CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE
—Wow, no he hecho ejercicios desde hace mucho tiempo —,suspirĆ³ ruidosamente DomĆ©nico extendiendo los brazos y mirando con curiosidad a sus otros dos amigos—. ¿Y ustedes?
—Casi siempre —dijo Braulio encogiĆ©ndose de hombros—. Pero he dejado de hacerlo con regularidad.
Guido |
—Ustedes son tan dĆ©biles —se riĆ³ Guido. Siendo el Ćŗnico de los tres que vestĆa ropa deportiva—. ¡Dejen la pereza! Necesitan entrenar, no pierdan la masa mĆŗscular. Mis mĆŗsculos son fuerte como el acero.
—¿Fuerte como el acero? De veras quisiera conocer tu nivel de resistencia —respondiĆ³ Braulio ChacĆ³n, mientras que DomĆ©nico, que estaba de pie en medio de ellos, se reĆa.
Los tres hombres estaban en un solitario gimnasio; era cĆ³modo y amplio, lleno de luz donde habĆa todo tipo de equipos. Con dos bicicletas y dos bancos para hacer los varios tipos de peso y las respectivas mancuernas y bandas de fitness que reposaban en el suelo, mientras que en la pared varias barras estaban instaladas. HabĆa tambiĆ©n un saco de boxeo colgando del techo, y en una esquina estaba una colecciĆ³n de pelotas de diferentes tamaƱos.
Guido se quedĆ³ en silencio analizando la contextura fĆsica de sus dos amigos: Braulio estaba envuelto en una camiseta que mostraba claramente su fuerte pecho. DomĆ©nico, estaba vestido con un suĆ©ter gris para cubrirse del frĆo y la llovizna que reinaba en los Ćŗltimos dĆas sobre la ciudad y del catarro que se habĆa contagiado.
Domenico |
—Entonces, ¿quĆ©? ¿Empezamos? —preguntĆ³ DomĆ©nico.
Se miraron el uno al otro, entonces Braulio respondiĆ³ simplemente:
—Ustedes deciden quĆ© hacer. Yo sĆ³lo soy el anfitriĆ³n.
—EstĆ” bien. Venga, muĆ©strenme lo que tienen —invitĆ³ Guido alegremente. Estaba de buen humor, sintiĆ©ndose recargado para una tanda de ejercicios y a su vez humillar a sus amigos—. Vamos a competir unos contra otros
—Buena idea —DomĆ©nico estuvo de acuerdo—, empezamos pero con cualquier ejercicio que no sĆ³lo sea de piernas ya que recuerdo que es lo que mejor se te daba hace tiempo.
—Ja, ja, ja. Estoy seguro que nadie se enfrentarĆ” a mĆ cuando se trata de la pura fuerza de mis brazos —afirmĆ³ Braulio que con orgullo destacĆ³ el volumen en sus mĆŗsculos.
—DesafĆo aceptado —dijo Guido.
—SĆŗper —dijo DomĆ©nico—. Sepan que estoy haciendo carreras de resistencia, y estoy seguro que nadie mĆ”s soporta lo fĆsico como yo.
—¡Mentiroso! HabĆas dicho que tenĆas muchas semanas sin ejercitarte —dijo Guido con aspereza, logrando que DomĆ©nico se sonrojara.
—EstĆ” bien... Poco tiempo sin correr pero estoy seguro que soy capaz de resistir todavĆa.
—¿QuĆ© apostamos? —interrumpiĆ³ Baulio mirando expectante—. ¿CuĆ”l es la pena para el perdedor?
DomĆ©nico y Guido parecĆan perplejos, entonces DomĆ©nico sonriĆ³ con malicia mirando su pantalĆ³n.
—Debe ser doloroso, ¿no es asĆ? —preguntĆ³.
—DeberĆa serlo un poco —asintiĆ³ Guido moviendo inquieto el pie.
—¿Que tal un golpe bien merecido en los huevos?
—¡Una patada que te los suba a la garganta y te saque la leche por la boca! —se riĆ³ complacido Braulio.
—¡AsĆ es! —complementĆ³ DomĆ©nico riendo.
Los dos se volvieron hacia Guido, que se habĆa puesto nervioso. TodavĆa se sentĆa con estado de Ć”nimo para un entrenamiento, humillar a sus amigos con su poder de gym pero no estaba seguro de poner sus partes masculinas como objetivo de ataque. RecordĆ³ como memoria fotogrĆ”fica las pocas veces que recibiĆ³ un golpe en los testĆculos y lo doloroso que era.
—En realidad no sĆ© si sea tan divertido... —se atreviĆ³ a decir.
—Vamos, serĆ” divertido —insistido Braulio, mientras que DomĆ©nico asintiĆ³ vigorosamente—. No seas aguafiestas, hombre.
—¿O es que tienes miedo de perder una bola? —se riĆ³ DomĆ©nico—. ¿Tus pelotas no te permitirĆ”n soportar el dolor en tu cuerpo? Ja, ja, ja.
—No importa que tan fuertes sean sus huevos —comentĆ³ Braulio—. Ćl sabe que no va a poder soportarlo. Sus palabras se las lleva el viento cuando habla de fuerza y resistencia.
—¡Hey, eso no es cierto! —dijo Guido indignado. Estaba seguro de tener un potente carĆ”cter deportivo, fuerte, y resistente. Iba a demostrarles de quĆ© estaba hecho—. Bueno, acepto el reto.
DomƩnico y Braulio sonrieron el uno al otro.
—Muy bien, el perdedor en cada ronda recibirĆ” un golpe en los huevos —asintiĆ³ Braulio—. ¿Por dĆ³nde comenzamos?
—¡Bicicleta! —dijo Guido rĆ”pidamente, pero DomĆ©nico negĆ³ con la cabeza.
—Es una desventaja, porque tĆŗ eres demasiado bueno en eso, tienes las piernas capacitadas en resistencia. Vamos con lo tradicional, iniciamos con abdominales —sugiriĆ³—. A todo lo que se puede y quien haga la menor cantidad de series, recibe de los dos ganadores una fuerte patada en la entrepierna.
—¡EstĆ” bien, suena muy bien! —asintiĆ³ Braulio y estirĆ³ los brazos—. ¿El ganador de los dos tambiĆ©n obtiene algo? ¿O solo usaremos el perdedor?
—Hmm —DomĆ©nico se quedĆ³ pensando poniendo la mente a mil con ideas—. El primer ganador puede golpear al perdedor dos veces. Un total de tres patadas entre nosotros. Y podrĆ” elegir el siguiente ejercicio.
—¿No te parece que tres patadas ya estĆ” rudo por ronda? —preguntĆ³ Guido con ansiedad mientras pasaba la mano cuidadosamente sobre su entrepierna.
—¿EstĆ”s asustado, gallina? —se burlĆ³ DomĆ©nico—. Vamos, no tengas miedo, bebĆ©. Iremos con cuidado con tus cananillos, no te preocupes.
—SĆ³lo pienso en ustedes, muchachos. No quiero dejarlos sin hijos, porque sĆ© que siempre voy a ganar —se defendiĆ³ Guido rĆ”pidamente. Estaba preocupado por sus huevos, pero querĆa sonar tranquilo y confiado.
—Iremos con seguridad, cariƱo, todo va a estar a pedir de boca.
Al sellar el trato los tres se echaron al frĆo suelo. Guido dirigiĆ³ mĆ”s de una mirada a sus compaƱeros, el cielo seguĆa lĆŗgubre por la ventana estaba lloviendo. TragĆ³ saliva y comenzĆ³ a ejercitarse.
Cada uno se tumbĆ³ sobre su espalda con los brazos detrĆ”s de la cabeza.
—¿No crees que el sueter tan grueso te jugarĆ” en contra? —Braulio se dirigiĆ³ a DomĆ©nico.
—No, te preocupes. Si fastidia demasiado, me quito la ropa.
—¿EstĆ”s seguro que a tu novia no le importa si te pegamos en los cojones? —Guido interrogĆ³ a Braulio. Ćl y DomĆ©nico eran solteros, pero la novia de Braulio, con quien vivĆa, estaba de viaje por negocios.
—No... A ella no le importarĆa que nosotros tengamos un poco de diversiĆ³n, siempre y cuando no tenga sexo con otra mujer. Y si lo tuviese, ella no tiene por quĆ© enterarse. Todo quedarĆa entre nosotros.
—Sin duda —prometiĆ³ DomĆ©nico.
Todos continuaron haciendo su fase de ejercicio. El que se detuviese perdĆa automĆ”ticamente.
Guido empezĆ³ a sentir tensiĆ³n en el estĆ³mago. PodĆa hacer a la perfecciĆ³n los primeros abdominales pero estaba consciente que era un ejercicio que no habĆa hecho en mucho tiempo.
—Cinco... seis ...
Perdido en sus pensamientos Guido ponĆa la vista al techo. SĆ³lo pensando que iba a ganar la ronda.
La presiĆ³n en el estĆ³mago iba aumentando, a medida que se ejecutaba la exhaustante rutina.
—Veintiuno, veintidĆ³s...—era pesado continuar—, veintisĆ©is...
Braulio jadeaba en voz alta con cada par de abdominales; sentĆa que su estĆ³mago quemaba cada calorĆa y se obligaba a que sus pies quedaran pegados al suelo.
—Cuarenta y seis...
El ritmo se volviĆ³ lento, y Guido presenciĆ³ el esfuerzo en el rostro de sus compaƱeros.
—Cincuenta. Buen trabajo, muchachos —alabĆ³ Braulio—. Ahora rindanse, carajo.
—Hazlo tĆŗ —dijo Guido con valentĆa aunque el dolor en su estĆ³mago era mĆ”s grande, sabiendo que no serĆa capaz de continuar por mĆ”s tiempo.
—Sesenta...
Y asĆ continuĆ³ la rutina, comenzaban por la 80 repeticiĆ³n cuando DomĆ©nico respiraba con dificultad, e incluso se forzaba con el ejercicio.
Como algo profĆ©tico el hombre se hundiĆ³ en el suelo respirando agitadado.
—¡Parece que tenemos nuestro primer perdedor! —se riĆ³ Guido. EsperĆ³ unos segundos hasta que la presiĆ³n disminuyĆ³ en su estĆ³mago.
—MaldiciĆ³n.
El ganador total de la ronda fue Braulio que lanzĆ³ un fuerte respiro, y se colocĆ³ inmediatamente de pie. Ćl y Guido se miraron y sonrieron, mientras que DomĆ©nico se mostraba jadeante en el suelo.
—¡Sabes lo que significa una derrota! Abre las piernas, muchacho!
—Dame un segundo, —suspirĆ³ DomĆ©nico—. Es culpa de este maldito suĆ©ter. Me siento ahogado.
—SĆ, sĆ. Nada mĆ”s que excusas.
Sin otra palabra, DomĆ©nico agarrĆ³ su suĆ©ter y se lo pasĆ³ por la cabeza. RevelĆ³ su torso elegante y bien proporcionado con hermosos mĆŗsculos.
Guido suspirĆ³ y dejĆ³ que sus ojos se perdieran abiertamente sobre Ć©l; DomĆ©nico simplemente se quedĆ³ con el pantalĆ³n deportivo que le dijeron que vistiera.
—Hoy tendremos unos ricos huevos estrellados —dijo Braulio, se acercĆ³ a su amigo y tomĆ”ndolo del hombro empujĆ³ la rodilla y disfrutĆ³ como Ć©sta se hundiĆ³ en el montĆculo suave entre sus piernas.
DomĆ©nico hizo una mueca y se tambaleĆ³ hacia atrĆ”s.
—Muy bien —sonriĆ³ Braulio.
Con el turno de Guido, Ć©ste puso sus manos sobre el hombro desnudo de DomĆ©nico y colocĆ³ la rodilla contra su ingle con fuerza. Esta vez, DomĆ©nico dejĆ³ escapar un grito de sorpresa y arqueĆ³ el torso.
—¡Justo en el blanco! —comentĆ³ Guido, y Braulio sonriĆ³ de oreja a oreja.
Dominado por la emociĆ³n Baulio arqueĆ³ la pierna hacia atrĆ”s e interpuso una patada en las bolas de DomĆ©nico haciendo que saltara y que despuĆ©s uniera sus rodillas con expresiĆ³n convulsa en el rostro.
—¡Argh! —suspirĆ³, y luego se cayĆ³ de culo.
Baulio y Guido se burlaron y se dieron una chocada de manos.
DomĆ©nico se retorciĆ³ durante unos segundos hasta que se enderezĆ³ jadeando. Braulio le llenĆ³ un vaso de agua y bebiĆ³ con avidez.
—Bien, estoy listo —asintiĆ³ DomĆ©nico—. Ahora quiero tomar venganza. En especial contra ti, Braulio.
—¡Buena suerte! —se riĆ³ el aludido.
—Ahora tengo que elegir el ejercicio, ¿verdad? Hmm —Braulio mirĆ³ alrededor de la habitaciĆ³n.
—¿QuĆ© tal barras? —propuso DomĆ©nico.
—Eh ...—Braulio ChacĆ³n y Guido se miraron y luego sus ojos se posaron en los brazos musculosos de DomĆ©nico.
—Es mi decisiĆ³n —insistiĆ³ Braulio.
A Guido no le gustaba que hicieran ejercicios en la que no era bueno, querĆa probar sus piernas que le daban mayor potencia. Pero estaba casi seguro de que alguna vez Ć©l o Braulio perderĆan.
—Bueno que sean barras —los tres se dirigieron a la plataforma.
—En sus marcas —preparĆ³ Braulio—. Listos, fuera.
Sus brazos se quejaron cuando Guido subiĆ³ todo su peso corporal. Otro ejercicio que no habĆa realizado mucho.
Los mĆŗsculos de sus brazos estaban ardiendo y tambiĆ©n los del estĆ³mago, todavĆa aturdidos por los abdominales.
—Cuatro, cinco...
El dolor no lo podĆa dominar, Guido tenĆa que concentrarse. Pero cuando mirĆ³ a su derecha, vio que el que peor lo estaba haciendo era DomĆ©nico, situado en medio de ellos. Vio su brazo desnudo y como los mĆŗsculos abdominales se tensaban en cada serie.
—Seis... ¡vamos, gente! Siete...
Para el octavo DomĆ©nico fue incapaz de seguir y cayĆ³ hacia atrĆ”s en direcciĆ³n al suelo, pero se apoyĆ³ contra la pared, respirando con dificultad. Guido y Braulio intercambiaron miradas de incredulidad. El ganador total resultĆ³ Guido.
—Lo siento, muchachos —murmurĆ³ DomĆ©nico.
—No tienes que disculparte. Ya que nos darĆ”s el mismo gran placer... ¿CuĆ”l es tu excusa esta vez? ¿Ahora tienes mucho frĆo?
DomĆ©nico sacudiĆ³ la cabeza.
—Creo que estoy cansado y ya mis brazos no daban para mĆ”s.
—Con mucho gusto sigo la parte del trato —Braulio dio un paso adelante, tomĆ³ impulso y dejĆ³ que su pie se incrustara hacia el bulto en el pantalĆ³n de su amigo. DomĆ©nico aullĆ³ de dolor y sin darle tiempo para descansar, Braulio apretĆ³ su puƱo y tambiĆ©n lo chocĆ³ contra sus gĆ³nadas.
—Muy bien —se riĆ³ Guido, mientras que DomĆ©nico con una mueca graciosa se apoyĆ³ contra la pared. Se acercĆ³ a Ć©l y se puso a su frente.
DomƩnico lo miraba con los dientes apretados.
—Abre las piernas, mi amigo.
Guido se quitĆ³ un zapato y atacĆ³ con una patada al desdichado perdedor de la ronda, sintiendo en los dedos de los pies las pequeƱas bolas y como se introducĆan en su cuerpo.
—Aaaah —DomĆ©nico cayĆ³ de rodillas respirando profundamente con una mano en los huevos.
—Eso duele —suspirĆ³ Braulio ChacĆ³n frotĆ”ndose la entrepierna.
—Vamos, no seas chillĆ³n que no fue tan duro.
—No es cierto. ¡Me duele!
—¡SĆ© hombre y ponte de pie!
DomĆ©nico asintiĆ³ y tragĆ³ saliva, pudo levantarse y decir:
—Ahora quiero tomar venganza aĆŗn mĆ”s.
—Buena suerte.
Braulio le dio otro vaso de agua.
—¿EstĆ”s preparado para lo que se viene, jefe? —preguntĆ³ Guido.
—Estoy listo... Continuemos con... Levantamiento de pesas.
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