Supervulnerables IV: Shimmering - Las Bolas de Pablo

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31 mar 2022

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Supervulnerables IV: Shimmering

 Escrito por: FabiĆ”n Urbina

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Esa mañana filmaría mi décimo anuncio comercial, pero el primero con un alto presupuesto. El cliente quería que la publicidad televisiva de su producto tuviera la calidad de una película hollywoodense, aunque sólo durara un par de minutos.

La mercancía en cuestión era un limpiador para hogares llamado Shimmering (reluciente). El concepto que le propuse lo había encantado: un superhéroe con ese mismo nombre nunca limpiaba su casa debido a sus múltiples tareas, así que se veía enfrentado a los microbios hasta que usaba el líquido y los vencía.

Para desarrollar la historia, habíamos construido cuatro sets: una casa impecable, un escenario espacial, la misma casa pero sucia y un laboratorio. El elemento principal era el modelo que interpretaría a Shimmering, un tipo muy atractivo que, sorprendentemente, había llegado temprano el día de la filmación.

—Hola, soy Tadeo Cobalto, director del anuncio —le dije al apuesto joven mientras le tenĆ­a una mano—. TĆŗ debes ser Dylan Romo, Āæcierto?

Dylan estaba embobado viendo la calidad de los escenarios.

—¿Eh? SĆ­, sĆ­... Lo siento —dijo con una voz varonil que denotaba calidez y amabilidad—. Es que no me esperaba este nivel de producción.

Le palmeƩ la vigorosa espalda y lo conduje a su camerino. Allƭ le mostrƩ los dos trajes que deberƭa vestir y le expliquƩ el orden de las escenas: primera, Shimmering vuela en el espacio y destruye un meteorito; segunda, llega a su casa y es atacado por Bacterion y sus secuaces, los microbios; tercera, inventa el lƭquido limpiador en un laboratorio; cuarta, vence a Bacterion y destella un brillo de triunfo.

—Filmaremos las escenas en este orden: cuarta, tercera, primera y, al final, la segunda... De esa forma, aprovecharemos mejor el tiempo —le dije con la mayor sinceridad que pude... aunque le habĆ­a mentido. Si filmĆ”bamos las escenas en orden cronológico, el pobre modelo nunca podrĆ­a terminar la grabación.

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Tadeo Cobalto

Luego de ser maquillado, Dylan se quitó la ropa y la colgó en un perchero. ”Dios! Era el modelo mÔs ardiente con el que había trabajado: casi dos metros de estatura, piel blanca cubierta por un ligero vello pelirrojo, un rostro con rasgos leoninos y un cuerpo atlético con músculos que parecían acolchados y apretujables. El traje blanco de Shimmering resaltaba el porte gallardo y arrebatador de Dylan, sobre todo por la trusa verde que enaltecía la virilidad de este momumento a la belleza masculina.

—¿Me veo bien? —preguntó con humildad, algo raro en un modelo.

—Cla-claro —respondĆ­ balbuceante, tratando de recuperar la compostura.

Momentos después, filmamos la última escena en el set de la casa limpia: el apuesto Shimmering deslumbraba con su reluciente traje a Bacterion y a sus secuaces microbios, y los lanzaba lejos sin permitirles que lo golpearan. ”Perfecto! Sólo tuvimos que hacer una sola toma para que la secuencia quedara terminada.

Para la siguiente escena, Dylan cambió su traje blanco por uno de color gris con trusa azul y una bata blanca. En el set del laboratorio, el superhéroe mezcló varias sustancias hasta crear el líquido limpiador. Pero tuvo que mostrar gestos de dolor porque seguía lastimado por el ataque de Bacterion de la segunda escena.

DespuƩs, Dylan fue colgado de unos finos cables en el set del espacio para simular que volaba y destruƭa con su puƱo poderoso unos amenazantes meteoritos.

Y llegó el momento de la segunda escena que había postergado hasta el final.

—Ahora —describĆ­ a Dylan—, Shimmering llega a su casa y la encuentra toda sucia y desordenada debido a que no tiene tiempo para limpiarla. Entonces, Bacterion y sus secuaces lo sorprenden y lo atacan hasta dejarlo derrotado.

—¿Y cómo serĆ” la coreografĆ­a de la pelea? —preguntó Dylan emocionado. DetrĆ”s de Ć©l, Bacterion y los microbios ahogaron sus risas en muecas forzadas.

—No habrĆ” coreografĆ­a —le respondí—. SerĆ” una pelea natural y realista. Pero no te preocupes: tu traje tiene recubrimientos en zonas sensibles al dolor.

Dylan quedó conforme y se colocó en la marca que le había indicado.

Al grito de ā€œacciónā€, Shimmering entró con gesto cansado a su casa sucia. Miró el interior con tristeza y se dirigió a la cocina cuando bacterion y los microbios entraron sorpresivamente por el techo. Por unos instantes bailaron como salvajes en torno a Ć©l hasta que un microbio le pateó el trasero y lo impulsó hasta donde estaba Bacterion, que lo esperaba con la rodilla en alto. El inesperado golpe bajo hizo que el musculoso Shimmering entornara los ojos y gimiera con dolor mientras arqueaba el cuerpo y protegĆ­a sus genitales con sus manos.

No conformes con eso, los microbios sujetaron los brazos y las piernas de Shimmering mientras Bacterion le lanzaba bolas de lodo a su desprotegida entrepierna, en clara alusión a un ataque de mugre y suciedad. El superhéroe sólo gemía mientras su rostro se tornaba rojo por el dolor.

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Para rematar el ataque, Bacterion tomó una escoba y hundió el cepillo en la entrepierna de Shimmering, quien cayó vencido sin poder articular alguna palabra.

—”Corte! Ā”Se queda! Ā”Terminamos! —gritĆ© con emoción.

El ataque había sido tan real, por inesperado, que Shimmering mostró dolor verdadero y una derrota por demÔs genuina.

—”Bien hecho, Dylan! —le dije mientras lo ayudaba a levantarse. El pobre modelo me dio un brazo mientras con el otro cubrĆ­a sus genitales adoloridos.

—”Usted me dijo que el traje tenĆ­a protección! —me reprochó.

Le pedí perdón y lo llevé a su camerino. Allí lo senté en un silloncito y le puse una bolsa con hielos preparada con anterioridad.

—Lo siento, Dylan. CrĆ©eme: no querĆ­a hacerlo, pero el cliente me obligó para que todo fuera realista. HabĆ­amos probado con tres modelos, pero ninguno nos dio una actuación genuina. Por eso decidimos probar con un modelo que no supiera nada del libreto y que reaccionara con total naturalidad.

—”Pues demandarĆ© a la producción por daƱos y perjuicios! —amenazó el musculoso adolorido.

Del bolsillo interno de mi chaqueta saquƩ un sobre y se lo entreguƩ.

—Toma, Dylan. El pago acordado era de trescientos dólares. En este sobre hay un cheque por dos mil dólares. Como ves, el dueƱo del producto quiere compensarte ampliamente por tu actuación... Pero si crees que debes demandarnos...

Al mirar el cheque, Dylan mostró un gesto sincero de satisfacción y alegría.

—No, no harĆ” falta... Es mĆ”s... Cuando necesiten que les haga otro trabajo, pueden llamarme.

Suspiré aliviado. Si al complicado trabajo de posproducción y edición le agregaba el de la demanda legal de Dylan, yo habría terminado en un manicomio.

—Por mi parte, Dylan, tengo para ti un cheque de quinientos dólares. Pero tambiĆ©n quisiera pedirte un favor: ĀæpodrĆ­as ponerte de nuevo el primer traje, el blanco con verde?

Dylan aceptó dispuesto, pero me pidió que me volteara mientras se cambiaba.

—Ya puedes mirar —me dijo en un tono mĆ”s confiado y amigable.

La visión del formidable superhéroe me excitó mucho mÔs que la primera vez. Me acerqué despacio hacia él, le puse una mano en el hombro y le dije:

—Si me lo permites, dedicarĆ© el tiempo necesario para quitar el dolor de tus preciadas joyas masculinas.

—Adelante, seƱor director.

Esa tarde, el poderoso Shimmering me compartió no una, sino tres veces, abundantes muestras de su reluciente fórmula viril. Y como buen superhéroe, su inagotable energía permitió que continuÔramos venciendo toda la noche, en mi departamento, a las temibles soledad y tristeza.

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