Costumbre ancestral - Las Bolas de Pablo

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11 ago 2021

Costumbre ancestral

Agradecimiento a Fercho por darme esta idea.


El chevrolet volt de color negro propiedad de Enzo ChacĆ³n se detuvo en la calle de una localidad bastante pobre del municipio Libertador, una zona famosa por ser cuna de maleantes y traficantes de droga y que llamĆ³ la atenciĆ³n de vecinos cuando el costosĆ­simo coche cruzĆ³ las calles. En su interior iba conduciendo el propio Enzo, Israel en el asiento de copiloto y el asistente personal del polĆ­tico en la parte trasera, de hecho un movimiento en el rostro del candidato bastĆ³ para que el joven saliera del automĆ³vil para anunciar en una casa que el candidato habĆ­a llegado. 


Enzo no apartaba una mano del volante dispuesto a arrancar de inmediato si era necesario y no mirar atrĆ”s. DirigiĆ³ un vistazo a travĆ©s de la oscura ventanilla hacia la humilde vivienda de paredes descoloridas por los aƱos y luego observĆ³ a Israel. 


—¿EstĆ”s seguro que te quieres quedar aquĆ­? 


—SĆ­ —afirmĆ³ Israel—, Domingo Ibarra estĆ” ahĆ­ dentro. Nos invitaron, confĆ­o en Ć©l, es nuestro compaƱero de partido. AdemĆ”s no podemos hacer un desplante a esta gente, ya sabes como se comportan y lo ofendidos que son si le fallas en algo. 

Enzo dio un suspiro. 

—¿Por quĆ© no le dices a Oliver que se quede contigo? 

—No, pendejo. Todo estĆ” bien. 

—Bueno. EstarĆ© atento al celular si necesitas algo. DebĆ­as traer a tu equipo polĆ­tico. 

—¿CĆ³mo serĆ”s de pendejo? 
—Israel hizo un simpĆ”tica sonrisa—. Y que se burlen de esto. Bueno, los pueblerinos alegan que es su cultura ancestral. 

Oliver el secretario del candidato se acercĆ³ a la ventanilla cerrada del automĆ³vil y del interior del hogar saliĆ³ Domingo Ibarra, un alto y apuesto negro que era el candidato a alcalde por el partido RenovaciĆ³n DemocrĆ”tica para el municipio del estado insular. 

Enzo ChacĆ³n hizo aparecer su cara al accionar la ventanilla mientras Israel se bajaba del coche, le dedicĆ³ palabras de saludos al otro candidato y despuĆ©s arrancĆ³ en el vehĆ­culo acompaƱado de Oliver que ocupĆ³ el asiento de copiloto abandonado por Israel. 

AsĆ­ como Pablo y SimĆ³n tienen lazos de hermandad muy fuertes, igual ocurrĆ­a con Israel y Enzo que solo tenĆ­an casi un aƱo en diferencia de edad. Para la tranquilidad de ellos este capitulo no abordarĆ” la delincuencia en esa localidad de la isla, sino un curioso ritual para el logro de las metas en el que ambos candidatos fueron invitados. 

Israel y Domingo asistieron al hogar de una famosa hechicera, conocida por sus embrujos, experiencias en las artes ocultas, brujerĆ­a y sesiones espiritistas. Como se mencionĆ³ anteriormente los habitantes del municipio eran ricos herederos de la tradiciĆ³n africana, producto de los esclavos negros traĆ­dos a AmĆ©rica durante la conquista. Los dos hombres no tenĆ­an mĆ”s de 35 aƱos, eran fuertes y viriles, musculosos con brazos y piernas adornados por venas, de hecho iban vestidos de manera casual, olvidando el traje y corbata que muchas veces utilizaban en sus campaƱas. El pantalĆ³n corto y las camisetas eran parte de su indumentaria aquel dĆ­a. 

Domingo Ibarra
—PensĆ© que no llegarĆ­as —se riĆ³ Domingo. 

—Nos perdimos en la ubicaciĆ³n —sonriĆ³ Israel—, hasta que activaste tu gps. 

—Muchas gracias por asistir. Ya sabes como esta prĆ”ctica es importante para los habitantes de la regiĆ³n. 

—SĆ­ lo tengo en cuenta. ¿TĆŗ sabes de quĆ© va el ritual. 

Su amigo mulato meneĆ³ la cabeza. 

—Mi tĆ­o me contĆ³ sobre Ć©l —afirmĆ³ el candidato a alcalde mirĆ”ndolo a los ojos. 

—¿De quĆ© trata? 

Cuando Domingo iba a dar la respuesta, fueron inmediatamente atendidos por una mujer de piel oscura entrada en aƱos, su larga cabellera llena de canas estaba resguardada por una paƱoleta, vestĆ­a con trapos viejos. Era Diosa, la famosa bruja del municipio Libertador. SaludĆ³ entre alabanzas a los candidatos, como una especie de dioses, demostrando entre palabras su fidelidad al histĆ³rico partido y con bastante humildad, pero con orgullo dando a conocer el historial de candidatos que pasaron por su casa para el tradicional ritual, presidentes, gobernadores, alcaldes, ministros. La anciana mujer presentĆ³ con orgullo a sus hijas y nietas que resultaron encantadas con los hombres que hacĆ­an juego por su juego de piel: el blanco y el negro, guapos y virĆ­les ambos, se dejaron abrazar y fotografiar.
 
—Pasemos al altar que estĆ” en la parte trasera de mi casa —invitĆ³ la mujer despuĆ©s de regalarles una taza de cafĆ©—. Mi casa es humilde, pero con bastante calor de hogar.
 
—No se preocupe. Es acogedora —asegurĆ³ Israel, se desconoce si en realidad asĆ­ lo sentĆ­a o por simple diplomacia—, ya verĆ” que cuando estemos desde la gobernaciĆ³n y alcaldĆ­a le haremos modificaciones. 

El hogar era oscuro y sucio. Las paredes manchadas con restos de lodo o rayones de dibujos hechos por niƱos, los muebles y artefactos parecĆ­an del siglo pasado. 

—Vayan, vayan al patio trasero —indicĆ³ la hechicera. Con eso mirĆ³ retadora al conjunto de mujeres de su familia—, nos las quiero husmeando en el patio. Me dejan trabajar en paz con el gobernador y el alcalde. ¡No las quiero ahĆ­! 

El altar de la bruja estaba en la zona sur de su casa, una mĆ­nima construcciĆ³n en obra gris (bloque y cemento), rodeada de tierra y monte que iba creciendo con el paso de los meses. En el interior del altar con piso terroso habĆ­a una multitud de imĆ”genes con Ć­dolos de religiĆ³n pagana (se atreverĆ­a a decir un sacerdote de la iglesia catĆ³lica apostĆ³lica y romana), todos iluminados con velas y velones de varios tamaƱos y colores. El techo de lĆ”mina galvanizada no dejaba escapar al calor del ambiente interno. La novia actual de Israel hubiera salido corriendo ante la profunda y contrastante condiciĆ³n de la vivienda. Gente como los ChacĆ³n estaban acostumbrados a los lujos, con tan solo ver su aspecto fĆ­sico se sabĆ­a del tipo de cuna donde venĆ­an. Sin embargo, su actividad polĆ­tica podĆ­a pulirlos y adaptarlos a otras condiciones de vida sin sentir cualquier Ć”pice de asco o sorpresa. 

—Por favor, quĆ­tense la ropa —dijo la mujer cerrando la puerta tras de sĆ­. 

—¿CĆ³mo? —Israel abriĆ³ la boca sorprendido. 

—CompaƱero, todo estĆ” bien —asegurĆ³ Domingo—, mi tĆ­o me contĆ³ como es el ritual y… 

—Por favor, menos charla —pidiĆ³ la hechicera respetuosamente—. Cuanto antes, mejor. Es un proceso que puede ser largo, en estas hojas les pido que anoten sus nombres completos. 

Israel y Domingo obedecieron y luego comenzaron a despojarse de su ropa. Era la primera vez que Israel iba a exponer su grueso cuerpo a una mujer de tan avanzada edad. Se sentĆ­a un poco cohibido. Por su parte, Domingo se notaba mĆ”s relajado, le dio la espalda a todos mientras se quitaba la franela y el pantalĆ³n. 

—Hasta quedar en calzoncillos —avisĆ³ la mujer. 

«Que alivio» pensĆ³ Israel. 

Las sorpresas apenas empezaban. Israel vestĆ­a con una ropa interior de color vino tinto que aseguraba su buena posiciĆ³n como todo un varĆ³n ChacĆ³n, sus atributos viriles se veĆ­an bien puestos en su ropa interior y Ć©l estaba orgulloso de eso, sin embargo sus aires de grandeza pronto se marchitaron cuando Domingo se dio la vuelta era un autĆ©ntico negro, descendiente del mĆ”s dotado de los africanos, Israel asegurĆ³ que los genitales del candidato a alcalde eran los mĆ”s grandes del planeta. 

Domingo Ibarra luciĆ³ una risa nerviosa. TenĆ­a puesto un ajustado calzoncillo de color anaranjado, pero la dimensiĆ³n de su polla era absurdamente larga, parecĆ­a una trompa de elefante. 

—¡Carajo! —exclamĆ³ de sorpresa la bruja, llenĆ”ndose de risa—. Alcalde usted camina sobre tres patas. SuperĆ³ a su tĆ­o aquella vez que vino y de por sĆ­ era grande.

Los tres se echaron a reĆ­r y Domingo complementĆ³ dando unos saltos haciendo que su pene rebotara dentro de su ajustada vestimenta. 

La mujer se colocĆ³ en medio de los dos candidatos que se situaron uno frente al otro. La mulata abriĆ³ las manos en direcciĆ³n al techo y subiendo la vista comenzĆ³ a iniciar el ritual. En una de sus manos sostenĆ­a una sonaja que hizo sonar. 

—¡En esta hora y en este sagrado lugar invoco a todas las fuerzas para llamar al Ć©xito para Israel Rocco ChacĆ³n Statuto y Domingo Ibarra Ibarra, para que todos sus deseos, propĆ³sitos y metas se cumplan! —al ritmo de un ancestral baile la mujer comenzĆ³ a danzar alrededor de ellos batiendo la sonaja. 

Cuando se detuvo se dirigiĆ³ al altar, invocĆ³ a la fuerza de los espĆ­ritus de las piezas de yeso que allĆ­ reposaban y sostuvo dos envases de plĆ”stico de lo que en algĆŗn momento fue refresco y que ahora contenĆ­a sendos lĆ­quidos de color rojo. 

—Se van a echar estas esencias por todo su cuerpo. DespuĆ©s a quitarse el calzoncillo. 

Israel abriĆ³ los ojos, Domingo afirmĆ³ con la cabeza dĆ³cil a su tradiciĆ³n cultural. 

Los hombres destaparon los envases que les fueron entregados y despuĆ©s se echaron el contenido encima. Era agua perfumada y mezclada con esencias de lo que parecĆ­a canela, rosas y miel. Israel se sintiĆ³ pegajoso, apenas empezaba a sentirse incĆ³modo, pero por su polĆ­tica y pensando en el futuro decidiĆ³ ser tolerante. 

Cuando llegĆ³ el momento de quitarse lo que les quedaba de ropa Israel ganĆ³ por el tamaƱo de sus testĆ­culos, eran mĆ”s grandes y colgantes que las canicas recogidas de Domingo, pero este era el vencedor en la dimensiĆ³n ridĆ­cula de su pene. 

—¡CompaƱero! ¡Que bolas mĆ”s grandes tienes! —afirmĆ³ Domingo lleno de sorpresa—. ¿EstĆ”s enfermo de algo? 

—No —negĆ³ Israel orgulloso de su anatomĆ­a, y no era que su pene fuera chico, tambiĆ©n estaba bien dotado—, asĆ­ son. 

—¡Carajo! Siempre supe que eran enormes esas toronjas, el pantalĆ³n no miente. 

Israel se echĆ³ a reĆ­r. Y la hechicera bromeĆ³:

—AsĆ­ que aquĆ­ tengo al del trozo de carne grande y al de los huevos de avestruz. Voy a montar una tienda de alimentos —los tres volvieron a reĆ­r. Ella despuĆ©s se aclarĆ³ la garganta y se dispuso de nuevo en el medio—. Seguiremos con la otra parte, necesito que sean fuertes y resistan. La calidad de su fuerza serĆ” equiparable con su dotaciĆ³n de poder. Gobernador, espero que sus pomelos sean resistentes. 

—¿QuĆ© dice? —Israel no tuvo tiempo de cubrirse cuando fue sostenido de la ingle por la bruja. El candidato a la gobernaciĆ³n del estado Orinoco gimiĆ³ sintiendo el dolor fluir de sus gĆ³nadas.

—¿EstĆ”s bien, compaƱero? —preguntĆ³ Domingo en el mismo momento en el que tambiĆ©n era apretado de las bolas.

—Estoy bien —gimiĆ³ Israel con lĆ”grimas en los ojos.

La bruja desviĆ³ los ojos bien abiertos al techo.

—¡Invoco al poder de las Ć”nimas para que le otorguen el poder y le abran los caminos al Ć©xito a Israel Rocco ChacĆ³n Statuto y Domingo Ibarra Ibarra —rezĆ³ retorciendo el par de Ć³rganos gonadales del par de fortĆ­simos hombres.

Israel estaba apretando los dientes, dejando salir gruƱidos y gemidos, mientras el dolor se extendĆ­a desde sus testĆ­culos hacia su estĆ³mago. DejĆ³ salir un rugido bestial al sentir como sus conductos espermĆ”ticos se doblaban.

A Domingo se le salieron las babas, queriendo que le soltaran sus negroides papas para echarse en un banco a sostenerlas.
La hechicera continuĆ³ invocando a las fuerzas sobrenaturales, esta vez llamando con nombre, apellido o apodo a las representaciones religiosas de su altar. No dejaba de apretar los testĆ­culos que sostenĆ­a entre sus manos. 

Israel ChacĆ³n se querĆ­a rendir del grave dolor que provenĆ­a de sus testĆ­culos hinchados y magullados.

Domingo emitiĆ³ un pequeƱo gemido agudo y sus ojos rodaron detrĆ”s en su cabeza. 

Con un rĆ”pido estirĆ³n de huevos acompaƱados de un revĆ©s de mano la mujer comenzĆ³ a poner fin al ritual. DejĆ³ de agarrar el par de hermosos cojones y se dirigiĆ³ a una repisa decoradas adornada con velas encendidas. 

—¡La puta que la pariĆ³! —susurrĆ³ Israel doblĆ”ndose y agarrando sus huevas.

—¡Puta madre. Y pensar que mi tĆ­o pasĆ³ por esto tambiĆ©n! Lo mejor de todo es que ganĆ³ en su tiempo la alcaldĆ­a. No espero menos para nosotros.

La mujer se acercĆ³ a ellos. Susurraba un rezo en otro idioma y sostenĆ­a un cuenco cargado de una masa pastosa de color rojo. Se agachĆ³ ante Israel y Ć©l contuvo el aliento pensando que le iba a chupar el pito (de hecho se le puso tieso), pero eso no ocurriĆ³. La mujer envolviĆ³ sus huevos en aquella masa pastosa, repitiĆ³ el procedimiento con el negro Domingo.

La vieja entornĆ³ los ojos brillosos al techo y sosteniendo la inmensa huevera del candidato a la gobernaciĆ³n comenzĆ³ a maquillarse la cara con los testĆ­culos embarnizados.

Gran parte de su rostro quedĆ³ empapado de pintura, su frente y ambas mejillas. El Ć”rea del mentĆ³n fue pintada por las bolas de Domingo. Cuando la Ćŗltima parte del ritual culminĆ³ la mujer se puso de pie y al mismo tiempo sostuvo las gĆ³nadas de ese par de hombres y las pulverizĆ³ hundiĆ©ndoles la punta de los dedos.

Ambos gritaron. Cuando fueron soltados de los cocos, Israel se doblĆ³ mĆ”s que Domingo que se mantuvo medio erguido. La mujer determinĆ³ que el candidato a alcalde tenĆ­a mas resistencia testicular que Israel, lo que podĆ­a decir que su candidatura estaba mĆ”s sĆ³lida que la otra. Sin embargo no comentĆ³ noticias desalentadoras. 

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