Las penalizaciones - Las Bolas de Pablo

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19 jul 2019

Las penalizaciones

CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Farid y Bastian discutĆ­an el asunto de mudarse de sede abandonando la finca de los ChacĆ³n cuando Pablo ingresĆ³ a la sala. Estaba vestido con pantalĆ³n azul ajustados, donde su amplio paquete sobresalĆ­a de su entrepierna, una camiseta igualmente ajustada que mostraba su pecho y una chaqueta deportiva. La expresiĆ³n de su cara era terrible y Bastian determinĆ³ que se debĆ­a al severo ataque que tuvo dos dĆ­as atrĆ”s. Lo observĆ³ mientras se quitaba la chaqueta y se sentaba en el sofĆ”. Se frotĆ³ la cara con las manos y suspirĆ³.

   —Mi esposo se enterĆ³ de esto —dijo.

   —Ah —murmurĆ³ Bastian.

   —EstĆ” furioso... —se echĆ³ hacia atrĆ”s y extendiĆ³ las piernas, sus grandes bolas rellenaron el contorno del pantalĆ³n.

   Los hermanos MoisĆ©s y Walter, entraron a la sala portando agradables sonrisas, al parecer el juego no afectĆ³ a MoisĆ©s tan devastadoramente como a Pablo. Por otro lado, MoisĆ©s no se habĆ­a desmayado como lo habĆ­a hecho ChacĆ³n.
Moises

   Unos segundos despuĆ©s, los otros hombres entraron en la habitaciĆ³n. RomĆ”n llevaba puesta su habitual ropa de campo con su sombrero que le resaltaba la masculinidad. Mientras Horacio estaba vestido de forma mĆ”s informal. LenĆ­n llevaba pantalĆ³n holgado y camisa oscura de manga larga y seƱalĆ³ a Pablo con desconcierto en su rostro.

   —¿QuĆ© te ha mordido? —preguntĆ³—, ¿todavĆ­a sufriendo porque destrozamos las bolas?

   Los otros se rieron.

   Pablo le lanzĆ³ una mirada enojada.

   —Oh, vamos —LenĆ­n se burlĆ³ de Ć©l—. ¿O te preocupas por tu esposo?

   —LenĆ­n... —quiso Bastian detenerlo, pero no lo escuchĆ³. LenĆ­n se acercĆ³ a Pablo en el sofĆ”.

   —Si yo fuera tĆŗ le preguntarĆ­a a mi consciencia porquĆ© tuvo esa fuerte erecciĆ³n ante dos grandes hombres Ć”giles y viriles. ¡Eso deberĆ­a preocuparte!

   Walter y Horacio se echaron a reĆ­r.

   Bastian mirĆ³ a Pablo que se estaba enfadando seriamente quizo detener la perturbaciĆ³n de LenĆ­n, pero Ć©ste se plantĆ³ justo al lado de Pablo, ajeno a su mirada, y continuaba:

   —De yo ser tĆŗ le dirĆ­a a mi esposo que ya no me gus...

   Fue callado por un poderoso puƱetazo a sus bolas. Pablo lo hizo con toda la fuerza posible para que sufriera. Sus nudillos se hundieron profundamente en la entrepierna de LenĆ­n con un ruido sordo, moliendo la cremallera metĆ”lica del jeans en sus velludas toronjas.

   Los ojos de LenĆ­n se contrajeron, formĆ³ una "o" con la boca, y un sonido de chillido apenas audible escapĆ³ de su garganta. Sus brazos estaban extendidos a ambos lados de su cuerpo y sus labios temblaban.

   Walter y Horacio se rieron aĆŗn mĆ”s fuerte y aplaudieron.

   —AsĆ­ es, Pablo, ¡muestra a ese bastardo lo que eres! —aplaudiĆ³ Horacio.

   LenĆ­n estaba congelado junto a Pablo, cuyo estado de Ć”nimo parecĆ­a haberse aligerado considerablemente. Le sonriĆ³ a LenĆ­n, cuyo ojo derecho temblaba. SoltĆ³ un gemido gutural y parpadeĆ³. Muy lentamente, sus manos encontraron el doloroso bulto entre sus piernas, y sus dedos apretaron cautelosamente su hombrĆ­a traumatizada.

   Los otros hombres lo miraron con expresiĆ³n desconcertada. RomĆ”n ajustĆ³ discretamente su entrepierna.

   Pablo sonriĆ³, muy satisfecho.

   LenĆ­n gimiĆ³ de nuevo, se doblĆ³ lentamente.

   Pablo asintiĆ³ y sonriĆ³ dando unas palmaditas en la espalda de LenĆ­n, aparentemente rompiendo su efecto paralizante y haciendo que se arrodillara. Se acurrucĆ³ y gimiĆ³ suavemente.

   —Estoy listo. Podemos ir por las penalizaciones —anunciĆ³ Pablo.

   LenĆ­n gimiĆ³ mĆ”s fuerte.

   Bastian observĆ³ a LenĆ­n.

   —No sĆ© si estĆ” de humor para las penalizaciones en este momento. Tal vez deberĆ­amos tomar un descanso primero y dejar que recupere el aliento.

   LenĆ­n asintiĆ³ en silencio, todavĆ­a acariciando sus bolas maltratadas.

   —Lo siento —objetĆ³ Pablo—. Tengo un poco de prisa. Vamos a acabar con esto.

   LenĆ­n se impacientĆ³ y mirĆ³ Bastian en busca de ayuda.

   Ć‰ste se encogiĆ³ de hombros. —Bueno, vamos a empezar entonces.

   LenĆ­n gimiĆ³ ruidosamente y se levantĆ³. AbriĆ³ su bragueta y agarrĆ³ sus doloridas bolas.

   —Tienes dos tiros de penal, Pablo —le explicĆ³.

   Farid, que habĆ­a visto toda la escena con diversiĆ³n, se puso a hacer anotaciones.

   LenĆ­n comenzĆ³ a objetar, pero Pablo lo interrumpiĆ³: —TĆŗ torturaste mis huevos desnudos, ahora tambiĆ©n puedo poner tus manos en tus pelotas sin ropa.

   —SĆ­, desnĆŗdate —repitiĆ³ RomĆ”n.

   LenĆ­n lo mirĆ³. —Pero... RomĆ”n, ¡estamos en el mismo equipo!

   RomĆ”n se echĆ³ a reĆ­r. —EstĆ”bamos en el mismo equipo, pero creo que estĆ”s solo, ahora yo me siento mĆ”s ChacĆ³n que nunca y apoyo a mi familia.
Lenin

   Pablo sonriĆ³ a LenĆ­n, que se quitĆ³ los zapatos, el jeans y la camiseta, revelando su cuerpo fuerte. DudĆ³, luego suspirĆ³ y dejĆ³ caer su boxer. RomĆ”n mirĆ³ de reojo a la bonita polla de LenĆ­n y a sus pelotas largas y ligeramente enrojecidas.

   MoisĆ©s y Walter estaban riĆ©ndose.

   Horacio sonriĆ³.

   Los otros se rieron, incluso LenĆ­n tuvo que sonreĆ­r. AcariciĆ³ sus bolas ligeramente hinchadas y mirĆ³ expectante a Pablo.

   Pablo tenĆ­a una sonrisa sĆ”dica y parecĆ­a considerar sus opciones. Le dijo a LenĆ­n que se parara con las piernas separadas y lo rodeĆ³ unas cuantas veces, mirĆ”ndolo de la cabeza a los pies. En el momento menos esperado con un movimiento repentino lo agarrĆ³ de los testĆ­culos y los aplastĆ³.

   LenĆ­n gritĆ³. Pablo ni siquiera lo mirĆ³. ObservĆ³ en otra direcciĆ³n y comenzĆ³ una conversaciĆ³n informal con MoisĆ©s y Walter, mientras apretaba y crujĆ­a los testĆ­culos de LenĆ­n. —Deben saber... —apenas sonaba audible debido a los gritos salvajes del velludo bromista. —No quiero que piensen que tengo algo personal contra LenĆ­n —los gritos de LenĆ­n se hicieron aĆŗn mĆ”s fuertes. —... si alguno de ustedes me hubiera cometido una falta... —retorciĆ³ las manos, torciendo las bolas de LenĆ­n —... Le harĆ­a lo mismo.

   Pablo lesionĆ³ las bolas de LenĆ­n, aƱadiendo presiĆ³n a su agarre y catapultando a LenĆ­n a nuevas esferas de agonĆ­a. —TambiĆ©n debo acotar que LenĆ­n no fue particularmente discreto cuando hablĆ³ de mi esposo... —LenĆ­n lloraba de dolor y Pablo tirĆ³ con mĆ”s fuerza. —Y siento la necesidad desesperada de aliviar el estrĆ©s... —dio otro fuerte apretĆ³n en combinaciĆ³n con un fuerte tirĆ³n, haciendo que LenĆ­n soltara un lamentable aullido.

   Todos los demĆ”s miraron con asombro a Pablo mientras apretaba y trituraba las gĆ³nadas de LenĆ­n. ParecĆ­a como si quisiera arrancarle las bolas. Finalmente, clavĆ³ sus uƱas en el escroto y lo soltĆ³.

   LenĆ­n gritĆ³ y cayĆ³ al suelo, asumiendo nuevamente la posiciĆ³n fetal.

   Los otros lo miraron con simpatĆ­a mientras se retorcĆ­a en el suelo, sus manos acunaban sus albĆ³ndigas casi licuadas.

   Horacio, como siempre, fue el primero en animar: —Wow, eso fue... ¡Wow!

   MoisĆ©s se echĆ³ a reĆ­r. ReconociĆ³: —Buen trabajo. Dudo que se burle de ti nunca mĆ”s...
Roman

   RomĆ”n ajustĆ³ el bulto visible en su pantalĆ³n. Probablemente no llevaba ropa interior. Se quitĆ³ el sombrero —Gracias a Dios, no te he fastidiado, primo —y se riĆ³.

   LenĆ­n todavĆ­a estaba en el suelo, gimiendo. —¡Vamos, levĆ”ntate, me queda un tiro de penalizaciĆ³n! —Pablo pateĆ³ ligeramente la cadera de LenĆ­n, provocando otro fuerte gemido.

   —Oh, por favor —declarĆ³ LenĆ­n—, ¡mis huevos! Siento que han sido rotos.

   Pablo negĆ³ con la cabeza. —LevĆ”ntate.

   LenĆ­n suspirĆ³ profundamente, se levantĆ³ y se preparĆ³ para el impacto. Pablo caminĆ³ detrĆ”s de Ć©l. Y gritĆ³. —PapitarĆ”n, dolerĆ”n, y tus bolas seguramente... —hizo una pausa y sonriĆ³ cuando LenĆ­n hizo una mueca. Se tomĆ³ su tiempo y se arrodillĆ³ para limpiar su zapato derecho. Luego, con fuerza aplastante, colocĆ³ el pie desde atrĆ”s en las bolas colgantes de LenĆ­n. —¡SE ROMPERƁN! —sonriĆ³ suavemente, mientras LenĆ­n se hundĆ­a en el suelo, gimiendo en agonĆ­a.

   Horacio y Walter se rieron a carcajadas, mientras MoisĆ©s soltaba una risita y RomĆ”n agarraba su entrepierna de nuevo y frotaba sus bolas.

   Pablo sonriĆ³ e hizo una reverencia, con Horacio y Walter aplaudiendo con entusiasmo y MoisĆ©s tambiĆ©n.

   LenĆ­n gemĆ­a.

   Pablo se agachĆ³ y le dio una palmada en la espalda.

   —Gracias. Me siento mucho mejor ahora…

   —SĆ­ —susurrĆ³ LenĆ­n—, que bueno.

   —EstĆ” bien —dijo Bastian—. MoisĆ©s, es tu turno.
Walter

   MoisĆ©s sonriĆ³. Walter mostrĆ³ ante todos lo exhibicionista que era y se desnudĆ³ en poco tiempo, mostrando con orgullo su enorme pene e indicĆ”ndole a MoisĆ©s que pateara sus bolas.

   —Un momento —dijo MoisĆ©s y saliĆ³ por la puerta. Todos se miraron, sin saber lo que estaba ocurriendo. Cuando entrĆ³, tenĆ­a un sĆ³lido bate de bĆ©isbol entre las manos y sonriĆ³ a su hermano.

   Walter se puso pĆ”lido. —Hermanito, no planeas usar esa cosa en mis huevos, ¿verdad?

   —Oh, Walter, tus pequeƱos frijoles no le temen a un pequeƱo equipo deportivo, mĆ­ralo —acariciaba el pesado bate en sus manos—, es simplemente un juguete...

   RomĆ”n agarrĆ³ su entrepierna y se lamiĆ³ los labios. Y Horacio tambiĆ©n reorganizĆ³ el contenido en su jeans.

   Walter tragĆ³ saliva.

   MoisĆ©s sonriĆ³ y se colocĆ³ delante de Ć©l. —Saca tu sucia polla del camino.

   Walter obedeciĆ³ y comenzĆ³ a sudar. Pablo, RomĆ”n y Horacio miraban fascinados.

   MoisĆ©s alzĆ³ el bate, puso una expresiĆ³n determinada y mirĆ³ los objetivos que colgaban entre las piernas de Walter.

   Con un giro preciso y contundente, enviĆ³ el extremo del bate estrellĆ”ndose contra las grandes pelotas de Walter, crujiĆ©ndolas y triturĆ”ndolas contra su pelvis.

   Walter pareciĆ³ sufrir nĆ”useas. ParpadeĆ³ lentamente, con los ojos ligeramente cruzados, una tos seca saliĆ³ de sus labios. Sus rodillas se doblaron y cayĆ³ al suelo.

   —Creo que eso fue un jonrĆ³n —comentĆ³ Horacio dĆ”ndole una palmada en la espalda a MoisĆ©s con admiraciĆ³n.

   El mismo MoisĆ©s parecĆ­a sorprendido por el resultado de su ataque. Se arrodillĆ³ junto a su hermano y le pasĆ³ la mano por el cabello.

   —Lo siento —susurrĆ³.

   Walter gimiĆ³.

   —Walter, lo siento —MoisĆ©s se escuchaba como si estuviera a punto de llorar.

   Walter gimiĆ³ de nuevo y se moviĆ³ en el suelo. MoisĆ©s continuĆ³ acariciando su cabello.

   Walter tosiĆ³ pesadamente y mirĆ³ a su hermano. Con voz de hombre moribundo, gimiĆ³: —No crees que esto sea suficiente para romper mis bolas, ¿verdad?

   Horacio, RomĆ”n y Pablo se rieron aliviados. MoisĆ©s tambiĆ©n sonriĆ³, pasĆ³ la mano por el cabello de su hermano y se enderezĆ³.

   Walter aprovechĆ³ la oportunidad y golpeĆ³ las bolas de MoisĆ©s con un golpe resonante.

   MoisĆ©s hizo una mueca y agarrĆ³ su entrepierna. Pero sonreĆ­a en medio del dolor.

   Bastian se riĆ³ y se acercĆ³ a LenĆ­n, quien todavĆ­a yacĆ­a desnudo en el suelo, cuidando sus bolas maltratadas.

   —¿Todo bien? —preguntĆ³.

   —SĆ­ —sonriĆ³ LenĆ­n dĆ©bilmente.

   —EstĆ” bien —dijo Bastian y en voz alta—. Ahora quiero que dejen reposar sus testĆ­culos para el siguiente encuentro dentro de dos semanas.

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