Era una tarde de domingo cuando Marcos ChacĆ³n decidiĆ³ pasar un momento de compartir con sus familiares, por ello rentĆ³ una casa en un Ć”rea boscosa alejados del estrĆ©s de la administraciĆ³n del hotel. El ex ministro de turismo conversaba con sus hijos cuando en el lugar se apareciĆ³ Estanislao KoÅodziejski acompaƱado de su esposa.
—¿QuĆ© haces aquĆ, Culodziejski? —protestĆ³ Marcos. Ocupaba un asiento junto a sus familiares, vestĆa de camiseta blanca y pequeƱo pantalĆ³n corto donde sus enormes bolas se marcaban colgando bajo entre sus piernas.
—Rafael me comentĆ³ que pasarĆan el fin de semana aquĆ. AsĆ que preferĆ venir y retarte a la revancha. Es mejor tomarte de sorpresa y con la guardia baja para que no cometas una de tus trampas.
—¿PerdĆ³n? —Marcos se burlĆ³ sin dar crĆ©dito a lo que sus oĆdos escuchaban. MirĆ³ de pies a cabeza al abuelo materno de su nieto con quiĆ©n compartĆa una rivalidad por aƱos—. Ibas a usar un protector testicular en la otra competencia y me llamas tramposo a mi, viejo mentiroso.
—Abuelo, ya detente —intervino Rafael—. No sigas con esta absurda competencia.
—¡SeguirĆ©! —afirmĆ³ Estanislao—. SeguirĆ© hasta que me respetes y me prefieras a mĆ sobre Ć©l.
—No seas ridĆculo, Culodziejski —se burlĆ³ Marcos—. Rafa sabe dĆ³nde estĆ” la diversiĆ³n. A tu lado se dormirĆa como morsa.
Rafael se puso rojo como un tomate.
—Vengo por la revancha, viejo comunista.
—¡Dime lo que quieras, pero jamĆ”s comunista! —protestĆ³ Marcos visiblemente ofendido.
—Al grano —comentĆ³ Estanislao ignorĆ”ndolo—. Mi esposa estĆ” acompaƱƔndome, no solo porque me apoya ciegamente, sino porque viene decidida tambiĆ©n a acabar contigo, viejo. Ella te golpearĆ” los huevos. TĆŗ, debes escoger a una de tus nueras para que haga lo propio conmigo. El primero en rendirse, pierde.
—¡Abuela! ¡No tienes que hacer esto!
Mientras Rafael ponĆa un mar de protestas. Marcos ChacĆ³n evaluĆ³ a su desfile de nueras. Finalmente se decidiĆ³ por Amy, la novia de su sobrino Enzo. Era una mujer alta, de cabellos largos y negros, cuerpo entrenado por largas horas de gimnasio y su cuerpo lleno de tatuajes.
Estanislao KoÅodziejski temiĆ³ por el bienestar de sus gĆ³nadas, Amy era un monstruo comparada con su frĆ”gil pero elegante esposa, caminaron hasta el centro del patio donde cada quien se situĆ³ con su respectiva pareja rival.
—Listo… —anunciĆ³ ChacĆ³n.
La primera en comenzar fue la seƱora Aleska, alta rubia y hermosa, madre de tres hijas de Estanislao. La guapa extranjera siempre apoyĆ³ a su tozudo marido, a pesar de que aquello le parecĆa una reverenda ridiculez. Sin embargo moler las bolas de Marcos ChacĆ³n no le resultaba fastidioso. Para ella era un orgulloso macho clasista que se pavoneaba de sus buenos dotes viriles. Pensando en esa actitud, agarrĆ³ al hombre y lanzĆ³ su rodilla derecha contra los huevos de Marcos ChacĆ³n.
Marcos aullĆ³ de dolor al sentir sus testĆculos estrellarse en su pelvis. A pesar del profundo dolor que salĆan de sus pelotas pudo quedarse de pie.
Amy se colocĆ³ de rodillas y apretĆ³ el puƱo. Estanislao se llenĆ³ de miedo y cerrĆ³ los ojos tragando saliva. La mujer estrellĆ³ los nudillos en las papas del emigrante polaco.
Estanislao gimiĆ³ y gritĆ³ de dolor.
En su turno, la seƱora Aleska se colocĆ³ detrĆ”s de la espalda de Marcos, quien estaba acariciando su hombrĆa llena de dolor, de esta manera pateĆ³ sus bolas ligeramente enrojecidas, aplanĆ”ndolas y provocando un chillido desde la boca de Marcos. La mujer puso las manos detrĆ”s de su cuello para evitar que se cayera y le agarrĆ³ las bolas al hombre con una mano, apretĆ”ndolas.
Marcos chillĆ³ de nuevo.
—¡EstĆ”s destrozado, ChacĆ³n! —gritĆ³ Estanislao desde un lado, masajeando sus bolas y haciendo mueca de dolor.
Con el apretĆ³n en sus inmensas huevas, Marcos gritĆ³ de dolor y sus rodillas se debilitaron. Se puso mĆ”s pesado de lo normal, tanto, que Aleska no lo pudo sostener y lo dejĆ³ caer al suelo.
Marcos se retorciĆ³ de dolor, con los huevos en las manos.
Estanislao se echĆ³ a reĆr con malicia; entreteniĆ©ndose ante la desgracia de Marcos, nunca se esperĆ³ la patada desde el frente, cortesĆa de Amy contra sus testĆculos polacos. El viejo gritĆ³ a todo pulmĆ³n, hundiĆ©ndose en un mundo de dolor.
Marcos todavĆa estaba tendido en el suelo con dolor, sus manos acariciaban sus bolas heridas. La seƱora Aleska arrancĆ³ las manos de Marcos de sus genitales y golpeĆ³ las sufridas bolsas de esperma una y otra vez, rompiendo sus dos gordas pelotas repetidamente.
Marcos gritĆ³ a todo pulmĆ³n.
Pablo y SimĆ³n intercambiaron miradas preocupadas.
—¡Abuela, detente! —exigiĆ³ Rafael, sin ser escuchado.
Aleska continuĆ³ martillando el agonizante saco de huevas de Marcos. Sus gritos cesaron cerca de 30 segundos despuĆ©s que la seƱora rubia de detuvo.
Marcos inmediatamente agarrĆ³ sus testĆculos y rodĆ³ hacia un lado. Pablo y SimĆ³n corrieron hacia Ć©l tratando de consolarlo y motivarlo. Marcos solo gemĆa y asentĆa.
—¡Termina con ese extranjero, mi amor! —animĆ³ Enzo con un grito.
Amy se apoderĆ³ de las pesadas bolas de Estanislao y apretĆ³ con fuerza.
Estanislao chillĆ³ y gritĆ³, desenfocando los ojos del terrible agarre que estaba matando sus bolas, intentĆ³ apartar de su hombrĆa las manos de Amy.
Marcos todavĆa estaba tirado en el suelo, Aleska apartĆ³ a Pablo y SimĆ³n de Ć©l que se fueron insultĆ”ndola, ella les respondiĆ³ en otro idioma. Enseguida la seƱora se puso de pie y pisĆ³ la entrepierna de Marcos, provocando un sonido gutural del infeliz ejemplar masculino.
La abuela de Rafael apretĆ³ los dientes mientras deformaba los Ć³rganos viriles de Marcos, aplastando sus bolas contra el suelo y aplanĆ”ndolas con sus talones.
Marcos chillĆ³ y se retorciĆ³. Muchas lĆ”grimas corrĆan por su rostro. AbriĆ³ la boca para decir algo y Pablo se impacientĆ³:
—¡No te rindas, papĆ”!
Marcos continuĆ³ chillando hasta que de un momento a otro se quedĆ³ callado, sus ojos rodaron hacia atrĆ”s en su cabeza y su cuerpo se relajĆ³.
Aleska hizo una seƱal de triunfo con los brazos y se bajĆ³ de los huevos de Marcos. Al otro lado Amy se llevĆ³ las manos a la boca y mirĆ³ avergonzada a Enzo (Ć©l se encogiĆ³ de hombros). Estanislao esperĆ³ a su esposa que corriĆ³ a Ć©l abrazĆ”ndolo y celebrando la victoria.
Pablo y sus demĆ”s hermanos se acercaron al cuerpo inconsciente de Marcos. Se arrodillaron a su lado y Pablo le abofeteĆ³ la cara para que recobrara la conciencia.
Marcos tosiĆ³ un par de veces, su rostro estaba empapado de sudor y pĆ”lido.
—Estoy bien, muchachos —informĆ³ palpando sus genitales—. EstĆ”n hinchados, muy hinchados, pero juntos, uno al lado del otro.
Al otro lado Estanislao se frotaba las bolas, pero su entusiasmo no se habĆa esfumado de su cara.
Marcos tosiĆ³ y se agarrĆ³ los huevos mirando como Rafael se acercaba al polaco.
—¿EstĆ”s contento, abuelo?
—SĆ. Ya demostrĆ© que soy mejor que ese comunista.
—¡Carajo, que no soy comunista! —se escucho decir a Marcos.
—TĆ©cnicamente estĆ”n en empate —dijo Rafael—. Y espero que dejen esta tonterĆa hasta aquĆ. A los dos los quiero y no deseo verlos enfrentarse. Ya basta.
Estanislao clavĆ³ la vista al techo, pero se dejĆ³ abrazar con fraternidad de su nieto. El turno de abrazo por Rafael le correspondiĆ³ luego a Marcos ChacĆ³n.
Los dos abuelos se quedaron mirando.
—¡Te ganĆ©, comunistoide! —susurrĆ³ Estanislao, riĆ©ndose.
Marco ChacĆ³n le hizo una seƱal obscena con el dedo medio, mientras que su otra mano sostenĆa sus traumatizadas bolas.
—Yo soy el favorito de Rafa —le respondiĆ³ como burla.
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