Hola, soy Donato, tengo 32 anos y me desempeño como Defensa de el club de fútbol Juventudes. Estoy tumbado en la iluminada habitación de un centro clínico donde me acaba de atender una guapa enferma. Me revisó las pelotas mientras que yo con pudor me cubría el pene con la palma de la mano, ella me aseguró que todo estaba bien con una tierna sonrisa y que no pasaría de una simple hinchazón. ¡Oh! Ha vuelto y me ha entregado una bolsa de hielo para mis gónadas. ¡Vaya! Qué refrescante se siente bajo ese ardor del infierno que vienen de ellas. No sé, ¿por qué? Pero siempre he sido un imán para los golpes en los huevos en los partidos de fútbol. ¡Que terrible! ¿Podré tener hijos? ¿Habré quedado estéril después de tantas patadas y balonazos? ¡Quién sabe! El médico en todas las revisiones me ha dicho que mi herencia se encuentra a buen resguardo. No sé cómo porque las pelotas siempre me cuelgan vulnerables a cualquier cruel ataque.
¿Quieren saber cuál fue mi primer golpe en los cocos en un partido de fútbol?
Digo mi primera vez en un partido porque fuera de él ya había experimentado dolencias en las bolas. De joven patinaba y en un movimiento que hice en un parque para sorprender a un par de chicas que me lanzo por una baranda, perdí el equilibrio y me resbalé. Mis piernas se abrieron y terminé con los testículos espachurrados entre mi cuerpo y la barra metálica. ¡Eso sí dolió! ¡Nadie me ayudó! Ellas solo se rieron y yo quedé revolcándome de dolor. En otra ocasión un chica que me gustaba me pateó las bolas frente a mis amigos, quedé encorvado y con la cara roja. Lo bueno es que ella después accedió a ser mi novia.
Ok, mi primera ocasión con un golpe en los huevos en un partido de soccer, fue durante un partido inaugural de la temporada de clubes. La fanaticada estaba abarrotada en las gradas. Todo estaba bien en el campo, corríamos de un lado a otro, los dos clubes rivales teníamos grandes posibilidades de ganar, teníamos una plantilla de jugadores excelentes. Solo en una ocasión todos nos aglomeramos defendiendo nuestra meta.
Estábamos todos agrupados y no lo vi venir, actué por reflejo levantando la pierna cuando Cavani del equipo rival pateó la pelota haciéndola volar por los aires.
Pero para mi mala suerte el balón chocó contra mis testículos.
Nunca voy a olvidar ese dolor tan horrible. Me fui al césped sin fuerza y me quejé agarrándome las bolas. Supliqué a todos mis muertos que me aliviaran ese fuerte dolor y ninguno de ellos me escuchó ni siquiera mi gran abuelo que tanto me aconsejaba usar protector en mis juegos de fút en el barrio. Mis huevas dolían y dolían repartiendo el dolor a todos los lugares de mi cuerpo.
El árbitro detuvo la jugada.
Fui ayudado por mis compañeros, pero todavía me dolía y mucho. Midan el impacto con el que viene un balón cruzando el aire y que se estrelle en tus partes blandas. ¡Auch!
La siguiente ocasión fue tan dolorosa como la primera, sucedió en esa misma temporada en cuartos de final, tuvimos suerte y el club pasó a la siguiente etapa, pero ese es otro cuento. En aquel partido definido por tanda de penales recibí un golpe que casi me hace escupir los huevos por la boca con todo y leche.
Sin verlo venir mientras forcejeaba con otro jugador para adueñarme del balón recibo una fortísima patada en los testículos que me levantó del suelo.
Mis desprevenidas bolas absorbieron el impacto de aquel robusto zapato de tacos nike.
Las cámaras de televisión me enfocaron en mi desgracia y fui la burla de los programas de deportes. Incluso un aficionado subió mi vídeo a su canal de YouTube donde extrañamente tiene clips de ese tipo de golpes con varios jugadores de fútbol. Quedé echo mierda tirado en el suelo lleno de dolor de huevos. Revolcándome en mi dolor.
Totalmente con la fuerza en cero agarrándome las bolas con las dos manos sin saber que posición era mejor, fetal o continuar revolcándome.
¿Qué más quieren que les cuente? Si el entrenador una vez me apretó las bolas. ¡Desgraciado!
Resulta que estábamos en los cuartos de final de la FAUE y nos tuvimos que ir a penales con el otro equipo. Lamentablemente por mi falla el balón pasó por encima de la arquería y perdimos. Quienes siguen al fútbol saben como queda nuestra moral por el suelo ante colosal error.
Una vez culminada la jornada el entrenador nos regaña en los vestidores, ya de por sí yo me sentía mal para tener que escuchar sus gritos. No sé que me decía, pero yo ni le hacía oídos. Hasta que me agarró de las papas que me cuelgan entre las piernas.
En ese momento creí en medio de mi dolor que me iba a triturar las papas para hacer puré.
—¿Ahora sí me estás escuchando, inútil? —gritó él. Con mis pelotas bajo su control, tiraba de mi pantalón con furia.
Y de nuevo ese horrible dolor difícil de soportar, y que todos los hombres conocemos. Sentía cómo me retorcía los huevos.
—¡Por tu falta de atención perdimos el partido, tonto! —gritaba.
Me soltó haciéndome rechinar los dientes, quedé completamente agotado. A él lo despidieron al poco tiempo.
Y la más reciente y causante de mi visita a la enfermería fue hoy. Me dejó los testículos como dos tomates rojos, pesados. Estaba a punto de recoger el balón en el aire cuando me interpuse entre el jugador del equipo contrario y el levantó su pie dándome una patada en las bolas. Él se disculpó y dijo que fue sin intención. Pero ese patadón me dejó convaleciente y temblando.
Lo recuerdo y todavía me da dolor. Su taco de fút pulverizar mis sensibles joyas. ¡Uy no!
Me han dado dos semanas de descanso y un tratamiento de antiinflamatorios.
Uno de mis compañeros me mostró que el vídeo ya estaba en la cuenta de golpes bajos de ese sujeto. Siendo yo pateado en las bolas y dando mis agónicos gritos. Fue horrible sentir mis desprotegidas toronjas ser lanzadas con toda fuerza contra mi cuerpo.
Fui retirado en camilla ante la mirada burlona del público y los comentarios de gracia de los periodistas deportivos.
Por suerte he sido atendido por un buen médico y esta hermosa enfermera.
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