LA SIRVIENTA DE SCHWARZENEGGER, Parte 2.
LA FURIA DE MARIA SHRIVER.
CONTIENE BALLBUSTING F/M Y SEXO HETEROSEXUAL.
En la primera parte Rosario GarcĆa, una salvadoreƱa de 26 aƱos entrĆ³ a trabajar como sirvienta en la mansiĆ³n familiar de Arnold Schwarzenegger, era el aƱo de 1990.
Rosario pronto recibe las insinuaciones de su patrĆ³n, y termina cediendo a sus avances, la pareja hace el amor. MarĆa Shriver, la esposa de Arnold, mira el diario de la sirvienta, dĆ³nde ella anotaba todo lo referente a su gusto e intimidad con su patrĆ³n, MarĆa promete venganza contra su marido.
Maria Owings Shriver (nacida el 6 de noviembre de 1955 en Chicago, Illinois) es una periodista estadounidense perteneciente a la Familia Kennedy. Es autora de varios libros y fue primera dama de California desde el 17 de noviembre de 2003 hasta el 3 de enero de 2011, por su matrimonio con el exgobernador Arnold Schwarzenegger.
La noche del 10 de julio, Arnold y Rosario habĆan tenido una nueva secciĆ³n de sexo esta vez en el cuarto de la empleada, ella le pidiĆ³ al patrĆ³n que se quedase y Ć©l la complaciĆ³.
Rosario no cabĆa de la dicha al tener a aquel adonis en su cama, la salvadoreƱa despertĆ³ antes que Ć©l y se arrodillĆ³ en la cama observando dormir al enorme y acuerpado varĆ³n.
—ViĆ©ndome dormir? —La sorprendiĆ³ Arnold al abrir los ojos y observarla a su lado, Rosario sonriĆ³ y se sentĆ³ encima del macho. La mujer le acariciaba los pectorales y los prominentes mĆŗsculos del cuello de su patrĆ³n.
—Usted es mĆo patrĆ³n —Expresaba orgullosa la empleada, a lo que Arnold levantaba las manos en forma de rendiciĆ³n, Rosario se ubicĆ³ encima de Ć©l y dijo:
—HĆ”gamelo otra vez, patrĆ³n. —SuplicĆ³ la mujer acercando su boca y besĆ”ndole los labios.
—TĆŗ mandas, mujer. —Rosario se alegrĆ³ cuando sintiĆ³ que el pene de Arnold estaba erecto y ya lo sentĆa entre sus nalgas.
Rosario se dispuso a complacerlo al mĆ”ximo, la salvadoreƱa bajĆ³ de la cama y se desnudĆ³ a distancia, Arnold se sentĆ³ en la cama observĆ”ndola a lo lejos, la empleada parecĆa querer posar para su patrĆ³n; El macho musculoso la observaba sin parpadear, por fin se levantĆ³ de la cama, ante una seƱal de Rosario.
Rosario sonriĆ³ y avanzĆ³ hacia Ć©l…su objetivo era claro, el desnudo y erecto falo de su patrĆ³n, quien ya latiendo la esperaba.
—Eres divina! Arnold estaba literalmente loco por la salvadoreƱa.
La empleada le tomĆ³ de inmediato del pene, mientras Arnold le palpaba las tetas, con un leve tirĆ³n de los hombros, el varĆ³n le indicĆ³ que se arrodillara y Rosario enseguida comenzĆ³ a chupĆ”rsela, abriendo mucho la boca para saborear la gorda cabeza del falo…La sirvienta le miraba a la cara y le divirtiĆ³ verlo sonreĆr cuando ella le sostuvo las colgantes pelotas.
Arnold no dejaba de saborearse sintiendo los dedos talentosos de su empeladas masajearle la fina piel de sus bolas.
Rosario le chupaba con delicia el glande, se lo metĆa completo en la boca y Arnold comenzĆ³ a sentir una oleada de placer en cada embestida de esa boca.
El varĆ³n iniciĆ³ a acariciarle los pezones, lo que hizo que Rosario aumentara mĆ”s su placer. Por su parte Arnold tomaba suavemente su cabeza, indicĆ”ndole el ritmo que debĆa seguir.
El masaje testicular volvĆa loco al varĆ³n, Rosario dejĆ³ sus bolas cuando estas comenzaron a elevarse, la salvadoreƱa sostuvo con ambas manos el tronco del falo de su patrĆ³n, chupĆ”ndole mĆ”s rĆ”pido el pene.
El movimiento de los huevos del patrĆ³n le indicĆ³ a Rosario que estaba por correrse, asĆ que cesĆ³ toda estimulaciĆ³n; Le indicĆ³ que la siguiera y lo llevĆ³ hacia la cama. Ahora fue Arnold quien tomĆ³ la iniciativa, con Rosario acostada el macho comenzĆ³ a comerle el coƱo y a acariciarle los muslos.
La sirvienta empezĆ³ a gemir cada vez mĆ”s fuerte, hasta que un fuerte estremecimiento indicĆ³ que se habĆa corrido y bastante!
DespuĆ©s de darle tiempo a recuperarse, Arnold querĆa metĆ©rsela ahĆ mismo, pero Rosario le hizo levantarse y junto a la cama se inclinĆ³ ofreciĆ©ndolo su intimidad, la mujer querĆa se follada de pie y el macho se lamiĆ³ del gusto.
Arnold le introdujo la polla erecta en su coƱo bien hĆŗmedo y empezĆ³ a penetrarla una y otra vez, mientras no paraba de besarle la espalda y agarrarle las tetas sin parar.
Rosario gemĆa cada vez mĆ”s fuerte, mientras le decĆa groserĆas en espaƱol; Arnold no las entendĆa pero se sentĆa mĆ”s excitado y bombeaba cada vez mĆ”s fuerte, Rosario le apretaba la verga con su coƱo.
El semental mantuvo su Ćmpetu hasta que no pudo mĆ”s y se corriĆ³ en su interior con un placer indescriptible. Arnold jadeo y se sentĆ³ en la cama, Rosario lo acompaĆ±Ć³ y se acostaron. La mujer le acariciaba el musculoso pecho al patrĆ³n…
…En cierto momento bajĆ³ al falo del patrĆ³n y se la comenzĆ³ a lamer, dejĆ”ndosela al final mĆ”s limpia que un cristal.
Arnold sonriĆ³ y expresĆ³:
—Eres muy buena en eso.
—Si no la dejara bien limpia no serĆa una buena sirvienta—Rieron a carcajadas.
A la maƱana siguiente, Arnold despertĆ³ en su cama, la noche previa su esposa habĆa vuelto de su viaje. Aunque muy tarde, el marido la buscĆ³ para tener intimidad, pero MarĆa se disculpĆ³ aduciendo un extremo cansancio por el largo viaje…
…En realidad MarĆa habĆa vuelto un par de dĆas antes, porque alguna empleada de confianza le habĆa informado de los avances de su marido para con la sirvienta salvadoreƱa; Sin que los “amantes” supieran, la mujer volviĆ³ a casa y revisĆ³ la habitaciĆ³n de Rosario, encontrando el diario y confirmando los rumores…
…Desde entonces MarĆa se quedĆ³ dĆ³nde una amiga, pensando que hacer, y sobre todo, cĆ³mo desquitarse de la infidelidad.
MarĆa ya estaba activa en la habitaciĆ³n matrimonial cuando Arnold despertĆ³ y la saludĆ³.
—TomarĆ”s una ducha, querido?—Le invitĆ³ la mujer, ante lo que el esposo se incorporĆ³ y entrĆ³ al baƱo.
MarĆa le vio con odio, asegurĆ”ndose de que su esposo no notara su expresiĆ³n.
Al salir del baƱo su esposa le ofreciĆ³ un habano, el marido se sintiĆ³ halagado.
—Un regalo del viaje?
—No serĆa una buena esposa si no le trajera suvenires a mi marido.
El hombre no tardĆ³ en encender el cigarro, les fascinaban, por algo no era raro verlo en pelĆculas con cigarros, dĆ³nde exigĆa que Ć©stos fueran de verdad y cubanos.
Arnold se comenzĆ³ a sentir mareado, MarĆa lo veĆa y mostrĆ³ una sonrisa maliciosa, el actor no podĆa mantenerse en pie. Antes de perder el sentido y caer, escuchĆ³ de su esposa.
—Te gustĆ³ el habano, querido?, le puse algo adentro que no te caerĆ” bien.
Tiempo despuĆ©s Arnold despertaba, se hallaba desnudo en el sĆ³tano, estaba con los brazos en alto y encadenados al techo, cĆ³mo habĆa llegado allĆ? recordĆ³ a MarĆa, ella le drogĆ³ con algo en su cigarro, porque? Y como ella le pudo traer hasta Ć©ste lugar?
Lo que sabrĆa despuĆ©s el actor es que la esposa pidiĆ³ la ayuda de un leal empleado para llevar a cabo su plan, Ć©ste —Bien pagado—condujo al enorme patrĆ³n al sĆ³tano y le encadenĆ³ al techo.
Arnold tratĆ³ de zafarse usando su gran fuerza, pero la cadera era gruesa y estando brazos arriba por un periodo extenso, sentĆa que le faltaba el aliento.
De pronto apareciĆ³ MarĆa.
—Veo que por fin despertaste, pensĆ© que me habĆa pasado de dosis con la droga que te di—La mujer confesaba su acciĆ³n.
—PorquĆ© me haces esto MarĆa?, has enloquecido?
—Enloquecido?, no!, lo que pasa es que no soy una tonta a quien engaƱan libremente…MarĆa se paseaba viendo todos los Ć”ngulos de su musculoso e inmovilizado marido.
—PerdĆ³name...—Se apresurĆ³ a expresar el marido ya sabido que su infidelidad y sobretodo de su actual posiciĆ³n, las cosas no pintaban bien.
La mujer posĆ³ frente a su marido mostrando la apretada prenda que usaba…Un traje de lĆ”tex negro con botas de tacĆ³n puntiagudo.
Arnold nunca habĆa visto asĆ a MarĆa, debiĆ³ confesar que sintiĆ³ una renovada atracciĆ³n por ella, el traje de lĆ”tex le quedaba muy bien, tambiĆ©n se imaginĆ³ a Rosario con ese traje, la voluptuosa sirvienta tampoco se verĆa mal asĆ…
…Pero el momento no era para fantasear, MarĆa estaba frente a Ć©l con los brazos cruzados, casi esperando el momento para hacer algo.
La esposa se le acercĆ³ y le acariciĆ³ el duro abdomen. Las uƱas de la fĆ©mina comenzaron a rasguƱar la piel del esposo.
—Oh, basta MarĆa, suĆ©ltame ya…
MarĆa retrocediĆ³ unos pasos, contemplando la enormidad de su marido.
—Ahora me las pagarĆ”s Arnold.
La mujer tomĆ³ impulso y lanzĆ³ un patadĆ³n contra la descubierta entrepierna de su esposo al tiempo que gritaba: TRAIDOR!
—AAAHHHH!!!—La patada de la mujer fue fuerte, las desnudas bolas del Austro-Americano cedieron fĆ”cilmente ante el empeine de aquella bota, clavĆ”ndose contra el bajo vientre masculino.
Arnold retrocediĆ³ su pomposo trasero y cruzĆ³ los muslos buscando cubrir sus testĆculos. El dolor era intenso, en su cabeza recordĆ³ las muchas pelĆculas dĆ³nde era golpeado en las bolas pero todo era actuado, hoy el dolor era real; Era la primera vez que le pateaban las bolas de una manera tan perfecta y sin oposiciĆ³n.
—Te doliĆ³ eso?, sĆ© que sĆ, allĆ abajo colgando no tienes tus mĆŗsculos, allĆ te va a doler siempre, traidor!
—Aayyy, MarĆa por favor suĆ©ltame ya.
—Claro que no!, te vas a arrepentir por acostarte con esa mexicana—La mujer ni siquiera sabĆa la nacionalidad de su empleada, no le importaba siquiera.
Arnold flexionaba sus muslos y piernas, en un inĆŗtil esfuerzo por aliviar su dolor y evitar una nueva patada.
El pie de la mujer volviĆ³ a levantarse conectando la punta del calzado contra el escroto del musculoso hombre, Arnold gritĆ³ al techo:
—AAAAAaaaahhh!!!!!!!!!—Totalmente debilitado, las cadenas eran lo que le impedĆa caer al piso, cruzĆ³ al mĆ”ximo los muslos cubriendo lo mĆ”s posible sus pelotas.
MarĆa vio esto y le pateĆ³ el muslo, luego el otro, trataba de ablandarlo y que abriese las extremidades, el muy adolorido varĆ³n se quejaba sin parar y la debilidad le hizo abrir las piernas…De nuevo estaba expuesto!
Una tercera patada ascendiĆ³ entre los muslos del actor, Ć©sta vez la zona del empeine y tobillo de MarĆa era lo que le aplastaba las esferas viriles al esposo.
—GAAAh!!!—Se quejĆ³ Arnold, cuando el cuero de la bota le dio en su hueva izquierda, chocando Ć©sta contra la derecha, el macho apretĆ³ los dientes y como pudo volviĆ³ a cerrar los muslos.
MarĆa se riĆ³ ante sus inĆŗtiles esfuerzos de protegerse y expresĆ³:
—Te pillĆ© las pelotas otra vez, jajajajaja
El esposo permanecĆa boquiabierto, metiendo todo el aire posible a sus pulmones, no podĆa con el alma.
—Por favor, perdĆ³name MarĆa, te juro que no volverĆ© a buscar otras mujeres…—Era la sĆŗplica de Arnold.
—Claro que no las volverĆ”s a buscar, traidor!
MarĆa apareciĆ³ a su lado y pasando una mano se apoderĆ³ de todo el paquete genital de Arnold…De inmediato cerrĆ³ los dedos y comenzĆ³ a apretarle las bolas.
—AAAUUUUUUUU!!!!!!!!!!! —Se quejaba como loco el varĆ³n, MarĆa apretaba con fuerza el escroto de Arnold.
—Basta, por favor……—El musculoso no dejaba de suplicarle
—Con estas me querĆas llenar la vagina anoche, verdad?, despuĆ©s de cogerte a esa puta de Rosario, pues no seƱor!
—AAAAyyyyy!!!!!!!!!—ApretĆ³ mĆ”s fuerte sacĆ”ndole un alarido a su esposo.
—Condenadooooo!—MarĆa hacĆa un esfuerzo para castigarle al mĆ”ximo las bolas se ubicĆ³ de frente, asĆ tenĆa mĆ”s dominio de ese escroto.
—Por favooorrrr!!!
—Me querĆas llenar con Ć©stas, admĆtelo!…O te crees el muy macho que puede llenar a nosotras dos, es eso! verdad? Siempre te has creĆdo muy hombre, con Ć©stas que tienes!—MarĆa le torciĆ³ un poco las bolas que mantenĆa bajo una intensa presiĆ³n.
Arnold sĆ³lo se quejaba con la boca abierta, pero no le saliĆ³ ningĆŗn sonido.
—SĆ!, seguro tienes bastante para llenarnos a ambas, pero te deberĆa dar una lecciĆ³n, deberĆa arrancarte esas bolas para curarte de una vez!—MarĆa comenzĆ³ a tirar hacia ella del escroto de su esposo con fuerza, mientras Arnold gritaba una vez mĆ”s, ahora cada vez mĆ”s fuerte.
—AAAAAAAAAHHH!!!!!!—Los alaridos de su marido eran ensordecedores.
—Te las voy a arrancar!—MarĆa apretaba los dientes haciendo la mayor fuerza que podĆa para tirar de ese escroto.
—Porfavoooorrrr….—El final de la sĆŗplica emergiĆ³ con un tono de mujer, y finalmente MarĆa cediĆ³, dĆ”ndole descanso.
Arnold quedĆ³ con la boca apoyada en su pecho, ni siquiera tenĆa fuerzas para levantar la cabeza, se hallaba babeante y empapado en sudor; MarĆa se quedĆ³ viĆ©ndolo, estaba vencido y casi humillado ante ella, la esposa se le acercĆ³ al oĆdo.
—EscĆŗchame bien cariƱo, he decidido perdonarte porque eres el padre de mi hija (en 1990 sĆ³lo habĆa nacido la primera hija del matrimonio) y porque aun te quiero…Pero si me vuelves a ser infiel, asĆ sea con el palo de la escoba, te corto todo allĆ” abajo, entendido?...y no me importa si termino en la cĆ”rcel, TE CORTO TODO!...Entendiste?—MarĆa le tomĆ³ de la barbilla levantĆ”ndosela para que la viera a los ojos.
—SĆ…sĆ, entendido…—AceptĆ³ el asustado macho, no tenĆa de otra mĆ”s que obedecer a su esposa.
MarĆa le soltĆ³ de las cadenas y Arnold se derrumbĆ³ al piso, de inmediato se volviĆ³ un ovillo y protegiĆ³ sus huevas. MarĆa se quedĆ³ un instante viĆ©ndole, tan grande y musculoso y ahora no era mĆ”s amenazante que un cachorro de can. La mujer le dio una patada en la espalda y se marchĆ³.
A pesar del temor del varĆ³n y sus promesas, Pasaron los meses y el tiempo hizo lo suyo, el olvido llegĆ³ y el hombre volviĆ³ a buscar a otras mujeres…
…Al final Arnold volverĆa a serle infiel a MarĆa con otra sirvienta. Mantuvo esta relaciĆ³n muy bien oculta temeroso de otro castigo por parte de su esposa…Y mĆ”s al haber un hijo producto de Ć©sta relaciĆ³n infiel. SĆ³lo tras casi una dĆ©cada saldrĆa a la luz la existencia del hijo (al que Arnold reconociĆ³ y mantuvo) Sabido del hijo extramatrimonial se dio un largo proceso de divorcio entre la pareja Schwarzenegger.
Pero es claro que la experiencia con Rosario fue lo que dejĆ³ al patrĆ³n ansioso de mĆ”s aventuras con sus empleadas.
Y Rosario?
A los dos dĆas de los eventos del sĆ³tano, Rosario estaba en un motel buscando trabajo en los clasificados; Aquella maƱana cuando torturĆ³ a su esposo, MarĆa ya habĆa ordenado a Rosario irse de la casa con su indemnizaciĆ³n de despido…
…Su salida de la casa de los Schwarzenegger fue fulminante y sin explicaciĆ³n alguna, aunque la joven sospechaba que la patrona se enterĆ³ del amorĆo con el seƱor de la casa.
Rosario observaba por ratos un nuevo afiche de su patrĆ³n, dĆ³nde en una pelĆcula de hace unos aƱos aparecĆa desnudo en una vista posterior, la sirvienta se excitaba contemplando la musculosa espalda de su patrĆ³n, y las lindas nalgas del austriaco.
—PatrĆ³n, cĆ³mo lo extraƱo…—La sirvienta anhelaba la intimidad con el semental actor.
De pronto tocan a la puerta. Al abrir es Alberto, el chofer mexicano de la casa donde trabajaba, el hombre sĆ³lo le entrega una carta del patrĆ³n y se marcha.
Rosario se sienta y lee la carta, es corta y contiene ademĆ”s una fotografĆa.
Lamento tu despido Rosario, pero MarĆa se enterĆ³ de todo en alguna forma, no puedo dejar a mi esposa, lo lamento, y sĆ© que tĆŗ sabĆas eso…
…Para arreglarme con MarĆa debĆa aceptar dejar de verte.
Fueron maravillosos todos los momentos contigo, y te extraƱarĆ© mucho, nunca conocĆ a una mujer como tĆŗ, por algo dicen que las mujeres latinas son Ćŗnicas.
Como compensaciĆ³n por tu despido, lo mĆnimo que puedo hacer es buscarte un nuevo trabajo, uno en el que conserves tu economĆa, pues se bien que ayudas a tus familiares en el paĆs de donde eres. Te encontrĆ© trabajo en la mansiĆ³n de un amigo que reside en San Francisco…En la prensa todos creen que somos rivales, nada mĆ”s lejos de la realidad, espero que en tu nuevo empleo encuentres todo lo que mereces.
Me despido.
Rosario observĆ³ la fotografĆa y quedĆ³ impresionada, ese era su nuevo patrĆ³n? , lo reconocĆa de pelĆculas, era tan famosos como el seƱor Arnold.
AceptarĆa el trabajo y quien sabe que le deparaba el destino.
PrĆ³ximo relato LA SIRVIENTA DE SYLVESTER STALLONE…es broma! No habrĆ” otro relato. Hasta aquĆ la historia.
FIN.
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