Semental bravío (5/7): No quiero seguir solo - Las Bolas de Pablo

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5 nov 2021

Semental bravío (5/7): No quiero seguir solo

Se supone que hoy era mi último día en Rio Oscuro antes de irme por vacaciones de navidad, pero el destino quiso que no fuese así. En este preciso momento estoy llevando casi a rastra a Reinaldo Quiroga a su habitación. Está completamente borracho. Lo vengo de rescatar de la destruida sala de estar con unas cuantas botellas vacías y otras rotas de alcohol. Ha sido un día largo, exhausto y cargado de emociones tristes. Reinaldo está apoyado en mi hombro, enciendo la luz y cierro la puerta, lo ayudó a caminar a su cama matrimonial que solo lo espera a él. Quiero ayudarlo a sentar, pero entre sus movimientos erráticos ambos caemos en el colchón.

 

Estoy encima del señor Quiroga. Palpó su pectoral duro. Es de cuerpo bastante robusto. Con una dura fibra muscular. Me quedo momentáneamente paralizado y dominado por mis nervios. El borracho me abraza muy fuerte. Percibo su aliento a ron.

 

No te vayas —dice arrastrando las palabras. Yo sigo con la nariz pegada a su torso—. No te vayas —vuelve a repetir.

 

No sé qué hacer. Sigo ahí incapaz de levantarme y salir, coloco mi oreja en su fornido pectoral. Lo que sí sé, es que mi propio pene comienza a reaccionar, debido a mi posición con medio cuerpo fuera de la cama, mi erección pasa desapercibida.

 

Ya no quiero seguir solo —argumenta el impotente semental.

 

Yo me quedo callado en medio del olor a ron, bosta de ganado, un poco de su perfume y sintiendo su respirar. Todos sabemos que Reinaldo Quiroga y yo no tenemos la mejor relación, solo nos une su hijo al que estoy educando y espero seguir haciéndolo después de que su madre con decisión y rabia se lo ha llevado con ella hoy.

 

No te vayas. Tengo mucho tiempo solo. No quiero seguir así.

 

De forma sutil mi mano se traslada al costado de Reinaldo y acarició sus costillas. En su hacienda los trabajadores me comentan que antes era un hombre feliz, hacía juegos y contaba chistes. Se volvió el lado opuesto cuando su esposa lo abandonó y se marchó con su mejor amigo.

 

Reinaldo Quiroga me toma de la parte superior de mi cabeza y empieza a presionarme hacia abajo.

 

«¿Qué?» inmediatamente pienso.

 

Me está empujando a su entrepierna y yo cedo acomodándome, mejorando mi posición. Estoy en medio de sus piernas abiertas. El hace que mis mejillas rocen sus genitales.

 

Con mi rostro palpo su gran pedazo de carne y la sensación de sus bolas. No lo voy a negar el semental de Río Oscuro es un verdadero macho. Ya me había hecho una idea de sus proporciones viriles cuando lo veo con sus pantalones ceñidos.

 

No quiero seguir solo —dice una vez más.

 

Me siento muy excitado. Aunque no es el tipo de hombre que me gusta, por Reinaldo Quiroga siento una atracción especial, es su forma de vestir, lo que representa, la ternura que tiene con su ser más querido, su estúpido rencor, tiene un no se que, que qué se yo, lo que me atrae de él. La verdad aunque nos llevamos como perros y gatos, Reinaldo causa un profundo morbo en mí, siempre antagonizamos. ¿Será tan poderoso el morbo que me da de verlo con sus carnosas piernas en el jeans ceñido?

 

Ahora es mi mano la que frota su miembro por encima de la ropa. Su pene no demora en alcanzar la rigidez y marcarse con orgullo en su ajustado pantalón.


Levanto la cabeza y lo miro. El tiene la mirada perdida en el techo.

 

No quiero desaprovechar la oportunidad, no sé qué haré a partir de ahora. Mis manos abren su cinturón y los dedos deslizan su cremallera.


—Vamos —dijo suavemente. Comienzo a bajar su pantalón y él se mueve de manera torpe ayudándome.

 

Le quitó de las piernas su ropa una vez que le aparto las botas.

Comienzo a palpar su verga por encima de su calzoncillo unicolor. Es de buen grosor.

 

Inclino mi cabeza, abro los labios y la recorro por encima de la tela.

Me gusta su miembro, no es grande, pero bastante grueso y cabezón. No aguanto las ganas, ha llegado el momento de destapar. Tomo la pretina de su ropa interior y descubro la zona que muchas mujeres vieron antes. Contengo el aliento. Su verga es hermosa. Tiene un poco de vello en el pubis, su pene es blanco y de cabeza sonrosada, un poco inclinado a la derecha, sus par de bolas cuelgan libre en su saco. Están hinchadas y poco enrojecidas. Paso un dedo por encima de ellas.

 

—Ay —el semental mueve la cadera.

 

Entonces me inclino y lo primero que hago es besarle los testículos. Esta mañana recibieron un rodillazo cuando discutía con su mujer en lo que ella planeaba llevarse a Germán.

 

Reinaldo Quiroga que siempre me ha demostrado ser débil de las bolas, enseguida se fue al suelo agarrando su hombría y fue la oportunidad de oro de la mujer para llevarse al pequeño.

 

Tomo al pene entre mis manos y detallo su glande. Siento que se me hace agua la boca. El semental bravío de Río Oscuro va a ser para mí. 

 

Lamo sus benditos huevos y el tronco, degusto con mis labios su cabeza firme y brillante, escuché un gemido bajo del borracho sobre el colchón, le hago cosquillas con la lengua en todo el frenillo, prosigo comiéndome su exquisita polla.

 

Al rato de seguir con mi lujuriosa faena, comienzan a salirle las primeras gotas de su flujo de macho, le lamo la punta y se la dejo limpia de nuevo mientras sigo con las lamidas por todo su pene, pero en pocos momentos vuelven a salir otra vez, tanto que si me descuido un poco literalmente se babea, me gusta jugar con esas gotas, pongo la lengua debajo y dejo que me caigan antes de lamerlo para dejarlo limpio. 

 

Cuando las gotas ya salen seguido me dedico a lamerle la punta del pene para comerlas todas, la introduzco dentro de mi boca y la sigo lamiendo, el violento, amargado y grosero Reinaldo Quiroga se agita muchísmo gracias a mi. Succiono su pene para seguir lamiendo sin sacar la punta de mi boca. De pronto simplemente explota dentro de mi boca y me la llena de semen, es su auténtica leche de macho, ¿qué puedo hacer? Me trago sus jugos de un tirón.

Les confieso que tengo la polla parada, quiere acción. Está más tiesa que una herradura de caballo. Me levanto para mirar a Reinaldo, intentaré convencerlo para que me masturbe y también que me penetre. Si ya hizo que se la chupe, no creo que se oponga. Abro la boca y levanto las cejas.

 

Reinaldo yace dormido, su boca está abierta y el muy tonto babea, se babea como su miembro.

 

Ni modo, me levanto con la polla tiesa a punto de estallar mi pantalón. Busco una toalla y limpio los restos de semen en su miembro y pubis. Le subo la ropa interior y lo dejo dormir. El pobre ha tenido un día difícil. 

 

Me deshago de la evidencia cuando entro en el baño, las toallas impregnadas de semen van al cesto de la basura, dejo la puerta bajo seguro. Ahora soy yo quien necesita satisfacer sus bajos deseos. Me abro el pantalón y asomo mi polla. Está dura, no es tan gorda como la de Reinaldo, pero sí más grande, nadie nunca se ha quejado de ella.

 

Me arrecuesto a la pared y empiezo a jalarme el ganzo. Uf, es una delicia lo que siento. Cierro los ojos y abro mi boca en un tiempo de deleite. Me dejo caer al suelo donde me quedo masturbando. Evoco una vez más el recuerdo de esta mañana. Reinaldo estaba forcejeando con su esposa para impedir que se llevara al niño. El pobre Germán lloraba porque simplemente quería estar con su madre. Su posición cambió de parecer cuando la activa mujer envió un sólido rodillazo a las bolas del vaquero.

 

No sé si fue idea mía, pero me pareció ver el contorno de su saco de bolas golpearse y aplastarse entre la rótula y la pelvis. Y aquel fuerte alarido de Reinaldo. 

 

¡AAAAAAAAAAAH! ¡PERRA! 

 

De solo recordarlo hace que la verga se me llene de venas.

 

Con un gemido y la rapidez de mi mano continuó dándole placer a mi cuerpo.

 

Con tan solo aplanar los testículos del pobre Reinaldo. El malhumorado vaquero retrocedió soltando a su hijo para agarrarse los huevos con cara de sufrir. Cayó arrodillado al suelo y después se apoyó en una mano mientras la otra sostenía sus genitales que le debían de doler al máximo, a esa hora de la mañana estaban repletos de leche por la cantidad de su corrida que me acabo de tragar.

 

Leonor, su mujer, cargó a Germán en brazos que después del golpe había comenzado a llamar a su padre. Reinaldo como pudo empezó a maldecir a Leonor, intentó levantarse, pero su dolor en los huevos se lo impidió. Quedó sentado en la tierra frotándose las gónadas viendo como un toro herido la forma en que la mujer subía al auto donde la aguardaba su desgraciado amante.

 

Recordar a Reinaldo postrado en el suelo sobándose las bolas me pone a mil. Su cara de dolor, la forma en que se mece sintiendo las molestias en su cuerpo, sus manos aferradas a sus testículos.

 

Cuando se recuperó se puso furioso, como una bestia entró a su casa e hizo múltiples destrozos en medio de golpes y gritos. Yo espere afuera con los empleados oyendo como todo se volvía añicos, nadie se atrevió a entrar. Me hubises gustado que su hermano estuviera aquí para que intentara calmarlo, pero estaba de viaje fuera de la región.

 

Quizás luego de 60 minutos Reinaldo volvió a salir, cargando una escopeta. Casi muero de un susto.

 

No pretendo hacer este cuento largo, pero intervine, él estaba dispuesto a ir con sus mejores hombre y acabar con la vida de esos dos.

 

¿Saben qué? La pagó conmigo cuando quise calmarlo en sus propósitos.

 

Comenzamos a luchar.

 

¡Me golpeó ese cabrón!

 

No me quedé de brazos cruzados, yo también respondí al acto, estuvimos a los puños, él con toda la furia que experimentaba tenía la delantera. Tuve que hacer lo que mejor pudo resolver cualquiera de nosotros. Lo cojí fuertemente de los huevos y se sintió muy bien.

 

De solo recordar mi polla comienza a lubricar. Estoy cerca del clímax.

 

—¡¡¡AAAAAAAAAAH!!! —comenzó a gritar Reinaldo con lo ojos en blanco, cuando yo le empecé a apretar de los huevos.

 

Ese par de pomelos se sentían muy bien apretados en la palma de mi mano. Mención especial el rostro de sorpresa y dolor que sufría Reinaldo con los testículos apretados en mi firme mano. 

 

—¿Eres bruto? —le dije cercenando sus pelotas—. Si los matas a ellos vas a ir preso tú; ¿y Germán qué, idiota? ¡No te importa!

 

Me aferré a sus cojones presionando la yema de los dedos. Reinaldo abrió la boca solo logrando escapar baba. Comenzó a hacer presión en mi muñeca con bastante desespero y los ojos llenos de lágrimas. 

 

Me sorprendió que el capataz no intercediera para apartarme. 

 

—Tengo una prima que es abogada —le dije al pobre Reinaldo—. Te puede ayudar. No seas bruto, ¿entendido?

 

Apreté sus testículos tan fuerte que bufó como niña. Dejé firme la punta de mis dedos en sus frágiles gónadas. 

 

Cuando lo solté el pobre se echó en la tierra agarrándose las pelotas y llorando. Las piernas le temblaban tanto que no pudo estar de pie. 

 

—Solo tengo que contactarla. Mi prima lo puede ayudar, señor Quiroga.

 

Una vez contactada mi prima accedió. En los próximos días llegará a Rio Oscuro para ponerse al tanto del caso, me quedaré esperándola.

 

Siento el cosquilleo en la cabeza de mi pene, estoy full de placer, mi respiración se agita y mis ojos se elevan al techo. Incremento el movimiento de mi mano, evoco la imagen de Reinaldo echado en el suelo sufriendo de su dolor de huevos. 

 

Aprieto mis bolas para sentir placer.

 

—Uuuuuf —suelto en un tono bajo.

 

Recuerdo a Reinaldo de costado en el suelo agarrándose las bolas después del rodillazo de su mujer. Las primeras gotas de leche salen volando de mi polla. Evoco a Reinaldo con lágrimas en la cara sentado en una butaca, encorvado, después que le apreté sus pelotas.

 

Aaaaah, estoy en el cielo con cara de drogado, un caudal de semen caliente reposa en mi abdomen, me quedo un rato echado en el suelo.

 

Recuerdo al pobre Reinaldo bebiendo como desesperado para olvidar su mala racha. Recuerdo su hermoso pene un poco curvo y la inolvidable manera en que mi boca lo disfrutó.

 

Otra vez recuerdo a Reinaldo con su pantalón ajustado quejándose del dolor de bolas. 

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