La maldición de las pelotas - Las Bolas de Pablo

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25 mar 2022

La maldición de las pelotas

 



Giorgio Biagio e Israel Chacón tenían en común qué, a pesar de ser amigos, les gustaban mucho las mujeres. En más de una ocasión los colegas en la rama de la salud se escapaban por las noches para conquistar féminas en locales nocturnos o fiestas. Giorgio de estatura baja, cabellos negros y mirada sádica siempre fue el eterno soltero y nunca tuvo problemas en sonsacar a un casado Israel, padre de familia e irse a divertir una noche con un par de tetas y un coño.

 

Los dos amigos inclusive llegaron a compartir en una misma cama a una mujer. Giorgio tenía una salchicha italiana cabezona y venosa de tamaño promedio. Mientras que Israel era dueño de un hermoso pene grande y un par de jugosos testículos que le colgaban pesados como naranjas. Las diferencias íntimas de los hombres no los distanciaban, al contrario los unía cuando degustaban un pecaminoso trío.

 

—El tiene testículos enfermos —se burlaba Giorgio.

 

—Su verga tiene cabeza deforme —se defendía Israel cuando su amigo se mofaba al frente de una simpática dama.

 

Esa noche no fue la excepción. Estaban ante una chica de abundante cabellera, tez aceitunada, nariz larga, ojos negros como la noche y tetas grandes. Fue ella quien llamó la atención de los dos caballeros que compartían tragos en el bar, y accedió a la petición de entre los tres irse a una habitación de hotel después de compartir varios tragos y risas.

 

Israel estaba medio acostado en la cama, su pene apuntaba hacia su mentón, bastante duro y queriendo acción. La mujer, con un ligero acento español acarició la hermosa verga. Giorgio sentado en la cama, se masturbaba, mientras, por momentos, chupaba un pezón de la liberal y despampante dama. Porque para irse a una habitación con esos sementales, en verdad debería ser una mujer muy atractiva. 


Giorgio trasladó su gruesa mano a la vagina de la mujer y le introdujo dos dedos, la fémina chilló con el rico y excitante cosquilleo. Ella se dejó llevar por las caricias y atenciones de los dos sementales, cuando sintió que estaba en el orgasmo, les ordenó detenerse, no quería estar rendida tan rápido, su cuerpo quería una acción sexual duradera.

 

Federica, como les dijo que se llamaba, se puso en cuatro alzando su trasero al aire, se dio buenas nalgadas invitando a Giorgio para que hiciera con su retaguardia lo que quisiera, después con lujuria observó a Israel. Enterró la cabeza entre los muslos del varón y comenzó a lamerle la verga que estaba alzada como militar encima de los enormes huevos. Israel gimió de placer. Su colega Giorgio trabajaba duro penetrando las nalgas de la española. Haciendo sonar su culo con su pelvis, balanceando el cuerpo a su ritmo. Evitando que su nariz chocara con la ingle de Israel, la española flexionó sus piernas para aguantar mejor y tener mejor estabilidad ante las potentes embestidas que le daba el dermatólogo. De esa forma pudo seguir comiéndole mejor la verga al guapo rubio postrado en la cama. 

 

Con su hermoso pene chorreando las primeras gotas de su jugo masculino, Israel respondió con pequeños suspiros; sin embargo, Giorgio seguía taladrando el culo de la mujer, estaba bastante motivado por la posición de Federica, sintiendo esas deliciosas nalgas más duras y redondas. Entre tanto, el miembro de Israel tan duro como estaba y su posición, se le volvía complicado a Federica proporcionar una mamada intensa que recorriera todo su tronco, pues su frente a ratos daba golpecitos en el ombligo del guapo rubio.

 

Sintiendo unos calambres en el cuello. La golosa mujer pidió cambiar, era momento de probar los otros valores de la buena carne premium que desde hacía tiempo ansiaba probar. 


—¡Cambiemos! Tú, majo, quiero que me des duro y parejo por mi coño, y tú, loquito, trae tu verga para acá.

 

—Uy, de una —afirmó Giorgio con la verga tiesa y pulsando. 

 

Cada uno de los hombres se acomodó en la cama, Israel empezó a darle a Federica con un ritmo más firme y duro, después de unos minutos de intensos gozos entre los tres y movimientos de cadera a gusto, el hijo mayor de Marcos Chacón aumentó la velocidad de sus cojidas y un monumental garrafón de leche salió expedido de sus bolas. Federica emitió un grito de placer, mientras Israel quedaba exhausto con mitad de las grandes bolas secas.

 

Uy bebé, me dejaste el culo lleno de leche, mmm.

 

Israel la miró extasiado, completamente rendido. Se sentó en la cama contemplando a la pareja mientras su miembro seguía expulsando hilos blancos de sus jugos de macho Chacón.

 

Feferica se acostó boca arriba, flexionó las piernas y llamó a Giorgio con el dedo. Él se acomodó, aferrando sus manos a los tobillos, y la penetró hasta el fondo. Federica hizo unos gemidos propios de actriz porno, tocándose lascivamente las tetas hasta que el semental de cabellera y poblada barba negra le regó el abdomen con semen recién horneado. Finalmente cayó exhausto en la cama con sudor en el pecho y jadeando. Israel lo acompañó a su lado, había limpiado su miembro con una toalla. Los dos amigos descansaban uno al lado del otro.

 

—¿Vas a ducharte, preciosa? —preguntó el rubio cuando Federica salía de la cama.

 

—Quédate a nuestro lado, mami —le dijo Giorgio—. Aquí entre los tres y hacemos un sándwich.

 

Federica solo mostró una sonrisa amistosa.

 

Se dirigió a una gaveta dándoles la espalda a los caballeros, pero les devolvía la vista a través de un espejo. Se limpió el cuerpo con una toalla de los brillosos charcos de esencia masculina en su cuerpo.

 

—Ustedes por lo general frecuentan el Rastro bar. Siempre galantes y conquistando féminas.

 

El piropo hizo que la polla de Giorgio se crispara y que Israel sonriera envalentonándose.

 

—Sin embargo, en una ocasión quise acercarme a ustedes, quería tener sexo con los apetecibles sementales del Rastro Bar. Mi cuerpo como el de toda mujer quería acción, y ustedes me rechazaron. Una estúpida razón: era muy vieja y fea para ser cabalgada por ustedes, potros.

 

—¿Qué dices preciosa? —Interrogó Giorgio—. Hasta la propia miss universo puede envidiarte. Un rostro como el tuyo nunca lo olvidaría.

 

Lo que sucedió a continuación fue lo más impresionante e insólito que le pudo acontecer a la vida de los dos guapos varones. La mujer que les dio el frente dejó de ser hermosa y esbelta. En su lugar habían unas tetas caídas y una vagina carvernosa y con pérdida de todo rastro joven. La larga cabellera de la que Israel haló para que le comiera la polla, ahora lucía un amasijo de cabellos viejos y que no lucían su brillo color castaño para uno más opaco. El rostro tenía arrugas que aseguraban los varios años de vida a la que muchos llamaban Becky, la bruja negra.

 

En cierta ocasión ella pretendió irse a la cama con los dos machos. Llegó a su mesa con la botella de whisky más cara y los invitó a beber, después les dijo que fueran a su casa. Giorgio e Israel con poco interés en follar con una vieja, encima bruja de magia negra la rechazaron. Valiéndose de sus oscuras artes y pactos con entidades extrañas Becky se las arregló para presentarse como la atractiva Federica y hechizar a los dos activos sementales y llevarlos a una cama.

 

Israel y Giorgio emitieron sendos gritos despavoridos, saltando sobre la cama, uno con los ojos abiertos como platos y el otro pálido como un papel.

 

Entre tanto Becky, la bruja negra había saltado sobre la cama, bamboleando sus tetas viejas, pero agarrando con saña los testículos de ambos especímenes masculinos en su palma. Obviamente por tamaño uno cabía menos entre sus dedos que el otro, aún así a los 2 pares de bolas exprimió como si le fuera a sacar sus pocos residuos de leche de un tirón.

 

Israel y Giorgio gritaron de horror y dolor.

 

Giorgio desesperado quería apartar la mano arrugada de sus posesiones italianas.

 

Israel con la respiración detenida hacía lo propio.

 

—¡Se burlaron de mí! —reclamaba Becky cercenando los duros órganos de los varones—. ¡Osaron despreciarme! A ninguna mujer con necesidad de sexo se le hace eso —mantuvo firme el control sobre los genitales de los hombres que se retorcían y exclamaban palabras y sonidos incoherentes de dolor—. ¡Los maldigo! ¡Los maldigo, por el poder de Príapo! A partir de esta noche las pelotas se les irán achicando, se quedarán con huevos marchitos y en lugar de pelotas que los vuelven varones irán teniendo un saco vacío. La voz se les volverá aguda y el falo morirá para ustedes, ¡varones nunca serán!

 

Un fuerte puñetazo al rostro de la bruja, bastó para ralentizarla y ponerla en jaque soltando los testículos para agarrarse la nariz. Giorgio celebró su hazaña saliendo de la cama, todavía encorvado y agarrándose las bolas. Pero Israel se hizo a un lado frotándose los grandes huevos.

 

—Vamos, gran huevón. ¡Esta puta está loca!

 

Israel seguía dolorido. Fue ayudado a salir del colchón por su amigo. Cojeando abandonaron la pieza mientras la bruja gritaba que estaban malditos y que solo ella era capaz de romper el encanto como su nombre era Becky, la bruja negra.

 

Cuando regresaron a la habitación acompañados por el gerente, (y una toalla que cubría su divina desnudez, entregada en la recepción), la pieza estaba vacía.

 

—Maldita bruja cree que me va a asustar —dijo Giorgio. En el fondo estaba temeroso.

 

—Aquí tengo bastantes huevos para regalar —afirmó Israel agarrando su gran hombría.

 

Tan solo bastaron pocas horas cuando desde la mañana siguiente los dos varones se percataran de que la maldición de la bruja negra fuera cierta. Giorgio no despertó con su habitual erección de la mañana y verdaderamente sus testículos habían comenzado a perder tamaño. Israel Chacón por primera vez en casi 20 años no pudo introducir su verga en el coño de Raquel cuando en plena mañana la esposa se subió sobre su pelvis. Ambos se sorprendieron de que el majestuoso pene del rubio no luciera en su más grande esplendor.

 

—¿Será que necesitas una de esas pastillas azules? —preguntó Raquel consternada.

 

—No, no lo creo —negó Israel asustado, recordando el juramento de la horrible bruja—. La viagra no es casi usada por los hombres Chacón, cariño. Ni papá a su edad la ha empezado a usar.

 

—Bueno —dijo Raquel incrédula alzando una ceja desviando la vista al calzoncillo inerte de su aventurero marido.

 

Cuando el rubio ingresó a la ducha tuvo que taparse la boca para ahogar un grito, el tamaño de sus orgullosas bolas se había reducido una cuarta parte. Maldijo a la bruja y sintió terror de aquellas palabras sobre la marchitez de sus testículos.

 

Desde muy temprano los dos profesionales de la salud cancelaron sus consultas con los pacientes y aterrorizados se unieron para conseguir una solución a su tenebrosa maldición.

 

—No voy a dejar de ser un hombre, solo porque una asquerosa vieja no merecía ser cojida por mí —opinó Giorgio conduciendo su vehículo una vez supieron la localización de la hechicera.

 

—Giorgio —susurró Israel a su lado—, tu voz… tu voz está más aguda.

 

Giorgio lo miró con miedo y se llevó la mano a la garganta. Dado que los testículos de Israel ya a esa hora estaban reducidos una sexta parte, todavía seguían siendo grandes y no generaban problemas de testosterona.

 

El lugar de atención de Becky la bruja negra, era un lugar frío y tenebroso, digno de una película de horror y de su profesión con los más viejos conocimientos en hechicería de daño. Velas de todo tamaño habían y en su mayoría oscuras. Muñecos de dudoso material tenían formas antropomórficas y estaban atados. Algunos cuadros lucían adoraciones a lo que Giorgio quiso creer que era un fauno y no al auténtico señor de las tinieblas. Becky sonrió cuando los encontró.

 

—¿Qué quieres, maldita? —interrogó Giorgio con una voz poco varonil—. ¿Te pongo en cuatro y te la entierro, perra?

 

Becky se echó a reír.

 

Israel le dio codazo en las costillas, debían ser empáticos si querían resultados positivos. Preguntó la solución a sus problemas.

 

Becky respondió.

 

—Quiten sus ropas hasta quedar en calzoncillos.

 

—Bruja malnacida. Todo lo que quieres es tragarte mi polla.

 

—¿Para qué italianito? ¡La tienes muerta!

 

Giorgio la miró con desprecio abriendo el cinturón de su pantalón. Israel también se quedó en calzoncillo.

 

—Para romper la maldición —explicó la vieja bruja—. Tienen que aprender una gran lección. Ustedes dos deben enfrentarse y luchar, el primer vencedor será beneficiado con una potente erección que debe usar sobre el vencido. Una vez su semen haya inyectado en el vencido la maldición se habrá ido.

 

—¿Que quiere decir? —dijo Israel dando un paso adelante—. ¿Tengo que luchar con Giorgio y el ganador se follará al otro?

 

—Así es. Ustedes son los reyes del sexo, pues… fóllense entre ustedes.

 

—¡ERES UNA PERTURBADA LOCA BRUJA MALDITA! —gritó Giorgio, su voz parecía el de una quinceañera histérica—. YO NO SOY UNA MARICA PARA COJERME CON ISRAEL. TE VOY A MATAR CON MIS PROPIAS MANOS, PUTA!

 

Giorgio iba decidido a estrangular con sus manos a la mujer, pero fue interceptado por Israel que lo detuvo y embistió su rodilla contra su ingle.

 

—¡MIS BOLAS! —chilló Giorgio, unió sus rodillas y llevó sus manos a lo que le quedaban de pelotas entre sus piernas. Cayó al suelo con el rostro desencajado frotándose los reducidos testículos.

 

—Esta quizás puede ser nuestra última oportunidad —dijo Israel agarrando del cabello a su amigo y halándolo para obligarlo a poner de pie. Una vez Giorgio estuvo a casi su altura, el dentista Chacón estrelló la palma de su mano contra la ingle de su amigo, golpeando su polla y bolas.

 

 

¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAH!

 

Israel hizo caso omiso al dolor experimentado por Giorgio, en su lugar apretó su garganta con una mano, mientras que con la otra sostenía lo que aún le quedaban de bolas. 

 

—¡Suelta mis bolas, cabrón! —gritó Giorgio, golpeo el hermoso rostro del hijo mayor de Marcos Chacón con un puño en su pómulo.

 

Israel gimió dejando en el olvido el control sobre Giorgio, el hombre de cabellos negros comenzó a frotarse la garganta y tosía. Tuvo el garrafal error de dejar desprotegida su entrepierna, colocando como un blanco fácil para una patada de Israel.

 

—¡AAAAAAAH, MIS BOLAAAAAS —Giorgio se llevó las manos a sus huevos, que por más pequeños que estuvieran, le dolían una tonelada. Sus gritos eran cada vez más agudos.

 

Israel no se contuvo y estrelló un uppercut en la barbilla de Giorgio. El italiano incapaz de defenderse, perdió brevemente la noción del espacio, se tambaleó, seguidamente recobró la intención del oscuro y diabólico sitio donde estaba y se quiso alejar tratando de ganar algo de distancia.

 

Israel saboreando la miel de la victoria fue en busca de su amigo, así fue como resultó sorprendido, cuando Giorgio saltó sobre él atrapándolo entre sus fuertes brazos. Israel emitió un gemido de sorpresa. 

 

—Te voy a joder —gruñó Giorgio. Tenía atrapado ambos brazos de Israel entre los suyos con la intención de aplicarle un letal abrazo de oso.

 

Israel tenía atrapadas sus extremidades superiores, no así las piernas. Intentando no perder el equilibrio y reafirmando la planta del pie izquierdo, levantó la rodilla derecha en las diminutas, pero sensibles bolas de Giorgio.

 

Giorgio se atragantó al sentir el primitivo dolor de cojones. El dolor de bolas le impidió gritar, simplemente soltó a Israel y se frotó sus doloridos testículos. Lentamente se fue al suelo. Israel, saltó sobre él sujetando sus talones, le levantó las piernas y le aplastó las bolas con el pie.

Giorgio emitió un grito de ultratumba y convulsionó en el suelo meciéndose frenéticamente. Su cara estaba congestionada y en su pecho brillaba el sudor del vano esfuerzo.

 

—Israel —susurró—, te aprovechaste del único punto más doloroso de un hombre, sus bolas… ay, me duelen. Mis bolas. Me… rindo.

 

Israel sonrió triunfante. Miró a la bruja que estaba agazapada sonriendo con malicia.

 

—La única manera de terminar con la maldición es llenando a tu amigo de tu leche.

 

Israel caminó detrás de su amigo, con una mano deslizó su calzoncillo mojado en sudor y vio sus nalgas. Sintió un poco de náuseas. En término de ese punto la mujer ahí presente gritó unas palabras en una lengua extraña y de inmediato la polla de Israel comenzó a reaccionar después de varias horas muerta. 

 

Israel se sorprendió al ver que cuando se bajó el calzoncillo su erecta verga estaba del tamaño de siempre y sus grandes testículos se bamboleaban como siempre entre sus muslos. Se arrodilló detrás de Giorgio y empezó a penetrarlo hasta el fondo de su culo apretado. La cabeza de su verga se estrellaba contra su próstata con cada embestida y sus crecidas bolas golpeaban contra su culo mientras empujaba la cadera más rápido y más fuerte.

 

Giorgio comenzó a gritar dividido entre el placer y el dolor.

 

Israel gimió moviendo la cadera más rápido, una gota de sudor bajaba por su frente. Dio un rugido de esfuerzo cuando su polla explotó dentro del apretado culo.

 

Gotas de semen fueron bombeadas por las ya grandes bolas de Israel. Cuando su orgasmo disminuyó; el semental rubio cayó a un lado exhausto. Giorgio también se quedó tendido en el suelo con la boca abajo. Sintiéndose vencido, dolorido, humillado y violado. Un pequeño hilo de alegría sintió cuando acarició con la punta de su dedo sus genitales y descubrió que estaban en su tamaño estándar.

 

Becky la bruja negra se echó a reír con una grotesca carcajada.

 

—Una gran lección para los toros del corral. ¡Tener que follarse entre ellos mismos como perras en celo! Eso los hará aprender a no despreciar nunca a una mujer. ¡Infelices!

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