El proyecto de Bastian (1/?): Palpitarán, dolerán... - Las Bolas de Pablo

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17 jul 2019

El proyecto de Bastian (1/?): Palpitarán, dolerán...

CONTIENE
BALLBUSTING HOMBRE/HOMBRE

   Cuando los hombres llegaron para el primer juego, Farid y Bastian los esperaban emocionados. El equipo # 1 estaba conformado por el guapo moreno Moisés, el velludo Lenín y el vaquero Román Chacón. Se enfrentarían a Walter, y los primos Pablo y Horacio. Cada equipo seleccionaría un capitán para ser golpeado por los miembros del grupo oponente por un minuto a la vez. El capitán que se rindiese (o se desmayara) sería el perdedor, convirtiendo a su equipo en los derrotados.

   Los muchachos se fueron quitando el vestuario hasta quedar en ropa interior.
Walter

   Moisés y Walter llevaban calzoncillos que mostraban su enorme equipo. 

   Todos los seleccionados estaban bien dotados.

   Horacio llevaba un licra gris que le dibujaba los enormes huevos de familia, Lenín utilizaba una ceñida ropa interior negra y  Pablo sonrió mientras su pene semiduro apuntaba al techo.
Horacio

   Román se aclaró la garganta. Todavía estaba en jeans y se abría el cinturón cuando los otros hombres lo miraron. Sonrió nerviosamente y dejó que su pantalón se deslizaran hacia abajo. Su enorme polla apareció y sus enormes bolas igualmente colgaron en su escroto. No llevaba ropa interior.
Roman

   —Wow —pronunció Horacio mirando la espada de su primo. Se agarró el paquete, que era grande, pero no tanto.

   Román sonrió.

   —Hoy no quise usar ropa interior.

   Lenín le sonrió a Román.

   —Wow —repitió Horacio mirando fijamente al miembro de Román.

   Román se rió y movió su polla en dirección a Horacio.

   —¿Te gusta, eh?

   —Wow —continuó Horacio.

   —Bueno, empecemos con el juego —indicó Bastian.

   Les explicó las reglas y los dividió en los dos equipos.

   Moisés, Lenín y Román se colocaron en el lado izquierdo de la sala, Walter, Pablo y Horacio se fueron al lado derecho.

   Les dijo que ambos grupos tenían que elegir un capitán.

   El equipo # 2 fue muy rápido con la decisión.

   —Ya que tu amiguín se ve duro como el hierro y emocionado, debes ser tú, Pablo —Walter sonrió y señaló la entrepierna del rubio. 

   Horacio estuvo de acuerdo.

   —Sí, y has dicho que tus bolas son bastante duras.

   Pablo tragó saliva.

   —Está bien, chicos, si así lo creen.

   El otro equipo no se había decidido. Lenín quería que Román fuera el capitán, Román quería que Moisés lo hiciera, y Moisés pensó que Lenín debería poner sus bolas a merced de todos.

   Se miraron buscando ayuda.

   Walter sugirió:

   —¿Por qué no eligen al que tiene las bolas más fuertes? Podrían ser los más resistentes.

   Bastian miró a Walter mientras decía eso, estaba seguro de que sabía que Moisés tenía las mejores bolas del equipo. ¿Sería que deseaba tener la oportunidad de pulverizar los cojones de su hermano?
Moises

   Moisés se veía dudoso pero Román y Lenín parecían gustarles la idea. Lenín sacó sus bolas del boxers para compararlas con las de Román que se balanceaban entre sus piernas.

   —Las tuyas son más grandes —dijo con una mezcla de envidia y alivio en la voz.

   —Así que Moisés, muéstranos tus huevos —dijo Román, curioso.

   Moisés suspiró y buscó en su calzoncillo para presentar sus grandes bolas, parecían las más duras de todas.

   —Apareció el capitán —sonrió Román.

   Moisés asintió y suspiró de nuevo. Su pene estaba flácido y colgaba frente a esos hermosos y gigantescos orbes.

   Román levantó la polla de Moisés y le dio unas palmaditas en las huevas.

   —Con esas pelotas ganaremos.

   Bastian lo dudaba recordando aquella vez que Moisés fue fauleado por su hermano. Quizás el tratamiento anterior los había endurecido. Sin embargo, estaba ansioso por ver a los equipos ir por ello.
Lenin

   Lenín parecía pensar algo.

   —Sabes, creo que mostraré solidaridad y también jugaré desnudo —detalló a Bastian con la vista—. ¿Está bien?

   —Por supuesto —le dijo.

   Lenín sonrió y tiró su ropa interior al suelo. —Oh, ¿Por qué no se quitan la ropa también?

   Moisés y Román se miraron.

   —Oh, vamos, ¡somos un equipo! —dijo Lenín con una sonrisa encantadora—. ¡Esto es una competición deportiva!

   Sus compañeros de equipo se encogieron de hombros.

   —¡Ánimos, muchachos. Que nuestro grito de guerra sea: Palpitarán, dolerán, pero nuestras bolas nunca se romperán.

   Walter se echó a reír. Los otros también lo hicieron.

   —Que payaso —se rió Román. Miró a Lenín, dejando que su mirada vagara arriba y abajo por el cuerpo desnudo del velludo macho.

   Bastian se aclaró la garganta y habló:

   —El equipo oponente ordenará que el capitán adopte la posición que deseen, ¿de acuerdo? Lo haremos en sucesión directa. Cada ronda tiene un tiempo de duración de 10 minutos. El primero en rendirse o desmayarse pierde. Cada equipo tiene un tiempo de descanso de dos minutos. Las faltas serán contadas y castigadas posteriormente por los capitanes. Decidiremos con un sorteo de moneda qué equipo comenzará. ¿Alguna pregunta?

   Todos sacudieron la cabeza. Tiró la moneda y el Equipo # 1 ganó.

   Moisés, Lenín y Román se pararon en un círculo.

   Lenín se regocijó:

   —¡Vamos a agarrarnos las pelotas en señal de unión!

   Los muchachos se rieron.

   Moisés, Lenín y Román se agarraron de las entrepiernas para que cada uno tuviera un testículo en cada mano.

   —Palpitarán, dolerán, ¡pero nuestras bolas nunca se romperán! —gritaron al unísono.

   —¡Ay! —gritaron Moisés y Román. Lenín había pellizcado la hueva izquierda de Román y la derecha de Moisés. Por lo que sonrió con orgullo.

   Sus compañeros de equipo se frotaron las bolas y sonrieron también.

   Lenín y Román se colocaron frente a Pablo, Walter y Horacio se acercaron a Moisés.

   —Esto va a ser divertido —sonrió Walter.

   Moisés se veía preocupado sobando sus bolas.

   Bastian consultó su cronómetro.

   —En sus marcas…

   —Empecemos con patadas —le dijo Román a Lenín—. Lo debilitarán.

   Lenín asintió.

   Pablo apretó los puños preparándose para el golpe.

   —… Listos…

   Rápidamente Lenín lanzó el pie hacia las huevas de Pablo.

   Pablo aulló y Walter y Horacio protestaron.

   —¡Es una falta! —anunció Bastian—. Todavía no habíamos comenzado.

   —Lo siento —dijo Lenín con timidez.

   Pablo gimió.

   —Está bien, volveremos a empezar —dijo Bastian, miró nuevamente el cronómetro—. ¡En sus marcas... listos... fuera!

   Lenín lanzó una patada a las bolas de Pablo, haciéndolo apretar los puños con fuerza. Dio un paso a un lado para permitir que Román ejecutara otra patada. Román golpeó el empeine de su pie en la entrepierna de Pablo. Pablo gimió. Román se hizo a un lado y Lenín pateó la ingle nuevamente.

   Moisés los miró desde un lado. Parecía escéptico porque Pablo resistía las patadas bastante bien, gimiendo pero manteniéndose en pie.

   —¡Patéalo más fuerte! —gritó—. ¡Aplasta sus huevas!

   Román lanzó otra patada, apretando las bolas de Pablo en su pelvis. Luego fue el turno de Lenín otra vez.

   —¡Eso es demasiado lento! —gritó Moisés—. ¡Más rápido!

   Lenín rompió las bolas de Pablo con su rodilla.

   Pablo gimió más fuerte. Antes de que Lenín pudiera volver a hacerlo, Bastian gritó:

   —¡Equipo # 2!

   Inmediatamente, Walter agarró la polla de su hermano para ejecutar un golpe directo a sus huevas. Walter y Horacio se arrodillaron frente a Moisés y comenzaron a golpear sus grandes bolas con los puños, turnándose y clavando sus duros nudillos en la suave carne de Moisés. Ambos sonrieron y parecían pasar un buen rato.

   Moisés gimió y gritó de dolor y trató de comunicarse con sus compañeros de equipo al mismo tiempo:

   —Intenta... ahh... patearlo desde el frente y... ahh... desde el frente y desde atrás... ¡ahhhh!

   Román y Lenín asintieron y Lenín se colocó detrás de la espalda de Pablo, quien estaba cuidando sus bolas doloridas que gritó a Walter y Horacio:

   —¡Golpea sus bolas! ¡Más fuerte! Más duro.

   Fue un caos de gritos y golpes de puños contra pelotas.

   Walter y Horacio seguían golpeando alternativamente las pobres bolas de Moisés. De repente, perdieron el ritmo y los puños se conectaron entre sí y con las huevas de Moisés al mismo tiempo.

   Se detuvieron, masajeando sus puños.

   —¡Eso duele! —sonrió Walter a Horacio.

   Pablo gritó frenéticamente:

   —¡No te detengas! ¡Vamos, dale un puñetazo!

   Bastian gritó:

   —¡Equipo # 1!

   Lenín, desde atrás, pateó las bolas de Pablo, ligeramente enrojecidas, aplastándolas visiblemente y sacando un grito de su boca. Puso sus manos detrás de su cuello para evitar que hiciera lo natural y agarrara sus testículos.

   Román levantó el pie y rompió las huevas de Pablo desde el frente, sus pelotas y la enorme y semidura polla rebotaron alegremente. Pablo volvió a chillar.

   Lenín sonrió y pateó otra vez, trayendo su espinilla por detrás de la entrepierna de Pablo. Sin embargo, no fue efectivo, y Moisés gritó:

   —¡No, no, no! ¡Usa tu pie!

   Román pateó las bolas de Pablo tres veces en rápida sucesión. Chacón gritó de dolor y sus rodillas se debilitaron.

   Una patada desde atrás, cortesía de Lenín, lo hizo caer al suelo.

   —¡Levántate! —le gritó Román. Pablo gimió, retorciéndose de dolor.

   —¡Levántate! —gritó Lenín aún más fuerte.

   Bastian observó el cronómetro.

   —¡Equipo # 2!

   Lenín le dio una patada a la cadera de Pablo. Y Bastian lo desaprobó por hacerlo con el tiempo vencido.

   Pablo se quedó en el suelo, tosiendo y gruñendo, con las huevas en las manos. Walter y Horacio cambiaron su estrategia. Horacio estaba en posición de pie y pateó las bolas de Moisés desde el frente, enviándolas a dar tumbos, mientras Walter golpeaba los testículos de su hermano con el puño. Moisés estaba en un mundo de dolor, gritando a todo pulmón al punto que Walter y Horacio golpeaban frenéticamente su hombría.

   Lenín y Román parecían preocuparse por la condición de su capitán, así que lo alentaban.

   —¡Equipo # 1!

   Moisés gimió aliviado cuando Walter y Horacio detuvieron su ronda.

   Pablo todavía estaba tendido en el suelo con dolor, sus manos apretaban sus bolas lesionadas. Lenín arrancó las manos de Pablo de sus genitales y las mantuvo separadas.

   Román apretó los puños y los lanzó contra las bolsas de esperma de Pablo una y otra vez, fauleando sus dos huevas gordas repetidamente.

   Pablo gritó.

   Walter y Horacio intercambiaron miradas preocupantes.

   Román continuó golpeando las agonizantes bolas de Pablo.

   Cuando los gritos del muchacho se detuvieron; tosió con fuerza, mientras Román continuaba maltratando sus tiernas huevas, Walter gritó. —¡Tiempo fuera!

   Lenín soltó la mano de Pablo, muy decepcionado y Pablo inmediatamente agarró sus testículos traumatizados y rodó hacia un lado. Walter y Horacio corrieron hacia él y trataron de consolarlo y motivarlo. Pablo escuchó y gimió y asintió de vez en cuando.

   Lenín miró a Román: —¡Carajo! Pensé que ya iba a rendirse.

   Román se encogió de hombros.

   Ambos se acercaron a Moisés, quien también estaba feliz por el descanso. Él, como Pablo, gemía y acariciaba sus bolas.

   Miró a sus compañeros de equipo y gimió: —Lo están haciendo muy bien.

   Lenín y Román intercambiaron miradas de orgullo.

   Walter agarró la cintura de la ropa interior de Pablo. —¡Quítatelos! —gritó, sacándolos por los muslos de Pablo.

   —¿Qué? ¿Por qué? —gimió Pablo.

   Desnudaron a Pablo revelando un pene de muy buen tamaño.

   Horacio se rió.

   —Oh, lo estás disfrutando.

   Pablo gimió de dolor haciendo que Walter y Horacio se rieran.

   —Podemos ganar. ¡Solo mantente consciente, Pablo! —lo alentó Walter.

   Pablo sonrió y asintió débilmente.

   Mientras tanto, Lenín y Román acariciaban las huevas de Moisés.

   —Sí, estas joyas son indestructibles —susurró Román al oído de Moisés—. Son indestructibles. ¡Repitelo! Son indestructibles.

   —Mis gónadas son indestructibles —repitió Moisés, no muy convincente.

   —Dilo y en serio —susurró Román.

   —Mis joyas son indestructibles —repitió Moisés de nuevo.

   —Sí, lo son —Román sonrió.

   Lenín sonrió, palmeó suavemente las bolas de Moisés y las besó.

   —10 segundos —anunció Bastian.

   —Vamos a terminar a ese cabrón —amenazó Román.

   —Palpitarán, dolerán, ¡pero nuestras bolas nunca se romperán! —gritó Lenín.

   —Mis bolas son indestructibles —respondió Moisés.

   Lenín y Román le dieron una palmada en la espalda a Moisés y se dirigieron a Pablo para continuar con su trabajo en las bolas.

   Walter y Horacio dejaron a Pablo tendido desnudo en el suelo, con las piernas separadas.

   —Se acabó el tiempo fuera —gritó Bastian—. Quedan 15 segundos para el equipo # 1.

   Pablo suspiró y cerró los ojos. Los abrió de nuevo, segundos más tarde, cuando Román aterrizó un puño aplastante en sus palpitantes bolas. Lenín se unió y lo golpeó también.

   —¡Equipo # 2!

   Walter y Horacio tomaron las huevas de Moiséss: —Mis bolas son indestructibles —tratando de convencerlo de lo contrario. Intentaron apretar su escroto. Ambos agarraron las grandes bolas de Moisés y las apretaron con fuerza.

   —Indestructible —gritó Moisés.

   —No lo creo —respondió Walter, juntando las manos en la virilidad de su hermano atrapando sus huevos.

   Horacio se rió, abrazando con sus manos las de Walter, apoyando también.

   —Palpitarán, dolerán, ¡pero nuestras bolas nunca se romperán! —gritó Lenín. Román se unió y ambos cantaron para animar a Moisés a superar el dolor.

   Moisés gritó y gritó, pero el poderoso apretón no lo hizo desmayarse.

   —¡Equipo # 1!

   Horacio y Walter soltaron las bolas de Moisés.

   —¡Eres un campeón! —le gritó Lenín a Moisés, quien agarraba sus bolas y sollozaba.

   Pablo todavía estaba tirado en el suelo.

   Lenín hizo algo nuevo: pisó los genitales de Pablo, sacando un sonido gutural de su boca.

   —Déjame hacerlo, soy más pesado que tú —dijo Román rápidamente. Cambiaron de posición y, al cabo de unos segundos, Román se paró sobre las pobres bolas de Pablo, aplastándolas en el suelo y sus talones descalzos.

   Pablo chilló y se retorció en el suelo. Lágrimas corrían por su rostro.

   —¡No te rindas! —gritó Walter—. No...

   Pablo continuó chillando hasta que de repente solo tosió. Sus ojos giraron hacia atrás y su cuerpo quedó inerte.

   Román se retiró de las huevas de Pablo y abrazó a Lenín emocionado, sus cuerpos desnudos se tocaban, sus pollas y pelotas se movían mientras saltaban arriba y abajo, celebrando la victoria.

   Moisés aplaudió.

   —¡Maldita sea! —fue la reacción de Horacio mientras caminaba hacia el cuerpo inconsciente de Pablo.

   —Habríamos ganado en la siguiente ronda —dijo Walter a su hermano con decepción en su voz.

   Moisés estaba jubiloso. —¡De ninguna manera! Palpitarán, dole...

   Walter golpeó las huevas de su hermano con fuerza.

   Moisés dejó de gritar y gimió miserablemente.

   —¡Falta! —gritó Bastian.

   Mientras tanto, Horacio se había arrodillado junto a Pablo y le había abofeteado para devolverle la conciencia.

   Pablo tosió un par de veces, su cara estaba blanca y húmeda de sudor.

   —Está bien —dijo Horacio y examinó cuidadosamente los genitales de Pablo.

   —Bueno... —miró hacia arriba, sus manos continuaban acariciando la destrozada hombría de Pablo—, están bien hinchados, muy hinchados. Pero están bien. Créeme, se necesita mucho más para romper las pelotas de un Chacón.

   Pablo tosió y agarró sus bolas.

   —¿Perdimos? —gimió.

   —Sí, tus bolas no fueron lo suficientemente duras —dijo Walter.

   —Lo siento.

   —No hay problema. Después de todo, es un juego —respondió Horacio, dando palmaditas a las torturadas pelotas de Pablo y sacando otro gemido de su boca.

   —De acuerdo, ¡es una victoria para el Equipo # 1! —anunció Bastian.

   Moisés se levantó y se unió a Lenín y Román en su baile de celebración.

   —Palpitarán, dolerán, ¡pero nuestras bolas nunca se romperán!

   Walter sonrió. Encantado con aquellas tres pollas y seis huevas, balanceándose entre las piernas de ellos.

   —Y tuvimos tres faltas en el juego. Dos de Lenín y una de Walter —informó Bastian sostenía una hoja donde hacía anotaciones y se quedó mirando a Pablo tendido, acunando sus traumatizados genitales—. La conclusión de mi estudio en que las bolas de los Chacón no son tan resistentes como la de cualquier otro mortal y son totalmente débiles a las pisadas. ¿Quieres cobrar las faltas del juego ahora?

   Pablo negó con la cabeza y gimió.

   —Hmmm. ¿Qué hay de esto? Nos reuniremos el sábado 20 de julio para las sanciones, Pablo? ¿Moisés?

   —Está bien —dijo Moisés, mirando a su hermano con una sonrisa malvada.

   Pablo asintió débilmente, miró las pelotas de Lenín, éste tragó saliva y agarró sus huevas. Su polla se contrajo.

   Pablo desvió su mirada hacia los ojos de Lenín y dijo.

   —Te subiré las huevas a la garganta y te haré escupir leche éste sábado.

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