CAZADOR DE GIGANTES II (8/9) : La muerte del Reuzenjager Parte 1. - Las Bolas de Pablo

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29 jul 2022

CAZADOR DE GIGANTES II (8/9) : La muerte del Reuzenjager Parte 1.

AsĆ­ es Denise (host del noticiatio nocturno en tv nacional), a mis espaldas se puede ver el RĆ­o Zahuapan, este es el lugar donde hace unas horas, por la maƱana, fue encontrado el cuerpo sin vida del Fiscal de delitos sexuales del estado, Juan Carlos Cordero Carranco. El hecho ha provocado indignaciĆ³n en un sector de la poblaciĆ³n. El ahora occiso, formaba parte de la comunidad LGBT, muchos se preguntan si este fue un crimen de odio, ya que ademĆ”s se sabe que su cuerpo fue mutilado en el Ć”rea genital. La fiscalĆ­a del estado ya se encuentra investigando el caso.


Lo que ha encendido las alarmas es, que este es un duro golpe al sistema judicial. Cabe recordar que los fiscales cumplen, pues un rol importante en la imparticiĆ³n de justicia, Denise. Saber que su seguridad no estĆ” garantizada y que pueden ser vulnerables a este tipo de ataques, ciertamente hace tambalear al sistema de justicia del paĆ­s. Juan Carlos era hijo del Senador Cordero Arslan, ex secretario de gobernaciĆ³n y ministro en retiro de la Suprema Corte e hijo Ćŗnico de la prestigiosa empresaria Araceli ƚrsula Carranco Zabala. Por el alto perfil que representa, se espera que todo el aparato judicial de la naciĆ³n se mueva para resolver este caso y esclarecer los hechos. Hasta aquĆ­ mi reporte, Denise.


………….



   —No, no…. No… ¡Noooooo! —Diego grita con desesperaciĆ³n al sentir el helado metal del bisturĆ­ en su escroto—. ¡No te meterĆ© a la cĆ”rcel! ¡Juro que no irĆ”s a prisiĆ³n!


    —Eso, Dieguito, no te lo creo. En este momento, puedes decirme lo que sea, pero no puedes ofrecerme alguna garantĆ­a. No soy estĆŗpido.


    —¡Por favor, Juan Carlos! Tienes que creerme, me irĆ© del estado, dejarĆ© el caso.


    —SĆ­, ajĆ”. DejarĆ”s pasar todo lo que aquĆ­ ha pasado y harĆ”s de cuenta que no sabes lo que sabes del Cazador de Gigantes. SĆ­ ¡CĆ³mo no! ¡TĆ”pale el hocico, Gerrit, y cĆ³rtale los huevos! —ordeno a mi cĆ³mplice.

     —¡En mi Drive, en la nube, tengo videos! —Diego grita con desesperaciĆ³n. En seguida me da su usuario de correo y su contraseƱa. Gerrit le cubre la boca con una mordaza de tela.

    Yo salgo de la habitaciĆ³n y bajo a la sala. Desde mi telĆ©fono inteligente accedo a su correo electrĆ³nico. En la nube, encuentro algunos videos de las sesiones que Ć©l ha tenido con su terapeuta. En su mayorĆ­a, los videos datan de hace aƱos, se puede ver claramente en su carita redonda y en la apariciĆ³n de tatuajes. Diego ha ido a terapia psicolĆ³gica desde lo ocurrido. Al parecer no ha podido tener una relaciĆ³n sentimental con nadie, yo he sido a la fecha su Ćŗltimo novio. En los videos a grandes rasgos, puedo ver que Ć©l realmente estĆ” muy arrepentido de lo que hizo y que lo lamenta mucho.

     Cambio la contraseƱa de acceso, por una que solo yo conozco. Se me pide verificaciĆ³n en dos pasos, vuelvo a la habitaciĆ³n, uso el telĆ©fono mĆ³vil de Diego y su huella digital para autorizar el proceso, comparto con otra cuenta mĆ­a los videos e incluso cambio su contraseƱa de iCloud.


     Desde el principio lo tuve claro: no existĆ­a trato o dinero que yo pudiera ofrecerle. Por tal motivo, todo esto que preparĆ© junto con Gerrit, fue para quebrarlo, y llevarlo al punto en que fuera Ć©l mismo quien me ofreciera, a mĆ­, un trato, y no solo eso, sino que tambiĆ©n me suplicara aceptarlo. DĆ­ganme si no soy inteligente.

    —Esto no me servirĆ­a ante un juez, por la forma en que fue obtenido, no es Ćŗtil —digo a Diego.

    —Pero puedes filtrarlo a la prensa o redes sociales, me tienes en tus manos, por favor… Juan Carlos… no me cortes los huevos —dice rompiendo en llanto—. Yo lo siento, siento mucho haberte... hecho aquello. Te vi en televisiĆ³n hace unos meses, cuando cerraste el caso de Enrique, quise venir a disculparme contigo, para eso es que vine a Tlaxcala. No sabĆ­a cĆ³mo hacerlo, asĆ­ que tomĆ© de pretexto ser el abogado del boxeador, Ć©l no me contratĆ³, yo le ofrecĆ­ mis servicios.

    —¿Y luego? —pregunto cruzando los brazos, en un tono de incredulidad.

    —No pensĆ© que me encontrarĆ­a con eso del Cazador de Gigantes y que tĆŗ te habĆ­as convertido en un violador.

    Con furia, yo lo pateĆ³ en los testĆ­culos.

    —Dime la verdad, cabrĆ³n —grito enojado y lo golpeo en la cara.

    —¡Me daba vergĆ¼enza! Al tenerte frente a mĆ­, no pude disculparme. Lo del Cazador de Gigantes, me permitiĆ³ eludir mi responsabilidad. Si tĆŗ eras un violador, yo no tendrĆ­a que disculparme contigo. Lo usĆ© como justificaciĆ³n para mi orgullo. Pero ahora sĆ© que lo que pasĆ³ aquel dĆ­a, fue lo que te cambiĆ³, tĆŗ eras diferente, dominante sĆ­, pero, eras un chico muy bueno y hasta algo ingenuo. Al contrario, yo soy el responsable de todo. Carlos, Charlie… mi Charlie, perdĆ³name —Diego continĆŗa llorando.

    Tiene aƱos que nadie me llamaba asĆ­, esa es la manera en la que Ć©l siempre me llamĆ³ en privado, desde que tenĆ­amos doce, solamente Diego me llamaba Charlie.


    —Se supone que tĆŗ debĆ­as cuidarme y protegerme de alguien como Jan, eras mi novio —grito a Diego con la voz entrecortada—. El hombre que yo amaba.

    —¿Crees que no lo sĆ©? Pero… ¿CĆ³mo iba yo a protegerte? Si de los dos, tĆŗ eras el mĆ”s fuerte, siempre lo fuiste. A pesar de ser mĆ”s alto y grande, yo siempre fui dĆ©bil y un estĆŗpido. Aquella misma noche discutĆ­ con Jan, yo no me sentĆ­a a gusto, Ć©l estaba, sospechosamente, demasiado satisfecho. En la entrada de esta casa, Ć©l y varios de sus guaruras, entre ellos uno enorme de mĆ”s de dos metros, me intimidaron. Jan me confesĆ³ que era hijo de una mafia europea y que si valoraba mi vida o la de mi familia, me iba a quedar callado y lo iba a ayudar a salir libre de esta. —Diego se sorbe los mocos, pero estos y las lĆ”grimas continĆŗan cayendo por su rostro—. Ɖl pensaba hacerte la misma clase de amenaza, pero yo lo convencĆ­ de que no lo hiciera, le dije que habĆ­a otra manera. Fue cuando planeĆ© lo del jardinero y el discurso que te di en tu casa. Yo… quise de alguna manera protegerte, ya que no lo habĆ­a hecho cuando debĆ­a. Porque no sabĆ­a cĆ³mo podrĆ­as reaccionar, fue algo estĆŗpido, ni siquiera sĆ© si tuvo sentido, yo, solo no querĆ­a que supieras quien era Jan y el peligro que corrĆ­as.

     Existe una razĆ³n por la cual, en todos estos aƱos, yo no busquĆ© vengarme de Diego. Es porque sĆ© que lo que ahora dice, es verdad. Durante las pocas horas que convivĆ­ con Meindert, Ć©l me hablĆ³ de aquel momento, de cĆ³mo Diego al final no estuvo de acuerdo y de cĆ³mo tuvieron que amedrentarlo y atemorizarlo para cooperar.

     Yo sabĆ­a, siempre supe, que Diego no es una mala persona. Es un estĆŗpido, un idiota, acomplejado, pero, yo sĆ© que su corazĆ³n de imbĆ©cil, es mĆ”s noble que el mĆ­o. Si ahora me vengaba de Ć©l, si montĆ© todo esto, fue solo para poder salir librado de ir a prisiĆ³n. Y sĆ­, tambiĆ©n porque a pesar de todo, Ć©l me lastimĆ³, como nunca nadie en toda mi vida lo ha hecho, y eso es porque yo lo amaba muchĆ­simo.

    Por primera vez en seis aƱos, desde aquel dĆ­a, yo, me permito llorar. LĆ”grimas comienzan a correr por mis mejillas y mi cuerpo tiembla al sollozar. No puedo retirar las manos de mi rostro, me levanto de la silla, camino hacia una pared, me recargo en ella y me dejo caer sentado al piso. Gerrit se arrodilla para abrazarme, pero yo lo rechazo, me pongo de pie y abrazo a Diego, con todas mis fuerzas, siento su pene en mi abdomen y apoyo mi cabeza en su pecho tatuado, Ć©l todavĆ­a estĆ” atado de los tobillos y tiene las manos amarradas en la espalda.


     —PerdĆ³n, perdĆ³name —mi exnovio no para de repetir.

     —PerdĆ³name tambiĆ©n tĆŗ a mĆ­ —susurro, lo digo en serio.

      Luego de unos de minutos, yo me tranquilizo, me limpio la cara y digo a mi cĆ³mplice:

      —¡LibĆ©ralo!



      No recibo la servil respuesta inmediata a la que estoy acostumbrado, me doy media vuelta y encuentro a Gerrit parado, Ć©l me mira con enojo.

      —No —responde.

      —¿QuĆ© pasa? —pregunto desconcertado.

      —Yo no vine desde Europa para verlo reconciliarse con este cabrĆ³n —el muchacho me responde—. Yo vine, para pasar el resto de mi vida junto a usted, Jager.

      —Gerrit, no es el momento, tĆŗ y yo, luego platicamos —digo colocĆ”ndome detrĆ”s de Diego para liberar sus manos.

     —Alto —grita Gerrit, Ć©l corre hacia mĆ­, me separa de Diego y me avienta contra una pared.

     Antes de que pueda reaccionar, Ć©l me levanta por el cuello, me lleva contra un muro y comienza a asfixiarme. Ɖl gira su cadera para prevenir que yo lo patee en las bolas. TambiĆ©n endurece sus brazos de tal forma que aunque los golpeo no puedo liberarme. Yo trato de alcanzar sus ojos para picĆ”rselos, pero Ć©l aleja su cara y mis brazos cortos no son suficientes. Su pulgar presiona mi vena carĆ³tida. Comienzo a sentirme mareado. Como Ćŗltimo recurso, flexiono mi cuerpo para enredar su brazo con mis piernas y fuertemente lo pateo con el talĆ³n en la cara. El primer golpe no funciona, asĆ­ que lo intento de nuevo. Su agarre es tan fĆ©rreo que yo… yo… reĆŗno todas mis fuerzas restantes para una tercera patada a su cara. Ɖl la bloquea con su otro brazo. Aun asĆ­, esto provoca que me libere, el chico me azota contra el piso con fuerza y yo apenas y puedo respirar.


       Gerrit va por una soga similar a la que utilizĆ³ para atar a Diego. Yo me arrastro por el suelo, tratando de recobrar el aliento. El muchacho me toma de un tobillo y jala de mĆ­ para amarrarme, yo aprovecho para con el impulso patear su entrepierna. El tipo gruƱe, pero no me suelta, con su otra mano cubre sus genitales, asĆ­ que no puedo golpearlo nuevamente, intento golpear su cara, pero mis cortas piernas no llegan al objetivo. Pareciera que el chico estudiĆ³ perfectamente cĆ³mo sacar ventaja de su estatura en una pelea contra mĆ­.

      El holandĆ©s me coloca bocabajo, sosteniendo mis pies en posiciĆ³n de carretilla, yo sĆ© lo que va a hacer, Ć©l va a golpear por detrĆ”s mis colgantes genitales. Con mucha fuerza de abdomen, usando mi flexibilidad. Yo camino en reversa con las manos hasta sujetar con ellas sus tobillos. Con esto prevengo que me ataque. Tiene las manos ocupadas sosteniendo mis piernas y sus piernas ocupadas con mis manos.  Gerrit suelta uno de mis pies para agarrarme de los huevos, yo aprovecho para estirar mi pierna, esta vez sĆ­ alcanzo a conectar con su rostro. Ɖl trastabilla y termina cayendo de espaldas, liberando mi otro pie.

       Yo quedo montado encima de sus piernas, sujetando todavĆ­a sus tobillos, apoyĆ”ndome en ellos, con las plantas de mis pies golpeo su entrepierna repetidamente, como si me encontrara en una escaladora. Gerrit grita con mucho dolor y queda tendido en el suelo en posiciĆ³n fetal, yo me levanto, corro a buscar en una maleta cercana algo que me sirva. Encuentro un cuchillo, con este corto las ataduras de Diego en sus manos, antes de que pueda soltar sus tobillos, escucho un extraƱo sonido y un hueco se forma en la pared detrĆ”s de Diego. Levanto la cara y encuentro a Gerrit sosteniendo una pistola con silenciador, mientras con la otra mano soba sus adoloridas pelotas.

Esto no tenĆ­a que terminar asĆ­...


     —AlĆ©jese, lentamente de Ć©l, Jager —el chico de veinte aƱos me amenaza.

     —No —digo yo al tiempo que pateo el banco de metal entre las piernas abiertas de Diego y me paro en Ć©l, frente a mi exnovio, escudĆ”ndolo—. Si quieres hacerle algĆŗn daƱo, deberĆ”s matarnos a ambos.

     —No me obligue, Jager.

     —¿No eres tĆŗ quien decĆ­a que me ama? ¿No me dijiste que juraste protegerme y dar tu vida por mĆ­ de ser necesario? ¿Puedes tĆŗ, protegerme de ti mismo? —cuestiono al chico.

    —Esto no tenĆ­a que terminar asĆ­, se supone que usted lo odia, Ć©l abusĆ³ de usted. Yo soy el hombre que lo harĆ­a feliz, no Ć©l.

    —EscĆŗchame, yo jamĆ”s podrĆ­a volver a tener algo con Diego, eso ya terminĆ³. Es irreparable. El hecho de que lo perdone, no quiere decir que voy a regresar con Ć©l.

    —¿No? —pregunta el chico con un tono casi inaudible, frunciendo la boca como si quisiera llorar.

    —No, Gerrit. Baja el arma, por favor —digo, en mi mano sostengo un cuchillo, pero la verdad no estĆ” dentro de mis habilidades el uso de armas blancas, podrĆ­a arrojarlo y provocar que me dispare, sin siquiera yo atinarle. AdemĆ”s, yo jamĆ”s querrĆ­a hacer daƱo a Gerrit.


     —TĆŗ sabes bien quiĆ©nes somos y quiĆ©nes son nuestros padres. No te conozco, pero piensa bien si quieres tener un problema de esta magnitud con nosotros dos. Piensa bien, muchacho, si quieres arruinar tu vida —comenta Diego.

     —Gerrit, tu tĆ­o hizo mucho para garantizar tu seguridad y el que tuvieras una buena vida, no cometas un error que arruine tu vida, como nostros lo hicimos —continĆŗo con el discurso de Diego.

     La mano del chico comienza a temblar, Ć©l desarma la pistola y arroja todo lejos. Se quita la bata quirĆŗrgica, los guantes de lĆ”tex y sale de la habitaciĆ³n llevĆ”ndose su condĆ³n usado. Por la ventana puedo ver que aborda su carro y se aleja del lugar.

     Desato a Diego, ambos nos vestimos. En mi automĆ³vil regresamos al estado de Tlaxcala. Pasamos a mi departamento, ahĆ­ yo le entrego una carpeta con todas las irregularidades, suficientes para reabrir el caso de Enrique. Al hacerlo, se pedirĆ” la presencia de Yuki, dado que a este se lo tragĆ³ la tierra, en JapĆ³n. El boxeador quedarĆ” libre, no por ser inocente, pero sĆ­ por negligencia en el procedimiento.

     Explico a mi exnovio el peligro que corre Pepe Toledo al quedar libre Enrique, le digo que quiero confesarle, a Ć©l, la verdad, que fui yo quien lo violĆ³. El abogado BolĆ­var me da su respaldo. Semanas despuĆ©s, Enrique queda libre, al salir le confesamos la verdad. Diego y yo lo intimidamos, en conjunto, utilizando nuestro poder e influencia, ambos tenemos experiencia. Al parecer resulta, porque Ć©l toma un vuelo a los Ɓngeles, con su familia, donde establecerĆ” su residencia definitiva. El boxeador es un hombre vengativo, quizĆ” intente algo contra mĆ­ en el futuro. Ya lo enfrentarĆ© en su momento.


Abogado BolĆ­var


     En cuanto al detective Toledo. Gerrit, Alfonso y el mismo Diego le contaron la verdad. Finalmente, le quedĆ³ claro que no hay nada que pueda hacer en mi contra. Ɖl ahora entiende algunas cosas de mi personalidad, sabe que yo jamĆ”s harĆ­a nada en contra de Pepe y que todo este tiempo, mis amenazas han sido vacĆ­as. Ya me ve con otros ojos. Aunque no hemos vuelto a ser amigos, por lo menos ya no me detesta, la convivencia en la fiscalĆ­a en general es bastante amena.


………….


      Diego y yo nos encontramos en la terraza de un lujoso restaurante; la luna llena enmarca la velada. Esta es su Ćŗltima noche en Tlaxcala, antes de regresar a Ciudad de MĆ©xico.


      —A todo esto, ¿quĆ© pasĆ³ con Yuki? —pregunta Ć©l.


      Yo cuento a mi exnovio, a grandes rasgos, sobre mi antiguo vecino y cĆ³mo le pedĆ­ que me ayudara.

     —¿EstĆ”s seguro de que puedes confiar en ese tal Haruki? Mi contacto dijo que a Yuki se lo tragĆ³ la tierra, estĆ” desaparecido, eso no es normal. ¿No crees que lo haya asesinado? —comenta Diego.

    Me echo a reĆ­r a carcajadas, aquello suena como un disparate. Haruki Sato tendrĆ­a que ser un desquiciado obsesionado conmigo como para hacer tal cosa… De pronto, la idea no suena tan carente de sentido.

     —Haruki es una buena persona, un caballero —aseguro bebiendo de mi copa de vino, pero en mĆ­ se ha sembrado la semilla de la duda. TendrĆ© que indagar mĆ”s sobre mi vecino y quĆ© fue exactamente lo que hizo con Yuki, por supuesto, comprobar que este Ćŗltimo siga con vida.

     —Y luego, no puedo creer que no hayas despedido a Gerrit, ese muchacho es muy peligroso, pudo matarnos —Diego me reclama.

     —El chico ha pasado por muchas cosas, no puedo abandonarlo, Ć©l siempre estarĆ” bajo mi protecciĆ³n —respondo.

    —¿QuĆ© tal que la misma mafia de Jan lo enviĆ³ para hacerte daƱo? Dijiste que capturaron a su tĆ­o, pero, ¿no se te hace mucha casualidad que a Ć©l lo dejaran libre? Pudieron lavarle el cerebro, aleccionarlo contra ti, incluso su tĆ­o puede seguir vivo y lo tienen amenazado.

    —Diego, ya. Basta. Deja de hacerte pelĆ­culas en la cabeza, capturaron a Meindert para que Gerrit pudiera escapar —digo cortando con un cuchillo un trozo del filete que tengo en mi plato. 

     Lo que Ć©l dice no es algo que no se me ocurriera, desde hace meses, cuando el muchacho tocĆ³ las puertas de la fiscalĆ­a pidiendo empleo. Gerrit es un buen muchacho, de eso no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas.

      —MaƱana me voy, espero que todo vaya bien para ti, si necesitas algo, puedes contar conmigo —dice mi exnovio tomĆ”ndome de la mano, acariciĆ”ndome con su pulgar—. Me alegra haber podido solucionar las cosas contigo, creo que ambos podremos finalmente avanzar. Luego de lo ocurrido, creo que soy versĆ”til, me gustĆ³, podrĆ­a decir que de cierta forma lo disfrutĆ©. 


     —Me alegro —digo sonriendo—. Nuevamente, te pido una disculpa por todo lo de tu secuestro —yo devuelvo el gesto frotando tambien con mi pulgar su mano, Ć©l hace un ademĆ”n con  su otro brazo para indicarme que no debo preocuparme, Ć©l no me guarda rencor—. Por cierto…

     —¿QuĆ©?

      —Yo tambiĆ©n ya tengo terapeuta, he tenido un par de sesiones —comento. Diego sonrĆ­e, se levanta, me hace levantar y me envuelve con su bello cuerpo. Noto que sigue usando la misma colonia de siempre, su pecho se siente muy firme en mi rostro. Yo froto sutilmente su fuerte espalda, Ć©l me besa en el cabello posando su mano en mi nuca.

     —¡Por fin! Me da mucho gusto por ti, verĆ”s que te va a ayudar mucho —me dice mirandome con un brillo especial en sus hermosos ojos oscuros—. ¿Y quiĆ©n es?

     —No te lo voy a decir —respondo mientras vuelvo a tomar asiento.

     Es alguien de mi entera confianza, es una psicĆ³loga de la fundaciĆ³n Carranco. Es quien estuvo atendiendo durante aƱos a los ocho chamacos que rescatĆ©. Ella sabe de boca de los niƱos, que no son ocho, sino nueve, quienes fuimos abusados por Jan De Bries y regresamos a MĆ©xico, y tambiĆ©n conoce el papel que yo juguĆ© en su rescate. Siempre fue discreta al respecto, no lo comentĆ³ con nadie, ni siquiera con mi madre. SĆ© que en ella puedo confiar, conoce parte de la historia, durante aƱos se ha puesto en contacto conmigo queriendo apoyarme, yo me habĆ­a negado. Tengo la certeza de que con su ayuda podrĆ© superar este  desafortunado episodio. Quiero arreglar las cosas y vivir una buena vida a partir de ahora.

      El problema fue que luego de mi aventura en Europa, la vida cotidiana de Tlaxcala me aburrĆ­a, por eso el aƱo pasado, preso de mi propia lujuria y soberbia hice lo del violador serial, para volver mi existencia un poco interesante. Pero me excedĆ­, todo se me saliĆ³ de control.


Esta historia continĆŗa. Desde ya, puedes leer el final dando clic en el sigueinte enlace.

»Leer el final




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