Bastián Chacón se ubicaba en la biblioteca de la casa de Israel, en ese momento de la tarde estaba concentrado explicando biología molecular a Oriana, la hija de 18 años de edad del dentista, cuando un grito furioso de su padre lo sacó de su concentración:
—¡¿Pero cómo tan tonto Rafael?! ¿Qué tienes en la cabeza? ¿Arena?
Bastián y la rubia muchacha se quedaron mirando.
—¿Por qué discuten? —preguntó el tío abuelo.
—No lo sé —negó la chica peinándose el cabello—, rara vez ellos pelean. Se la llevan muy bien.
—Me consta —susurró el científico, logrando oír el furioso tono de Israel.
El padre de familia alzaba la voz:
—¡Toda una puta vida explicándote sobre los métodos anticonceptivos y me sales con esto! ¡Me decepcionas, Rafa, me decepcionas! ¡Te dije que quería que primero te graduaras sin contratiempos!
Bastián y la joven se dirigieron muecas de sorpresa, uno abriendo mucho los ojos y la otra abriendo la boca y tapando con las manos.
—Esto no me lo puedo perder —atinó Bastián, abandonando su asiento y cogiendo su tablet con el registro familiar, era el momento de ampliar el árbol genealógico para Rafael Chacón.
El científico se dirigió a la sala donde quedó oculto en una pared diseñando el esquema de los descendientes del odontólogo.
—¿No entiendo por qué me reclamas? —decía Rafael. Estaba en el sofá mientras Israel lo observaba de pie con el rostro fruncido, la madre del muchacho también estaba de brazos cruzados—. No tienes moral, papá. Ustedes no tienen moral, nadie en la familia tiene moral. Todos comenzaron a ser padres en su mayoría a los 18. ¿A qué edad mi abuelo Marcos te engendró? ¿Y tú a mí? Debías tener mi edad. ¿Cómo tan hipócrita?
—¡No te permito que nos faltes el respeto, Rafael! —negó Israel—. Eran otros tiempos. ¡Siempre quise para ti que estudiaras!
—¡Es que voy a seguir estudiando, padre!
—¡No quería que estudiaras con un bebé entre tus brazos! ¡Eres un tonto, Rafael! ¿Por qué no te pusiste condón?
—Padre es culpa de nuestras bolas. Tú lo debes entender, la emoción y excitación del momento no me dejó pensar.
—¡Eso me faltaba escuchar! —resopló la madre acompañando la reacción de enojo de Israel sobre la «hombría Chacón».
—Deben estar contentos de que van a hacer abuelos —alegó Rafael.
—¡Pues no! ¿Cómo tan tonto?
Rafael se echó a reír y se levantó dando una palmada a la espalda de su padre.
—Cuando nazca el pequeño Israel, porque así se va a llamar en tu honor, bueno, su nombre será Marcos Israel. Ya te veré cargándolo con orgullo entre tus brazos.
Israel rechazó la palma de su hijo y ocupó un asiento.
Rafael se quedó mirando a sus padres y se echó a reír.
—Deberían ver sus caras, ja, ja, ja —extrajo su smartphone y tomó rápidamente una fotografía. Israel reaccionó con un insulto y el joven tuvo que detenerlo antes de que empeorara su mal humor—. ¡Es una broma, padre!
—¿Qué? —dijo Raquel.
—Lo que oyen —Rafael se echó a reír—. No embaracé a Sarahí. Es una broma, lo juro, solo quería ver sus reacción.
—¿Estás hablando en serio, Rafael? —inquirió su padre con cara de confusión.
—Sí, se los juro. Todavía no van a hacer abuelos. Era una pequeña broma para romper el hielo.
Raquel bajó los hombros liberando tensión e Israel se frotó entre las cejas.
—¿Era una broma, Rafael?
—Sí, viejo. Una broma. Todavía no serás abuelo.
Enseguida rodeó entre sus brazos a Israel, que igualmente furioso, resultó arisco.
—¡No quiero que me abraces! Eres un tonto, Rafael.
—Ja, ja, ja. ¡Pero, pá!
Israel salió del asiento y dio una pequeña palmada en la entrepierna de su hijo.
—¡Ay! —Rafael dio un salto y se echó a reír. El contacto no fue lo suficiente fuerte para provocarle un daño terrible.
—Que mal momento, Rafael, de veras —negó su madre también levantándose del asiento para salir de la sala.
Rafael se echó a reír, ahora parecía que la confesión de broma los enfureció más que la propia mentira en sí.
—¿De veras no embarazaste a tu novia? —quiso saber Bastián saliendo de su escondite.
—¿Qué haces tú ahí, chismoso? Es verdad. No la embaracé.
—¡Que mal momento, Rafael, que mal momento! —el tio abuelo ocupó asiento a lado del muchacho—. Hasta había preparado el esquema con tu descendencia.
Rafael se echó a reír.
—Perdiste tu tiempo por chismoso.
—Mmmm. Hiciste que me emocionara, pensando que serías padre.
Rafael frunció la boca con desaprobación.
—En todo caso. Hemos llegado hasta a ti con el árbol genealógico. Tantas generaciones, je, je, je. Es tu turno.
—¿Mi turno de qué?
—De relatar una experiencia quiebra bolas.
—Ah —Rafael se llevó la mano a la entrepierna acariciando su gloriosa hombría. Bastián se quedó mirando como amasaba los huevos en su pantalón y levantó la vista—. Tengo una pequeña anécdota.
—¿Sí? Escucho.
—Sarahí es mi novia…
—Sí…
—Pero, hay otra chica que me gusta. Bárbara… ¡Uf! ¡Me vuelve loco! Es una flaca hermosa, alta, su cabello es castaño, largo.
Rafael cerró los ojos rememorando a la hermosa muchacha y Bastián sonrió de simpatía.
—Sin embargo, Sarahí, sospecha que Bárbara me gusta demasiado.
—¡Carajo! ¿Y?
Rafael sonrió y sus mejillas se volvieron de un tono rosa.
Ocurrió la semana pasada cuando Rafael había acudido a una habitación de hotel junto a su novia Sarahí. Horas antes estuvieron en una fiesta de la universidad, dónde una celosa Sarahí vio bailar a su novio con la intrépida flaca. Sarahí puso su antebrazo en el pecho de Rafael, pero su otra mano se había envuelto alrededor de las bolas del varón, apretando con fuerza.
Rafael dejó escapar un suave gemido.
—No me mientas —dijo Sarahí—. Yo sé como se te para cuando estás con Bárbara. Te vi la verga cuando bailaste con esa desnutrida. Toda tu verga te levantaba el pantalón.
—¡¿Qué?! —los ojos de Rafael se agrandaron—. ¿Estás loca? ¿Como se me pudo parar el pene bailando con la flaca? —su voz subió una octava cuando Sarahí retorció sus testículos—. ¡AAAAAaaaay!
Sarahí se rió entre dientes. —Espero que tengas hambre —dijo antes de quitarse la tanga y liberar su depilada concha.
A Rafael se le hizo agua la boca al ver el gran y jugoso premio. Pero en lugar de otorgarle su merecido cuerpo, la muchacha golpeó las bolas del joven con el puño.
Rafael dejó escapar un grito desesperado que hizo que Sarahí se riera de placer y golpeara las bolas cada vez con más fuerza.
La polla de Rafael estaba dura como una roca y Sarahí se aseguró de azotarla también, distribuyendo sus golpes y puñetazos lo más uniformemente posible entre la polla carnosa y el saco de huevos.
—Tú eres mi novia —se las arregló para decir el rubio con mucho dolor en el rostro—. Solo a ti te quiero. Mira como me pones, tú solo tú —su pene estaba duro como el acero y goteaba líquido preseminal.
Sarahí hizo una mueca de duda. —Eres un mentiroso, todavía recuerdo como le coqueteabas.
La joven mantuvo un firme agarre sobre las grandes pelotas del muchacho, mientras que su pene se retorcía y goteaba mucho líquido preseminal.
Rafael dejó escapar un chillido agudo cuando la mano de Sarahí amasó sus bolas como pelotas antiestrés.
—Júrame que me amas como a ninguna —solicitó Sarahí viendo la polla de Rafael contraerse violentamente.
—Lo… lo… lo ju —intentaba jurar Rafael con el pene tieso como el hierro.
Después de un tiempo, Sarahí decidió darle un respiro a las bolas de Rafael y comenzó a acariciarle el pene.
El jove gimió.
Justo cuando Sarahí pensó que Rafael estaba a punto de correrse, dejó de masturbarlo y golpeó sus bolas, abortando su orgasmo y reemplazando la sensación de placer con una clara sensación de dolor.
Y así lo hizo varias veces, sacudiendo la polla, deteniéndose justo antes de que estallara de placer, luego golpeando sus testículos tan fuerte como podía. Sacudiendo, deteniendo, golpeando. Sacudiendo, deteniendo, golpeando Sacudiendo, deteniendo, golpeando. Sacudiendo, deteniendo, golpeando. Sacudiendo, deteniendo, golpeando.
Después de una docena de interacciones, las bolas de Rafael estaban rojas y magulladas, y su pene estaba a punto de explotar. Su fuerte cuerpo estaba congelado por el dolor mientras gemía.
—¿Quieres correrte? ¡Apuesto a que quieres correrte! Correrte sobre mí. ¡Esa flacuchenta es nada si la comparas conmigo!
La cara de Rafael estaba roja y sudorosa. Jadeaba y sus ojos estaban vidriosos.
Sarahí se interpuso entre los muslos de Rafael y lo golpeó un par de veces, haciéndolo aullar de dolor.
Su rostro se arrugaba completamente en medio del dolor: gruñía, gemía y jadeaba mientras Sarahí destrozaba sus huevos.
Y, sin embargo, su polla estaba dura como una roca, sus bolas maltratadas llenas hasta el borde de semen y listas para disparar su precioso contenido en cuestión de segundos.
Sarahí lo miró con una alegre sonrisa en el rostro. Estaba acariciando sus tetas mientras abusaba del cuerpo de su novio.
Acercó sus labios a la oreja y le ordenó:
—Báñame en leche, mi amor.
Pero en lugar de liberar los genitales de Rafael y masturbarlo hasta el orgasmo, o darle una mamada, la chica abusó de los grandes testículos aplastándolos.
Los ojos de Rafael temblaron cuando sus genitales fueron aplastados bajo la palma de Sarahí. No pudo soportar por más tiempo y estalló con una gigantesca carga de semen. Fue un orgasmo alucinante. Sintió como si su polla explotara y sus huevos se licuaran, el contenido de leche expulsada por su polla asimilaba mucho a la de un gran volcán.
Cuando terminó su orgasmo, parecía que Rafael estaba a punto de desmayarse. Lucía pálido, su rostro estaba sudoroso y cubierto de semen, su pene dormido, sus bolas hinchadas, maltratadas y vacías
—Wow —Sarahí se rió entre dientes, haciendo movimientos circulares sobre un pegote de semen en su cadera—. Seguramente me dejaste embarazada con todo este charco sin siquiera meterme la verga, ja, ja, ja—se llevó el dedo con esperma a los labios, probándolo. Le guiñó un ojo a su novio.
Rafael no pudo evitar reírse, pese al dolor de huevos que sentía.
Semanas después y en la actualidad Rafael conversaba con su tío abuelo Bastián Chacón.
—Esa noche hicimos el amor como cuatro veces.
—Me siento orgulloso, muchacho. ¡Todo un Chacón! ¿Usaste condón?
—Carajo. ¡Que sí!
—Papi no quiere ser abuelo —se burló Bastian—. ¿Y que hay de esa Bárbara?
Rafael suspiró.
—No sé, esa flaca me vuelve loco. Es hermosa.
—Deberías invitarla a salir —el alcahuete científico le guiñó un ojo.
Rafael sonrió.
—Tengo un amigo, Henrique Gasparini es su nombre, quiere que hagamos un viaje en pocas semanas, será de miércoles a domingo. Su padre tiene un yate y ha invitado a muchos amigos de la universidad. No tengo dudas de que ahí veré a Bárbara.
—¡Te deseo todo el éxito del mundo!
Rafael y Bastián sonrieron se estrecharon las manos.
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