Entrenando al tonto (3/4): El alumno supera al maestro - Las Bolas de Pablo

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20 mar 2022

Entrenando al tonto (3/4): El alumno supera al maestro

HabĆ­an transcurrido casi dos meses desde el primer bochornoso encuentro entre SimĆ³n ChacĆ³n y su vecino Alexis para unas clases de entrenamiento personal. El jovenzuelo era vĆ­ctima de acoso escolar y la madre disgustada querĆ­a que su vĆ”stago supiera como defenderse de los bravucones. Desde entonces comenzaron una sesiĆ³n de entrenamiento dos veces por semana.

 

Como resultado Alexis habĆ­a mejorado muchĆ­simo, tenĆ­a bastante destreza y sabĆ­a como escapar de las llaves que SimĆ³n le aplicaba.

 

—Quiero que luchemos, demuestrame lo que has aprendido en todo este tiempo —le dijo SimĆ³n. El lugar de entrenamiento variĆ³ a un ring de boxeo prestado en la sede de Guerreros de la arena—. SĆ© que soy mĆ”s grande, fuerte y pesado que tĆŗ, pero quiero saber como te desenvuelves.

 

—EstĆ” bien —afirmĆ³ Alexis. Inclusive su carĆ”cter se habĆ­a espabilado con respecto al tonto inicial. En la escuela ya habĆ­a dejado conocer la destreza de sus tĆ©cnicas de lucha ganĆ”ndose el respeto de algunos miembros de la banda de bravucones, exceptuando a su lĆ­der.

 

En el cuadrilĆ”tero, los dos masculinos de distintas edades se rodeaban. SimĆ³n utilizaba un pantalĆ³n y camiseta negra, sus mangas se abrazaban a la bronceada tez de sus brazos abombados de mĆŗsculos en guardia con los puƱos apretados. Alexis vestĆ­a con una pieza de pantalĆ³n de chandal que abultaba el regalo de su masculinidad en reposo en el medio de sus piernas, una franela con el estampado de una marca famosa ocultaba su lampiƱo pecho.

 

El muchacho comenzĆ³ incrustando varios puƱetazos en el pecho de SimĆ³n, encontrando una sĆ³lida barrera de fuertes musculos. Por su parte el guapo hombre de 39 aƱos, solo empujĆ³ con sus  enormes manos el pecho del joven, haciĆ©ndolo retroceder muy fuerte.

 

—¿QuĆ© pasa, Alexis? —dijo—. ¿Estuve perdiendo mi tiempo entrenĆ”ndote? ¿Era mejor que te dedicaras al ballet? Primer error, si eres el afectado, no des el primer ataque.

 

Alexis se llenĆ³ de furia y lanzando un grito, omitiendo la recomendaciĆ³n empezĆ³ a lanzar varios puƱetazos en el aire porque SimĆ³n ChacĆ³n supo esquivar con destreza. En su nueva oportunidad se las ingeniĆ³ para empujar a Alexis hacia atrĆ”s. Quien terminĆ³ dando un gruƱido de frustraciĆ³n.

 

—Que decepciĆ³n —dijo SimĆ³n—, perdĆ­ mi tiempo —con la palma abierta enviĆ³ un bofetĆ³n al rostro de Alexis.

 

Alexis sintiĆ³ que se le llenaron los ojos de lĆ”grimas. ¡No! Ɖl era muy bueno para que su entrenador lo humillara de la peor forma. Un nuevo azote en su rostro por poco lo hizo caer.

 

—¡Eres una mamita! —siguiĆ³ SimĆ³n envolviendo sus manos en el cuello del joven y comenzando a apretar—. No valieron todas estas semanas de entrenamiento. Me hubiese quedado en el edificio visitando la cama de tu mamĆ”.

 

Aunque SimĆ³n lo decĆ­a en broma y como tĆ©cnica de humillaciĆ³n para Alexis. Esas palabras partieron las fibras del joven. Una nueva ola de rabia emergiĆ³ desde lo mĆ”s profundo de Ć©l. ApoyĆ³ sus manos en el fornido hombro de SimĆ³n y no le dio tiempo de reaccionar cuando subiĆ³ su rodilla directo a sus bolas.

 

CRUNCH

 

SimĆ³n ChacĆ³n emitiĆ³ un fuerte alarido al mismo tiempo que la rodilla colisionaba por segunda vez en su hombrĆ­a. AbriĆ³ los ojos y saltĆ³ hacia atrĆ”s, agarrando sus huevos.

 

—¿Por quĆ© en las bolas? —preguntĆ³ sin aliento y encorvĆ”ndose.

 

—Para debilitarte como cualquier hombre. Nunca dejes tu zona mĆ”s dĆ©bil libre para mi o para cualquiera. ¡Con mi madre no te metas! TambiĆ©n se lo dirĆ© a tu esposa.

 

—¡Pero si era broma! ¿De veras crees que…?

 

Con las frases a medio terminar, SimĆ³n recibiĆ³ una patada al pecho que lo hizo caer sobre su espalda.

 

Alexis se sentĆ³ a horcajadas en su pecho y empezĆ³ a darle bofetadas en el rostro.

 

—Bromas o no, aquĆ­ estoy, siĆ©nteme, perra. Siente. ¿Te gusta que te den cachetadas, perra? ¡Pues a mi no! ¡Puta!

 

El joven se levantĆ³ no sin antes dar un puntapiĆ© en el abdomen del hombre sacĆ”ndole el aire del cuerpo.

 

SimĆ³n sacudiĆ³ la cabeza tratando de volver en sĆ­ con todo el dolor recorriendo desde sus rojas mejillas hacia todo su cuerpo. Se puso de pie cuando Alexis ya estaba sobre Ć©l ejecutando un nuevo ataque que lo desorientĆ³ por completo, era donde se manifestaba que el alumno superaba al maestro. Una patada en la cabeza paralizĆ³ sus sentidos.

 

Aturdido, el hombre tropezĆ³ contra las cuerdas tratando de mantener el senido.

 

—¿QuiĆ©n es el mejor ahora? —gritĆ³ Alexis.

 

EstrellĆ³ su hombro en los abdominales de SimĆ³n.

 

ARRHG —rugiĆ³ SimĆ³n inclinĆ”ndose sobre Alexis para apoyarse al quedar sin aliento

 

Alexis sonriĆ³, retrocediĆ³ y agarrĆ³ a SimĆ³n de los cabellos, inclinando su cabeza hacia atrĆ”s y disparando puƱos en su cuerpo. Costado, abdomen, pecho, costado otra vez.

 

Un puƱetazo al abdomen del muchacho y un empujĆ³n bastĆ³ para que SimĆ³n lograse apartarlo de encima.

 

—Carajo, estoy cansado —determinĆ³ SimĆ³n. Le dio la espalda al joven para apoyarse en el esquinero y tratar de recuperar aliento. Respiraba a grandes bocanadas.

 

Alexis hizo una mueca malvada, despuĆ©s de ver de pies a cabeza a su entrenador, corriĆ³ rĆ”pidamente, se agachĆ³ y conectĆ³ un uppercut en sus bolas desde atrĆ”s.

 

—¡OOOOOOOOOOOOOOOH! —gritĆ³ SimĆ³n retorciendo la cara, se agarrĆ³ los huevos y cayĆ³ de rodillas.

 

Alexis lo tomĆ³ de los cabellos e inclinĆ³ su cabeza hacia atrĆ”s, mirĆ”ndolo a los ojos le dijo:

 

¡Nunca le des la espalda a tu maestro, gorilĆ³n!

 

Con eso estrellĆ³ su antebrazo contra los grandes pectorales del hijo de Marcos ChacĆ³n.

 

—AARRGH. Me duelen las bolas, mocoso del infierno.

 

SimĆ³n ChacĆ³n se recostĆ³ sobre la lona con ambas manos en los testĆ­culos. Los acariciaba entre sus dedos, mientras frotaba sus dedos en los genitales, su gran bulto de huevos se marcaba en su pantalĆ³n. Alexis se le quedĆ³ mirando y sonriĆ³.

 

—No es de caballeros pegar en las bolas, Alexis.

 

—Cualquier tĆ©cnicas es legal para ganar una pelea —afirmĆ³ el joven. ColocĆ³ la suela de su zapato sobre el pecho de SimĆ³n—. Supongo que tus lecciones estĆ”n completas. Tuve una gran ventaja sobre ti. Ya no soy el mismo de hace semanas atrĆ”s.

 

—Eres muy bueno, Alexis. Igualmente tienes que contener tu fuerza. Defenderte en el momento ideal.

 

—Si pude vencerte a ti, puedo vencer a cualquiea, tus grandes mĆŗsculos no pudieron vencer mi juventud y poder.

 

—No digas tonterĆ­as —afirmĆ³ SimĆ³n apartando el pie de su pecho y acomodĆ”ndose para seguir acariciando sus lastimadas gĆ³nadas—. Me duelen las pelotas, pequeƱo bastardo. Eso no se hace.

 

—Ja, ja, ja —se burlĆ³ Alexis, seguido se acariciĆ³ el bĆ­ceps—, y como se sienten grandes, ¡eh!. Como dos grandes esferas. ¿Te pesan las bolas, SimĆ³n?

 

—Mucho.

 

—Debes tener bastante leche ahĆ­ guardada.

 

SimĆ³n se sonrojĆ³ mientras Alexis se lamĆ­a los labios, fueron interrumpidos por la llegada de la madre del joven al cuadrilĆ”tero, siendo recibida por este que le contĆ³ su Ćŗltima hazaƱa: lograr tumbar por primera vez al gran SimĆ³n ChacĆ³n.

 

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