En la fiscalĆa, un hombre se acerca caminando a gran velocidad hacia mĆ en el pasillo, Ć©l me empuja con firmeza, es Diego BolĆvar.
āĀæCómo lo hiciste? āpregunta gritando. Procede a lanzar varios golpes que yo esquivo solo haciĆ©ndome hacia atrĆ”s. Compruebo que Diego sigue sin saber pelear, solamente tira āvoladosā a lo tonto. Es jueves, ha pasado apenas una semana desde que vino a hostigarme aquĆ mismo, en este pasillo, y es que, el espacio asignado a mi fiscalĆa no es muy grande. El lunes, se supone que viajó a Japón para entrevistarse con Yuki.
āNo sĆ© a quĆ© te refieres ādigo conteniendo una sonrisa burlona.
āNo he dejado el paĆs, tengo una responsabilidad con esta fiscalĆa ādigo mientras permito que Diego atine unos golpes, caigo al suelo haciĆ©ndome bolita contra la pared para victimizarme.
Lo cierto es que autoricĆ© a Haruki dar a Yuki, hasta tres veces mĆ”s el dinero que previamente ya le habĆa dado. Mi ex vecino no me dio los detalles, pero segun veo hizo muy bien su trabajo.
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Diego estĆ” muy molesto |
āĀ”Eres tĆŗ!, Āæcierto? Ā”Todo este tiempo fuiste tĆŗ! Ā”TĆŗ eres el Cazador de Gigantes, no protegĆas al hijo de tu amante, te protegĆas a ti mismo! āgrita Diego con todas sus fuerzas.
āĀ”No existe ningĆŗn Cazador de Gigantes, ridĆculo! Es un invento del embustero, violador que defiendes āgrito poniĆ©ndome en pieā Ā”JamĆ”s existió uno!
Todos en la fiscalĆa presenciaron el altercado y escucharon las palabras de Diego, sĆ© que nadie lo creerĆ”. TendrĆ”n la duda, pero lo descartarĆ”n, sobre todo al ver mi ceja golpeada que sangra ligeramente y mi labio que tambiĆ©n se partió. Yo soy un dĆ©bil hombre encantador de veinticinco aƱos, Āæcómo podrĆa yo ser un criminal y violador?
āToledo, ven a mi oficina, tenemos que hablar āordeno al gigante. Ćl comienza a sacudir la cabeza en negación.
āNo āme dice dando un paso hacia atrĆ”s.
āDetective Toledo, es una orden ārecalco con severidad. Ćl sonrĆe y vuelve a sacudir la cabeza, mientras da media vuelta para recorrer el mismo camino que minutos antes recorrieran Gerrit y Diego.
Saco mi celular y envĆo un mensaje a Gerrit. āEs el momentoā, de inmediato veo las dos palomitas azules, lo cual me tranquiliza. Mi aliado recibió mi mensaje. AƱos atrĆ”s, su tĆo me ayudó a vengarme de De Vries; esta vez, juntos nos encargaremos de BolĆvar Montalvo.
Perdiendo la dignidad, con el fin de retrasarlo aunque sea unos segundos. Camino detrĆ”s de Alberto, sujetĆ”ndolo del brazo en varias ocasiones, Ć©l tira con fuerza y se suelta de mi agarre en todas ellas. Llegamos al estacionamiento, en las afueras de la fiscalĆa, donde Ć©l, frenĆ©ticamente comienza a buscar a Diego o a Gerrit, mĆ”s no los pudo hallar. Lo que sĆ ha notado es que el auto del muchacho no estĆ” en donde deberĆa.
āĀæSe le perdió algo, detective? āpregunto con una ligera sonrisaā. Digo, para ayudarle a buscarlo.
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Alberto Toledo |
āEsta vez no tienes escapatoria, el hijo del Ministro BolĆvar sabe la verdad, no hay nada que puedas hacer contra Ć©l. Vas a ir a la cĆ”rcel, Cordero āAlberto dice apuntĆ”ndome con el dedo Ćndice.
āĀ”Uy! QuĆ© miedo ādigo sacudiĆ©ndome de forma burlonaā. ĀæTe has puesto a pensar, Alberto, que yo tal vez no soy el monstruo que tĆŗ crees? Y que lo Ćŗnico que hice fue meter a la cĆ”rcel al hombre que hostigaba y mandaba golpear a tu querido hijo. El mismo que en cuanto Pepe cumpliera la mayorĆa de edad podrĆa mandarlo asesinar, o peor, molerlo Ć©l mismo a golpes. ĀæTe has puesto a pensar en que todo lo he hecho para protegerlo a Ć©l, a Pepe? Porque eso es lo que yo hago: cuido de niƱos y menores de edad, los protejo de los abusos de gigantes que por ser mĆ”s grandes y fuertes, consideran que pueden lastimarlos.
Alberto se queda callado durante un par de segundos y me mira fijamente.
āCasi te lo creo, es mĆ”s, por un segundo lo creĆ, lo que acabas de decir. Pero tĆŗ no eres asĆ, te deberĆan de dar un Ćscar. Si Enrique mandaba golpear a Pepe, era por lo que tĆŗ le hiciste, cabrón. TĆŗ mismo provocaste aquella situación, no vengas ahora a lavar tus culpas. Eres una mala persona, Juan Carlos, eres el Diablo āAlberto dice caminando hacia mĆ.
Has creĆdo brevemente en mĆ, ex amigo mĆo, porque te he dicho la verdad. SĆ, he cometido errores. SĆ© que tĆŗ jamĆ”s me vas a perdonar. Lamento profundamente haberme cerrado la puerta contigo al tomar tu cuerpo por la fuerza. Me arrepiento, sĆ© que nunca me corresponderĆ”s, por eso mismo, hoy renuncio a ti. Mi muy querido y sabroso Alberto Toledo. Yo te dejo en libertad.
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¿Se le perdió algo, detective? |
āĀ”AhĆ estĆ”s! Ese eres tĆŗ, el verdadero tĆŗ ādice Alberto. En seguida, se dirige a su auto y emprende la bĆŗsqueda de Diego.
Gracias al par de aƱos que pasĆ© bajo la sombra de Alberto, conozco todas sus tĆ”cticas. El desgraciado me siguió en cuanto abandonĆ© la fiscalĆa a bordo de mi āMercedesā, es muy bueno, una persona comĆŗn y corriente jamĆ”s lo hubiera notado. Por fortuna, cuento con un plan de contingencia para esta situación.
Me estaciono en una gran plaza comercial, entro a un restaurante de lujo propiedad de un conocido. El mesero me entrega la carta, yo ordeno de comer; en cuanto el plato llega a la mesa, me dirijo al baƱo para lavarme las manos. En el mismo pasillo hasta el fondo, hay un acceso solo para empleados, es una puerta que conduce a un elevador industrial por donde suben toda clase de mercancĆas. Es la parte oculta de este tipo de establecimientos.
Entro a este enorme ascensor, desciendo hasta el primer piso del estacionamiento, un nivel diferente de donde dejĆ© originalmente mi auto. Abordo otro vehĆculo mĆ”s austero que ya tenĆa preparado y abandono la plaza. En cuanto verifico que Alberto no me sigue, fijo rumbo para reunirme con Dieguito.
Horas despuĆ©s. Al interior de una casa de fin semana, que recientemente comprĆ© mediante un prestanombres en Valle de Bravo. Justo en la que fuera la recĆ”mara de mi exnovio, donde fui sexualmente abusado, encuentro a Diego, en el centro, desnudo, de pie, totalmente expuesto, atado en cada una de sus extremidades y el cuello. La habitación carece de mobiliario, a excepción de una silla frente a Ć©l, en la que estĆ” sentado Gerrit, y otro asiento vacĆo destinado para mĆ.
Tardé unos minutos en acceder a la casa y subir las escaleras hasta la habitación. Estar en este lugar me pone mal, no me siento del todo bien. Antier vine con Gerrit para hacer los preparativos, su presencia a mi lado en todo momento hizo mÔs llevadero recorrer la vivienda.
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āĀ”LibĆ©rame, Juan Carlos! Ā”No sabes en los problemas en los que te has metido! āDiego grita y gruƱe con iraā. Ā”Te voy a hacer pagar, lo que sea que me hagas, te lo voy a hacer pagar tres veces, te lo juro!
āNo Dieguito, lo que yo te haga a ti aquĆ, serĆ© yo haciĆ©ndote pagar lo que tĆŗ me hiciste a mĆ. SĆ”cate de tu cabecita pendeja, la idea de que te voy a deber algo. Apenas, reciĆ©n, tĆŗ y yo vamos a estar a mano. Vamos a saldar cuentas pendientes āsin previo aviso, me pongo en guardia y lanzo una tanda de patadas veloces con mi pie frontal a sus expuestos genitales.
Su enorme verga en reposo se balancea hacia arriba junto con sus testĆculos. Con cada golpe, un gemido interrumpe al anterior, produciendo una melodĆa de gemidos entrecortados que me enciende. AdemĆ”s, mi empeine chocando con la piel de su escroto produce un sonido monotono similar a un aplauso. Cuando intenta dejarse caer, la atadura que tiene al cuello le recuerda que debe resistir la tortura.
āTe vas a pudrir en la cĆ”rcel ājadea escupiendo saliva. Tiene la cara roja debido al terrible dolor en sus bolas. Yo me coloco detrĆ”s de Ć©l. Meto mi mano entre sus piernas y me hago con sus gónadas. Al instante comienzo a estrujar con toda mi fuerza.
āLo sĆ©, crĆ©eme, estoy listo para ir a prisión. Desde que decidĆ hacerte esto, yo ya me encuentro preparado para ello. ĀæRecuerdas cuando me atacaste por la espalda y me aplastaste los huevos? Lo hiciste para penetrarme, mientras Jan me mantenĆa sujeto āAl decir lo Ćŗltimo, yo cierro los ojos con deleite y tambiĆ©n mis dedos, claramente siento la pegajosa textura de su escroto y sus carnosas bolas deformarse en mis manos. La oscuridad tambiĆ©n me permite apreciar mejor sus gritos y jadeos desesperados. Cuando empieza a aullar de forma aguda, yo suelto sus bolas y por detrĆ”s hundo mi pie en su entrepierna.
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No Dieguito, lo que yo te haga a ti aquĆ, serĆ© yo haciĆ©ndote pagar lo que tĆŗ me hiciste a mĆ |
Durante cerca de un minuto, Diego se deja vencer y comienza a ahorcarse a sà mismo, hasta que consigue reunir las suficientes fuerzas para mantenerse en pie y a salvo de morir. Con satisfacción lo observo retorcerse.
āYo lo supe desde el comienzo, mis dĆas de libertad estaban contados, Dieguito. No existe trato o dinero que pueda ofrecerte. No puedo callarte, controlarte o manipularte. Ciertamente, tampoco voy a asesinarte. Haga lo que haga irĆ© a prisión, eso es ineludible ādigo quitĆ”ndome la playera y el cinturón, para desabotonar mi pantalón, me retiro los zapatos y me libero de toda prenda, mi verga estĆ” semi erecta, mide solo 22 cmā. Sin embargo, antes de ir a prisión, yo me voy a vengar.
A mi lado, Gerrit tambiĆ©n se desnuda, esta es la primera vez que puedo ver sus genitales, la Ćŗltima vez lo toquĆ© a travĆ©s de su ropa interior mientras nos quedĆ”bamos dormidos. Son enormes, tal y como los palpĆ©, su verga en reposo y sus testĆculos rivalizan en tamaƱo con los de su tĆo. El muchacho de veinte aƱos es hermoso, un verdadero manjar; mĆ”s alto y musculoso que Diego, debatiblemente mĆ”s guapo.
āĀæVes esto, Diego? AsĆ es como lucen los huevos de un verdadero hombre ādigo sujetando al frente los colosales órganos sexuales de Gerrit.
āMis bolas son tan grandes como las tuyas āDiego comenta jadeandoā. Las de este, son las que son enormes, tengo buenas bolas.
āSĆ, pero⦠yo soy mucho mĆ”s pequeƱo que tĆŗ, en mi cuerpo, todo esto luce grande ādigo sujetando mi masculinidad desnudaā En cambio, en el tuyo, esas bolitas parecen de gato, chiquitas y redonditas.
Tiro gentilmente de las bolas de Gerrit, este avanza siguiendo mi mano. Me coloco frente a Diego y tambiĆ©n agarro sus bolas. En cada mano sostengo la hombrĆa de estos machos que fĆsicamente son mucho mĆ”s grandes que yo. Mi enorme verga termina de despertar, alcanzando su mĆ”xima longitud y grosor. Antes de darme cuenta, me encuentro presionando los cuatro testĆculos con mucha fuerza.
El joven aprendiz de detective lo permite, mantiene sumisamente las manos en la espalda, reprime sus gritos y resiste como un verdadero macho. Diego grita como puta, sus órganos se encuentran mucho mÔs sensibles por el castigo previo. Noto que la verga de Gerrit comienza a levantarse también. Cuando este ya no puede mÔs y cae de rodillas, yo lo suelto y me concentro en aplastar solamente las bolas de Diego.
āĀ”ApriĆ©tamelas! āordeno a Gerrit.
Arrodillado en el suelo, Ć©l mete su mano entre mis piernas, sujeta mis testĆculos por detrĆ”s y comienza a apretar tĆmidamente.
āĀ”Con huevos, Gerrit! āel chico me obedece, el delicioso dolor provocado por Ć©l, recorre mi cuerpo y me provoca aplastar con mucha mayor potencia los testĆculos de Diego, quien a estas alturas ya no resiste mĆ”s. Mi ex, chilla agudamente y lĆ”grimas corren por sus mejillas, ni siquiera es capaz de articular alguna palabra. No estĆ” nada acostumbrado a este dolor.
āĀ”Para! āordeno al muchacho, Ć©l me obedece, yo tambiĆ©n dejo de apretar las bolas de mi exnovio y por unos segundos, sobo las mĆas. Mi pene erecto estĆ” colorado de excitación.
Gerrit posee un pene de veintitrĆ©s centĆmetros en erección, luce pequeƱo al lado del mĆo, pero en realidad es un buen trozo de carne. Ambos estamos muy excitados.
āEs momento, Dieguito ādigo palmeando el rostro del abogado que tantos problemas me ha causadoā. Sabes que me lo debes, Āæverdad? Antes de ir a prisión, esto lo tengo que hacer.
Nos paramos detrĆ”s de Diego. Gerrit lo envuelve con sus fuertes brazos. Mi exnovio se permite reposar en ellos, estĆ” tan exhausto y adolorido que poderse apoyar en algo para resistir debe sentirse como el cielo. Yo me coloco en posición, trepando a un pequeƱo escalón metĆ”lico e inserto mi gigantesco pene en el abogado BolĆvar. Este se estremece entre los brazos de Gerrit. Lo extraƱo es que como un āespantasuegrasā, su pene se levanta automĆ”ticamente al entrar el mĆo. Lo tomo de la cadera y comienzo a moverme agresivamente.
Luego de cinco minutos, indico al chico que estĆ” a mi lado, que lo penetre tambiĆ©n, al mismo tiempo. Ćl hace caso, suelta temporalmente a Diego para colocarse un condón e inserta sus veintitrĆ©s centĆmetros en mi exnovio. Esta sensación es algo que yo desconocĆa, mi pene frotĆ”ndose con otro, al interior de Diego, es otro nivel de orgasmo. Ahora entiendo por quĆ© Jan era adicto a esto. SegĆŗn lo que conozco a Diego, Ć©l contiene gemidos de placer, pareciera que lo gozara.
Mi exnovio gruƱe y gime de dolor y⦠placer. Sin previo aviso, su pene comienza a escupir un perlado lĆquido, parte de Ć©l cae en mi ceja y mejilla. Debo reconocer que no me desagrada sentirlo. Aun asĆ me limpio con la mano y embarro el contenido en su pierna.
Gerrit gruñe mientras presiona su cuerpo contra el de Diego, mi cómplice también ha eyaculado, al terminar retira el condón, lo amarra y lo coloca en un recipiente de plÔstico en el suelo. Yo chasqueo los dedos apuntando a las ataduras de Diego. Gerrit desata su cuello y manos. El abogado se desploma en el piso, casi lÔnguido, totalmente drenado.
āĀæY tĆŗ? ĀæSatisfecho? Pareciera que lo gozaste ārespondo.
āMe enfoquĆ© en viejos recuerdos de nuestra relación para poder disfrutarlo y que esto no fuera una mala experiencia. Eso es lo que tĆŗ debiste haber hecho.
Lo golpeó con un fuerte revĆ©s en la cara y pateo sus testĆculos.
āĀæQuiĆ©n te crees para decidir lo que yo debĆa haber sentido? āgrito con furia, siento un ligero mareo, similar al vĆ©rtigo que da al ponerse de pie sĆŗbitamenteā ĀæCrees que por ser mi novio y por Jan haber sido un hombre muy apuesto yo debĆa haberlo disfrutarlo? ĀæEso crees?
Con mis puños golpeo su rostro de izquierda a derecha en múltiples ocasiones, me siento muy enojado. Gerrit me sujeta por detrÔs, colocando su mano en mi pecho y me abraza con fuerza, presionÔndome contra su cuerpo, alejÔndome de Diego. Respiro profundamente durante algunos minutos para calmarme.
āRespondiendo a tu pregunta: No, no estoy satisfecho. TodavĆa no estamos a mano. TĆŗ no solo abusaste de mĆ de la misma manera que yo acabo de hacerlo en este preciso lugar. AdemĆ”s, tuviste el atrevimiento de venir aquĆ, Ā”a la maldita Tlaxcala! Para atormentarme una vez mĆ”s. Con todo eso de Enrique y el Cazador de Gigantes. Encima de lo que me hiciste, tĆŗ me vas a meter preso, Āæcrees que es justo? āpregunto.
āEres un adulto, nadie te obligó a hacer lo que hiciste, nada mĆ”s estĆ”s pagando las consecuencias ābalbucea con dificultad, escupiendo saliva y sangre.
āTienes razón, y lo acepto. Yo merezco ir a prisión, debo pagar por mis crĆmenes, sĆ© que tĆŗ te vas a encargar de que aquello suceda. Pero no es suficiente. Ā”Gerrit! āgrito al muchacho, quien ya se ha vestido y puesto una bata quirĆŗrgica, un cubrebocas y estĆ” lavando sus manos con una solución que contiene povidona yodada, en el baƱo de la habitación. Para enseguida, ponerse guantes de lĆ”tex.
āĀæQuĆ© vas a hacer? āpregunta Diego.
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Te voy a cortar los huevos, Dieguito |
El hombre abre los ojos y comienza a gritar con desesperación.
āĀ”No, no te atrevas! No te atreverĆas, Āæcierto? EstĆ”s mintiendo. No Ā”No! Juan Carlos, no, no por favor, no. Ā”No!
āYa no vas a servir como hombre. No solamente irĆ© a la cĆ”rcel por mis crĆmenes previos, tambiĆ©n por este. He dejado mi semen en tu culo, quiero que todo mundo lo sepa: que preƱƩ y castrĆ© a mi violador ādigo a Diego. Con la mirada seƱalo unos botes al fondoā. ĀæSabes que es eso? Es cloro y otros solventes, dejarĆ© este lugar limpio de evidencia, Gerrit nunca estuvo aquĆ, por eso Ć©l usó condón. Yo me harĆ© responsable al cien por ciento de las consecuencias, porque soy un adulto.
āJuan Carlos, tĆŗ no eres asĆ, no eres capaz, no, Āæverdad que no? āpregunta suplicante.
āPrecisamente por eso, yo no lo harĆ©, lo harĆ” Ć©l. ācon la mirada seƱalo a Gerrit, quien ya estĆ” preparado.
āCuando usted ordene, Ja⦠Fiscal āafirma el menor de nosotros.
āĀæCrees que estĆ”s en condiciones de hacerlo? ĀæCrees que te temo? No eres nadie, Dieguito. Yo he enfrentado verdaderos peligros, y tĆŗ no eres uno de ellos.
āĀ”No! No, no, no, por piedad, por favor, harĆ© lo que quieras, lo que me pidas, cógeme de nuevo, desgĆ”rrame el culo, te la chuparĆ© como nunca antes, muele a golpes mis huevos, tortĆŗrame, lo que sea, por favor āDiego suplica sacudiĆ©ndose, al entender que su amenaza no funcionó.
āNo tienes nada que yo pueda querer, mĆ”s que saberte castrado. Gerrit, córtale los huevos al cabrón. Luego vemos si le cortas tambiĆ©n la verga, pero eso⦠¿TendrĆa que ser cuando la tenga en reposo o parada? āconsulto a mi cómplice.
āComo usted prefiera āGerrit jala la silla para sentarse frente a la entrepierna de Diego y toma un bisturĆ que aproxima a su escroto.
āNo, Juan Carlos, no, por lo que mĆ”s quieras, no. No, por favor āmi exnovio no cesa de pedir clemencia.
āĀæJuan Carlos? ĀæNo que yo era āCorderitoā? āpregunto mirĆ”ndolo fijamente a los ojos con los brazos cruzados, sentado en la sillaā. Comienza āordeno a Gerrit.
āNo, noā¦. No⦠”Noooooo! āDiego grita con desesperación al sentir el helado metal del bisturĆ en su escroto.
La próxima semana se estrenarĆ” el final en dos episodios: "La muerte del Reuzenjager pt.1" y "La muerte del Reuzenjager pt.2". Originalmente era un solo capĆtulo, pero como quedó muy largo, decidĆ dividirlo. De cualquier forma, ambos se estrenarĆ”n el mismo dĆa, sĆ”bado de la próxima semana. Y sĆ, este serĆ” el final de la historia de Juan Carlos Cordero.
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