Rafael Chacón |
—Te he citado hoy para que me ayudes en un proyecto que estoy desarrollando en conjunto con Erick —explicaba Bastián arropado con su bata de laboratorio y una tablilla en mano que diagramaba un montón de complicadas fórmulas químicas.
Erick |
—Mi estudio se basa en el dolor donde tú ya sabes dónde —recalcó Bastián desviando la mirada a la abultada área genital del joven. Rafael por instinto, conocedor del primitivo sufrir masculino, se cubrió la entrepierna con las manos—. Estuve desarrollando muchos estudios y llegué a la confección de una pequeña pildora que actúa como sedante para las bolas. La persona, jugadores de fútbol, profesionales del boxeo, lucha libre, bastarían con tomarla antes de cada evento y asegurarse de tener las bolas de acero durante su acción.
—Interesante —afirmó Rafael—. ¿Oye y no tiene efectos secundarios en la descendencia o sobre los huevos o sí? ¿Y si te deja con los huevos secos?
Bastián esbozó una sonrisa maligna y negó todo efecto desagradable.
—Todavía está en período de prueba —aseguró abriendo mucho los ojos—. Sabes muy bien que antes del lanzamiento oficial de una pastilla tan importante como esta, hay que hacer múltiples pruebas. Y para eso contamos con la honorable presencia tuya y la de Erick.
—No voy a poner mis huevos para ti, tío abuelo —se negó Rafael.
Bastián se echó a reír.
—No me digas tío abuelo. Me haces sentir viejo. En cuanto a eso, nada que ver, sobrino. Serás tú quien se encargue de batir los huevos de Erick, nuestro conejo de laboratorio. Tú siendo el más joven de todos, cuentas con la fuerza que quiero para que patees las gónadas de nuestro amigo. Naturalmente iba a llamar a Lucas, pero está ocupado con la liga de fútbol, así que tú eres el ideal.
Rafael tuvo un brillo en la mirada.
—Será un honor remover la leche de las bolas de Erick, ¿cierto, amigo? ¿Quieres que te batas los huevos?
Erick sonrió levantándose del asiento, metió su mano dentro del pantalón y acomodó su erección hacia arriba para dejar que sus bolas colgaran libremente entre sus piernas.
—Me sentaré por aquí, sobrino. Y puedes comenzar cuando quieras. Yo solo tomaré notas.
Rafael apuntó la vista a la entrepierna de Erick, se burló de la erección del hombre y echó su pie calzado con un zapato de moda marca Nike hacia atrás, apuntando una patada a las bolas de Erick.
—¡Carajo! —gimió Erick con voz gutural. El sonido sordo del impacto hizo que Bastian doblara el ceño y se cruzara de piernas, comenzó a tomar notas, murmurando algo extraño.
Erick gimió y se dobló.
—Adelante, sobrino. No dejes de triturar las bolas de nuestro ratón de pruebas.
Erick se enderezó llevándose las manos a ambos lados de la cadera. Sin perder tiempo, Rafael pateó sus bolas con fuerza.
Erick gritó con sorpresa y dolor.
Rafael sonrió maliciosamente.
—¡Caray! —murmuró Bastián haciendo anotaciones.
—¿Semental te quedaste con las bolas planas? —preguntó Rafael sonriendo—. Si seguimos así, no voy a poder destriparte los huevos a gusto.
Erick jadeó pesadamente, su rostro reflejaba las intensas ondas de dolor que viajaban desde sus doloridos testículos. Tosió y se derrumbó en el suelo, acurrucándose y gimiendo.
Bastián y Rafael se rieron.
Erick se frotaba la ingle con dolor.
—¿Estás bien? —sonrió Rafael.
Erick asintió e hizo una mueca.
—Ponte de pie —lo invitó Rafael—. Quiero remover la leche de esas bolas.
Erick gimió y lentamente se puso de pie. Todavía su bulto estaba ambomado con una erección.
—Se supone que la píldora iba a anestesiarme los testículos.
Bastián vaciló.
—Es nuestra primera prueba —declaró.
—Pero no…
Erick fue interrumpido por una buena y sólida patada en sus delicados testículos. El pie calzado con botas Nike de Rafael se estrelló perfectamente mientras estaba desprevenido, clavándose en el suave bulto y aplastando sus testículos contra su cuerpo.
Erick abrió los ojos como platos, dio un grito fuerte de sorpresa y se dobló.
Rafael se echó a reír.
Erick gimió y agarró sus bolas doloridas.
Rafael dio un paso adelante y se acercó a Erick. Estiró su brazo y apartó las manos de Erick de su huevera.
Erick se puso nervioso. Y Rafael comenzó a patearlo consecutivamente en la entrepierna, clavando la tibia en sus esféricas masculinas. Erick apretó los dientes queriendo resistir tanto dolor.
Cuando iba por la sexta patada, Erick gritó de dolor y se zafó.
—Déjalo descansar —intervino Bastian desde la comodidad de su silla. Todavía estaba cruzado de piernas para ocultar la erección de su polla.
Rafael le dió a Erick unas palmaditas amistosas en el hombro.
Erick gimió, para sorpresa de los otros, dijo:
—No te detengas.
Abrió más las piernas. Su gran bulto seguía perfilado por su pantalón.
Rafael Chacón se mordió un labio y su zapato subió hacia la entrepierna de Erick, clavándose en sus dos testículos y haciendo que el atractivo semental gimiera de dolor y se doblara.
Erick hizo una mueca y se agarró la ingle, masajeando los palpitantes testículos y respirando con dificultad. Una línea de sudor frío bajaba por su frente.
—Carajo —susurró con voz ronca.
Rafael se frotó las manos mirando el rostro desencajado de Erick.
—Aparta tus manos de los huevos —comentó con una sonrisa—. Quiero seguir batiéndolos… no sé, quizás haga un bizcocho para la merienda ja, ja, ja.
Erick sonrió con cansancio.
Rafael miró a su cara y sonrió mientras se preparaba para apuntar otra devastadora patada de bolas.
Erick tragó saliva, todavía sus testículos palpitaban doloridos.
Clavó una fuerte patada que hizo tambalear al hombre.
Erick gritó y cayó al suelo, revolcándose de dolor.
Rafael sonrió y palmeó otra vez la espalda de Erick.
El semental en el suelo simplemente gimió de dolor y se acurrucó.
Bastián y Rafael se rieron.
Erick volvió a la realidad, se fue sentando en el suelo acunando sus joyas viriles. Luego se puso de pie, ligeramente doblado y masajeando sus bolas dentro del pantalón.
Su vara medio dura apuntaba a un lado de forma grosera. Seguía completamente duro y no había manera de bajar su palo de carne.
Rafael lo miró y sonrió.
—Quítate el pantalón —ordenó Rafael—. Quiero tener mejor acceso para destruir esas bolas.
Erick se sonrojó. Abrió sus zapatos y se los quitó. Luego se abrió las cuerdas que sujetaban su pantalón deportivo y lo dejó caer al suelo. Vestía nada más que sus ajustados calzoncillos verdes.
—Estoy preparado —dijo Erick con voz firme.
Rafael le guiñó un ojo y dio un paso atrás. Llevó su pie calzado hasta las bolas de Erick, levantando al pobre muchacho del suelo y clavando sus testículos en su cuerpo.
Erick gritó y se derrumbó una vez más.
Bastián y Rafael rieron al unísono mientras Erick se retorcía, gimiendo y agarrándose las doloridas gónadas.
—Oye, tío —dijo Rafael girándose para hablar mejor con Bastián—. Parece que tú invento todavía no es del 100% efectivo.
—Quizás debo rediseñar la fórmula —afirmó Bastián—, y mejorar el método, también las inyecciones son más rápidas que las pastillas.
Rafael le continuó la conversación. Lentamente Erick se fue incorporando, y de manera sigilosa se las arregló para arrastrarse por detrás del hijo mayor de Israel, iba con la mirada fija en las piernas abiertas del muchacho. Bastián abrió la boca sorprendido. El jovencito Chacón leyó la expresión en el rostro del científico y se giró a tiempo para defenderse. Erick estaba a pocos centímetros de él.
Rafael Chacón lanzó un puntapié contra el bulto bien definido de Erick. Golpeando con precisión la carne suave y empujando sus delicadas bolas dentro de su cuerpo.
Erick chilló y se acurrucó en el suelo. Gimiendo miserablemente.
—Ah, traidor —dijo Rafael sujetando con una mano su gran hombría guardada en el jeans. Su palma recogió una canasta muy grande que contenia dos enormes huevos que aseguraban el traspaso de excelente contenido genético a otra generación—. Pretendías golpearme las bolas, canijo.
—Totalmente inadmisible —comentó Bastian.
—Oh, cállate —Rafael giró la cabeza—. Estabas callado mirando como este se acercaba hacia mí.
Bastián se encogió de hombros.
—Cabrón —susurró Rafael. Miró a Erick y le ordenó—. Ahora ven aquí, puto y déjame tus bolas como trofeo. Por querer golpearme los huevos voy a machacar los tuyos, ¡traidor! Te los dejaré de recuerdo.
Erick gimió y lentamente volvió a acercarse a Rafael Chacón. Con la respiración agitada y todavía encorvado se abrió de piernas y colocó sus manos tras la cabeza.
Con una fuerza notable y una precisión infalible, Rafael pateó la entrepierna de Erick, el golpe hizo crujir al par de testículos.
Erick en estado de shock se fue inclinando lentamente hacia adelante, sus manos encontraron su entrepierna y se hundió en el suelo, gimiendo.
Rafael sonrió con orgullo.
—Traidor. Que bueno que no te sirvió la píldora. Ojalá y te encoja los huevos.
El hijo de Israel se giró para mirar a Bastián que se había puesto de pie. Su pene estaba duro de solo ver a Erick ser torturado.
Rafael le sonrió. Luego envió una patada fuerte y poderosa a las bolas de Bastián. Su pie aplastó los testículos más frágiles de la familia Chacón, estampándolos en la entrepierna.
—¡AAAAAAAAAAAY, MIS BOLAS! —gritó Bastián con una expresión de infinito dolor en su rostro.
Rafael sonrió y se fue alejando, mientras el científico se derrumbaba en medio de llantos.
—Tengo cosas más interesantes que hacer como ir a casa de mi novia y follar con ella.
Agarró un suéter sobre el respaldo de la silla y salió de la habitación.
Erick se sentó en el suelo y miró la forma en la que Bastián se revolcaba en el suelo chillando y amasando sus gónadas. El joven sonrió y sintió que su polla estaba muy húmeda. Abrió su ropa interior y extrajo un pedazo de carne blanco y bastante grande. Sus bolas rojas estaban debajo. Mirando sufrir a Bastián, Erick empezó a masturbarse.
Transcurrieron algunos minutos de sacudidas y frotamientos intensos en su polla para que Erick experimentara el orgasmo.
Echó la cabeza hacia atrás y jadeó.
Su polla se retorció violentamente y escupió el primer chorro de espeso y blanco semen, estrellándolo en su cara y luego corrió a sus mejillas y nariz.
Chorro tras chorro de semen caliente y cremoso aterrizó en el pecho del fuerte Erick.
Más allá, Bastián seguía en el suelo con los ojos cerrados. Se sujetaba los testículos y gemía de dolor.
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