¿Dónde está mi sombrero? (2/3): La penitencia - Las Bolas de Pablo

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17 nov 2021

¿Dónde está mi sombrero? (2/3): La penitencia

Marcos Chacón estaba desayunando en uno de los restaurantes de su hotel con alguno de sus hijos, sobrinos y el mayor de sus nietos.

 

—Les agradezco por favor que si alguno de ustedes cogió mi sombrero de marina, por favor devolverlo.

 

—¿Por qué estás tan insistente con ese sombrero? —quiso saber Enzo mordisqueando un pan.

 

—Es muy especial, chó —dijo su padre adoptivo—. Me lo regaló mi esposa y es especial para mí. Tiene bordado mis iniciales en un lateral. 

 

—Seguro lo cogiste tú, enano —afirmó Pascual Chacón, el auténtico responsable de la perdida del objeto. Su interrogación demostraba mucha seguridad, mientras se bajaba las gafas oscuras y miraba a Rafael.

 

—¡Carajo! —Rafael dio una patada debajo de la mesa—. Les he dicho millones de veces que yo no agarré ese jodido sombrero, ¿para qué carajos lo voy a querer?

 

—Las groserías están de más, Rafael —afirmó Marcos con mirada penetrante.

 

—No es la primera vez que coges una cosa de Marcos sin su permiso, enano —continuó Pascual.

 

Rafael lo miró como si lo fuera a matar, en lugar de dirigirle un insulto mortal, prefirió callar.

 

—Bueno —reafirmó Marcos tranquilamente—, si alguno de ustedes consigue mi sombrero, por favor hacerlo llegar.

 

Pascual afirmó con la cabeza y continuó desayunando. Dos horas más tarde se presentó en la residencia de Gastón Ysacura, uno de sus amigos que tras ganar una apuesta le arrebató el sombrero propiedad de Marcos Chacón.

 

—¿Y por qué tengo que darte el sombrero si yo me lo gané? —reaccionó Gastón cruzándose de brazos y con aires de diversión.

 

—¡Gastón, brother! ¿Para qué carajos quieres un sombrero de marinero si ni siquiera, sabes manejar un remo? Devuélveme el sombrero, amigo. Eso representa un regalo especial para mi tío en memoria de su esposa fallecida. Entrégame el sombrero, por el momento ando culpando y todas mis sospechas están en mi sobrino.

 

—¡Serás huevón! ¿Por qué le andas sacando sus cosas sin su permiso? ¡Ladronzuelo! Ja, ja, ja.

 

—¡Devuélveme el sombrero, marica! No es tuyo.

 

—Te lo devolveré, pero cumpliendo una penitencia. Es el costo por hurtar una cosa a tu tío que tan bien se comportó contigo y tus hermanos. Me da mucha tristeza tener que devolvertelo, ya ves lo bien que me luce.

 

—¿A qué te refieres?

 

Gastón sonrió con malicia.

 

—¡El precio que tienes que pagar por hurtar las cosas del ministro es recibir par de golpes en las bolas!

 

—¡Estás loco, marica!

 

—Entonces yo mismo iré con el señor Marcos y le contaré que tú apostaste su sombrero.

 

—¡Eres una mierda! —dijo Pascual, golpeando el suelo con la planta del pie. Tomó distancia de su amigo y separó las piernas—. Está bien, cabrón. ¡Hazlo!

 

—Sácate el pantalón, Pascual. No quiero que tu ropa interfiera con mi castigo. 

 

Pascual torció la boca en señal de disgusto. No tuvo ningún problema en abrir su bragueta y sacar su impresionante polla a juego con dos grandes toronjas, las dos jugosas y afeitadas bolas brillaron entre sus muslos.

 

—¡Aparta tu negra polla del camino!

 

Pascual dio un resoplido. Sus pantalones cayeron hasta la rodilla y con una mano se agarró el miembro apuntándolo a su ombligo donde empezó a adquirir dureza.

 

—¡Indio dormido comienza a levantarse, ché! —bromeó Gastón juzgando al pene de su amigo.

 

—¡Comienza ya, cabrón! Y devuélveme el puto sombrero.

 

Gastón se echó a reír mirando a Pascual con sus gordas bolas colgantes mientras su orgullosa vara apuntaba al techo.

 

Gastón se apoderó del escroto de Pascual con ambas manos y rodó los preciosos testículos entre sus dedos. Luego tiró de su saco de huevos, ligeramente para ir incrementando de a poco con más fuerza.

 

Pascual gimió desenfocando los ojos.

 

Después Gastón agarró las joyas de Pascual con el puño derecho y las apretó con fuerza.

 

Pascual chilló y su polla se puso dura moviéndose violentamente.

 

La cabeza de Gastón se inclinó hacia arriba y miró a Pascual a la cara. —¿Todo bien, amigo? Así de triste se debe sentir el señor Chacón de perder su sombrero —sonrió y le dio otro fuerte apretón, haciendo gritar a Pascual de nuevo.

 

Gastón se mantuvo apretando los grandes y gordos testículos de Pascual, el sobrino de Marcos Chacón palideció. 

 

—Aaaaaaaay —masculló suavemente.

 

—Lo siento —sonrió Gastón retorciendo las bolas de Pascual con fuerza.

 

Pascual gimió en voz alta.

 

Gastón se mantuvo exprimiendo los limones de Pascual, aferrando sus dedos a ellos como si estuviera exprimiendo un par de suculentos limones.

 

—¡Me duele, me duele! —Pascual gimió con voz ronca.

 

Gastón se quedó mirando la polla de Pascual que apuntaba al techo y relucía con pre semen.

 

Gastón sonrió y negó con la cabeza.

 

Los ojos de Pascual estaban cerrados con fuerza y su boca solo gemía en voz alta. Abrió los ojos y miró a su amigo con expresión de clementina en el rostro. 

 

Por favor —susurró.

 

Gastón asintió con la cabeza, lo que hizo que Pascual cerrara los ojos de nuevo. Sintió un provisional alivio cuando su par de bolas fueron liberadas, apenas iba a respirar aliviado cuando sin previo aviso, Gastón estrelló su rodilla en su entrepierna, aplastándole con fuerza y violencia los huevos con la rótula y enviando a Chacón al suelo gritando de dolor.

 

Gastón salió de la sala echándose a reír, ignorando los lamentos de Pascual. Cuando regresó traía consigo el sombrero de Marcos Chacón, mientras tanto Pascual se había subido el pantalón y estaba encorvado sujetándose la entrepierna.

 

—Ten, amigo, aquí tenés —dijo Gastón, estirando el brazo entregándole el sombrero—. Muy bonito es.

 

Pascual miró el objeto y se dedicó a recogerlo y con un movimiento rápido, Gastón estrelló su pie contra la entrepierna expuesta de Pascual, lastimándole otra vez ambas gónadas al aplanarlas con fuerza.

 

Pascual dejó escapar un grito espeluznante y juntó las piernas. Hizo una cara chistosa y se cayó al suelo agarrándose las bolas con ambas manos, lamentándose con mucho dolor.

 

Gastón se echó a reír y se inclinó colocándole el sombrero en la cabeza a su amigo.



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