Desde que Astucio salió de la cárcel hacía un mes,
Intrépido lo había estado siguiendo. El atlético superhéroe no confiaba en que
los tres años de encierro hubieran reformado al perverso ingeniero devenido en
cerebro del mal. Incluso, sus sospechas crecieron cuando Astucio comenzó a
frecuentar un laboratorio de implantes cloqueares y un hospital para pacientes
con sordera.
Pero lo más extraño fue que Astucio llegó a pasar
varias horas vigilando el edificio de la compañía de sodas más famosa del país.
Intrépido recordó que en otra ocasión Astucio había robado la fórmula de una
sidra costosa, así que probablemente planeaba apoderarse de la famosa receta
del jarabe más adictivo del mercado.
Una noche, Astucio salió de su departamento con una
maleta al hombro y en dirección a la compañía de sodas. Intrépido estaba seguro
de los planes del villano, como también sabía que lograría derrotarlo
fácilmente. Aunque el superhéroe no poseía fuerza sobrehumana, su poder para absorber
cualquier golpe y su agilidad lo convertían en un adversario difícil de vencer.
Intrépido quería atraparlo justo cuando cometiera el
delito, así que lo siguió hasta el laboratorio principal de la compañía, donde
Astucio hurtó un disco duro.
—Sí que eres tonto, Astucio —dijo Intrépido al
sorprenderlo—. Te dejaste seguir fácilmente y ahora volverás a prisión de donde
no volverás a salir.
Astucio sacó de su maleta un megáfono pequeño que
estaba conetado a una caja metálica.
—Claro que preví tu interrupción, Intrépido. Sólo que
ahora vengo preparado.
Intrépido se rio burlonamente.
—¿Y me vas a poner música para detenerme o me vas a
gritar? ¿Ya olvidaste que tus débiles golpes no pueden afectarme?
—El tiempo en prisión me ayudó a desarrollar una
forma sencilla de vencerte —respondió Astucio—. Digamos que encontré la manera
de hacerte daño sin golpearte e incluso de una manera sumamente placentera.
Astucio encendió su dispositivo, esperó unos segundos
a que cargara y apuntó al superhéroe.
Intrépido sintió lástima por Astucio, así que se
colocó de frente a él, con las piernas abiertas y los brazos en jarra.
—Vamos, lánzame tu mejor disparo —lo desafió
Intrépido.
Astudio disparó una onda sónica que aparentemente no
causó daño al superhéroe. Pero luego de cinco segundos, Intrépido lo sintió:
calor, estremecimiento y una serie de espasmos que anunciaban un intenso y
prolongado orgasmo.
Intrépido arqueó la espalda hacia atrás, dobló los
brazos y apretó los dientes mientras un interminable chorro de esperma salía de
su vigorosa verga y mojaba su traje ajustado. La agonía del placer lo hizo
gritar y aferrarse a la primera mesa que encontró.
—Intrépido —explicó Astucio—, te presento a Xtasis,
mi nueva arma construida para ti. Por lo visto, creo que te gustó su efecto,
así que te concederé sentirlo de nuevo.
Astucio disparó una vez más y desató otro intenso
orgasmo en intrépido, quien cayó de rodillas por la debilidad del segundo
culmen físico.
Mientras el superhéroe exalaba con dificultad,
Astucio introducía en su maleta el disco duro que había robado. Luego se acercó
a Intrépido mientras trataba de incorporarse.
—Tú no aprendes cuándo debes darte por vencido —le
dijo mientras disparaba de nuevo su arma.
—¡No, no, no otra veeeez! —suplicó el superhéroe
segundos antes de comenzar a sentir la tremenda euforia, los espasmos
musculares y una nueva y abundante descarga de semen.
Pero junto con el placer, vino el dolor: los
testículos del superhéroe estaban produciendo una potente tortura que no había
sentido antes.
—¿Te duelen mis patadas y puñetazos en tu ingle,
lindo Intrépido? —preguntó Astucio con cinismo—. Claro que sí, porque tu cuerpo
en estado de recuperación desactivó la sustancia neuronal que te permite
resistir cualquier embate, así que tu
punto débil masculino ha quedado a mi mercer.
Astucio sujetó las enormes gónadas de Intrépido y las
apretó como si las exprimiera. El superhéroe gritaba de dolor, pero sin la
fuerza para detener el ataque.
—Lamento tener que irme, amigo mío. Pero te dejaré un
recuerdo.
Astucio activó nuevamente su dispositivo Xtasis y
provocó un cuarto orgasmo incluso más intenso en Intrépido.
Luego de varios minutos de jadear, Intrépido se puso
en pie y vio que estaba solo. Como pudo, se alejó del lugar y llegó hasta su
casa.
Agotado, se quitó el traje todo empapado en semen y
se tiró en el sillón. Su agotamiento sólo se comparaba con la sensación de
fracaso que sentía por haberse confiado tanto.
De pronto, comenzó a escuchar un sonido familiar: era
la máquina de Astucio cuando se encendía. En estado de alerta, se levantó y lo
vio salir de las sombras justo antes de que disparara.
Inútilmente, Intrépido trató de contener el orgasmo
sujetando con fuerza sus genitales, pero la potente reacción volvió a
derribarlo.
—Luego de resguardar la fórmula que robé, quise pasar
a visitarte, querido Intrépido. Créeme: la diversión apenas está por
comenzar.
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