Azul Caribe (10/13): Bolero falaz - Las Bolas de Pablo

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21 nov 2021

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Azul Caribe (10/13): Bolero falaz

Azul+Caribe

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 Otto Salinas se veĆ­a espectacular vistiendo una ajustada camisa que se ceƱƭa a sus grandes brazos, fuertes pectorales (con los botones semi abiertos a la altura del pecho), y un ajustado pantalón que disfrutaba con abrazarse a sus grandes glĆŗteos y piernas de encanto. El seƱor de 41 aƱos se estaba dando un banquete visual con un atado Pablo en la privacidad de su habitación.

 

Pablo Chacón lucĆ­a indefenso en sus ataduras. Estaba muy expuesto con luciendo su tez bronceada tal cual como llegó al mundo. El joven de 20 aƱos tenĆ­a su larga verga erecta mirando al techo y sus grandes testĆ­culos colgaban como pĆ©ndulos, frĆ”giles al roce con el viento.

 

Otto se acercó a su oído y le susurró.

 

—Eres mĆ­o y de nadie mĆ”s. Mucho menos de ese tonto de David.

 

El señor se le quedó mirando mientras que con la punta de sus dedos pulgar e índice estimulaba la cabeza de su pene.

 

—¿SĆ­? —susurró Otto mirĆ”ndolo seductor.

 

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Pablo gimió suavemente, sintiendo mucha estimulación.

 

—David es un tonto —aseguró Otto—, pero te estĆ” rondando y te gusta. Lo admito, no es feo. Pero, no sabe valorarte. En cambio yo —se inclinó y besó la cabeza de la verga de Pablo, el muchacho emitió un gemido cerrando los ojos. Otto Salinas se enderezó lamiĆ©ndose los labios—. David me recuerda a una canción. En los noventa yo era fan de un grupo musical, Aterciopelados, los seguĆ­a a todas partes e iba a todos los conciertos que podĆ­a. Hay una canción que quiero dedicarte —Otto agarró los testĆ­culos de Pablo y empezó a sopesarlos con la punta de sus dedos sin aplicarle daƱo—. Sí… par de bolas que tienes… me gustan mucho……… estoy enamorado de tu bolero falaz… 

 

El hombre comenzó a entonar una canción.

 

Buscas en mis bolsillos

pruebas de otro cariƱo,

pelos en la solapa,

esta sonrisa me delata.

 

Labial en la camisa

mi coartada estĆ” hecha trizas,

estoy en evidencia,

engaƱar tiene su ciencia.

 

—¿Me engaƱaste con David, Pablo Chacón?

 

Otto entrecerró los ojos mirando a Pablo, su dedo pulgar recorría en círculos la cabeza del pene de Pablo.

 

Jadeando con delicia Pablo respondió.

 

—No hay engaƱo cuando tĆŗ y yo aseguramos que entre nosotros no habĆ­a una relación.

 

Sin romper el contacto visual, Otto cerró el puño en los testículos de Pablo, lentamente hasta formar una tortura que hizo gruñir al muchacho con la boca abierta y ojos de tristeza.

 

—Grrrrr —el cuerpo de Pablo se sobresaltó sintiendo sus bolas comprimirse.

 

Dejando sus testículos descansar. Otto lo soltó y Pablo comenzó a respirar.

 

Otto reanudó su canto.

 

Estoy hasta la coronilla,

tĆŗ no eres mi media costilla,

ni la octava maravilla.

 

Los ojos de Pablo se abrieron de golpe. Fue sacado de su descanso cuando la mano de Otto se envolvió alrededor de su polla latente. Deslizando su mano por todo el falo, duro, fuerte.

 

Pablo gimió.

 

—AAAAAAAAAAAaaaaaah.

 

Otto lo besó en la oreja, dejÔndole el lóbulo humedecido.

 

Las manos del seƱor envolvieron los testƭculos de Pablo, dejƔndolo sin aliento.

 

—Soy el mejor para ti Pablo Chacón Statuto —le susurró con la mano firme en sus gónadas, sentĆ­a el pulso de los testĆ­culos gordos de Pablo en su palpa, manteniendo el firme apretón.  

 

—Mis huevos —susurró Pablo, sufriendo, pero con el pene tieso.

 

Otto aflojó el agarre en las bolas de Pablo.

 

Malo si sĆ­,

malo si no ni preguntes,

ya no soy yo,

fuera de mĆ­ es que me tienes.

 

Que si vengo, que no voy,

que si estoy, que me pierdo.

Que si tengo, que no doy,

que si estoy, que me vengo.

 

—Me quiero venir en ti —afirmó Otto frotando su dura erección contra el muslo de Pablo—. ĀæQuĆ© significa David para ti? ĀæY yo dónde estoy?

 

El señor volvió a inclinarse y lamió el pene de Pablo, llevÔndolo a nuevos abismos de pasión. Lo hizo jadear tanto que las mejillas de Pablo se ponían muy rojas y cerraba los ojos. Otto sacó su boca del pene de Pablo y subió por su cuerpo trasladando la lengua desde el pubis al cuello.

 

Continuó cantando, modificando una parte de la famosa canción.

 

Lo siento en tus manos,

tus caricias me han robado,

lo huelo en tu boca,

esos besos ya son de otro.

 

¿Quién serÔ ese infame

que no deja que yo te ame?

Si yo lo encontrara

le partirĆ­a esos huevos.

 

Pablo se echó a reír y como castigo recibió un rodillazo en los testículos que hizo que se atragantara.

 

Estoy, hasta la coronilla,

tĆŗ no eres mi media costilla,

ni la octava maravilla.

 

Malo si sĆ­,

malo si no ni preguntes,

ya no soy yo,

fuera de mĆ­ es que me tienes.

 

Que si vengo, que no voy,

que si estoy, que me pierdo.

Que si tengo, que no doy,

que si estoy, que me vengo.

 

Se quedaron mirando hasta que finalmente Otto de arrodilló ante Pablo y se dedicó a lamerle el pene, arrancando gemidos, jadeos y demĆ”s ricos sonidos de la boca del joven. Otto no se detuvo hasta tener el semen del muchacho, caliente y nutritivo, en su boca.

 

Minutos después el señor Otto Salinas se presentaba limpio y pulcro en el lobby del hotel. Su ropa tan perfectamente planchada no ponía en la mente de nadie que venía de tener intimidad en una habitación del hotel. Sus hermosos ojos enfocaron a una dirección, cerca de una ventana en la sala de espera estaba el propio David Aceituno de pie. Vestía camiseta de color blanco y un ceñido jeans que daba a demostrar unos fuertes muslos. Otto se acercó a él y David le contuvo la mirada con el rostro apretado.

 

—¿QuĆ© haces aquĆ­?

 

—Espero a Pablo —indicó David de manera firme.

 

Otto se rió de forma cínica, acto seguido abrió las manos como garras y se apoderó de los testículos de David. El muchacho contuvo el aliento e hizo un sonido gutural. Sintió un terrible dolor en las gónadas que le paralizó.

 

Otto acercó sus labios al oído derecho del moreno joven. Parecía una escena de mafiosos en película italiana.

 

—Pablo en este momento estĆ” en su habitación descansando y reponiendo energĆ­as despuĆ©s de tener sexo conmigo. AsĆ­ que no tenemos tiempo de ver tu culo por aquĆ­. LĆ”rgate por donde viniste, Āæentendido?

 

David estaba intentando separar la poderosa mano de Otto sobre el control de sus bolas. Estaba desesperado y con la cara llena de dolor. Faltaba poco para que la palma de Otto le pulverizara los dos huevos.

 

—¿Entendido? —repitió Otto con mĆ”s fuerza en su voz. Aumentando al mismo tiempo la presión y crujiendo las bolas de David.

 

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David Aceituno se vio obligado a afirmar con la cabeza. SintiĆ©ndose complacido, Otto lo soltó de los cojones y contempló sonriente su pene empezó a moverse en su pantalón ejecutivo de solo observar a un doblado David agarrĆ”ndose las bolas. Sus ojos estaban llenos de lĆ”grimas.

 

—Ahora, lĆ”rgate por donde viniste.

 

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