Puede contar conmigo, lo que me pida yo lo harĆ© —comenta el muchacho de veinte aƱos.


     —En este momento te voy a contar el plan en general. En unas horas, maƱana martes, te llevarĆ© a un lugar, necesito que lo conozcas y que lo veas, para explicarte algunas cosas —digo a Gerrit.


    —Claro, como usted ordene, Jager. Solo que… me pregunto si alguna vez… Yo quiero ser dominado por usted, que me golpee en las bolas y pertenecerle, me gustarĆ­a mucho poder ver de cerca su espada desenvainada y ser ensartado por ella. CrecĆ­, soy alto, pero me he dedicado a aumentar mi masa muscular para convertirme en un verdadero gigante, para gustarle a usted.


    —¿Es eso lo que me pides a cambio de hacerme este favor? —pregunto.


    —¡JamĆ”s! No, yo, solamente expreso lo que siento, harĆ© lo que me diga sin condiciones, aun si usted jamĆ”s me corresponde —afirma Gerrit con preocupaciĆ³n—. PerdĆ³neme por mi atrevimiento.


    —Gerrit, la primera vez que yo te vi fue en una fotografĆ­a de cuando tenĆ­as quince aƱos, y yo veinte. Esa es la imagen que tengo de ti, no importa cuĆ”nto hayas crecido y lo grande que seas, para mĆ­ siempre vas a ser ese niƱo. Al ser mĆ”s joven que yo, no siento deseos de dominarte, pelear, vencerte o penetrarte. Lo Ćŗnico que me provocas es protegerte y cuidar de ti, esa es la realidad. Yo te aprecio mucho, pero difĆ­cilmente te verĆ© de otra forma, eres como un hermano pequeƱo para mĆ­. Lo siento —explico al joven hombre que estĆ” sentado frente a mĆ­.

Gerrit MƤkinen, el escuĆ”lido que se convirtiĆ³ en gigante.

    —No se disculpe, entiendo —responde.


    —Gerrit, ya te he dicho muchas veces que no me gusta que me hables de usted.


    —No existe otra manera en la que pueda hablarle —me responde con una tierna sonrisa. Yo me arrodillo entre sus piernas en el piso frente al sofĆ” y lo abrazo, y Ć©l a mĆ­. Su cuerpo es tan firme y voluminoso. Yo realmente siento mucho cariƱo por este enorme muchacho. La verdad, en este momento sĆ­ siento ganas de dirigir mis manos a su entrepierna y palpar sus genitales, pero me contengo.


     Me levanto, Gerrit me sujeta de las caderas y frota su cabeza en mi abdomen y suspira, en seguida se pone de pie, me sonrĆ­e y se despide de mĆ­ para volver a su casa. 


    —Espera, es muy noche, creo que es peligroso que salgas a esta hora.


    —Vivimos en Tlaxcala, ayer me fui mucho mĆ”s tarde, Jager. No se preocupe.

    

    Yo me le acerco, sujeto el elĆ”stico de su pantalĆ³n y tiro de Ć©l llevĆ”ndolo a mi habitaciĆ³n.

 

    —Insisto, quiero que te quedes —digo mirĆ”ndolo a los ojos—. Mi cama es tamaƱo King size, ambos cabemos perfectamente en ella. AdemĆ”s, todavĆ­a no te he contado mi plan.


     El chico asiente y me sigue a la recĆ”mara. SĆ© que esto estĆ” mal, no debo alentar sus sentimientos o abrir esta puerta, pero, me siento muy, muy cachondo. Durante los Ćŗltimos dĆ­as lo he tenido aquĆ­, en mi departamento y cada vez me ha costado un mundo despedirlo. Ɖl es mi nueva obsesiĆ³n, mucho mĆ”s que Alberto Toledo, por el cariƱo que le tengo, no quiero arruinar las cosas, como hice con el detective. 


     Espero no estar cometiendo un error, pero si asĆ­ es, que asĆ­ sea, no me importa, esta noche, yo poseerĆ© a este muchacho precioso… Solo recuerden, yo aĆŗn estoy monitoreando mi presiĆ³n para descartar un mal cardĆ­aco, no voy a follar con Ć©l, solamente nos vamos a acurrucar y dormir juntos. En mi situaciĆ³n actual, yo Ćŗnicamente arriesgarĆ­a mi salud para penetrar a Dieguo cuando el momento de mi venganza, finalmente llegue. Esta espada mĆ­a, temporalmente estĆ” reservada para ensartar exclusivamente a mi exnovio.


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