—¡Pelea, pelea, pelea, pelea!
Lo que comenzó como una tarde de matiné escolar, terminaba como un show de la wwe en las afueras del colegio donde Alexis cursaba estudios. Los ecos de incitación a la lucha eran provocados por la multitud de estudiantes que en círculos rodeaban como el joven que sufría acoso escolar se miraba contra su opresor.
Durante meses Alexis fue objeto de burlas y humillaciones por un bravucón de su salón de clases. Harto de tanto maltrato esa tarde parecía poner fin del acoso cuando en plena reunión estudiantil el joven se reveló contra su abusador y aceptaba una pelea fuera de la institución.
—¡Pelea, pelea, pelea, pelea!
Alexis vestía su clásico pantalón de chandal, un prominente bulto indicaba que su polla flácida descansaba en dirección a la izquierda. Una camiseta de color rojo pálido subía y bajaba sobre su nervioso pecho. Las brazos en alza y los puños crispados indicaban su guardia alta como le enseñó Simón Chacón.
—Hoy se acaba con esto, Lisandro —aseguró Alexis. Sea como fuere su primer punto a atacar serían las toronjas que le colgaban a su compañero bravucón entre las piernas. Muchas veces lo había visto chillando en el suelo después de un pelotazo directo en los genitales en las clases de Deportes. Además de que Lisandro era un engreído, merecía que le sonaran las bolas y así también ganar ventaja en el combate.
Los dos jovenzuelos se enfrascaron en una pelea después de que Lisandro saltó sobre Alexis. Varios gritos de algarabía adornaron la solitaria calle de la institución con la multitud de pubertos sedientos de sangre y acción dispuestos a ser los primeros en subir los videos de la pelea en sus redes sociales.
Lisandro logró cojer ventaja estampando su puño en las costillas de Alexis, que con los ojos fijos en la entrepierna de su rudo compañero de clase quería castigarle la hombría.
Y lo logró.
Pudo agarrar a Lisandro del hombro y subir su rodilla con fuerza en el medio de su pantalón de mezclilla.
—¡Ough! —chilló Lisandro de forma gutural. Retrocedió, tambaleándose, agarrándose los testículos, cerró las rodillas y puso cara de dolor. Miró a Alexis con lágrimas en los ojos sintiendo la traición de ese golpe tan canalla.
Algunos expectadores en la multitud se llevaron las manos a las gónadas en señal de empatía y solidaridad por Lisandro. Otros simplemente se rieron por la tortura a sus huevos adolescentes.
—Hijo de puta —escupió Lisandro furioso contra Alexis. Estaba tan lleno de dolor por sus testículos que era incapaz de volver a la pelea. Sentía como ese par de pomelos entre sus manos enviaban señales dolorosas a su abdomen y ambos lados de la cadera.
Alexis se acercó a su inclinado rival que continuaba incapaz de apartar sus manos de las pulsantes bolas para volver a concentrarse en su cometido de lucha. Entre tanto Alexis con la ventaja de su parte apretó el puño y lo impacto en la mejilla de Lisandro.
Antes de irse de costado al suelo, Lisandro quiso mantener el equilibrio, pero solo consiguió agarrar del brazo a Alexis y arrastrarlo con él.
—¡Pelea, pelea, pelea, pelea!
Los dos muchachos estaban en el pavimento, sus cuerpos chocaban mientras se repartían golpes. Lisandro recuperaba su dignidad y Alexis encima de él se aferraba a no perder la suya. Lisandro no paraba de aportar puños a las costillas, cara y parte superior de Alexis, todavía se sentía dolorido de las huevas, pero no pensaba terminar esa tarde como el rudo al que el tonto del salón de clases jodió. Aún así Alexis resolvió como dejarlo con los ojos viendo estrellas después de darle un puñetazo el rostro y chocar su cabeza contra el suelo.
Consiguiendo dejar al rudo momentáneamente aturdido, el amigo de Simón Chacón se puso de pie.
—¡Levántate y pelea! —le gritó a Lisandro, invitándolo al agitar los brazos—. ¿No querías partirme la madre? ¡No te veo!
Pero Lisandro estaba tendido en el suelo luciendo cansado, agarrando su nuca y apretando los dientes.
—Te haré venir y respetarme, cabrón —gritó Alexis acercándose a él para tomarlo de los cabellos y hacerlo levantar.
Cuando Lisandro se incorporaba tomado de los cabellos, solo le bastó conectar un puñetazo en los huevos al pobre Alexis y hacerlo gritar de sorpresa y dolor.
Alexis soltó los cabellos de Lisandro y retrocedió con la boca abierta en forma de silenciosa O después de su grito inicial, sus ojos se abrieron como platos mientras su mundo daba vueltas. Nunca antes había recibido un golpe en los testículos y no esperaba que fuera tan doloroso, siempre era divertido ver a cualquier hombre perder fuerza por sus huevos, y ahora lo entendía. Ya no era de sorprenderse saber como un tipo grande y fuerte como Simón Chacón chillaba como nena por un simple golpe en sus colosales bolas, pero él no, Alexis Pereira Pereira, no se lo merecía.
Alexis miró a su agresor desde abajo, medio arrodillado, Lisandro estaba riéndose. El puñetazo fue brutal y un chorro de pre semen empapó su pantalón deportivo.
Alexis se quedó acongojado sintiendo un verdadero dolor de bolas, por un segundo por alguna extraña razón volvió a recordarse de Simón Chacón, pensó «si tiene los huevos tan grandes como siempre se le marcan, ¿cuanto dolor de cocos experimenta con un golpe?». La polla se le crispó endureciéndose. Volviendo en sí, tenía la mandíbula abierta, agarrando entre sus manos aquel par de frágiles testículos que le colgaban entre sus piernas.
—Una cucharada de tu propia medicina, nenita —alegó Lisandro poniéndose de pie con renovada energía—. Voy a terminar lo que debí hacer al empezar esta porquería.
Lisandro se fue acercando al pobre Alexis, que doblado por sus testículos comenzó a retroceder arrastrándose por el pavimento. Su cara estaba empapada de sudor y sus dedos envolvían las palpitaciones de sus doloridos huevos.
Parecía la cúspide del encuentro, el momento final, el león cazaba al antílope. Lisandro se abalanzó sobre Alexis cogiéndolo con fuerza del cuello de su camisa. Lo hizo poner de pie con un salto. El rudo levantó su brazo con el puño cerrado. El leon siempre será león y dominará a la selva, sobre el más débil.
El malo triunfa y doblega al héroe.
El brazo de Alexis se movió, sin dudarlo un momento, su mano se disparó entre los muslos de su compañero de clase, su mano se envolvió alrededor del joven escroto. Apretando tan fuerte el par de ovalados órganos que se cerraron en su palma, mientras unía los dientes esperando el puñetazo mortal del león.
—¡AAAAAAAAAAAAAH! —rugió Lisandro.
A pesar de todo el puñetazo llegó a su objetivo, aunque sin la fuerza inicial, así logró su cometido de hacer que Alexis perdiera el control sobre las joyas viriles de Lisandro, dejándolas libre. El joven retrocedió agarrando sus papas doloridas y respirando profundamente. Gimiendo, observó a Alexis arrodillado sobre una pierna con una mano en la mandíbula. Tambien tenía lágrimas en los ojos y la cara roja como un tomate.
Dejando de acariciar sus testículos todavía doloridos, Lisandro caminó cojeando hacia Alexis, lo tomó del cuello y lo hizo levantar, mirándolo a los ojos empezó a ahorcarlo con sus manos.
—No quiero seguir viendo tu estúpida cara en este colegio, mariquita —juró Lisandro apretando fuerte dispuesto a matarlo si era necesario.
Sintiendo la falta de aire, Alexis subió sus manos a la altura del rostro de Lisandro y hundió sus pulgares en los ojos del bravucón.
Lisandro empezó a gruñir mientras su espalda se arqueaba hacia atrás.
Tomando una última fuerza, la rodilla de Alexis subió con mucha velocidad por los muslos abiertos de Lisandro.
PAAAAF.
Fue el fuerte sonido de la rótula colisionando con los testículos que se aplataban con fuerza en la pelvis.
—¡Aaaaaaaaargh!
Lisandro volvía a sentir un profundo dolor desde sus nueces que le revolvió el estómago y mató sus envalentonados ánimos.
Dejó de estrangular a Alexis y se llevó las manos a la ingle. En su lugar se dobló agarrando sus huevos con ambas manos. Su boca estaba abierta y sus ojos miraban al suelo. Poco a poco sus piernas temblorosas dejaron de sostenerlo y temblando como gelatinas se agazapó en el pavimento con las manos metidas entre sus piernas.
Alexis se quedó contemplando al desvuevado bravucón. Era la primera vez que probaba la miel de la victoria. Sus demás compañeros estaban en silencio mirándolo con los celulares apuntándolo, grabando al instante para Instagram y otras redes. Hasta que él no subió ambos brazos en señal de fuerte victoria no recibió sobre si los múltiples aplausos, vivas y felicitaciones, gozó de sus segundos de gloria hasta que un grito acabó con su felicidad.
—¡Alexis Pereira! —era la voz del director del colegio secundado por algunos profesores. Como la policía, siempre llegando tarde.
Alexis dejó de sonreír, la victoria y el respeto estaba de su lado, pero el castigo y la suspensión escolar para él y Lisandro los iban a acompañar hasta el fin del último ciclo escolar. Pero su hazaña como cascanueces del rudo iba a dar de qué hablar por varios años en esa institución educativa.
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