CAZADOR DE GIGANTES (6/7): El cazador y su presa. - Las Bolas de Pablo

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4 mar 2022

CAZADOR DE GIGANTES (6/7): El cazador y su presa.

Contiene: Ballbusting hombre/hombre. Ballbusting Big vs Small.


    Al llegar a mi casa, luego de abandonar el hospital, recibí una llamada del imbécil de Cordero. En ella me explicó que no podía decirme nada enfrente de los otros dos oficiales. Me comentó que la foto que mostró a Yuki fue la de Esteban, él fue a quien el luchador identificó como su agresor. Los dos teorizamos que tal vez ese muchacho era solamente un cómplice o ayudante de Richy, su hermano mayor. El único inconveniente con esta teoría es, que de igual forma, Esteban podría haber estado asistiendo a Pepe. Cordero no lo mencionó, pero sé que también lo pensó. 


El plan del joven detective es citar nuevamente al supuesto amigo de mi hijo como testigo, la primera vez se negó a ir, así que él mismo se encargaría de llevarlo al ministerio público. Una vez ahí, lo retendría con una sorpresiva orden de aprehensión dictada por un juez. Todo el papeleo tomaría algunas horas, desde poner por escrito y hacer oficial el testimonio de Yuki en un acta, hasta convencer al juez, es en casos como este, cuando mi amigo hace valer su influyente apellido.



    Decidí relajarme y esperar. Desde el viernes pasado, yo gozaba de una licencia de dos semanas, debido a mi conflicto de interés en el caso. Según Carlos y el abogado, en unas tres horas mi hijo saldría libre. Decidí abrir una lata de cerveza y sentarme a ver en el sofá una película de Scott Yang, para pasar el rato en lo que llegaba el momento de ir a recoger a Pepe. Al poco tiempo me quedé dormido. Me despierta el sonido de la vibración de mi celular, en la pantalla nuevamente aparece el apuesto rostro de Carlos y sus bellos ojos azules.


     —Ayudaaa… el Toro, se ha vuelto loc…  —la llamada se corta, aquella era la angustiada voz de Cordero. 


     Salgo a toda prisa, son las ocho de la noche. ¡Maldita sea! Dormí de más, los días de desvelo me pasaron factura. Incluso Pepe salió libre hace un par de horas y no fui a recogerlo, soy el peor padre del mundo. Tengo como diez llamadas perdidas e igual número de mensajes del abogado, y unos audios de Cordero diciendome que no encontró a Esteban en el domicilio, que iría a buscarlo al gimnasio de Alfonso. Mi hijo no volvió a la casa, a menos que lo hiciera mientras yo estaba dormido, es un adulto, desconozco su paradero actual, a lo mejor está con ese Esteban; quiero ir a buscarlo, pero en este momento, Cordero es mi prioridad. 


     Al llegar, encuentro a Carlos atado a uno de los postes del ring con unas vendas; sus brazos y piernas están engarzados en las cuerdas. El Toro se dedica a darle patadas y rodillazos en la entrepierna, mi amigo apenas y se mantiene consciente, solo gime, musitando de dolor.


    —¡Déjalo en paz, marrano! —grito subiendo al ring, atravesando las cuerdas, yo llevo puesta una camiseta sin mangas que en ese momento me retiro para quedar con el torso desnudo, solamente visto mi pantalón y unos tenis.


   —¿Creen que somos estúpidos? Ustedes no van a encarcelar a mi Esteban —comenta el Toro dando un pisotón.


   —No es nuestra intención hacerlo —miento. Ambos avanzamos de forma circular sin darnos la espalda.


   —¿Ah no? ¿Acaso no despertó ya ese luchador japonés? ¿Supone usted que no sabemos lo que les dijo? 


  —Así que aún sabiéndolo, prefieres servirle de tapadera, maldito cerdo —digo levantando los puños, el anciano pone los brazos al frente y baja su centro de gravedad, cada quien adopta la postura de su estilo de pelea.

 


    —¡Ni mi Richy, ni Esteban van a pisar la cárcel, no mientras yo viva! —grita enérgicamente el hombre mayor. Por el tono usado, sé que no bromea. 


    El hombre se lanza hacia mí para intentar sujetar mis piernas, levantarme y derribarme. Yo resisto enviando mis piernas hacia atrás y bajando el peso de mi cadera. Forcejeamos unos segundos hasta que consigo ponerme detrás de él. Lo envuelvo con mis brazos a la altura de su abdomen y pretendo cargarlo para arrojarlo hacia atrás con un suplex, el mastodonte es pesado, pero yo tengo los músculos y el tamaño para elevarlo. El gordo se pone en peso muerto, es muy flexible, baja sus manos hasta mis tobillos y tira de ellos haciéndome caer de espaldas, él sujeta mis piernas para engarzarlas con la suya, girarme y aplicar una llave sharpshooter utilizando todo su peso. Yo no lo permito, forcejeo y pateo para liberar mis piernas antes de que lo haga y con mi talón golpeo su entrepierna. 


    El hombre grita y se agacha ligeramente, pero resiste el golpe, vuelve a sujetarme con las piernas en “V”. Antes de proceder a intentar hacer la llave, para debilitarme, el desgraciado da un fuerte pisotón en mis testículos, similar a los que suele dar, el golpe es demoledor, su pie machaca mi hombría. Yo grito y todo mi cuerpo tiembla. Debilitado, él procede a aplicar la llave que en un principio quería. Me tiene sometido en el piso, bocabajo, con las piernas torcidas, él prácticamente está sentado sobre mi trasero. La agonía que siento es casi intolerable. Usualmente, los luchadores fingen hacer daño con esta o cualquier llave, este no es el caso.

Ejemplo, Sharpshooter

    —Aaahhh, maldito, gordo, aaahhh, suéltame, marrano, inmundo —grito con desesperación. 


    Con mucho esfuerzo, consigo apoyarme en los antebrazos y engarzar su tobillo con mi codo al tiempo que ocupo toda mi energía para girar y hacerlo caer. En cuanto su pesado cuerpo toca la lona, su agarre se afloja, yo me arrastro por el suelo rápidamente para ponerme en pie. Este hombre es lento, al incorporarse, mientras está arrodillado, yo pateo con fuerza su mentón para noquearlo, como lo esperaba el hombre es como un roble. 


     Alfonso queda aturdido, a gatas frente a mí, yo lo fuerzo a arrodillarse, me coloco detrás, deslizo mi mano por su cuello atrapándolo bajo mi axila en una llave Dragon Sleeper y lo fuerzo a quedar en una posición de quebradora sobre mi rodilla. Para retribuir el daño causado a mis doloridos testículos, yo llevo mi mano a su entrepierna y comienzo a apretar sus enormes gónadas de toro. El hombre gruñe y grita, pretende picarme los ojos, pero yo deslizo mi cabeza alejándola de sus torpes dedos, al tiempo que incremento la presión en sus carnosas bolas. Incluso la mano se me queda tiesa del esfuerzo tan grande que hago para someter a semejante “animalazo”.


    Es un luchador experimentado, pero yo cuento con mi juventud y fortaleza. Este hombre está acabado, no tiene forma de escapar, yo no lo voy a permitir. El ahorcamiento bajo mi brazo me da la ventaja, el gigante está consciente, solamente porque yo así lo quiero; podría noquearlo en el momento que desee, el solo castigo a su cuello sería suficiente tortura, no es necesario castigar sus bolas… yo solamente… quiero hacerlo. Creo que tener a un poderoso macho bien agarrado de los testículos, es increíblemente estimulante. Parece ser que finalmente comprendo la fijación que siente el cazador de gigantes, no imagino lo que debe significar para alguien tan pequeño, poder dominar a hombres mucho más grandes, tan grandes como yo, o mucho más, como Enrique. 


Mi pene se ha puesto gordo, venoso y baboso, siento deseos de poseer a este toro, de penetrarlo y demostrarle quien es el alfa, tal y como lo hiciera hace casi treinta años con aquel teniente del ejército. Citando una famosa película, pienso que: “me estoy convirtiendo en aquello que juré destruir”. 


Ejemplo, Dragon sleeper.



    Mientras reflexiono en todo esto no me doy cuenta de que alguien llega por detrás de mí. Solamente siento unos pequeños dedos insertarse a través de mis jeans y ropa interior para envolver mi desnudo escroto y apretar mis testículos, al tiempo de que pasa su delgado brazo por mi cuello para asfixiarme. Es él, lo sé: el Cazador de gigantes, no puedo verlo, pero seguramente es Richy, quizá Esteban. No alcanzo a ver a Cordero porque quedó amarrado en la esquina a mis espaldas, sé que Pepe no me haría algo así...no, él no. Yo ya me encontraba con una rodilla en el piso, en una posición muy vulnerable.


    Como primer impulso, libero al toro y lo arrojo al suelo para poder defenderme. El brazo de mi misterioso atacante presiona mi arteria. El agarre que mantiene sobre mis bolas es perfecto, casi glorioso, claramente tiene experiencia, sus dedos se enredan deliciosamente en mis huevos. Mi pene está más duro que nunca, no lo entiendo. A pesar del dolor que siento, sentirme dominado por este ser, me parece increíblemente placentero. El tacto de su mano en mi hombría me hace escupir líquido pre seminal. 


A medida que el dolor proveniente de mis palpitantes bolas invade mi abdomen y hace estremecer todo mi cuerpo. Mi rostro se deforma en una mueca de sufrimiento. Grito, pero el sonido no sale de mi garganta, su brazo me presiona y calla mis alaridos, yo siento que me ahogo. Pasados unos segundos que parecen horas, todo se torna negro y pierdo la conciencia. 


   Despierto totalmente desnudo, tengo los ojos vendados, pero sé que es así, pues no siento prenda alguna cubrir mi piel. Al interior de mi boca, mi lengua palpa una especie de estorbosa pelota de hule, debe ser una mordaza. Intento mover mis piernas y brazos, pero solo escucho el sonido de cadenas. Siento como un apoyo de madera a mis espaldas es retirado, ahora que he recuperado la consciencia. En ese instante, mi captor me coloca un grueso collar de cuero que también está ligado a una cadena que cuelga del techo. Si no me mantengo en pie, yo mismo me ahorcaré.


     —Finalmente despierta, detective —dice una voz irreconocible, deformada con un modificador electrónico—. Usted y yo nos vamos a divertir mucho.


    Yo quiero gritarle groserías e improperios, pero únicamente atino a balbucear cosas ininteligibles y a gruñir de coraje.


   Pasan algunos minutos y nada ocurre, de pronto comienzo a sentir en mis testículos una presión muy fuerte que me hace gritar, ese maldito bastardo me los aprieta con mucha fuerza, el castigo es duradero, mi cara debe haberse puesto roja, algunas venas se me saltan y empiezo a salivar en abundancia, si no hubiera tenido la estúpida bola de hule en la boca, habría gritado de forma lasatimera que se detuviera.


    Enseguida, siento una serie de golpes a mi escroto, de forma continua, como si este fuera una pera de boxeo. Los puños se convierten en fortísimas patadas, mi torturador no tiene misericordia, aplica los castigos uno tras otro, sin moderar la intensidad, sin darme algún descanso, después de media hora, mis testículos quedan hechos mierda. El dolor es tal, que me provoca gemir y gritar de manera poco digna, casi como un perro atropellado. 


Yo soy un hombre grande y fuerte, he dedicado mi vida a entrenarme en diversos estilos de pelea. ¿De qué servía todo eso? ¿Cuál era la utilidad de mis músculos, tamaño o habilidades de combate, si entre mis piernas cuelgan un par de sensibles albondigas? Los hombres somos débiles, lo único que nos protege, es un tabú en nuestra sociedad que prohíbe tanto a hombres como mujeres, atacar nuestros genitales.


    —Afortunadamente, ya tuvo un hijo, detective —comenta mi captor con la voz modificada—. Supongo que este par de organos reproductores ya cumplieron su función, ahora son trozos de carne inservible. Son bastante más pequeñas de lo que esperaba de alguien tan grande, pero… me sirven.


Me sirven


     En ese momento, mi captor me quita la mordaza, pero no la venda de los ojos. 


     —Solo hay una manera en la que puede salir de aquí, detective: bien cogido y maltratado por mí. Pero le voy a dar un oportunidad. Osea, sí lo voy a follar, mi gigantesca espada de carne va a atravesar ese “perro culazo”, pero puede ser que lo haga de forma anónima, o mostrando mi identidad —dice mi captor.


    —Chigas a tu puta madre, maldito enfermo, cabrón, maricón, put…


   Él silencia mis palabras con una serie de patadas a mi entrepierna, nuevamente comienzan a brotar lágrimas de mis ojos y yo gimo como puta, termino agotado, su castigo ha mermado mi ímpetu y autoconfianza.


    —Lo voy a castigar, detective, voy a golpear su bolas, hasta que estas se deshagan, tengan un daño permanente o incluso, usted muera debido a la intensa tortura. Lo único que usted tiene que hacer es suplicarme, suplíqueme que lo penetre, suplíqueme que lo coja, como si eso fuera lo último que va a hace en su vida. En cuanto usted ruegue por mi verga, su castigo se acabará. Verá que lo va a disfrutar, casi tanto como yo. 


    —Jamás suplicaré. Puedes amenazarme, pero sé que no eres un asesino, si así fuera, te hubieras deshecho de Yuki —comento.


   —¿Por qué lo haría?


   —Él vio tu cara cabrón, la cara de tu hermano.


   —¿Lo hizo? ¿Realmente lo hizo? —pregunta de forma maliciosa—. ¿No se ha preguntado detective, qué es verdad y qué es mentira? Las apariencias engañan, los testimonios también. 


   Aquella declaración hace que mi cabeza de un vuelco, de inmediato comienzo a dudar de lo que creo saber y a cuestionarlo todo, comienzo a hacerme preguntas y encuentro de inmediato, respuestas, algunas muy descabelladas. Para la mente de un detective, recibir un estímulo de esa naturaleza es vigorizante.


   —Tiene una sola oportunidad para darme una respuesta definitiva y adivinar mi identidad. Si lo hace, lo cogeré muy rico, sin esa venda en los ojos y sin usar máscara. Si falla, lo cogeré anónimamente, y tal vez, al igual que aquellos que vinieron antes que usted, nunca sepa quien fue quien lo dominó.


   —Esteban —es lo primero que mi boca dice, no es mi respuesta definitiva, únicamente estoy repasando sospechosos—. No encontré registro alguno de que él supiera pelear, pero al ser hermano de Richy, es probable que lo ayudara a entrenar o que él le enseñara, además, todavía no he podido investigar el porqué fue expulsado de su anterior preparatoria. 


    —Interesante deducción. Continúe, sorpréndame, detective —dice mi captor al tiempo que golpea mi trasero con una fusta, y yo grito.


    —Esteban también pudo ser un mero cómplice de Richy, aunque no comprendo, el porqué en primer lugar, este llevo al Toro a presentar una denuncia, ni por qué Yuki describe el paquete de su atacante como normal, cuando Richy es paquetón. Yuki puede estar mintiendo, pero, ¿por qué lo haría?


    —No lo sé, usted dígame —comenta el cazador de gigantes, mientras me golpea con la fusta en el pecho.


   —Si Yuki miente, incluso… NO… —yo guardo silencio.


   —¿Qué pasa detective? ¿Le comió la lengua el ratón? —el secuestrador golpea con la misma vara, mi desprotegida entrepierna, tanto mi pene como mis bolas sufren el castigo. Cuando él se detiene, jadeante yo prosigo:



    —Cordero, él sabe pelear, ahora que lo pienso, realmente sé muy poco de él —explico—. Si Yuki vio su identidad, él pudo sobornarlo, darle una especie de indemnización millonaria, su madre: Araceli Úrsula Carranco Zabala, cuarta esposa del Senador Cordero, es la mujer más rica del país, heredera de un emporio cervecero, Carlos es su único hijo, y el más chico del exministro de la Suprema Corte de Justicia. Él pudo ponerse de acuerdo con Yuki antes de que yo llegara al hospital y manipular su testimonio. De ser así, también el Toro siguió tal mentira, quien me atacó por detrás en el ring, pudo ser Carlos. Eso de estar atado al poste con vendas, pudo ser un mero montaje. 


   —¿Se imagina, detective? Que el detective encargado de investigar los crímenes, fuera al mismo tiempo el criminal. Pero usted está evitando, deliberadamente, una cuarta posibilidad, ¿no es así? —pregunta mi captor—. Usted no se tentó el corazón para entregar a su propio hijo a las autoridades. Ahora resulta que cree en la inocencia de… Pepe. ¡No sea hipócrita! Usted prefirió seguir un estúpido sentido del deber, quiso sentirse moralmente superior, dígame, ¿de qué le sirve su moral, si esta va en contra de su propia sangre? ¿Acaso no debió defender a su hijo? ¿Aunque este fuera realmente culpable? —mientras comenta todo esto, él me aporrea fuertemente como piñata con un bate de beisbol.


   —Pepe, mi hijo. Soy el peor padre que existe —digo jadeando, me siento agotado—. Tienes razón, soy un hipócrita, la verdad es que aun en este momento, yo no creo totalmente en tu inocencia. No lo he querido reconocer, pero justo hoy, hace unas horas, tú, Pepe, saliste de prisión —comento a un hijo que traigo a mi mente, no significa que esté estableciendo un diálogo con mi captor. 


    —¿Es esa su respuesta final, detective? —pregunta mi secuestrador.


    —Mi respuesta final es… 


    De mi boca sale un nombre, no tengo dudas, es él. Durante un par de minutos, todo se queda en silencio. Es entonces cuando siento unas manos retirar la venda de mis ojos y un hombre joven de  alrededor de 1.70 de estatura y entre 62 y 65 kilos se para frente a mí, no lleva máscara, yo lo reconozco inmediatamente. Mis deducciones fueron correctas, no me equivoqué. 


    —Es usted bueno en su trabajo, detective Toledo —me dice el cazador de gigantes con su juvenil voz.



    Este misterio lo resuelves solamente tú. Cuatro son los sospechosos, solo uno es el cazador de gigantes. En esta historia nada es lo que parece, lo que damos por hecho, podría ser mentira. Estos cuatro chicos son inocentes, hasta que la encuesta demuestre lo contrario.


   Vota por tu escuálido favorito. El ganador tendrá su propia serie, donde en primera persona nos narrará los encuentros que tuvo con cinco gigantes, previo a los hechos ocurridos en esta trama. Quien sabe, tal vez el muy desvergonzado nos narre algunos encuentros futuros, si es que se sale con la suya.  Puedes votar una vez al día, es decir, hasta siete veces, pues la encuesta durará una semana, del sábado 05 al viernes 11 de marzo.


    La próxima semana no habrá capítulo, porque recién se cerrará la votación, es entonces cuando yo mismo conoceré el resultado y comenzaré a escribir el último episodio. No lo voy a ocultar, tengo mi favorito personal, sin embargo, en este punto, ni yo sé quién es el "Cazador de gigantes" o cuál será su destino, he dejado varios cabos sueltos, listos para ser atados. Dentro de dos semanas, el 19 de marzo, se publicará el final de esta historia, y todos conoceremos al culpable. 

  QuizMaker

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