Semental bravío (6/7): La trampa de Álvaro - Las Bolas de Pablo

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19 nov 2021

Semental bravío (6/7): La trampa de Álvaro

El lunes a mitad de la mañana llegó a Río Oscuro la prima del profesor José Manzano, Jennifer iba a ser la abogada encargada de llevar adelante el caso de Reinaldo Quiroga para que recuperase la custodia de su hijo.

 

Los tres ocupaban asientos en la oficina del terrateniente donde charlaban sobre la situación.

 

—Espero que me disculpe por el ambiente de la oficina, abogada —se excusó Reinaldo Quiroga—, el aire acondicionado se descompuso hace pocos días y el único técnico más cercano no ha podido venir a reparar.

 

El calor en la sala era reinante a pesar de que las ventanas estaban abiertas. Jennifer Manzano se recogió el cabello y le restó importancia a la situación, aunque las primeras gotas de sudor comenzaron a brotar por su moreno cuerpo.

 

Después de ser la niña fea del salón con los ojos color azul, Jennifer Manzano supo explotar su secreta belleza cuando entró a la universidad y dejó de ser virgen, en la época de la universidad entró al gimnasio y se unió al clan de chicas guapas y empoderadas. Su nariz era perfilada y los cabellos negros. Los labios estaban pintados de un marrón oscuro y utilizaba un vestido que le llegaba a las rodillas, mala elección fue llegar al campo con su vestimenta de la ciudad como esas sandalias de enorme tacón alto. Lo cierto es que Jennifer Manzano supo dominar su caminar por el piso de tierra con la elegancia pura. Estaba soltera y no aceptaba pretendientes, todos desconocían el motivo, las malas lenguas decían que podía ser lesbiana.

 

La mujer comenzó a entablar conversación sobre el estudio del caso.

 

—Incluso, ¿mis actas pueden servir? —preguntó José Manzano en determinado momento—. Además de los informes pedagógicos donde describo la situación del niño, en mi comunicación con la secretaria de educación describo mi preocupación sobre la edad de Germán y la ausencia de su madre.

 

—¿Cómo se atreve a ventilar mi vida privada con los arrastrados del gobierno? —protestó con fuerza Reinaldo Quiroga, haciendo saltar a José y doblar el ceño a la abogada.

 

—Efectivamente tus actas funcionan —afirmó la valiente mujer ignorando la bravuconería del galán—, y es de los asuntos más importantes —utilizaba un manojo de hojas de papel para refrescarse. De hecho algunas gotas de sudor resbalaban por su cuello para perderse dentro de su escote, pero no era dueña de unos senos grandes, eran del tamaño de pequeños limones que la dejaban bien como mujer—, un momento, cargo conmigo la Ley de educación y la ley de protección de niños.

 

La guapa mujer se levantó del asiento y caminó hacia la mesa que estaba cerca de la entrada para buscar su bolso cargado con libros sobre materia legal, mientras se dirigía a su objetivo Reinaldo Quiroga centró su atención en el trasero de la dama. Se mordió el labio inferior con deleite, observando la prominente curvatura de las nalgas en el ceñido vestido de la abogada. Como ella estaba de espalda a él, el dueño de la hacienda Rió Oscuro se movió incómodo en su asiento, llevándose la mano a la entrepierna, acomodando su erección.

 

El profesor José Manzano abrió la boca como reacción de protesta a tal descaro, esa verga que él conocía después de hacerle una inolvidable felación estaba siendo reacomodada dentro del ajustado jeans usado para montar. Miró al hacendado con los ojos entrecerrados y estiró sus pies debajo del escritorio chocando con la bota de Reinaldo que no tardó en devolverle una fuerte mirada.

 

—Mi prima es como mi hermana —le susurró—, no le mire la retaguardia.

 

Reinaldo esbozó una sonrisa que le provocó arrugas alrededor de los ojos:

 

—Las pupilas están aquí para ver —respondió.

 

José Manzano se cruzó de brazos mientras la esbelta abogada regresaba al asiento cargada de sus pequeños libros.

 

Ella comenzó a detallar con bastante retórica legal los artículos en los que se iban a amparar. Aseguró que tenían el caso a su favor por la circunstancia de abandono de la madre.

 

Reinaldo estaba silencioso afirmando con la cabeza, escuchándola. José Manzano se recostó en el asiento evaluando la situación y haciendo conclusiones mentales.

 

Estaban a pocos días de la navidad y se sentía seguro de que Reinaldo Quiroga la iba a pasar muy mal. De hecho tuvo un fin de semana desastroso. Todo comenzó el viernes cuando la madre de Germán llegó a Río Oscuro y se lo llevó, en esa misma fecha Reinaldo quiso buscar venganza y José Manzano logró hacerle frente y detenerlo antes de que cometiera una tragedia, un furioso Reinaldo destrozó su casa y se emborrachó hasta que José lo llevó arrastrado a su habitación y una situación llevó a otra y el docente terminó haciéndole sexo oral al hacendado, que para su suerte no recordó la situación entre ambos a la mañana siguiente.

 

El sábado el hacendado estuvo postrado por un fuerte dolor de cabeza, se recuperó cuando cayó la tarde cuando salió a cabalgar por el campo hasta que se perdió y nadie lo encontró.

 

—Estoy muy preocupado de que cometa una estupidez —le dijo José a Óscar, el capataz—. Tiene que aparecer, ayer estaba decidido de ir a la hacienda del amigo y matar a su esposa y al amante. Tengo miedo de que lo haga, el señor Quiroga cuando se pone furioso es completamente obtuso. Si comete una desgracia se va a joder.

 

—No se preocupe, profesor. Lo encontraré.

 

Finalmente el terrateniente apareció a mitad de la noche cuando llegó de nuevo arrastrado por su capataz, lo había vuelto a conseguir en un bar. Durante la tarde del domingo José se sentó a conversar con Reinaldo, le pidió estabilidad emocional para que pudiera hacer frente a la situación, fuerza psicológica y que se dejara ayudar por su prima porque tenía buena experiencia en ley. 

 

—No sabes las ganas que tengo de ir y matar a esos dos —le llegó a confesar Reinaldo al profesor. 

 

José sintió compasión de él, colocó su mano en el hombro y le brindó apoyo. 

 

—No pienses en eso —le dijo—, si lo haces solo te vas a hundir, tú irías preso, tu esposa muerta y el amante también. ¿A dónde iría a parar Germán? ¡Así que ni lo pienses! 

 

Gracias a la llegada de la abogada el ambiente con el hacendado se alivió un poco, él se sintió más calmado y seguro en que todo iba a mejorar. La abogada confirmó pautar una reunión con la ex esposa de Reinaldo para primeramente mediar. 

 

Cuando José y su prima se marcharon de la hacienda, Reinaldo Quiroga se quedó en su oficina, no dispuesto a dedicarse a revisar facturas de su hacienda, sino en recordar a la hermosa abogada, acomodado en su asiento, cerró los ojos y acarició su cabezona verga dentro del pantalón. El vaquero dio un suspiro de satisfacción hasta que fue interrumpido por una llamada en su celular. Con la cara transformada en auténtica rabia y el ceño fruncido, contestó:

 

—¿Qué demonios quieres, hijo de puta? ¿Para qué me llamas?

 

Se trataba de Álvaro Malavé, su antiguo mejor amigo y actual amante de Leonor, su esposa. 

 

—Reinaldo, amigo. Tanto tiempo sin escuchar tu voz. Te contacto solo para pedir una consideración de tu parte, ¿sí? 

 

—Las consideraciones te las vas a guardar en el culo, hijo de puta. 

 

Álvaro se echó a reír. 

 

—Amigo —le habló—, solo quiero que ya no le sigas mandando mensajes a mi mujer. 

 

—¡CÁLLATE, CABRÓN! 

 

Álvaro se echó a reír aumentando la ira del semental de Río Oscuro. 

 

—Leonor y yo estamos fastidiados de leer tus mensajes implorando que te regresemos al niño. Ya ríndete, amigo. Es un buen consejo que te doy. Ya te quité a la mujer y ahora me corresponde criar a tu hijo, no te preocupes que lo haré bien, ja, ja, ja. 

 

Con tanto descaro Álvaro culminó la llamada, que sabiendo por un trabajador chismoso de la finca (de baja importancia), que la abogada estaba ahí. Álvaro realizó la llamada con la pura intención de hacer rabiar al hacendado y la verdad es que lo iba a lograr. 

 

Reinaldo Quiroga rugió arrugando sus documentos, se levantó de golpe dando un manotazo a la mesa haciendo caer al suelo los documentos, para su desgracia cogió su arma del cajón en el escritorio y se la guardó en su imponente jeans ajustado. Salió convertido un energúmeno de casa y subió a su vehículo poniendo dirección a la hacienda Valentía

 

No tuvo que demorar mucho tiempo para ubicar al dueño del fundo, por tratarse de una trampa este lo esperaba acompañado de otras personas, quienes tenían orden de no intervenir hasta que el bruto de Río Oscuro llegase al extremo de la violencia. Al pie de bromas y chanzas Álvaro se divertía con su gente y no se inmutó cuando en medio de una polvareda Reinaldo Quiroga llegó deteniendo su camioneta y bajándose de golpe. 

 

—¡Reinaldo Quiroga! ¿que sorpresa te trae por aquí? —fue el cínico saludo de Álvaro tan pronto lo vio venir. Esbozada una sonrisa de oreja a oreja. 

 

En su lugar Reinaldo solo tuvo ocasión para castigarlo, como único sitio fijo, donde más le dolía y la zona que tenía para llevar al orgasmo a su mujer. Reinaldo Quiroga impacto la punta de su bota en la hombría de Álvaro Malavé, aquel hombre gritó, retrocediendo y agarrándose los huevos luego de la patada. Reinaldo Quiroga no se contuvo y siguió estrellándole un puñetazo en la cara.

 

Las personas allí presentes comenzaron a gritar conmocionadas, Reinaldo Quiroga no tuvo mente para percatarse de que los hombres de confianza de Álvaro no intervinieron para defender a su jefe.

 

—¡Eres un maldito cabrón! —solo rugió yendo al suelo por encima de Álvaro, lo sostuvo del cuello de la camisa y lo golpeó en la cara a puño cerrado repetidas veces—. Ahora vas a ir y entregarme a mi hijo. ¡Maldito traidor! ¿A caso se te olvida de las veces que te ayude a salir adelante? ¡Bastado! ¡Te mataré! 

 

Reinaldo Quiroga continuó su misión de seguir golpeando al que parecía un indefenso Álvaro Malavé. Su puño chocaba de ira en el rostro del que alguna vez fue su mejor amigo.

 

El resto de las personas estaba atónita mirando el violento gesto, algunas mujeres cubrían sus labios con las manos, los niños se ocultaban tras las piernas de sus padres. Otros hombres grababan con su celular.

 

Reinaldo Quiroga estaba ciego de ira, harto de la burla de ese tipo que le robó a su esposa y no iba a permitir que le quitara a su hijo. El vaquero dueño de Río Oscuro agarró las posesiones masculinas de Álvaro Malavé con fuerza utilizando una mano.

 

El grito estridente de Álvaro Malavé indicó que sus testículos estaban sufriendo bastante.

 

Reinaldo Quiroga tuvo un agarre firme en la entrepierna de Álvaro. El pantalón ajustado del dueño de Valentía no hizo nada para salvar sus bolas de los dedos asesinos de Reinaldo Quiroga.

 

—Suel… sueltame —dijo Álvaro tan pronto pudo hablar. Quiso apartar en vano las manos de Quiroga de sus huevos, pero no pudo.

 

—¿A caso no oíste, hijo de la gran puta? —intervino uno de los hombres de Álvaro, pateando a Reinaldo Quiroga en las bolas desde atrás, tomándolo desprevenido y con sorpresa haciendo que se derrumbara a un lado en el suelo, sollozando de inmediato agarrando sus huevos con ambas manos y retorciéndose.

 

Álvaro Malavé se arrastró por el suelo agarrándose también los huevos hasta ser ayudado por alguien mientras que Reinaldo Quiroga se quedó en el suelo. 

 

...

 

Horas más tarde cuando el vaquero de Río Oscuro estaba de regreso a su casa, en solitario, vestía con un short ajustado y las piernas abiertas para el descanso de sus bolas, recibió nuevamente la visita de la abogada y el profesor José. Como pólvora se había regado la paliza que él le había dado a Álvaro Malavé. Además de los videos que demostraban su acción. 

 

—Eso solo complica las cosas para ti —enfatizó la mujer con un tono de voz que aseguraba molestia—. Estoy segura que esto va a jugar en tu contra. Te van a denunciar en la policía y asegurarán que no eres un hombre apto para hacerte cargo de tu hijo. 

 

José Manzano que estuvo callado todo ese tiempo no soportó tanta indignación, cruzado de brazos solo se le ocurrió decir:

 

—¡Campesino bruto! ¡Todo se te ocurre arreglarlo con violencia! 

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