Antes de dormir Antonio sostuvo a su esposa Romina entre sus brazos, se besaron dominados por la pasiĆ³n. Se tocaban por encima de sus ropas, las cuales se sacaron apresuradamente. Si dejaron de tener contacto con sus bocas fue solo para quedar desnudos uno frente al otro.
Antonio la empujĆ³ a la cama e inmediatamente se abalanzĆ³ sobre ella, besĆ”ndola sin tregua y tocĆ”ndole los pechos, sus nalgas y vagina, pero la mujer tampoco estaba inmĆ³vil, le acariciaba el erecto pene de arriba hacia abajo y amasaba sus testĆculos, estimulando la llama de pasiĆ³n en su marido.
Romina gemĆa demostrando en la caliente cama que querĆa gozar del pene erguido dentro de ella.
Antonio la besaba de manera posesiva y hambrienta, y ella gozaba de la misma manera e intentaba darle el mismo placer, con las manos en su miembro.
Sin mĆ”s, Antonio la penetrĆ³ con fuerza, haciĆ©ndole gozar. Romina se llenĆ³ de placer ante la mezcla de sensaciones, en parte deseo y en parte dolor.
Antonio bombeĆ³ con la cadera durante varios minutos, con fuerza constante y Romina le pedĆa que le diera mĆ”s y con fuerza, Ć©l la complacĆa impulsivamente, le dio la vuelta y la puso de perrito, la penetrĆ³ con Ć”nimos, Romina gritĆ³ por el placer tan intenso que le entregĆ³ el pene, estaba excesivamente mojada y receptiva. Le pedĆa mĆ”s y mĆ”s, a grito abierto, gimiendo:
—MĆ”s fuerte, dame mĆ”s verga.
—Eres mi mujer, mi mujer para siempre —Antonio le insistĆa.
La penetrĆ³ durante largos minutos de perrito, la nalgueaba fortĆsimo y ella no paraba de gozar, Antonio la complaciĆ³, hasta que le saco la verga y eyaculĆ³ su copiosa leche en su espalda, con un semen caliente y abundante. La limpiĆ³ despuĆ©s con una toalla.
Romina se acurrucĆ³ en su pecho desnudo, completamente sudada, extasiada y delirantemente complacida, pero tambiĆ©n cansada, entraba al mundo del sueƱo cuando de la nada y con la mirada puesta en el techo Antonio le preguntĆ³:
—¿Por quĆ© me engaƱas con ese taxista malnacido?
La pregunta le arrancĆ³ el sueƱo de golpe. Romina se apartĆ³ del fuerte pectoral y se sentĆ³. MirĆ”ndolo. El dirigiĆ³ su vista a su rostro:
—Eres tremenda actriz. Mereces un premio de la academia. Mientes tan bien, vengo a ti y me demuestras verdadero amor. Hasta me lo creĆ.
Romina negĆ³ con la cabeza.
—¿Por quĆ©? ¡Un bruto taxista, Romina! Debiste ser sincera desde el primer momento.
—¿Desde el primer momento?
—El lunes conocĆ a ese desgraciado. Justo despuĆ©s que te revolcaste en su cama. ¿No te da asco usar seguramente la podrida cama donde llevĆ³ a la que fue su mujer?
Solo habĆan transcurrido tres dĆas desde aquello. Romina respirĆ³ profundo.
—Lo sĆ©, lo supe todo —afirmĆ³ ella, desviando la mirada y posando una mano en el muslo de su marido, lentamente subiĆ³ la mano hasta el saco escrotal de Antonio, envolviĆ©ndolos con sus dedos y aplastando los grandes testĆculos entre sus dedos y palma.
El rostro de Antonio enrojeciĆ³ y apretĆ³ los dientes.
—Estoy completamente enterada de lo que le hiciste a ElĆas, sĆ. Ćl me lo ha contado —respondiĆ³ Romina agregando presiĆ³n, apretando las vacĆas bolas del esposo en su mano derecha y girando un poco.
Antonio comenzĆ³ a jadear pesadamente.
Romina asintiĆ³ y tirĆ³ hacia abajo del saco escrotal de su marido mientras continuaba en su mano.
Antonio gritĆ³.
Con un Ćŗltimo y fuerte apretĆ³n, Romina soltĆ³ las bolas de Antonio.
—Aaaaaaay —susurrĆ³ Antonio agarrando sus pelotas agonizantes.
—Estoy enterada de lo que hiciste con ElĆas —respondiĆ³—. Golpearle las bolas, ¿a caso a ti te gusta que te lo hagan? —mirĆ³ a Antonio, que estaba acariciando sus testĆculos y respirando con dificultad.
—¿Por quĆ© Ć©l? ¿Por quĆ© me engaƱas con un taxista?
—Sabes que fue mi novio antes de estar contigo.
—Un pobre y miserable vago —gimiĆ³ Antonio—. ¿QuĆ© te puede ofrecer? ¿Un aventĆ³n a casa de tus amigas? Si te fue con el chisme de lo que le hice, ¿por quĆ© has actuado como si nada todos estos dĆas?
Romina se hundiĆ³ de brazos. ¿Por quĆ© prefiriĆ³ callar a lo largo de esa semana? Sinceramente porque tampoco querĆa una discusiĆ³n con Antonio, era mejor ignorar lo ocurrido y continuar como si nada.
Su marido seguĆa acariciando su magullada hombrĆa.
—TĆŗ tambiĆ©n guardaste silencio de lo que le hiciste —objetĆ³ Romina.
—Te estaba evaluando. CallĆ© como tĆŗ.
Romina guardĆ³ silencio.
—¿Te quedarĆ”s con ese infeliz?
Romina no dijo nada, mirĆ³ a Antonio a los ojos.
Antonio graznĆ³ cuando de repente sus huevos fueron aplastados en las manos de su esposa. Sus ojos se humedecieron y comenzĆ³ a sudar.
Las uƱas de Romina se clavaron en la piel del escroto, creando marcas de presiĆ³n.
Antonio tosiĆ³ y cerrĆ³ los ojos. Sus manos consolaron sus pobres testĆculos cuando Romina lo soltĆ³ otra vez. El hombre se hizo un ovillo sobre a cama y gimiĆ³ miserablemente.
Romina saliĆ³ del lecho con un rictus serio. CogiĆ³ su ropa Ćntima ademĆ”s de la bata.
Antonio gimiĆ³.
—¿A dĆ³nde irĆ”s, Romina?
—DormirĆ© en el cuarto de huĆ©spedes —saliĆ³, cerrando la puerta detrĆ”s de ella.
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