LA SIRVIENTA DE SCHWARZENEGGER, Parte 2. - Las Bolas de Pablo

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15 mar 2022

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LA SIRVIENTA DE SCHWARZENEGGER, Parte 2.

 

LA SIRVIENTA DE SCHWARZENEGGER, Parte 2.

LA FURIA DE MARIA SHRIVER.

 

 

CONTIENE BALLBUSTING F/M Y SEXO HETEROSEXUAL.

 

 

En la primera parte Rosario García, una salvadoreña de 26 años entró a trabajar como sirvienta en la mansión familiar de Arnold Schwarzenegger, era el año de 1990.

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Rosario pronto recibe las insinuaciones de su patrón, y termina cediendo a sus avances, la pareja hace el amor. María Shriver, la esposa de Arnold, mira el diario de la sirvienta, dónde ella anotaba todo lo referente a su gusto e intimidad con su patrón, María promete venganza contra su marido.


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Maria Owings Shriver (nacida el 6 de noviembre de 1955​ en Chicago, Illinois) es una periodista estadounidense perteneciente a la Familia Kennedy. Es autora de varios libros y fue primera dama de California desde el 17 de noviembre de 2003 hasta el 3 de enero de 2011, por su matrimonio con el exgobernador Arnold Schwarzenegger.

 

 

La noche del 10 de julio, Arnold y Rosario habían tenido una nueva sección de sexo esta vez en el cuarto de la empleada, ella le pidió al patrón que se quedase y él la complació.

 

Rosario no cabía de la dicha al tener a aquel adonis en su cama, la salvadoreña despertó antes que él y se arrodilló en la cama observando dormir al enorme y acuerpado varón.

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—ViĆ©ndome dormir? —La sorprendió Arnold al abrir los ojos y observarla a su lado, Rosario sonrió y se sentó encima del macho. La mujer le acariciaba los pectorales y los prominentes mĆŗsculos del cuello de su patrón.

 

—Usted es mĆ­o patrón —Expresaba orgullosa la empleada, a lo que Arnold levantaba las manos en forma de rendición, Rosario se ubicó encima de Ć©l y dijo:

                                                                            

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—HĆ”gamelo otra vez, patrón. —Suplicó la mujer acercando su boca y besĆ”ndole los labios.

 

—TĆŗ mandas, mujer. —Rosario se alegró cuando sintió que el pene de Arnold estaba erecto y ya lo sentĆ­a entre sus nalgas.

 

Rosario se dispuso a complacerlo al mÔximo, la salvadoreña bajó de la cama y se desnudó a distancia, Arnold se sentó en la cama observÔndola a lo lejos, la empleada parecía querer posar para su patrón; El macho musculoso la observaba sin parpadear, por fin se levantó de la cama, ante una señal de Rosario.

 

Rosario sonrió y avanzó hacia Ć©l…su objetivo era claro, el desnudo y erecto falo de su patrón, quien ya latiendo la esperaba.

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—Eres divina! Arnold estaba literalmente loco por la salvadoreƱa.

 

La empleada le tomó de inmediato del pene, mientras Arnold le palpaba las tetas, con un leve tirón de los hombros, el varón le indicó que se arrodillara y Rosario enseguida comenzó a chupĆ”rsela, abriendo mucho la boca para saborear la gorda cabeza del falo…La sirvienta le miraba a la cara y le divirtió verlo sonreĆ­r cuando ella le sostuvo las colgantes pelotas.

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Arnold no dejaba de saborearse sintiendo los dedos talentosos de su empeladas masajearle la fina piel de sus bolas.

 

Rosario le chupaba con delicia el glande, se lo metía completo en la boca y Arnold comenzó a sentir una oleada de placer en cada embestida de esa boca.

 

El varón inició a acariciarle los pezones, lo que hizo que Rosario aumentara mÔs su placer. Por su parte Arnold tomaba suavemente su cabeza, indicÔndole el ritmo que debía seguir.

 

El masaje testicular volvía loco al varón, Rosario dejó sus bolas cuando estas comenzaron a elevarse, la salvadoreña sostuvo con ambas manos el tronco del falo de su patrón, chupÔndole mÔs rÔpido el pene.

 

El movimiento de los huevos del patrón le indicó a Rosario que estaba por correrse, así que cesó toda estimulación; Le indicó que la siguiera y lo llevó hacia la cama. Ahora fue Arnold quien tomó la iniciativa, con Rosario acostada el macho comenzó a comerle el coño y a acariciarle los muslos.

 

La sirvienta empezó a gemir cada vez mÔs fuerte, hasta que un fuerte estremecimiento indicó que se había corrido y bastante!

  

Después de darle tiempo a recuperarse, Arnold quería metérsela ahí mismo, pero Rosario le hizo levantarse y junto a la cama se inclinó ofreciéndolo su intimidad, la mujer quería se follada de pie y el macho se lamió del gusto.

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Arnold le introdujo la polla erecta en su coño bien húmedo y empezó a penetrarla una y otra vez, mientras no paraba de besarle la espalda y agarrarle las tetas sin parar.

 

Rosario gemƭa cada vez mƔs fuerte, mientras le decƭa groserƭas en espaƱol; Arnold no las entendƭa pero se sentƭa mƔs excitado y bombeaba cada vez mƔs fuerte, Rosario le apretaba la verga con su coƱo.

 

El semental mantuvo su Ć­mpetu hasta que no pudo mĆ”s y se corrió en su interior con un placer indescriptible. Arnold jadeo y se sentó en la cama, Rosario lo acompañó y se acostaron. La mujer le acariciaba el musculoso pecho al patrón…

 

…En cierto momento bajó al falo del patrón y se la comenzó a lamer, dejĆ”ndosela al final mĆ”s limpia que un cristal.

 

Arnold sonrió y expresó:

 

—Eres muy buena en eso.

 

—Si no la dejara bien limpia no serĆ­a una buena sirvienta—Rieron a carcajadas.

 

 

A la maƱana siguiente, Arnold despertó en su cama, la noche previa su esposa habĆ­a vuelto de su viaje. Aunque muy tarde, el marido la buscó para tener intimidad, pero MarĆ­a se disculpó aduciendo un extremo cansancio por el largo viaje…

 

…En realidad MarĆ­a habĆ­a vuelto un par de dĆ­as antes, porque alguna empleada de confianza le habĆ­a informado de los avances de su marido para con la sirvienta salvadoreƱa; Sin que los ā€œamantesā€ supieran, la mujer volvió a casa y revisó la habitación de Rosario, encontrando el diario y confirmando los rumores…

…Desde entonces MarĆ­a se quedó dónde una amiga, pensando que hacer, y sobre todo, cómo desquitarse de la infidelidad.

 

María ya estaba activa en la habitación matrimonial cuando Arnold despertó y la saludó.

 

—TomarĆ”s una ducha, querido?—Le invitó la mujer, ante lo que el esposo se incorporó y entró al baƱo.

 

María le vio con odio, asegurÔndose de que su esposo no notara su expresión.

 

Al salir del baño su esposa le ofreció un habano, el marido se sintió halagado.

 

—Un regalo del viaje?

 

—No serĆ­a una buena esposa si no le trajera suvenires a mi marido.

 

El hombre no tardó en encender el cigarro, les fascinaban, por algo no era raro verlo en películas con cigarros, dónde exigía que éstos fueran de verdad y cubanos.

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Arnold se comenzó a sentir mareado, María lo veía y mostró una sonrisa maliciosa, el actor no podía mantenerse en pie. Antes de perder el sentido y caer, escuchó de su esposa.

 

—Te gustó el habano, querido?, le puse algo adentro que no te caerĆ” bien.

 

Tiempo después Arnold despertaba, se hallaba desnudo en el sótano, estaba con los brazos en alto y encadenados al techo, cómo había llegado allí? recordó a María, ella le drogó con algo en su cigarro, porque? Y como ella le pudo traer hasta éste lugar?

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Lo que sabrĆ­a despuĆ©s el actor es que la esposa pidió la ayuda de un leal empleado para llevar a cabo su plan, Ć©ste —Bien pagado—condujo al enorme patrón al sótano y le encadenó al techo.

 

Arnold trató de zafarse usando su gran fuerza, pero la cadera era gruesa y estando brazos arriba por un periodo extenso, sentía que le faltaba el aliento.

 

De pronto apareció MarĆ­a.                

 

—Veo que por fin despertaste, pensĆ© que me habĆ­a pasado de dosis con la droga que te di—La mujer confesaba su acción.

 

—PorquĆ© me haces esto MarĆ­a?, has enloquecido?

 

—Enloquecido?, no!, lo que pasa es que no soy una tonta a quien engaƱan libremente…MarĆ­a se paseaba viendo todos los Ć”ngulos de su musculoso e inmovilizado marido.

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—Perdóname...—Se apresuró a expresar el marido ya sabido que su infidelidad y sobretodo de su actual posición, las cosas no pintaban bien.

 

La mujer posó frente a su marido mostrando la apretada prenda que usaba…Un traje de lĆ”tex negro con botas de tacón puntiagudo.

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Arnold nunca habĆ­a visto asĆ­ a MarĆ­a, debió confesar que sintió una renovada atracción por ella, el traje de lĆ”tex le quedaba muy bien, tambiĆ©n se imaginó a Rosario con ese traje, la voluptuosa sirvienta tampoco se verĆ­a mal así…

 

…Pero el momento no era para fantasear, MarĆ­a estaba frente a Ć©l con los brazos cruzados, casi esperando el momento para hacer algo.

 

La esposa se le acercó y le acarició el duro abdomen. Las uñas de la fémina comenzaron a rasguñar la piel del esposo.

 

—Oh, basta MarĆ­a, suĆ©ltame ya…

 

María retrocedió unos pasos, contemplando la enormidad de su marido.

 

—Ahora me las pagarĆ”s Arnold.

 

La mujer tomó impulso y lanzó un patadón contra la descubierta entrepierna de su esposo al tiempo que gritaba: TRAIDOR!

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—AAAHHHH!!!—La patada de la mujer fue fuerte, las desnudas bolas del Austro-Americano cedieron fĆ”cilmente ante el empeine de aquella bota, clavĆ”ndose contra el bajo vientre masculino.

 

Arnold retrocedió su pomposo trasero y cruzó los muslos buscando cubrir sus testículos. El dolor era intenso, en su cabeza recordó las muchas películas dónde era golpeado en las bolas pero todo era actuado, hoy el dolor era real; Era la primera vez que le pateaban las bolas de una manera tan perfecta y sin oposición.

 

—Te dolió eso?, sĆ© que sĆ­, allĆ­ abajo colgando no tienes tus mĆŗsculos, allĆ­ te va a doler siempre, traidor!

 

—Aayyy, MarĆ­a por favor suĆ©ltame ya.

 

—Claro que no!, te vas a arrepentir por acostarte con esa mexicana—La mujer ni siquiera sabĆ­a la nacionalidad de su empleada, no le importaba siquiera.

 

Arnold flexionaba sus muslos y piernas, en un inĆŗtil esfuerzo por aliviar su dolor y evitar una nueva patada.

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El pie de la mujer volvió a levantarse conectando la punta del calzado contra el escroto del musculoso hombre, Arnold gritó al techo:

 

—AAAAAaaaahhh!!!!!!!!!—Totalmente debilitado, las cadenas eran lo que le impedĆ­a caer al piso, cruzó al mĆ”ximo los muslos cubriendo lo mĆ”s posible sus pelotas.

 

MarĆ­a vio esto y le pateó el muslo, luego el otro, trataba de ablandarlo y que abriese las extremidades, el muy adolorido varón se quejaba sin parar y la debilidad le hizo abrir las piernas…De nuevo estaba expuesto!

 

Una tercera patada ascendió entre los muslos del actor, ésta vez la zona del empeine y tobillo de María era lo que le aplastaba las esferas viriles al esposo.

 

—GAAAh!!!—Se quejó Arnold, cuando el cuero de la bota le dio en su hueva izquierda, chocando Ć©sta contra la derecha, el macho apretó los dientes y como pudo volvió a cerrar los muslos.

 

María se rió ante sus inútiles esfuerzos de protegerse y expresó:

 

—Te pillĆ© las pelotas otra vez, jajajajaja

 

El esposo permanecĆ­a boquiabierto, metiendo todo el aire posible a sus pulmones, no podĆ­a con el alma.

 

—Por favor, perdóname MarĆ­a, te juro que no volverĆ© a buscar otras mujeres…—Era la sĆŗplica de Arnold.

 

—Claro que no las volverĆ”s a buscar, traidor!

 

MarĆ­a apareció a su lado y pasando una mano se apoderó de todo el paquete genital de Arnold…De inmediato cerró los dedos y comenzó a apretarle las bolas.

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—AAAUUUUUUUU!!!!!!!!!!! —Se quejaba como loco el varón, MarĆ­a apretaba con fuerza el escroto de Arnold.

 

—Basta, por favor……—El musculoso no dejaba de suplicarle

 

—Con estas me querĆ­as llenar la vagina anoche, verdad?, despuĆ©s de cogerte a esa puta de Rosario, pues no seƱor!

 

—AAAAyyyyy!!!!!!!!!—Apretó mĆ”s fuerte sacĆ”ndole un alarido a su esposo.

 

—Condenadooooo!—MarĆ­a hacĆ­a un esfuerzo para castigarle al mĆ”ximo las bolas se ubicó de frente, asĆ­ tenĆ­a mĆ”s dominio de ese escroto.

 

—Por favooorrrr!!!

 

—Me querĆ­as llenar con Ć©stas, admĆ­telo!…O te crees el muy macho que puede llenar a nosotras dos, es eso! verdad? Siempre te has creĆ­do muy hombre, con Ć©stas que tienes!—MarĆ­a le torció un poco las bolas que mantenĆ­a bajo una intensa presión.

 

Arnold sólo se quejaba con la boca abierta, pero no le salió ningún sonido.

 

—SĆ­!, seguro tienes bastante para llenarnos a ambas, pero te deberĆ­a dar una lección, deberĆ­a arrancarte esas bolas para curarte de una vez!—MarĆ­a comenzó a tirar hacia ella del escroto de su esposo con fuerza, mientras Arnold gritaba una vez mĆ”s, ahora cada vez mĆ”s fuerte.

 

—AAAAAAAAAHHH!!!!!!—Los alaridos de su marido eran ensordecedores.

 

—Te las voy a arrancar!—MarĆ­a apretaba los dientes haciendo la mayor fuerza que podĆ­a para tirar de ese escroto.

 

—Porfavoooorrrr….—El final de la sĆŗplica emergió con un tono de mujer, y finalmente MarĆ­a cedió, dĆ”ndole descanso.

 

Arnold quedó con la boca apoyada en su pecho, ni siquiera tenía fuerzas para levantar la cabeza, se hallaba babeante y empapado en sudor; María se quedó viéndolo, estaba vencido y casi humillado ante ella, la esposa se le acercó al oído.

 

—EscĆŗchame bien cariƱo, he decidido perdonarte porque eres el padre de mi hija (en 1990 sólo habĆ­a nacido la primera hija del matrimonio) y porque aun te quiero…Pero si me vuelves a ser infiel, asĆ­ sea con el palo de la escoba, te corto todo allĆ” abajo, entendido?...y no me importa si termino en la cĆ”rcel, TE CORTO TODO!...Entendiste?—MarĆ­a le tomó de la barbilla levantĆ”ndosela para que la viera a los ojos.

 

—Sí…sĆ­, entendido…—Aceptó el asustado macho, no tenĆ­a de otra mĆ”s que obedecer a su esposa.

 

María le soltó de las cadenas y Arnold se derrumbó al piso, de inmediato se volvió un ovillo y protegió sus huevas. María se quedó un instante viéndole, tan grande y musculoso y ahora no era mÔs amenazante que un cachorro de can. La mujer le dio una patada en la espalda y se marchó.

 

A pesar del temor del varón y sus promesas, Pasaron los meses y el tiempo hizo lo suyo, el olvido llegó y el hombre volvió a buscar a otras mujeres…

 

…Al final Arnold volverĆ­a a serle infiel a MarĆ­a con otra sirvienta. Mantuvo esta relación muy bien oculta temeroso de otro castigo por parte de su esposa…Y mĆ”s al haber un hijo producto de Ć©sta relación infiel. Sólo tras casi una dĆ©cada saldrĆ­a a la luz la existencia del hijo (al que Arnold reconoció y mantuvo) Sabido del hijo extramatrimonial se dio un largo proceso de divorcio entre la pareja Schwarzenegger.


Pero es claro que la experiencia con Rosario fue lo que dejó al patrón ansioso de mÔs aventuras con sus empleadas.

 

Y Rosario?

 

A los dos dĆ­as de los eventos del sótano, Rosario estaba en un motel buscando trabajo en los clasificados; Aquella maƱana cuando torturó a su esposo, MarĆ­a ya habĆ­a ordenado a Rosario irse de la casa con su indemnización de despido…

 

…Su salida de la casa de los Schwarzenegger fue fulminante y sin explicación alguna, aunque la joven sospechaba que la patrona se enteró del amorĆ­o con el seƱor de la casa.

 

Rosario observaba por ratos un nuevo afiche de su patrón, dónde en una película de hace unos años aparecía desnudo en una vista posterior, la sirvienta se excitaba contemplando la musculosa espalda de su patrón, y las lindas nalgas del austriaco.

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—Patrón, cómo lo extraƱo…—La sirvienta anhelaba la intimidad con el semental actor.

 

De pronto tocan a la puerta. Al abrir es Alberto, el chofer mexicano de la casa donde trabajaba, el hombre sólo le entrega una carta del patrón y se marcha.

 

Rosario se sienta y lee la carta, es corta y contiene ademƔs una fotografƭa.

 

 

Lamento tu despido Rosario, pero MarĆ­a se enteró de todo en alguna forma, no puedo dejar a mi esposa, lo lamento, y sĆ© que tĆŗ sabĆ­as eso…

 

…Para arreglarme con MarĆ­a debĆ­a aceptar dejar de verte.

 

Fueron maravillosos todos los momentos contigo, y te extrañaré mucho, nunca conocí a una mujer como tú, por algo dicen que las mujeres latinas son únicas.

 

Como compensación por tu despido, lo mĆ­nimo que puedo hacer es buscarte un nuevo trabajo, uno en el que conserves tu economĆ­a, pues se bien que ayudas a tus familiares en el paĆ­s de donde eres. Te encontrĆ© trabajo en la mansión de un amigo que reside en San Francisco…En la prensa todos creen que somos rivales, nada mĆ”s lejos de la realidad, espero que en tu nuevo empleo encuentres todo lo que mereces.

 

Me despido.

 

Rosario observó la fotografía y quedó impresionada, ese era su nuevo patrón? , lo reconocía de películas, era tan famosos como el señor Arnold.

 

AceptarĆ­a el trabajo y quien sabe que le deparaba el destino.

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Próximo relato LA SIRVIENTA DE SYLVESTER STALLONE…es broma! No habrĆ” otro relato. Hasta aquĆ­ la historia.

 

 

FIN.

 

 

 

***

 

 

 

 

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