En un baƱo de hotel ElĆas tenĆa su magnĆfico cuerpo al descubierto, Ćŗnicamente una tanga de color negro cubrĆa su zona Ćntima. SentĆa el corazĆ³n latir a prisa mientras observaba a la bella Romina que tambiĆ©n estaba en ropa interior.
—Esto me parece una locura, Romina —le confesĆ³—. No lo tenemos que hacer. ¡No sĆ© cĆ³mo se te ocurriĆ³ esto! Ya le he dado vueltas a la cabeza y siempre ha habido una verdad entre tĆŗ y yo. Siempre, siempre fuimos diferente y lo seguiremos siendo. Yo creo que tĆŗ y yo no debemos seguir juntos. A ti te gustan las cosas grandes y lujosas, yo voy por lo sencillo, soy un hombre modesto que se emociona con lo poco que tiene.
—Has silencio —le dijo Romina acariciando con su dedo Ćndice el pectoral del hombre—, no es momento de dudar. Estoy muy segura de esto. Y no es tiempo de echarse para atrĆ”s.
ElĆas tragĆ³ saliva, se dejĆ³ tomar de la mano por Romina y salieron del baƱo para ingresar a la habitaciĆ³n, donde sobre la cama los esperaba Antonio, el esposo de la mujer que tambiĆ©n usaba un ajustado calzoncillo.
¿CĆ³mo llegaron los tres allĆ? Obstinado del engaƱo Antonio estuvo decidido de divorciarse de Romina, su esposa le pidiĆ³ que antes de cometer una decisiĆ³n tan radical le regalara un Ćŗltimo momento en especial con ElĆas junto a Ć©l.
—Un trĆo. Todos juntos —le habĆa dicho la mujer una tarde de martes.
—¡EstĆ”s loca! —replicĆ³ Antonio.
—¿Por quĆ© loca? No sabes si te puede gustar.
—¿Te has vuelto demente?
—¿Demente? ¡Demente tuve que estar aquella vez para aceptar un trĆo con Dora! ¿Recuerdas? Y participĆ© contigo.
Y ahora por primera vez los tres estaban en una habitaciĆ³n de hotel. Tras unos minutos de incĆ³modo silencio, Romina decidiĆ³ dar el primer paso y puso una mano sobre el muslo de Antonio y fue subiendo. Antonio contuvo la respiraciĆ³n hasta que la palma llegĆ³ a su entrepierna. Cuando cruzaron miradas ella le guiĆ±Ć³ un ojo y empezĆ³ a frotarle el paquete.
Tranquilamente, sacĆ³ la polla de Antonio de su calzoncillo y comenzĆ³ a pajearla en silencio. Romina separĆ³ las piernas disimuladamente y fue ElĆas quiĆ©n metiĆ³ su mano debajo de la tanga, y comenzĆ³ a meterle uno de sus dedos. Ella sintiĆ³ mucho placer cĆ³mo lo hacĆa y estaba entrando en un Ć©xtasis incontrolable.
Romina agachĆ³ la cabeza, se quedĆ³ abierta para ElĆas, pero se dedicĆ³ a lamer el capullo de la polla de Antonio. Estaba lubricada de lĆquido preseminal, que se encargĆ³ de recoger con la lengua y tragĆ”rsela.
Mirando a Antonio, ElĆas hizo subir a Romina, puso su lengua en la boca de la mujer y le sujetĆ³ las tetas. Antonio colocĆ³ la mano de Romina sobre su pene y llevaba la suya al coƱo de la pelirroja. MetiĆ³ dos dedos de tirĆ³n y le hizo arrancar un gemido de placer.
ElĆas de pie observĆ³ como Romina se hincaba, como pudo dirigiĆ³ su pene a la boca de la mujer y ella no tardĆ³ en lamerle el miembro. Jugaba con Ć©l dentro de su boca. Lo chupaba y pasaba la lengua entre el prepucio y el glande. Se lo metĆa hasta el fondo lentamente y entregaba unas cuantas cabezadas para que entrase lo mĆ”ximo posible.
Mientras eso ocurrĆa Antonio contemplaba todo, en tiempos sentĆa celos, pero en otro momento tambiĆ©n se excitĆ³ de ver la verga llena de venas entrando y saliendo de la boca de su mujer, la boca se le hizo agua de ver como el sudor de ElĆas bajaba por su fuerte cuerpo y caĆa a las tetas de su mujer. Se inclinĆ³ para dedicarse a lamer el coƱo de la fĆ©mina. Su lengua daba en los puntos exactos,regalando todo el placer que Romina necesitaba. De vez en mordĆa sus labios o le pegaba pequeƱos mordiscos en los muslos mientras hundĆa sus dedos en las nalgas.
ElĆas la agarrĆ³ del cabello y comenzĆ³ a follarle la boca. Romina aguantaba como una feladora profesional. Las babas recorrĆan su barbilla hasta llegar al cuello y al pecho y goteaban desde los cojones.
Antonio comenzĆ³ a penetrarla con sus dedos. Romina estaba al borde del placer y tuvo que sacarse la polla de ElĆas de su boca.
—¡Me corro!
Antonio se adelantĆ³ y no quiso perder tiempo, la acomodĆ³ y la penetrĆ³ de un solo golpe, metiĆ©ndole la polla en el coƱo. La mezcla entre el placer y la pequeƱa punzada de dolor fue lo Ćŗltimo que Romina experimentĆ³ para explotar. ComenzĆ³ a correrse y gemir como una loca.
ElĆas contemplĆ³ la erĆ³tica escena masturbĆ”ndose. Antonio se movĆa lentamente, pero enterrando su verga hasta el fondo. SoltĆ³ un alarido y empezĆ³ a bombear mĆ”s rĆ”pido mientras ElĆas se frotaba el pene girando los ojos al techo.
Antonio empujaba y embestĆa cada vez mĆ”s rĆ”pido y fuerte. SabĆa que le quedaba poco. Sus gemidos fueron aumentando en volumen y sus embestidas en velocidad, y poco tiempo despuĆ©s explotĆ³ dentro de su esposa. Su leche la llenĆ³ completamente, mientras Ć©l se quedĆ³ reposando con la frente sobre el hombro de la pelirroja.
La mujer muy delicadamente hizo apartar a Antonio, su esposo se quedĆ³ a un lado sentado normalizando su respiraciĆ³n. ElĆas se acercĆ³ a Romina y sin esperar un segundo metiĆ³ su polla en el coƱo. La imagen de su polla siendo lubricada por la leche de su rival, excitĆ³ de mĆ”s a Romina, y frotĆ”ndose rĆ”pidamente volviĆ³ a correrse entre quejidos y chillidos de placer.
Mientras ElĆas la follaba, Antonio se levantĆ³ y acercĆ³ su polla a la boca de Romina para que la limpiase y asĆ ella lo hizo.
ElĆas estaba a poco por lo que Romina se moviĆ³ en cĆrculos y a los minutos notĆ³ cĆ³mo otra corriente de semen caliente inundaba su interior. Al igual que su esposo, ElĆas se dejĆ³ caer encima de la mujer hasta que recuperĆ³ el aliento.
DespuĆ©s de unos minutos ElĆas se dejĆ³ caer a un lado donde se quedĆ³ sentado descansando. Romina parecĆa completamente satisfecha y Antonio los miraba a ambos, estaba de pie y lucĆa pensativo sus ojos vagaron al aspecto de descanso de ElĆas, tenĆa los ojos cerrados y estaba sentado en la cama con las piernas abiertas, sus ojos fueron del rostro alargado del tipo, sus grandes pectorales y su entrepierna. Antonio tragĆ³ saliva, apretĆ³ el puƱo y lo estrellĆ³ en la entrepierna del amante de su mujer.
ElĆas gritĆ³.
—Idiota. ¿Por quĆ© diablos hiciste eso? —preguntĆ³ mientras se acurrucaba con las manos en las pelotas.
Antonio sonriĆ³ y se hundiĆ³ de hombros, mientras lo hacĆa, Elias cerrĆ³ su mano y empujĆ³ un golpe a los testĆculos de Antonio.
Antonio se quedĆ³ paralizado con mucho dolor. Se sentĆ³ acunando sus huevos.
—Basta lo dos —dijo Romina—. Esto no puede seguir asĆ.
—De verdad que no puede seguir asĆ —reconociĆ³ Antonio meciĆ©ndose de un lado al otro. TenĆa los ojos cerrados y hacĆa una mueca dolorosa hacia el techo.
—Ćl comenzĆ³ —afirmĆ³ ElĆas con lĆ”grimas en los ojos parciendo el mĆ”s dolido de los huevos.
Romina suspirĆ³, sus ojos vagaron de su esposo a su amante.
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